18.7.14

La buena sombra

"Todas éstas son buenas razones para explicar por qué se sigue sirviendo hoy en día la sopa en un cuenco de laca, pues un recipiente de cerámica está muy lejos de dar satisfacciones comparables. Y sobre todo porque, en cuanto levantas la tapa el líquido encerrado en cerámica te revela inmediatamente su cuerpo y su color. En cambio, desde que destapas un cuenco de laca hasta que te lo llevas a la boca, experimentas el placer de contemplar en sus profundidades oscuras un líquido cuyo color apenas se distingue del color del continente y que se estanca, silencioso, en el fondo. Imposible discernir la naturaleza de lo que hay en las tinieblas del cuenco pero tu mano percibe una lenta oscilación fluida, una ligera exudación que cubre los bordes del cuenco y que dice que hay un vapor y el perfume que exhala dicho vapor ofrece un sutil anticipo del sabor del líquido antes de que te llene la boca. ¡Qué placer ese instante, qué diferente del que experimentas ante una sopa presentada en un plato plano y blancuzco de estilo occidental!"
         Juniziro Tanizaki, Elogio de la sombra 
or la canícula no es mal momento para retirarse a algún lugar donde alimentarse y dormir no sean un azote hespérico. Aunque una soporta la calor y las horas más duras del día bastante bien no por ello eludo en lo posible cualquier sacrificio innecesario. He pasado unos días en el Balneario Prats de Caldes de Malavella (La Selva, Gerona), donde la alimentación no deja nada que desear: variada, apetitosa, bien presentada. Como mi estómago no está acostumbrado a ser sorprendido por tantos sabores y texturas, al cuarto o quinto día de agasajos culinarios tengo que limitarme a entrantes muy frugales, al pescado a la brasa y a la fruta. No sé si le ocurre lo mismo a todo hijo de vecino. Ya dejé dicho alguna vez aquí que creo que es imposible tomarse las propuestas irónicas de "El Bulli" o "The Fat Duck" como pilar nutritivo. No digo que un día o dos... Pero dudo que nadie puede pasar mucho tiempo siguiendo una alimentación molecular irónica. Demasiada ironía también he encontrado estos días en Twitter, por cierto. O tal vez era cinismo.
El Prats es un hotel balneario con sus aguas termales, cosa que no hará falta decir que no tiene nada que ver con los llamados spa, donde se puede pasar un ratito muy agradable recibiendo un masaje ayurvédico o todo tipo de lujos asiáticos y algunos africanos, pero sin que haya habido nunca aguas termales, como las hay en Caldes de Malavella y en otros puntos del mundo. Conozco los balnearios de Boí (Lérida), Archena (Murcia) y Lobios (Orense), y especialmente este último me resultó muy terapéutico para mis ya atrotinadas articulaciones. La abundancia de aguas y limos en la Serra de Xurés hace posible que la gente pueda beneficiarse de sus aguas de forma silvestre, tomando lo que la naturaleza ofrece no sé si sabiamente o tontamente.
Así como en Lobios queda un buen trozo de calzada romana intacta, en Malavella queda el trazado de la Via Augusta en su nombre y -hasta donde yo sé- en nada más. He podido caminar unas millas tanto en dirección a Riudellots como en dirección a Vidreres. El municipio propone en un mapa de la región una serie de itinerarios que se pueden hacer a pie o en bicicleta, con indicación de las rutas y su dificultad. Otra cosa, eso es algo que siempre se echa de menos, es que alguien se acuerde de indicar si el camino tiene sombra o no. Yo diría que la ruta de la Riera de Santa Maria  ahora en pleno verano es agradable de hacer (encinas, avellanos, helechos) pero que en invierno puede ser fría y hasta verse entorpecida por la crecida de la rambla, por pequeña que sea. Y sin embargo el principio de la Vía Augusta en dirección a Riudellots deja caer el sol a plomo y sin apenas algún respiro de algún plátano de sombra. Hay campos de cereales que en los márgenes todo lo más que ven son zanahorias silvestres y Echium plantagineum, alguna zarzamora, exhaustas corregüelas que el sol agostará con el rigor propio de nuestra latitud. La chicharra ayer y anteayer empezó a cantar con más intensidad y apetece la sombra y el agua, poco más. No es poco.
El año pasado más o menos por estas fechas recuerdo haber bajado desde la casa-museo de Sorolla por el Paseo de la Castellana hasta Cibeles sin que en ningún momento me hubiera abandonado una buena sombra. Y sin embargo a veces las rutas se comentan o se explican desde un despachito climatizado o desde una torre de marfil o qué sé yo, donde es inconcebible al parecer que se recree la realidad de la naturaleza o lo que va quedando de ella. 


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