17.9.14

El arte de la plastificación de los plátanos baby

ecientemente estuvimos aquí jugando con el programa de PicHacks y la asimetría facial. Luego he estado entretenida con el postizo de la reina consorte María Luisa de Parma. Como casi todo se encuentra en internet, pronto encontré lo que buscaba y supe que la peca que lucía la esposa de Carlos IV en su sien no era un melanoma ni una queratosis seborreica, sino un postizo. Así que no era una rareza de Goya, sino una moda de aquel entonces (finales del siglo XVIII) de la que también dejó constancia ese pintor en la Infanta María Josefa de Borbón y de Sajonia. Es la época de los tontillos, aquellas faldas que como los guardainfantes adquirían la forma que les imponían los aros de ballenas. Remito al penúltimo enlace para todas cuantas imágenes ilustran esas modas.  Yo diría que el bindi que llevan las mujeres indias por encima del entrecejo solo lo usaban tradicionalmente las mujeres casadas y que ahora lo usan todas las mujeres que quieren usarlo. Es lo más parecido que se me ocurre, pero a mi entender si bien el bindi persigue la concentración y puede llegar a ser un adorno, el megalunar que usaron María Luisa de Parma y María Josefa de Borbón más bien introducía un factor de enigmática disociación erótica entre los ojos y ese complemento de belleza, que no adorno. Una rival declarada de la reina, la duquesa de Alba llamada Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, también llevaba el postizo. Por sorprendente que pueda parecer hubo un tiempo en que había mujeres que se pintaban un lunar en la cara. O ya lo tenían y lo realzaban con khol, o se lo hacían. En el detalle que presento hoy también se aprecia la asimetría facial, que creo que en este caso está al servicio del efecto de conjunto  -aquí perdido- más que de la verdad.
Se diría que Juliette Binoche sin su pequeño lunar en la mejilla derecha o Cindy Crawford sin su lunar tan redondo sobre la comisura del labio izquierdo no serían las mismas. O sí, y con unos leves retoques de Fotoshop prácticamente lo sabríamos al instante. Más retoques son los que se dice que se han empleado en la última portada del Hola, con la nietísima de Franco (Carmen Martínez-Bordiú) e Isabel Preysler, en cuya foto alguien ha dicho que se han empleado 60 licencias de Fotoshop por lo bajo. Ciertamente hace tiempo que Isabel Preysler parece mucho más joven que su hija mayor, incluso "al natural" (esto es, "en persona"). Sin embargo a algunos les parecerá más guapa la menos arreglada, la menos sofisticada. Más guapa sin entrar en un desfile de consideraciones.
Probablemente a muchos hombres y a muchas mujeres les parecerá Angelina Jolie una mujer bellísima, y sus labios les resultarán tan atractivos como a mí me parecen (si se me permite invocar una palabra de otra esfera) macabros. Los labios, me dijo una vez el fotógrafo Pep Pujol, son lo primero que se marchita. Y solo porque él lo diga ya tiene que ser verdad, pero es que además cualquiera de nosotros lo ha podido experimentar en propia carne y en quienes nos hacen de espejo.
La lucha contra la vejez es una guerra perdida de antemano. A todo lo más que una aspira es a poder agacharme y enderezarme sin dificultades, a poder realizar mis funciones fisiológicas (dormir, hacer caca, beber, comer) con normalidad y sin ayuda de pastillas. Mi cuerpo tiende a la rigidez y a desequilibrarse con un predominio del lado derecho sobre el izquierdo y de la parte superior sobre la inferior. Por eso hago cada mañana yoga. Pretender usar más del 10% del cerebro cuando no soy capaz siquiera de llevar mi cuerpo con aire de jota me parece una bobada. 

Detalle de  "La duquesa de Alba vestida de negro" (Francisco de Goya, 1797) 



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