31.10.14

Pobres ricos

enemos a nuestra disposición un documento sobre la Distribución territorial de la renta familiar en Barcelona en el que en definitiva es posible apreciar cómo el distrito más pobre de Barcelona es el de Nou Barris y el más rico el de Sarrià-Sant Gervasi. Nada que nos sorprenda, a no ser que al ver concretados en números lo que la realidad impone de una forma más arcana y compleja, nos deje caer todo el peso del esquematismo numérico.
¿Somos conscientes de que a menudo nos movemos en terrenos de naturaleza diversa, como el que ahora he intentado mostrar? Es decir, lo mismo que una cosa son los números y otra es lo que representan, aunque los números sean tan endemoniadamente precisos y trasmisibles, también hay una forma de representarnos la realidad que durante mucho tiempo encontró su refugio en el lenguaje connotativo de la literatura, especialmente en la poesía. 
Me he convertido en una especie de cascarrabias y entre otras cosas advierto que la "literatura" que a veces se asoma a los programas de radio de constantemente suenan en mi casa -sea cual sea la antena- apenas nada tiene que ver con la literatura que yo siempre he necesitado como agua de mayo para vivir. Me refiere a una autora que hace cosa de unos diez días hablaba de su novela sobre El Greco. Ha habido muchas, por lo que el hecho de que no sepa su nombre ni vea la manera de recabarlo, me obliga a aclarar por lo menos que no era Ana Rodríguez Fischer, que fue profesora de esta servidora en la Universidad de Barcelona, de literatura española del siglo XVIII si mal no recuerdo. Muy buena, por cierto. No, se trataba de una escritora que no hacía más que emplear la palabra "crecimiento", como si estuviera abducida por las terapias psicológicas transpersonales y demás. Que dijera más de 10 veces la palabra "crecimiento" en una entrevista de apenas 4 o 5 minutos, en cualquier caso breve, a mí me indicaba además de una especie de atascamiento existencial, un empobrecimiento léxico notable, cosa que no dice mucho de una escritora. O que padecía algo de pánico escénico.
Ayer en Onda Cero hablaba Santiago Posteguillo, profesor de universidad y autor de varias novelas históricas y promotor ese tipo de clases con que los profesores de estirpe estadounidense pretende animar con happenings e ideas extravagantes y muy lúdicas sobre el quehacer literario. Por su forma de hablar ya se dejaba caer que ha sido reconocido no solo en su labor como filólogo sino también en su obra literaria, no ya por los premios con los que se suele otorgar validez a las bellas letras, incluso los secundarios, sino porque ha obtenido muchas ventas e incluso comentó que ha conseguido introducir el gusto por la novela histórica de tema romano en Hispanoamérica, cosa que es de mucho mérito. Y sin embargo, aunque una se alegra de los éxitos de los prójimos, debo aclarar que ni sus clases ni sus novelas me inspiraron el más mínimo interés. Todo lo contrario.
Antes de ayer, en Los minutos sin gloria, me refería a una soflama de Gregorio Morán contra Eduardo Haro Tecglen de cuerpo presente o apenas muerto. No me gustan esos escritos y por eso no me gusta tener que referirme a Santiago Posteguillo o, por poner otro ejemplo, a  Javier Gomá, lo más parecido a Tamara Falcó pero en CEO pomposo. No me gusta hablar mal de los prójimos. Pero es difícil sentir a estos personajes como prójimos. Que a Gomá se le presente como "filósofo" me causa desconcierto y una cierta indignación. Estoy pensando en Victòria Camps, que se presenta como "catedrática de Filosofia" aunque también tiene muchas publicaciones y pienso que un rango académico mayor. 
Permítanme que sea por una vez breve: para poder decir que uno es filósofo tiene que haber hecho algo por la Filosofía. Y eso sirve para la Filología y para algunas otras disciplinas más. No tanto para los oficios.
Estoy tan convencida de que nunca ni Santiago Posteguillo ni Javier Gomá, cada cual en su género, repararán en mí como de que en los próximos 20 años no se revertirán las cifras de la renta en Barcelona y de que Sarrià-Sant Gervasi seguirá teniendo rentas altas y Nou Barris bajas. Incluso podrá ser que las de los primeros se incrementarán mientras que las de los últimos aún bajen más.  Pero si algún día estos buenos señores reparasen en mí, que no, seguramente no les diría nada. En una de sus extravagancias inertes Posteguillo le ha hecho leer el Quijote a Frankenstein, y sin embargo para mí coincidir en el mismo lugar con cualquiera de estos dos lechuguinos -Posteguillo y Gomá- sería como si Bugs Bunny se encontrara con el Oso Yogui, siendo como son criaturas de diferentes ficciones.
Por el camino que llevamos no saldrá otro Lazarillo de Tormes ni de carambola.


Fuente: http://opendata.bcn.cat/opendata/ca/catalog/RENDA

Una foto de Nou Barris

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