9.12.14

Esbozos

Al pasar por la calle la Amparo,
una vieja a mi me llamó
y me trajo unas tijeras
con más mojo que un latón.
Y el amolaor, y el afilaor,
que afila cuchillos, que afila navajas,
que traigo la piedra del amolaor,
a mi niña le gustan las papas con arroz, trototrón
tu marío en la era, yo con el fraile

Miguel Poveda, Tangos de Triana.


Se dice que uno de los mejores discos de la historia de la música moderna es Sketches of Spain (1959-1960), del cual siempre me llamó la atención que incorporara una alborada de afilador (The pan piper). Me puede cegar pero no ensordecer el amor a mis raíces; si Miles Davis se inspiró en el material de Alan Lomax por algo sería. La Alborada de Veiga tocada por un afilador orensano la pudo escuchar el trompetista de jazz gracias a una grabación de 1952 que el etnomusicólogo Alan Lomax hizo en Faramontaos. En Youtube se puede oír aislada del resto de materiales. No tiene para mí menor encanto, misterio, hondura y razón que la Syrinx de Débussy, que es decir mucho.  Me refiero a la grabación del toque de chifro, no a la pieza de jazz. 
Los esquemas y dibujos que veo en internet de la siringe de los pájaros, su órgano vocal, no me dan una idea de su ubicación ni de mucho más de lo que aquí me veo capaz de decir. Diré que lo único que echo de menos de trabajar por la tarde es que no puedo oír el canto de los pájaros en mi patio, tan dulce como lo puede ser el cortejo que acompaña y se diría que guía cuidadosamente el orto.
Aún se ve algún afilador orensano por Barcelona, cada vez menos. Cuando encuentro uno lo grabo y me acuerdo del corral que hubo en mi calle hasta que demolieron las casas con huerta para hacer un Mercadona. Me acuerdo de la última vez que oí al último gallo, que anduvo un año por el solar hasta que si no murió lo mataron, que para el caso viene siendo lo mismo.
Cuando oyes la flauta de pan o chifro  piensas más en los pastores de cabras y ovejas que en la ninfa Siringa y su metamorfosis, pero todo está bien y todo cabe.
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Dicen que el flamenco se canta sentado y que Miguel Poveda ha introducido una novedad, no sé si rompedora, al cantar en pie. Pero es que además de cantar, hace las palmas y también baila. Como lo hizo en Triana el gitano Manuel el Titi, por otra parte. Un afilador hacía su pregón en pie siempre y hasta caminando, por eso se nota aquella cadencia que deja el paso y que también se nota en los cantares de camino, de labranza y de trabajo en general. Yo me acuerdo del patio al que daba la otra casa en la que viví mis primeros años, cuando la Sra. Isabel cantaba y lavaba. Era fácil imaginar cuando frotaba, cuando enjuagaba y cuando retorcía la colada simplemente por la duración de las pausas y cómo adaptaba el canto a la labor.
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Si tengo que elegir uno de los directos que he disfrutado más, aparte de un concierto de piano de Brahms y una noche flamenca de José Mercé -ambos en el Auditori- y una Grosse Messe de Mozart en el Palau, diría que fue una actuación de Celia Cruz en Montjuïc. Ya eran mayores, ella -la reina de la salsa- y "Cabecita de algodón" (Pedro Knight Caraballo), su marido. Él había dejado la Sonora Matancera en 1966 por acompañarla y la verdad es que lo hacía tan bien que aunque ella se quedaba atrás (por su edad o porque ya estaba enferma) él siempre la "recogía" retardando la trompeta y no quedaba mal. En el Teatre Grec, también en Montjuïc, pocos años después vi a José Sancho haciendo con Núria Espert una tragedia griega. José Sancho era un muy buen actor, pero cada escena estaba más bebido y eso supongo que es lo que lo tenía apartado de las tablas, porque llegó un momento que hasta Medea me recordó a María Jiménez.
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El año 2000 en Orangeville (Toronto) salí a pasear por un sendero de gran recorrido con mis chanclos de piscina hasta que empecé a ver demasiados castores y un par de letreros indicando el camino hacia las cataratas del Niágara en millas. De vuelta me llegaban como a girones melodías a piano que venían desde la casa donde me hospedaba. Por la noche me senté casualmente al lado de quien había tocado el piano, que era traductor jurado para el gobierno del Canadá. De origen suizo había hecho su luna de miel en España. Estuvimos un buen rato buscando una palabra que me dijo que era muy española pero que no acertaba a resucitar en su memoria. Al final resultó ser dignidad. Yo pensaba todo el rato que era el orgullo, pero está claro que la dignidad es más sufrida y duradera.

Boceto de Geoffrey Stephen Alfree en Imperial War Museums

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