2.1.15

Libro vivo (I)

La carn, sense paraules,
davant de mi i en mi.

I jo que havia llegit tots els llibres.

Maria Mercè Marçal, La germana, l'estrangera




asualmente, o no, mi último post sería el número 1515 si no fuera porque cuento solo los 1177 que no son meras fotografías. Pero dado que este año celebramos el Quinto Centenario de Teresa de Jesús, acepto el lance y abro la temporada con unas reflexiones sobre la santa, la fundadora y la escritora que fue y que es Teresa Cepeda.
Si será importante Santa Teresa que el Institut Nova Història, ahora patrocinado por Caves Cuscó Berga Vins y sabe Dios por quién más, defiende la tesis de que como Servet, Leonardo da Vinci, Cervantes y Colón, la monja carmelita abulense en realidad era Teresa Cardona, la abadesa del monasterio de las clarisas de Pedralbes. La pereza que inspira tamaño disparate me impide pretender enterrarlo bajo una batería de argumentos y pruebas, especialmente porque de Santa Teresa hay muchísima documentación primaria e infinidad de expertos.
Leo una reseña de Sexe et monarchie, de Henri de Romèges, un libro que se vendió muy bien seguramente en estas fiestas navideñas, y que se lanzó con la entradilla "Un libro detecta gotas de sangre real en cada francés, gracias al desorden sexual de sus monarcas". Dejando de lado que la sangre real no sé si se puede detectar, como sí se detectaría el ADN, no sé porque nos tenemos que sorprender de que la mayor parte de los franceses sean bastardos, cuando hasta en lo que es oficial -las líneas de sucesión dinástica- hay un berenjenal que no lo aclaran ni todos los historiadores del mundo. Y me refiero a historiadores de verdad y a la historia sin extravagancias mercadotécnicas o paranoicos. A mi entender, encontrar sangre real en los franceses es como encontrar trazas de antidepresivos en las cloacas de Barcelona. Los restos fecales se podrán depurar, pero me parece improbable que se puedan eliminar los antidepresivos y los ansiolíticos de los ríos que van a dar a la mar que es el morir.
Sirva esta breve introducción sino como garantía sí como compromiso de seriedad.
*
En una época de mi vida pude dar rienda suelta a tres inclinaciones: mi fascinación por los siglos XV y XVI, la admiración por Teresa de Jesús y mi interés por las autobiografías. El único impedimento o freno era mi ignorancia del habla del siglo XVI, sobre la que al cabo de mis estudios aún conseguí saber menos, como suele ocurrir. Ofrecen una gran ayuda el tratado consabido de Rafael Lapesa, y el Tesoro de Covarrubias. El Libro de la vida, aunque se basta, mueve a querer conocer más sobre la biografía "civil" de la Santa, a quien un nuncio papal coetáneo anatemizó como "fémina inquieta, andariega, desobediente y contumaz".
Su personalidad aparece íntimamente fundida a su lenguaje, el castellano. La carmelita despliega las características peculiares: el estilo ermitaño y de pocos adjetivos, la precisión, la concreción sin afectaciones, el anacoluto, las amplificaciones, los leísmos, las elipsis, etcétera.
La doctora de la Iglesia escribió por mandato de sus superiores, por obediencia, y nunca se consideró una autoridad en las materias que trataba. Enrique Llamas ha explicado el proceso de redacción del libro de la Vida, cuyo autógrafo se conserva en la Biblioteca del Monasterio de El Escorial. Sobre la primera redacción precisa cómo su consejero, el dominico García de Toledo, "descubriendo el aspecto aleccionador de sus procedimientos en la vida de oración mental, y la ejemplaridad de toda su vida, convencido también de la autenticidad y del carácter sobrenatural de sus experiencias extraordinarias, le aconsejó que refiriese en detalle todas las maravillas que el Señor había obrado en su alma [...] Había hecho una relación seguida, sin distinción de capítulos, sin divisiones temáticas. Estos detalles no interesan de momento; porque se trataba de una autobiografía, con un destino muy particular y una finalidad muy concreta".
La primera relación está fechada en junio de 1562, pero la Vida no fue impresa hasta 1588, en una edición de las obras preparada por Fray Luis de León. Antes de la edición príncipe, salmantina, no tuvo más que una circulación manuscrita y muy limitada, siendo examinadas sus revelaciones y fenómenos extraordinarios por diversos tribunales del Santo Oficio.

Murallas de Ávila

Los historiadores de la literatura reconocen a la Vida su influencia en el desarrollo del género autobiográfico. Con todo, no es propiamente una biografía. Según Llamas, la Madre Teresa no redactó una biografía de signo puramente histórico-cronológico, sino una obra de carácter espiritual, con una intención didáctica. Américo Castro advierte incluso que "la autora al narrar el proceso de su vida incluye en su hacer literario la creación del agente de ese hacer" y que si "se seculariza la técnica de hacer discurrir por dos diferentes vías el irse haciendo la figura literaria al hilo de lo que es hecho, tendríamos un esquema de novela moderna" (*). Castro defiende la originalidad de Santa Teresa en el hecho de anticiparse a la literatura profana explorando como tema la conciencia.
En segundo lugar pero no menor, desde el punto de vista filológico se ha apreciado otro valor en la Vida, que es el mostrarnos el lenguaje familiar de Castilla del siglo XVI. Precisamente en este aspecto se basó el estudio de A. Sánchez Moguel, El lenguaje de Santa Teresa de Jesús, publicado póstumamente el año 1915, y el tema ha seguido atrayendo el interés de muchos hispanistas. 
Se podrá decir que antes (muchísimo antes) de Teresa de Jesús San Agustín ya sentó las bases del género autobiográfico, pero que tengamos un documento de puño y letra de una mujer que emplea el habla llana del siglo XVI eso es si cabe mejor.

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(*) A. Castro. Teresa la Santa y otros ensayos. Madrid: Alianza, 1982. El libro de bolsillo; 869: 24.

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