21.7.15

Ni perfecto ni desconocido

"Alrededor de cada urbanita se dibuja una miríada de caminos
 vinculados a su experiencia cotidiana de la ciudad: el barrio
 donde trabaja, el de sus quehaceres administrativos, el de las
 bibliotecas que frecuenta, donde viven sus amigos, los que
 conoció en su infancia o en diferentes períodos de su
 vida. También tiene zonas de sombra, los lugares a los que
 nunca va porque no se asocian a ninguna actividad
 ni con ningún estímulo, a no ser que pase por ellos
 en coche alguna vez pero sin la curiosidad suficiente
 para detenerse, o los lugares que, por lo que sea, le dan miedo".
David Le Breton, Elogio del caminar.



veces me doy cuenta de que evito determinados barrios, determinadas calles, determinados tramos de calles. Me gusta caminar, me gusta andar. No soy una flâneur ni tampoco una merodeadora ni una peregrina, aunque he vagado por las calles, he merodeado y he peregrinado. Si se acepta mosca como animal de compañía y por pasear se acepta dar un rodeo descomunal para evitar lo que les dije, determinados barrios, se puede decir que paseo. Todo cuanto puedo hacer caminando no lo hago de otra manera y al cabo de un año se pueden contar con los dedos de una mano las veces que uso un transporte privado. Lo del avión es proporcional.
He dejado de lado los fotógrafos aficionados, que planean como insectos que liban o como drones sobre la ciudad.  No busco hacer una clasificación incuestionable, tal vez porque también cuando escribo soy muy andarina. No soy como la cosechadora del agricultor que circuló hace unos días por una carretera de Cuenca 5 km descabezando todas las señales de tráfico que se cruzó en su camino. Digo flâneurs, merodeadores, peregrinos, y no importa que no agote la tipología.
Evito los barrios "altos", donde me siento incómoda y donde no encuentro la Barcelona que a veces me gusta ni de milagro. Los barrios altos de todas las ciudades son parecidos, sobre todo cuando viven en pisos. Las zonas residenciales con casas unifamiliares son un poco más pintorescas, pero muy poco. Busco siempre ir por calles peatonales o de muy poco tráfico. Aparte del ruido, molesta tener que detenerse a cada poco por culpa de los semáforos. Lo que hace del Ensanche todo un territorio absurdo, especialmente porque hay que doblar los chaflanes en unos requiebros que ya hemos incorporado a la costumbre pero que no dejan de ser disparatados.
Hace un par de años, pasé unos días de julio en Madrid y pude ir desde la casa del pintor Sorolla en el barrio de Salamanca hasta la Carrera de San Jerónimo y meterme en el barrio de Huertas, sin que por un momento me dejaran de amparar las sombras de los árboles. Ayer hice un recorrido más o menos de igual distancia en Barcelona, bajando por Balmes hasta la Via Layetana y -especialmente en los semáforos- es inútil buscar una sombra. En plena canícula no es posible sortear la solana en según que vías, porque el sol cae a plomo tanto en los lados pares como en los impares. Todo esto es tan flagrante que solo nos queda preguntarnos si los árboles están para que les echen en los alcorques los botellines de agua semillenos o semivacíos (según sea nuestro optimismo). O para que meen los perros.
Sin embargo la mayor parte del tiempo, caminar por Barcelona es agradable si se elige la ruta adecuada y si salvamos la dificultad de la orografía tan brusca de algunos barrios. Si alguien se piensa que subir los casi 400 empinados escalones de la torre de Nôtre Dame o que el ascenso por la columna de la victoria berlinesa es una proeza, que intente llegar a los restos de la batería antiaérea de nuestro Turó de la Rovira (Colina de la Rovira).
Por la vera del mar hay que elegir bien la hora, a no ser que se esté bien predispuesto a compartir el paseo con ciclistas no segregados que zigzaguean, corredores, patinadores y voyeurs. Voyeurs van quedando pocos, como si provinieran de una generación que se extingue. Pero hay una nueva raza d'*écouteurs no menos fisgones que se dedican a oír las conversaciones de los demás. Hace bien poco tuvimos constancia de la deleznable transmisión por Twitter de una conversación en un bar que sostenía Ferran Toutain y su acompañante. La presencia del enigmista, Màrius Serra, no había sido advertida porque estaba de espaldas, cosa que además le permitió a su solaz hacer fotos con el móvil. Si alguien se entretuviera a usar en el buscador de este blog la palabra "deleznable" probablemente solo obtendría tres resultados. Hay 1452 posts (descontados los de meras fotografías). Para mí "deleznable" es el techo de mi indignación en lo que respecta a la bellaquería y la vileza. Si zozobrásemos por el camino de la canallada tendríamos otros apelativos, pero convengo que "deleznable" es lo peor que se puede ser o parecer. La gente habla en las cafeterías y en los transportes públicos como si a su alrededor hubiera perfectos desconocidos. Si yo les pudiera decir la de cosas que he descubierto sin querer así... En la Orxateria Valenciana (cuando estaba en Gran via con Aribau), en la línea roja volviendo del Hospital de Bellvitge, en el wáter de "El mussol", etc.
Nunca hablamos de los pueblos y mi impresión es que cada vez se habla menos. En los pueblos no sé en qué ha quedado la hora del paseo y la salida de misa. Quedará la salida del colegio. En el mío, en mi pueblo, era muy emocionante la llegada de los barcos con lo pescado. Podemos, Ahora Madrid, Barcelona en comú y Ciudadanos (C's) son absolutamente urbanos. Así que no los veo defendiendo en Europa la cuota de pesca ni los pactos de los excedentes lecheros ni el cupo de importación de aceite ni nada de nada.

"Little Red Riding Hood and the Wolf in the forest" (Carl Larsson, 1881)

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