23.10.16

Post 1473: El síndrome de Vietnam


a mayor parte del trabajo de los humanos cuando tenemos lo del pan más o menos solucionado y algo de salud, consiste en usar bien el tiempo y la libertad. En no perder el tiempo ni hacérselo perder a los demás. En saber elegir y en saber divisar o recapitular, en no dejarse aplastar por faroles ni encandilar con fiascos.
A mí como a los romanos y como a los estoicos, me interesa más la moralidad que la Filosofía, aunque me interesa la Lógica. La moralidad se mueve entre la severidad y la misericordia, que se corresponden con los pilares del árbol de la vida cabalístico. La oposición entre severidad y misericordia no es la misma que la que hay entre la justicia y la injusticia, o entre lo que es bueno y lo que es malo, algo en lo que no hace falta ni reparar. De hecho, en mi ignorancia interpreto que ni la severidad ni la misericordia existen como tales sino que son tendencias o conceptos.
También se dirimen en muchos textos de espiritualidad la acción y la no-acción, cosa que introduce un lío en lo que ya llevaba dicho porque la severidad es arquetípicamente pasiva mientras que la misericordia es activa. Pero descendiendo bruscamente a un ejemplo, nos acordamos por ejemplo de los excombatientes de Vietnam, que a su regreso tenían, por si no fuera poco, además del estrés postraumático el rechazo de la sociedad por haber usado armas, incluso químicas, y por haber empleado la violencia y/o por no haber salido victoriosos.
Leo en un blog otra acepción del síndrome de Vietnam que no tiene nada que ver con lo que propiamente se trae aquí y que se cobró tantas víctimas en Estados Unidos. Se diría incluso que en Estados Unidos produjo una conmoción importante y socavó la moral de la que se valía el patriotismo y sus valores y contradicciones.
Intuyo que se puede llegar a la severidad desde la misericordia como también se puede llegar a la misericordia desde la severidad o sus excesos. Muchas veces yo misma voy dando bandazos entre la severidad y la misericordia. Hace unos días me enojé porque alguien, de una obra muy cercana en una farmacia probablemente, había rellenado el alcorque de un canelo con cemento y luego -por si quedaba alguna duda- lo había alisado. Aunque era domingo, de inmediato envié un tuit con la foto a la administración del distrito. Y a continuación envié una denuncia a la concejalía correspondiente del Ayuntamiento, que al cabo de unos 25 días levantó la capa de cemento y me envió una notificación de que la incidencia se había resuelto.
El texto de mi petición era: "El alcorque de un canelo situado en la calle Cadí entre los números 21 y 23 está anegado de cemento seco al parecer de una obra en unos bajos. He denunciado el hecho en la cuenta Twitter del distrito aquí: https://twitter.com/dohminguez/status/777473208731758592. Si no retiran el cemento seco el árbol se morirá."
Los árboles de la vía pública los planta el Ayuntamiento y se pagan con nuestros impuestos. En mi visita a Londres puede ver que es raro ver un árbol en la calle, que suelen estar en los parques, sin alcorque. Algunas personas tienen en sus jardines plantas y macetas, pero no recuerdo haber visto árboles. Tal vez eso les ahorra mucho en limpieza, y como es una ciudad donde el sol no es tan inclemente como en Barcelona, se puede vivir sin la sombra de los árboles mejor que aquí. El tema es que hay gente que me criticó que hubiera perdido el tiempo en denunciar este asunto. Y eso que si de mi dependiera incluiría la posibilidad de denunciar directamente a quien lo hizo para que se le castigara con una multa o con trabajos sociales. Fui contenida y me limité a señalar que si no se retiraba la capa impermeable que le había puesto a la tierra, que el canelo se moriría.
Lo curioso, al menos para mí, es que en una buena parte de mi entorno, lo que tiene prestigio es no hacer nada, no protestar. Al lado de esto tenemos el efecto contrario (y estoy pensando por ejemplo en el linchamiento de la estatua de Franco) donde la "lucha" es anónima, vil, hedonista y cobarde.
Curiosamente, o no, una de las personas que me ha afeado mi combatividad jamás ha pagado impuestos directos. Ni creo que los pague.


Calle Cadí (alcorque de la farmacia Turc)

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