18.2.17

Llamados, elegidos y enterados

"Es poco lo que puedo ofrecerle, amigo mío, pero es todo lo que tengo.
Créame si le digo que estas páginas, a falta de mayores méritos,
han sido escritas con mucha aplicación.
Sé bien que mi nombre,
en las historias de estas tierras segovianas, ocupará no más que un minúsculo
rinconcillo, pudiera ser que incluso
en letra pequeña y a pie de página. Pero
no me quejo porque tampoco me merezco más. Mi
labor ha sido honrada, pero no brillante. Dios no quiere
adornarme con las altas y hermosas cualidades
de los elegidos".
Camilo José Cela, "El viejo escritor", Los viejos amigos

os primeros resultados de Google no arrojan ninguno sobre Los viejos amigos de Cela, puesto que ese lugar es ocupado por una novela de Rafael Chirbes. La obra de Cela, que produjo dos series, es sobre los personajes irrelevantes (o habría que decir "secundarios", no protagonistas) que fue dejando atrás en otros libros y que adquieren en este una amplificación en cortos capítulos que funcionan como cuentos acabados. La idea, que yo sepa, no existe fuera de Cela. Ningún autor ha recuperado sus personajes a no ser que fueran, como dije, relevantes. Cada capítulo va precedido por una cita del libro de donde procede el personaje.
Es un texto que en mi opinión leído del tirón pierde potencia, porque sirve como los entrantes o los postres para abrir el apetito o para digerir bien, pero no como comida. Es una opinión, aunque acepto que se podría hacer una comida a base de tapas y dulces o frutas. Tiene historias que podrían recordarnos al realismo fantástico americano si no fuera porque sabemos que ese realismo ya existía en nuestra tradición -ni que fuera la oral- y porque hay hijos de vecino cuyas historias reales son tanto o más disparatadas o grotescas.
En algún caso los personajes recuperados son figuras de costumbrismo, seres hijos de su época plenamente reconocibles para quienes ya tenemos unos años por detrás. A pesar de que hay retratos de cada cual, tampoco es que se pueda hablar de un análisis psicológico profundo, y sin embargo el autor captó lo esencial y lo superficial de cada uno con una clemente precisión entomológica que impresiona y divierte.
De entre los viejos amigos he elegido el viejo escritor hoy porque esta semana decidí retirarme. No de escribir, que es un vicio que no puedo soltar, sino de aprender la técnica de la acuarela. Encontré un buen profesor, un buen centro y con un ambiente inmejorable, pero las acuarelas se me han resistido de tal manera que en vez de disfrutar sufría o por lo menos no lo pasaba bien. Podría haber seguido adelante sin concederle importancia a la resistencia que me ofrecía el aprendizaje. Pero como el tiempo de que disponemos en esta vida no es mucho, tampoco es como para malgastarlo en lo que no nos proporciona ningún fruto o en aquello cuyos frutos no tienen nada que ver con lo que esperábamos.
Es difícil distinguir el verdadero talento porque cada vez es más fácil impostar las cualidades, sea haciendo trampas, sea porque los resultados son asimilables al arte. Hay muchas personas que se acercan a la pintura como espacio de expresión y abundan los cursos de arteterapia (creo que se llama así), pero a mí lo que me interesa es la técnica y mis habilidades tienen que ver más con la mera ilustración que con la pintura artística.
Pienso que aunque me ha producido pena abandonar el centro y renunciar a aprender cómo usar los materiales que tengo, mi ¿honradez? se verá recompensada. Tal vez lo más parecido a no saberse acogida por el talento y quedarse fuera del paisajismo, de los retratos, de las naturalezas muertas, es cuando sufrimos la falta de correspondencia en amores. Yo quiero las acuarelas pero las acuarelas no me quieren a mí. Algo así.
En la afición por la escritura lo que puede ocurrir es que el escritor sienta el agravio comparativo de que su obra no tiene el reconocimiento que sí tienen otras obras que tal vez considera incluso faltadas de mérito o de virtudes. Esto nos lleva a la paradoja del centauro Quirón, apropiado por la astrología, por ser "el sanador herido" (Jung) y el personaje de la mitología donde más claramente se hace realidad aquello de que se persigue precisamente lo que no nos es dado, porque es de los obstáculos de donde aprendemos más.

Centauro de William Blake

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Letra capital de Francisco López Rubio (1895-1965)