9.3.17

Post 1506: La excusa

or una casualidad o por una curiosa sincronía la foto tomada por mí el 24 de noviembre de 2012, la que hoy "ilustra" -si se me permite la inmodestia- el post de hoy, y unos días antes se había publicado otro post que hoy consulto sobre cuanto representa. Es una imagen de lo que quedaba entonces de los llamados "Pabellones de libros Antoni Palau i Dulcet". El post del 14 de noviembre de 2012, de Ricard Fernández Valentí es muy interesante y bien documentado. Se titula "Recordando los pabellones de libros Antoni Palau i Dulcet de la calle de la Diputación". Según explica el autor, la concesión de las paradas fue en un principio, después de su traslado desde Santa Madrona (1966), mucho más asequible que lo que muestra el artículo de la Wikipedia para los bouquinistes parisinos, por lo menos ahora. Es difícil comparar las condiciones de unos y otros ahora que yo diría que la última parada que quedaba el año 2012 y que según las malas lenguas vendía pornografía ya debe de haber desaparecido.
Hace muchos años que no he vuelto a París, creo que desde el 2002, pero también creo que los bouquinistes no han conocido la decadencia ni la degeneración que sí han conocido estas paradas detrás de la Universidad de Barcelona. Puedo decir, para compensar esa laguna, que cuando estuve en Praga hace 3 años me sorprendió que aún había bastantes librerías y que parecían mostrar mucha más salud que la que mostraban los escasos establecimientos que aún quedaban en Barcelona. Y en los expositores no se exponían superventas o novelas respaldadas por campañas de marqueting, parecían librerías de la época en que se exponían manuales, tratados, etcétera. Ya hace años que empecé a notar las deficiencias de las librerías que aún quedaban simplemente al constatar la dificultad que tuve para conseguir los sonetos de Shakespeare. Y creo que si los conseguí es porque era una edición reciente en catalán.
Hablando de Shakespeare, como este año me he decidido a leer toda la obra completa, también me he decidido a leerla en libro no electrónico. Además de la edición de los sonetos en catalán, tengo algunas obras de teatro traducidas por Josep Mª de Sagarra y si mal no recuerdo la versión gallega de Othello. El teatro completo lo tengo en una versión ilustrada por Jaume Plensa cuyo formato hace inviable la lectura, sirve todo lo más de coffee-table book. También tengo las Obras completas recuperadas del punto verde de mi barrio en una edición de Aguilar de los años 60, más viable que la que acabo de comentar (del Círculo de Lectores), pero mucho menos que la de la misma editorial en dos volúmenes posterior (1974 si mal no recuerdo). Además tengo en mi libro electrónico muchas comedias y tragedias, pero la lectura en libro electrónico de todo lo que no sea un ensayo ligero, me resulta ingrata y somera. Los libros de historia o los clásicos los necesito leer en papel.
Como por mi trabajo tengo que pasar gran parte de la jornada amorrada a un ordenador, el resto del tiempo evito las pantallas de todo tipo y disfruto escribiendo a mano y leyendo sobre papel. No he sido capaz de participar en demasiados cursos virtuales, especialmente los que te acribillan a actividades de mensajería, Skype, etcétera. Simplemente me enervan. Por no decir nada del cansancio que produce iniciar todo los rituales de participación que exigen estos recursos. 
Durante mi formación tuve que manejar muchas veces el Manual del librero hispano-americano (1923-1945) de Antoni Palau i Dulcet, que siempre encerraba una gran cantidad de información, que además era rigurosa y confirmada por el bibliólogo. Por eso ahora, recordando lo apacible que era buscar allí datos, me pregunto si volveremos a conquistar aquel sosiego de las fuentes de información bien editadas y fiables, sobrias, útiles y que resistían el paso de los días como si nunca fueran a perder su vigencia. Reconozco todas las ventajas de la Web 2.0 o 3.0 -por eso tengo este blog- pero también sé de sus defectos y en los últimos meses he rebajado todo lo posible mi uso y me he protegido de los abusos.
Según el post de Ricard Fernández, el rector de la Universidad de Barcelona exigió que las paradas se dispusieran frente al muro que rodea el jardín del edificio. Sin embargo, el proyecto inicial tenía las paradas a lo largo de ese muro, mirando hacia la acera y la calzada, lo que le hubiera dado más visibilidad y una condición más diáfana. Al parecer, según el rector, la instalación contra el muro hubiera facilitado que los estudiantes alcanzaran el muro y entrasen subrepticiamente al jardín. De espaldas a la calzada de alguna manera estrechó el paso y hizo menos visible la mercancía, los libros. Yo había ido algunas veces durante mi primer año de carrera (1978), porque una amiga de San Sebastián lograba comprar allí muchos libros que teníamos de lectura obligatoria en Filología. Algunos alumnos al acabar la carrera revendían sus libros y otros los compraban. Como estaban ya subrayados era muy cómodo estudiar con ellos. Y además resultaba más económico.
El Jardín Ferran Soldevila no sé bien bien en qué momento está. Hubo una época que se pudo franquear desde Diputación incluso en sábados, pero luego lo volvieron a cerrar a cal y canto o solo se hizo accesible a través del acceso a la Universidad. Me gustaba mucho. El ginkgo biloba que allí se encuentra creo que es el más viejo de Barcelona, porque tiene aproximadamente 110 años. También hay un tejo centenario, árbol muy preciado por mi, bajo el cual pasé muchos ratos. La última vez que estuve por allí noté un olor fortísimo a gatos y vi que había una colonia enorme. Es de UniversiGats. Sin entrar a valorar la utilidad de esta organización, debo admitir que me decepcionó no encontrar el jardín en el que yo había pasado tantos ratitos a mi solaz. En la época en que más lo disfruté era corriente que hubiera algún gato, pero la última vez que estuve por allí el número era abrumador y se contradecía con la frescura y el sosiego que solía encontrar en mi juventud.
Todo va cambiando, incluso el bookcrossing va de baja o no crece, y la Universidad apenas tiene estudiantes que cursen los estudios regulares. Mucha administración, mucho máster, muchas actividades académicas ajenas a lo que son propiamente los estudios convencionales. Ya le oí decir una vez a una profesora de Lingüística, por aquel entonces, que nosotros éramos la excusa.

Foto tomada el 24 de noviembre de 2012 - (c) SafeCreative *1703091087514

Bouquinistes de París (Foto: Benh LIEU SONG)

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