1.6.17

Post 1527: Alibabá y Gulliver

ace un par de meses estuve por El Coll y pasé cerca de La Bruguera, hoy Centre Cívic, pero que había alojado el taller o las oficinas  de una de las editoriales más importantes de Barcelona. Como Salvat llegó a abrir en su época de expansión sucursales en Sudamérica. Un documental de Carles Prats emitido hace poco en TV3 nos recuerda las historietas, pero la factoría también editó colecciones de clásicos infantiles y juveniles, novelitas del Oeste de Marcial Lafuente Estefanía, Corín Tellado y libros de bolsillo de la literatura universal.   
Cuando el año pasado para el pregón de las Fiestas de la Merced se invitó a Javier Pérez Andújar, que nos brindó unos minutos deliciosos sobre la literatura de kiosko y demás, inconcebibles sin la existencia de nuestra Editorial Bruguera y sus tebeos o colecciones como Heidi, que ilustra el post de hoy. Las sobrecubiertas se deben a Francisca Gallarda Garós, que falleció en septiembre de 1971 y que también hacía recortables para niñas. Era característico de esta colección y de la de Historias selección un lomo en que a modo de tejuelo había unos dibujos con los protagonistas de las historias contenidas. Todos estos libros para niños y adolescentes tenían el texto adaptado y cada cierto trecho dos ilustraciones a toda página, en blanco y negro. Se podía hacer una doble lectura, o alternarlas. Es decir, se podía seguir la historieta solo con la versión ilustrada o bien se podía hacer una lectura convencional o se podía hacer la doble lectura.
La industria de Francesc y Leopold Bruguera, hermanos, es un modelo o un ejemplo empresarial que probablemente muchos consideran periclitado. Se trabajaba muchas horas, los trabajadores tenían 5 pagas extras y podían conseguir sobresueldos si se llevaban trabajo a sus casas, y los propietarios entregaban a las familias de los trabajadores que se morían un millón de pesetas, según se cuenta en el documental (se entiende que en plena vida laboral). Pongamos que sería por los años 60-70 del siglo pasado.
En mi infancia me junté con muchos libros. Tanto a mi hermano como a mí nos gustaba mucho leer. El marido de mi madrina nos pasó una colección de su época que no bajaba de unos 20 volúmenes. Siempre nos regalaban libros en fechas señaladas y cuando yo tuve un accidente de tráfico a los 9 años recibí muchos libros de Enid Blyton, de la Editorial Bruguera (muchos de Sissí, que a mí no me gustaba), del Capitán Trinquete (Ediciones Toray), etc. Mi historia preferida era la de Gulliver y lo sigue siendo. El pregón de Pérez Andújar entronca con la canción "Qualsevol nit pot sortir el sol" de Jaume Sisa.
No he leído los western de Marcial Lafuente Estefanía, pero sí alguno de Zane Grey que me recomendó mi amiga la escritora Teresa Pous. Tampoco he leído Corín Tellado, que ya mencioné en este blog por lo prolífica que fue. Como dijo Proust en su "Elogio de la mala música":

"Detestad la mala música, no la despreciéis. Se toca y se canta mucho más, mucho más apasionadamente que la buena, mucho más que la buena se ha llenado poco a poco del ensueño y de las lágrimas de los hombres. Séaos por eso venerable. Su lugar, nulo en la historia del Arte, es inmenso en la historia sentimental de las sociedades. El respeto, no digo el amor, a la mala música es no sólo una forma de lo que pudiéramos llamarla caridad del buen gusto o su escepticismo, es también la conciencia de la importancia del papel social de la música. Cuántas melodías que no valen nada para un artista figuran entre los confidentes elegidos por la muchedumbre de jóvenes romancescos y de las enamoradas. Cuántas "sortijas de oro", cuántos "Ah, sigue dormida mucho tiempo", cuyas hojas son pasadas cada noche temblando por unas manos justamente célebres, mojadas por las lágrimas de los ojos más bellos del mundo, melancólico y voluptuoso tributo que envidiaría el maestro más puro —confidentes ingeniosas e inspiradas que ennoblecen el dolor y exaltan el ensueño y que, a cambio del ardiente secreto que se les confía, ofrecen la embriagadora ilusión de la belleza. El pueblo, la burguesía, el ejército, la nobleza, así como tienen los mismos factores, portadores del luto que los hiere o de la alegría que los colma, tienen también los mismos invisibles mensajeros de amor, los mismos confesores queridos. Son los músicos malos. Este irritante ritornello, que cualquier oído bien nacido y bien educado rechaza nada más oírlo, ha recibido el tesoro de millares de almas, ha guardado el secreto de millares de vidas, de las que fue inspiración viviente, consuelo siempre a punto, siempre entreabierto en el atril del piano, la gracia soñadora y el ideal. Esos arpegios, esa "entrada" han hecho resonar en el alma de más de un enamorado o de un soñador las armonías del paraíso o la voz misma de la mujer amada. Un cuaderno de malas romanzas, resobado porque se ha tocado mucho, debe emocionarnos como un cementerio o como un pueblo. Qué importa que lascaras no tengan estilo, que las tumbas desaparezcan bajo las inscripciones y los ornamentos de mal gusto. De ese polvo puede elevarse, ante una imaginación lo bastante afín y respetuosa para acallar un momento sus desdenes estéticos, la bandada de las almas llevando en el pico el sueño todavía verde que las hacía presentir el otro mundo y gozar o llorar en éste.
Marcel Proust, Los placeres y los días

Sobrecubiertas de la colección Heidi por Francisca Gallarda Garós

(c)SafeCreative *1706012492589 (2022: 2212172888142)