19.7.17

Post de trámite (el jardín de las malicias)




na de las metáforas que se emplean en las guías de meditación es la del agua clara. Se suele explicar que la mente vive en un torbellino de ideas, recuerdos, deseos, miedos, errores, sospechas y ruminaciones y que al meditar ese torbellino se aclara. Como cuando agitamos el agua del mar y dejamos que se deposite la arena en suspensión, luego todo se ve más claro.

Hoy con el presunto suicidio o la presunta muerte accidental de Miguel Blesa se han agitado las tuiterías e incluso hay quien ha hecho una especie de simulacro o parodia de las posibles respuestas típicas, cosa que cierra el círculo y las posibilidades que la realidad misma no había agotado. Me temo que la utilidad solidaria que podría tener Twitter, de denunciar atropellos, irregularidades y tremendismos queda neutralizada por su misma capacidad para difundir tonterías, asimilar atrocidades y -como se dice en catalán- embolicar, "liarla".  Lo que pasa además es que normalmente Twitter se hace eco de la prensa, en un 80% o más diría yo. Y lo que podría ser una fuente de información muy fresca, inmediata y de gran propagación, no deja de ser una extensión de los medios y de las opiniones de las cuentas influyentes o de gente famosa o con  muchos followers.
Twitter no va muy allá. Lejos de Twitter, en algunos despachos y dependencias no entra la claridad, se llevan las cuentas y balances con trampas para que salgan los números y los resultados, y se usan los resquicios de las leyes para encajar situaciones difíciles de asumir en un estado de derecho. Todos sabemos de algún revés del derecho, abusos, injusticias, agravios, ilegalidades, arbitrariedades, iniquidades y todo género de desmanes, componendas, ventajas chapuceras, que en el mejor de los casos nos hablan de amoralidad. La gente que sí que sabe aconseja no hacerse mala sangre. Por mucho que se eviten los tratos con los poderosos y su parentela leal, por grande que sea el cuidado, la vileza está por todas partes. 
Me comentaba ya hace años una profesora de la Universidad de Barcelona, felizmente jubilada, que en toda la administración de nuestra comunidad autónoma había cada vez más carguitos políticos. Cuando Artur Mas era presidente de la Generalitat se hablaba de casi 4000 cargos de la coalición de Convergència i Unió. En los primeros tiempos del pujolismo, además los cargos eran ocupados por personas con las que podíamos estar de acuerdo o no pero que tenían una trayectoria empresarial o en la gestión. Dicho a grosso modo, porque no fue exactamente así si no es por comparación con los tiempos actuales, en que se valoran otros méritos. Además hay que decir, lamentablemente, como observó mi amiga (que es independentista), que esos cargos cada vez más numerosos cada vez ocupan más puestos, algunos de los cuales son técnicos. Es decir, que cada vez hay más políticos en cargos técnicos. Hoy también podríamos añadir que muchos técnicos se están politizando sea por afinidad, simpatía, lealtad o para ascender, me imagino.
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Hasta aquí digo lo consabido. Lo que en realidad intento comprender es cómo quien obra erróneamente o simplemente mal, de acuerdo con su propio interés, acaba por crearse una sólida red de argumentos que justifican su forma de actuar e incluso la ennoblecen. Es aquello de "creerse las propias mentiras". Los mentirosos se acaban creyendo sus propias mentiras y se atrincheran en una pared en la que incluso les asiste una cierta indignación cuando se ve amenazada. El mundo al revés. 
Siempre recordaré a un psiquiatra que hace años, cuando fue interrogado sobre el caso Millet, que hizo desvíos millonarios y  por lo menos un desfalco. Según el psiquiatra, de quien no recuerdo el nombre, Fèlix Millet se sentía pobre, cada vez más pobre. Cada día necesitaba más, nada bastaba para recomponer su seguridad económica y tener confianza. Su talento para sacar provecho de su posición era vigoroso. Si todo el talento de cuantos se sintieron tan pobres -para quienes era mejor robar que pedir- se hubiera concentrado en perseguir el interés común, España sería un jardín (?). El caso Millet se abrió por la investigación de la fiscalía de Barcelona, no por un trabajador despechado del Palau que denunciara alguna anomalía que seguro que pudo advertir cualquiera.

Fotografía de Joan Sánchez

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