22.9.17

Hotel Atrium Prestige

"Se ha calculado que un país como Holanda, por ejemplo, 
con el alto nivel de vida de sus 15 millones de habitantes, 
utiliza en el resto del mundo una superficie  cerca de 15 
veces su territorio nacional para suministro de 
recursos naturales y sumidero de residuos"
Enric Boada, Cuando morir sea una fiesta

oir du pays (Delphine Coulin y Muriel Coulin, 2016) se ha traducido al español como La escala y al inglés como The stopover. La película trata de los tres días de descompresión que pasa una tropa en Chipre (del lado griego) tras dejar la guerra de Afganistán y volver a Francia. Por inverosímil que parezca ver entrar a los soldados por la puerta de un hotel donde hay turistas, parece que es habitual que los ejércitos hagan pasar a sus combatientes por una pequeña escala antes de regresar a sus casas. En esas escalas o paradas se les hace pasar por un proceso psicológico que les permita limpiar los traumas. El resplandor que se percibe en el fotograma, a pleno sol, prácticamente domina todas las escenas exteriores diurnas y a mi entender remata la sensación de irrealidad. Las sesiones de terapia grupal se sirven de la realidad virtual, para ayudar a los soldados a recrear sus recuerdos y hacerlos más vívidos. Y el plano de los turistas bailando cerca del mar acaba de producirnos otro impacto visual que nos recuerda a una ilusión óptica o un espejismo. Aunque se supone que el hotel se encuentra en Chipre, el hotel del rodaje es el Atrium Prestige, que se encuentra en Rodas (Grecia).
Cuesta creer que la tropa entre en un hotel vestidos con sus uniformes militares, demasiado oscuros para camuflarse en Afganistán, pero se ve que esta circunstancia es cierta. Me imagino la incomodidad de las otras personas acomodadas en el resort. Pero lo que pasa de ese lado del espejo ni siquiera se sugiere, simplemente porque no importa. Cuando Marine y Aurore, las protagonistas, intentan divertirse y aprovechar esos tres días, se encuentran con la realidad. Por un lado se dan cuenta de que su esfuerzo no es bien valorado. Su condición femenina no hace falta ni que sea explícita, pero está constantemente en el aire. Y, en resumen, sin entrar en detalles, la conducta de os soldados deja ver algo del embrutecimiento al que les ha llevado el combate. Tal vez, para ser justos, pervive algo de la idea del tesón marcial y de las virtudes militares en su firmeza y dureza, pero no hay ideas de heroísmo ni de elogio del sacrificio y de la valentía. 
Que las directoras nos hayan librado de ver más allá de la tropa, que no veamos en qué andan los oficiales y los psicólogos, tiene su elocuencia, porque nos muestra a los soldados de infantería carne de cañón más solos. También es elocuente que las dos protagonistas sean de Lorient, en la región bretona, y que fueran amigas, hija de militar una de ellas (no estoy segura de que lo fueran las dos). Con ese simple planteamiento ya nos situamos y sobran otras explicaciones sobre expectativas vocacionales y demás.
Obviamente no es una película para alegrarle la tarde a nadie, para eso supongo que ya hay otras películas. Pero por lo menos remite a una realidad que existe y que abrasa cualquier atisbo de romanticismo edulcorado. La vida no es una película de Jennifer Aniston.
A lo largo de toda la mía, la vida mía,  he observado un creciente antimilitarismo, en paralelo al anticlericalismo, y eso aunque la tradición de que parte no se encuentra ante las mismas Fuerzas Armadas de hace 80 años. El antimilitarismo va asociado al progresismo y, ya que nos ponemos, al independentismo catalán, gallego y vasco. Constantemente se denigra a los profesionales militares, a pesar de que muchos de ellos lo son de carrera y cuenten con formación reglada en Derecho, Química, Medicina, en diversas ingenierías, etc. Se considera la carrera militar algo deleznable, reprobable y nocivo. Y eso incluso admitiendo que en las misiones de paz y en las grandes catástrofes son imbatibles por su preparación y su entrega. 
Los insultos que ha recibido estos días en Barcelona la Guardia Civil, tienen mucho de antimilitarismo pero también reproducen gestos de los cafres que ignoran, en los dos sentidos de la palabra ignorar, lo que significa la autoridad y que son muy dados al acoso y el linchamiento. La foto de un cabo de los Mossos d'Esquadra posando con una estelada ante un coche de la Benemérita, da buena cuenta del calado y la complejidad del problema. Como dijo Antonio Gramsci: "El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos".

Voir du pays (D. Coulin y M. Coulin, 2016)

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