15.9.17

La utilidad del duelo



e referí días atrás a las ofrendas que se habían depositado en el Pla de la Boqueria. No sé por qué razón ahora predomina otra denominación, Pla de l'Os ("explanada del hueso") y hasta Pla de l'Ós ("explanada del oso"). Pla de la Boqueria es la forma que aparece en el nomenclátor del Ayuntamiento y además refleja que está situado entre el Mercado de la Boquería y el Teatro del Liceo. El mosaico de Joan Miró y Joan Gardy Artigas ha cobrado relevancia, aunque ya la tenía, después del atentado, que tuvo allí el final de su cruenta carrera. Miró lo concibió como una especie de recreación del círculo que contiene una cruz que también puede ser una rosa de los vientos en un punto de bienvenida a la ciudad. El Pla está situado en las Ramblas y a él desemboca la calle Call (de lo que había sido la judería) y la calle Hospital, donde a pocos pasos se encuentra la Parroquia de San Agustín nuevo a la que hice referencia en el post anterior.
Para mi extrañeza estos días está siendo noticia la catalogación de los objetos, velas y mensajes que fueron depositados en 149 puntos de las Ramblas tras el atentado del 17 de agosto pasado. Se retiraron el 28 de agosto y lo que yo no podía adivinar es que fueran objeto de catalogación y digitalización. Me entero a través de una documentalista que sigo en Linkedin, Yolanda Sánchez Hernández, que es como el Archivo del Duelo del 11M, que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas analizó para ver como funcionan los grassroots, movimientos asociativos improvisados a través de las imágenes religiosas, los mensajes ("Todos íbamos en ese tren", letras de canciones de rock), etcétera. Me dice Yolanda que ese trabajo ayudará a conmemorar a las víctimas incluso de una forma más imperecedera, tal y como ocurrió en Madrid.
No dudo del interés antropológico del cúmulo de los objetos que van a ser catalogados. Tal vez retirando las velas, todas ellas idénticas, el trabajo será menor y también menos inútil. Mi escepticismo se mezcla con la experiencia que he tenido ante mis propias pérdidas dolorosas, porque nunca he sentido la necesidad de erigir un altar donde se concretara el vacío de una ausencia irreparable. Tengo en casa algunas fotos de mis difuntos, cada vez más como es natural (¿?), pero sus imágenes en vida representan mi lealtad a su recuerdo. Los recuerdo constantemente y el altar reside en lo que calladamente me los devuelve a la memoria. Pero, no sé, tal vez ante situaciones tan horrorosas como la que vivimos hace apenas un mes es normal que la reacción también tenga algo de descomunal.
Mientras unos investigadores analizan las piezas del memorial del Pla de la Boqueria, otros investigadores han analizado la vida de las Ramblas y alrededores después de los hechos terroristas. Han observado que el paseo se regeneró a una velocidad mucho mayor de lo que se constató en otras capitales europeas. Pronto se volvió a restablecer la normalidad, no solo cerca de las Ramblas sino en las Ramblas mismas. Yo conozco personas que aún no se han acercado, pero creo que no es lo normal. Especialmente cuando lo difícil es evitarlas, ya que son una vía muy atractiva y que acrisola y comunica muchas calles. 
En resumen, si no entendemos la inutilidad del dolor, menos podemos entender la inutilidad del duelo. Hace unos días empecé a leer Permiso para quejarse, del neurólogo Jordi Montero, a quien tuve la suerte de conocer cuando trabajé en el Hospital de Bellvitge. Me encanta que haya escrito este libro porque tiene muchos conocimientos y experiencia y además es un tema que había que tratar, especialmente el dolor crónico. El dolor agudo lo conocemos todos, nada más nacer. El dolor crónico y algunos dolores no tan crónicos se hacen particularmente intolerables cuando se convierten en una compañía constante. Supongo que en el futuro se desarrollaran nuevos fármacos y nuevas teorías que ayuden a resistir o aceptar lo que parece tan inevitable como inaceptable. 
A lo mejor los analistas del memorial de las Ramblas encontraran resultados de los que se podrán extraer particularidades con respecto a los atentados del 11 de marzo de 2004. Me pregunto si esas particularidades no podrían apreciarse simplemente hablando con la gente o viendo qué compran y qué comen. Seguramente una de las primeras conclusiones a las que se llegará es que las ofrendas procedían de personas procedentes de muchas nacionalidades, como las víctimas. Si además los mensajes se comparan con la acritud que llegó a surcar algunas cuentas de Twitter, parecerá almíbar. 

Memorial improvisado del Pla de la Boqueria (24 de agosto de 2017)

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