11.10.17

La sala de despiece

uesta creer que un libro sobre Psicología social del año 1954 o incluso fruto de un proceso muy anterior pueda tener aplicación hoy en día. Pero siempre es útil ver de dónde venimos y si había razonamientos que ya se hacían hace unos 70 años. Algunos de ellos mantienen su frescura en el ensayo sobre La psicología social en la industria de J. A. C. Brown (1954) (*)
"[...] en un matadero de cerdos londinense había un pequeño cuarto en el que se lavaban y separaban las vísceras, para utilizarlas con otros propósitos —los intestinos para hacer embutidos, las glándulas para extracción química, etc.—. La habitación estaba bajo el nivel del suelo, su escasa iluminación era artificial, y era además fría y húmeda; se trataba, en una palabra, de una muestra perfecta de lo que no debe ser un cuarto de trabajo. El suelo estaba cubierto de sangre, agua y el contenido intestinal de los animales, y el olor era extremadamente desagradable para cualquier visitante. Sin embargo, en ese ambiente tan lejano de lo ideal, trabajaban alegremente seis muchachas, que se pasaban el día riendo y cantando. Un funcionario médico, recién ingresado a la empresa y un tanto impresionado por el espectáculo, recomendó que se reemplazara a las muchachas por hombres y se las trasladara a otro departamento, ya que ciertas limitaciones a la construcción impedían la menor mejora inmediata de las condiciones. Esta propuesta tan bien intencionada desencadenó tal tempestad de protestas, que tuvo que retirarse de inmediato. Las muchachas querían saber qué andaba mal en su trabajo. ¿Por qué se les censuraba? ¿Acaso no cumplían bien su obligación? Y si la dirección no estaba satisfecha con su trabajo ¿por qué no lo decía y les daba una oportunidad para tratar de mejorarlo? Esas muchachas formaban un grupo de trabajo feliz, todas eran amigas, creían que hacían un trabajo delicado, y estaban bajo el control de un buen supervisor que les dejaba tomar todo el tiempo que necesitaran en el trabajo y las elogiaba atinadamente. Sin embargo, en otros departamentos de la misma fábrica, bien alumbrados, con buena calefacción y bajo las mejores condiciones materiales, trabajaban centenares de muchachas sin dejar de refunfuñar acerca del trabajo. No había nada especial en relación con las seis muchachas del cuarto pequeño; veinte años antes el grupo era diferente, el personal cambiaba, pero el estado general siempre fue satisfactorio.
No es necesario decir que no estamos recomendando malas condiciones de trabajo, o intentando negar que el ambiente físico sea de la mayor importancia y que las malas condiciones influyan desfavorablemente sobre la salud y el estado de ánimo. Pero no cabe duda de que las buenas condiciones fisicas pueden coexistir con el mal ambiente, y las malas condiciones con estados psicológicos apropiados."
Lo que se plantea en la cita es una reflexión que siempre me ha acompañado en mi vida laboral, al observar que se puede cumplir la jornada laboral en un lugar aparentemente bonito, higiénico, bien distribuido, y  sin embargo con un ambiente adverso, tirante o laxo pero no agradable. Y al contrario, se puede estar en un lugar sucio, inseguro, sin iluminación natural, pero con un ambiente de trabajo en el que se está con tranquilidad y hasta incluso se pasan buenos ratos. Yo no sé si la Psicología social y todos esos psicólogos que hay en las empresas, en los colegios, están interesados en el bienestar de los trabajadores y los escolares. Supongo que, como ocurre con otros profesionales, muchos de ellos usan o acaban usando mercenariamente su título en favor de las premisas que imponen sus jefes o el consejo académico y se convierten en meros expertos que saben navegar entre las leyes que nos protegen o nos oprimen.
Siempre me acuerdo de una vez que un grupo de conocidos que habían estado cerca de los Picos de Europa. Me contaron que habían conocido a una pastora y de ahí en adelante puse la mayor atención, porque siempre me gustó mucho la idea de ser pastora. Pero que les dio mucha pena porque comía queso y pan y pocas cosas más. Eso será durante el verano, les dije. Les había dado tanta pena que le dieron jamón en dulce. De no conocerlos podría haber creído que me estaban hablando en broma, pero no. Hablaban en serio. Les parecía que poder consumir jamón en dulce era no ya un avance de la civilización sino que yo pienso que ni siquiera apreciaban la posibilidad de que ese producto cárnico suele contener fécula y reza no contener gluten, cuando el queso que comía la pastora era de producción propia y con toda seguridad era mucho más bueno y nutritivo.
La variedad de alimentos que comieron por ejemplo mis abuelos, no tanto el que pasó media vida en Nueva York, era muy limitada. No conocían las alcachofas, ni el arroz ni la sobrasada. Por decir algo, pero explicar lo que no conocían sería el cuento de nunca acabar. Más bien habría que decir lo que comían y eso es algo que no voy a hacer. Por varias razones, entre las cuales la menor no es que la gran variedad de alimentos que tenemos a nuestro alcance no asegura ni nuestra salud ni nuestro bienestar. Y no solo por el mal uso que a veces hacemos de ellos, sino también porque entre los conservantes, los colorantes y los añadidos funcionales o decorativos, me temo que lo que comemos tiene mucho de filfa. Pasa lo mismo con todo, por mucho que a la mona la vistan de seda...
Volviendo a Brown, me parece muy interesante que al final del primer párrafo repare en que habían habido cambios en el personal de esa sala y que el bienestar no se justificaba en la buena relación de las mujeres que allí hacían su labor, sino que siempre era así. Entonces lo que nos queda por reflexionar es que el supervisor, que no las reprimía y que las incentivaba con comentarios positivos, conseguía que trabajaran a gusto. Todos sabemos que con toda seguridad no se les pagaría muy bien y que algo se las explotaría, pero si eso iba al lado de un buen ambiente laboral, seguro que no les resultaba tan ingrato o no les hacía plantearse una frustración de mal llevar.
Por suerte los obradores cárnicos son ahora lugares de una extremada pulcritud, sea por el bien de los trabajadores o de los consumidores. En general las condiciones de trabajo en cuanto a la seguridad y la higiene han mejorado y es raro y absolutamente denunciable que hayan irregularidades. Y sin embargo muchas veces el trabajo continua siendo una maldición.


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