27.12.17

Más símbolos y menos cultura

ste año se está viendo mucho por Barcelona señores con una prenda de vestir que me recuerda a la de los conquistadores del Ártico. Lleva la bandera noruega, y es como un anorak tipo canguro con un cuello que llega hasta las orejas. Creo que lo ha puesto de moda la marca Napapijri, que es italiana. Contra todo lo que pudiera parecer, resulta que se vende como un anorak o parka de entretiempo. Sin negar que es una prenda con atractivo, no veo práctico tener que vestirla y desvestirla por la cabeza. Ayer vi en el metro una chica con un ushanka de piel sintética negra con sus orejeras y su estrella roja, pero se dirá que cada cual viste como quiere y es verdad.
Entre las últimas tendencias del momento también se ven lacitos y bufandas de color amarillo en apoyo a los políticos que perpetraron la sedición independentista y que están en la cárcel en cumplimiento de prisión preventiva o de penas ya dictadas (no estoy segura). Como yo ayer llevaba una bufanda de trenzas color amarillo indio, regalo de mi madre, una amiga me hizo ver que llevaba el símbolo al cuello. Inmediatamente la guardé en el bolso, porque si hay algo que no me gusta es hacer ostentación de nada. Por lo demás, el símbolo que han adoptado los independentistas ya existía aunque con otros significados, lo que añade confusión al relato. Para mi sorpresa, por lo menos en el Reino Unido, los perros que necesitan espacio portan en su correa o al cuello un lazo amarillo. La campaña de www.yellowdoguk.co.uk tiene una infografía muy simpática donde podemos ver un perro que está siendo adiestrado aún, una perra en celo, un perro enfermo, otro viejo, otro recién operado que lleva un collar isabelino y una perrita de aquellas que parecen falderas pero que son de raza nerviosa. Como los perros no pueden hablar, el lazo amarillo alerta a los que están al caso del signo de que deben apartarse a su paso, dejar una distancia de precaución. Pero entre la ciudadanía la profusión de símbolos es algo que no ayuda.
Esperaré que pase la moda del símbolo del lazo o la bufanda amarilla para usar la que me regaló mi madre, a pesar de que es un tono de amarillo indio y -por lo menos entre los lazos- lo que más se ve es el tono del amarillo limón.
***
He recordado hoy, a cuento de los retratos literarios, el momento en que Zenón, en Opus nigrum, se queda dormido y al despertar advierte algo que le parece un bicho pero que no es otra cosa que el reflejo de su ojo en una lupa (*). Esta sorpresa se comprende si nos damos cuenta nosotros de la época en la que está situada la novela de Marguerite Yourcenar, en el siglo XVI. Aunque ya existían los lentes para ayudarse en la visión, no dejaría de ser un elemento inusual. De El médico, de Noah Gordon, no recuerdo más que el título. La leí con gusto, eso sí.
***
El aventurero de la foto de hoy, que fue mucho más que un explorador, lleva lo que bien podría ser una piel de oso. Que su tercera esposa parezca mucho más pequeña que él es algo que no deja de intrigar y que más bien justificamos en el saber hacer de Irving Penn, el fotógrafo que los retrató el año 1947. Peter Freuchen medía dos metros, pero Dagmar Freuchen-Gale no era un mujer bajita o de complexión pequeña, tal y como se puede apreciar en otras fotografías. La presencia de Peter Freuchen es tan imponente que ni siquiera reparamos en que le falta la pierna izquierda que perdió en una expedición a causa del frío extremo polar. La primera esposa del danés Freuchen era inuit y tuvieron dos hijos: un varón, Mequsaq Avataq Igimaqssusuktoranguapaluk y una hembra, Pipaluk Jette Tukuminguaq Kasaluk Palika Hager. La ausencia de parentesco entre los dos nombres es algo para lo que tampoco encuentro explicación, aunque ambos son exóticos y nos hablan de aquellos maravillosos ojos negros oblicuos de los confines fríos del planeta.
Del año anterior, 1946, es otra curiosa fotografía que ilustra un remedio de los gitanos rumanos para el dolor de espalda gracias a que se deje uno poner un oso joven a lo largo de su columna a peso. No me gustaría morir sin probar eso o algo que se le parezca mucho.

Peter and Dagmar Freuchen (Irving Penn, 1947)

Rumanía, 1946

____
(*)
"Una mañana, durante uno de sus paseos de herborista, una circunstancia insignificante y casi grotesca lo indujo a reflexionar. Tuvo sobre él un efecto comparable al de una revelación que ilumina para un devoto algún santo misterio. Salió de la ciudad al clarear el día, para llegarse hasta el lindero de las dunas, llevando consigo una lupa que había mandado construir según sus instrucciones a un fabricante de lentes de Brujas, y que le servía para examinar de cerca las raicillas y las semillas de las plantas que cogía. Al llegar el mediodía, se durmió acostado boca abajo en un hueco formado en la arena, con la cabeza apoyada en el brazo y la lupa, que había resbalado de su mano, reposando debajo de él sobre una mata seca. Al despertar, creyó percibir contra su rostro a un bicho extraordinariamente inmóvil, insecto o molusco, que se movía en la sombra. Su forma era esférica; la parte central, de un negro húmedo y brillante, se hallaba rodeada de una zona de color blanco rosáceo o apagado; unos pelos como flecos cruzaban la periferia, nacidos de una especie de caparazón pardo estriado de grietas y abollado. Una vida casi pavorosa habitaba en aquella cosa frágil. En menos de un instante, antes incluso de que su visión pudiera formularse con el pensamiento, reconoció que lo que estaba viendo no era más que su propio ojo reflejado y aumentado por la lupa, detrás de la cual la arena y la hierba formaban una especie de azogue como el de un espejo.  Se levantó pensativo. Se había visto viendo. Escapando a las rutinas de las perspectivas habituales, había contemplado muy de cerca el órgano pequeño y enorme, próximo pero extraño, vivo pero vulnerable, provisto de imperfecto aunque prodigioso poder, del que él dependía para contemplar el universo. No había nada teórico que sacar de aquella visión, que acrecentó extrañamente el conocimiento que tenía de sí mismo, y al mismo tiempo su noción de los múltiples objetos que componen ese sí. Como el ojo de Dios en determinadas estampas, aquel ojo humano se convertía en un símbolo. Lo importante era recoger lo que este ojo filtraría del mundo antes de que se hiciera de noche, controlar su testimonio y, en caso de ser posible, rectificar sus errores. En cierto sentido, el ojo contrarrestaba al abismo". Marguerite Yourcenar, Opus nigrum

(c)SafeCreative *1712275191275  (2022: 2212172887480)