31.1.18

Microfeminismo

"El embrión humano pasa, en el seno materno, por todas las fases
evolutivas del reino animal. Cuando nace un ser humano,
sus impresiones sensoriales son iguales a las de un
perro recién nacido. Su infancia pasa por todas las
transformaciones que corresponden a aquellas 
por las que pasó la historia del género humano. A
 los dos años, lo ve todo como si fuera un papúa. A los
cuatro, como un germano. A los seis, como Sócrates
 y a los ocho como Voltaire." 
Adolf Loos, Ornamento y delito

o sé si veo las cosas como un perro recién nacido o como Voltaire, creo que no acabé de captar a Adolf Loos, pero lo he dejado. Tampoco hace falta entenderlo todo y sobre todo lo que no interesa gran cosa.
Violette (Martin Provost, 2013) es una película que la Filmoteca de Catalunya ofrece en el ciclo Per amor a les Arts en colaboración con Biblioteques Públiques de la Generalitat. La semana pasada proyectaron en el mismo ciclo un biopic (película biográfica) de Chaikovski (The music lovers, Ken Russell, 1970). Las dos películas se hacen penosas de ver en algunos tramos a causa de  algunas extravagancias y frenesís. 
Sería disculpable establecer comparaciones entre ambas películas, aunque son de épocas diferentes. Y las comparaciones, no sé si odiosas pero sí productivas, las encontraríamos en las personalidades un tanto atormentadas de la escritora Violette Leduc  (1907-1972) y el músico Piotr Ilich Chaikovski (1840-1893). También en el papel del mecenazgo y patronazgo en sus vidas tan baqueteadas al menos psíquicamente. Una tercera comparación recaería en la verosimilitud de los guiones. Los actores pienso que hacen un buen papel pero sus papeles no retratan a los protagonistas. No por culpa de la ambientación ni por culpa del vestuario, tampoco de los diálogos. Para ser honesta diría que la culpa podría ser del director, pero como no domino ninguno de los temas que entran en juego prefiero no pronunciarme.
La firmeza o dureza de Simone de Beauvoir fue decisiva en la carrera literaria de Violette Leduc. Llega a ser cortante —como seguramente lo fue en realidad— pero en contraste con la inestabilidad de Violette Leduc nos libera de una tensión que lo único que consigue a mi gusto es ganarnos la antipatía por el genio melodramático y excitado de la segunda. Parece que al obtener la aprobación del público con su tercera novela (autoficción) la autora se calmó algo y no ayudó poco el hecho de irse a vivir a un tranquilo y soleado pueblo de la Provenza. El éxito literario y el clima de Provenza le fueron mucho mejor que la terapia de electrochoque, cosa que es fácil de adivinar y de entender.
En el programa de enero de la Filmoteca, V.L. se presentaba como "la amante de Simone de Beauvoir", aunque el programa de febrero ya se ha rectificado puesto que S.B. fue en verdad su editora, en el sentido de que la apoyó, la aconsejó y la financió. Lo cierto sin embargo es que Leduc se obsesionó con Beauvoir. El hecho de que no haya en internet ni una sola fotografía de ellas juntas, que no sean las de sus personajes en la película, hace pensar en una relación para la que no tenemos una etiqueta. 
Chaikovski tuvo una relación particularísima con su benefactora, la rica Nadezhda Filarétovna von Meck. La empresaria viuda condicionó el mecenazgo a que no tuvieran trato humano alguno a no ser el epistolar. Mecenazgo y cartas fueron bastante intensos hasta que se interrumpieron abruptamente por deseo de ella sin mediar ninguna explicación.
Con seguridad, Simone de Beauvoir vio en los textos de Violette Leduc un filón que ella no estaba interesada en tratar, el erotismo de las mujeres. Vería útil y necesario para sus propias aspiraciones de emancipación feminista que la obra de Leduc desbrozara la literatura femenina de lo cursi y lo ejemplarizante pequeñoburgués. El temperamento de V.L. le resultaría sin embargo irritante, porque  Violette se encontraba siempre crispada, exigiendo el amor en general o, peor aún, el de la propia S.B. Algunas de las situaciones recreadas me recuerdan tanto a Carrington (Christopher Hampton, 1995), que veo innecesario justificar el parecido.
Cuesta admitir que en los orígenes del feminismo moderno hay histeria a chorro y un estado de nervios incompatible con la serenidad y la seguridad. Pero, cuidado, tal vez una gran parte de esa histeria la desfigura y magnifica un escenario en el que es aceptable que los hombres griten como energúmenos, o canten mal y sean torpes y zafios. No sé si me explico. Lo diré al revés: a veces oigo por ejemplo en algún programa de radio con fuerte participación masculina que algún señor pierde los papeles o canta rematadamente mal y me imagino la misma situación con una mujer y sé que es inverosímil. 
No tengo ni fe ni esperanza en la humanidad, me limito a culivar el misterio de la caridad. Pienso que el conocido mapa de la distribución del machismo, entre machos alfa, beta, gamma, delta y omega implica situaciones espejo entre ellos y entre las mujeres en general y sus mujeres en particular. 
Daría mi colección de minerales por saber qué pensarían ahora Simone de Beauvoir y Violette Leduc del machismo contemporáneo. El panorama editorial que se retrata sigue por el estilo.

Sandrine Kiberlain como Simone de Beauvoir y Emmanuelle Devos como Violette Leduc 
en el rodaje de Violette (Martin Provost, 2013)

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