29.5.18

El gran árbol da su fruto al que el nombre del fruto diga



os levantamos hoy con la noticia de la muerte de María Dolores Pradera y me vino a la memoria el verso de Agustín García Calvo y la canción a la que puso música Chicho Sánchez Ferlosio, "El mundo que yo no viva". Es una canción que forma parte de mi memoria sentimental, y aunque resulta difícil elegir una entre todo el repertorio de la cantante, yo eligiría la versión de esa canción que cantó con Amancio Prada. Tal vez no es su mejor canción pero a mí me trae bellos recuerdos.
Ya lo dijo Pessoa, que el recuerdo es una traición a la naturaleza. Verdaderamente es hasta una aberración, pero muchas veces nos gusta perdernos en la nostalgia. Con algunas personas se van también épocas enteras, y eso podríamos decirlo tanto con otro recién fallecido (José María Íñigo) como con María Dolores Pradera.
Me acuerdo que tal vez las dos muertes que más he llorado fueron las de mi canario y la de Carmiña, sobrina de mi abuelo. Retuvo las lágrimas de la muerte de Trini pensar que estaba llorando por un pobre viejo pájaro asesinado por una maldita urraca asquerosa más de lo que había llorado por mi propio padre. Pero por mi padre no tuve ocasión alguna de llorar porque tuve que encargarme de lo inexcusable y cuando pude levantar la cabeza ya el duelo se había instalado muy adentro. Lo de Carmiña, que no era mucho más vieja que su tío Melé (mi abuelo materno) fue muy sentido también por culpa de darme cuenta de que con ella se iba toda una generación y hasta ─¿cómo decirlo?─ un modo de hacer y de estar en este mundo.
Carmiña vivió en Cée (La Coruña) y desplegaba su saber ante los casos difíciles. Su manera caritativa y paciente de tratar a los enfermos mentales severos y de seguir la no escrita tradición rural de callar y ver y oír, para mi fueron no solo un ejemplo sino también un modelo de lo que ya no abunda mucho. Por lo menos con su naturalidad. Tampoco es que se crean madresteresas o que impongan una especie de superioridad moral que no hace al caso. En general eran personas que estaban en paz sobre todo consigo mismas.
Me topo hoy al llegar a casa con los escombros y los restos inconfundibles del que fue muchos años el espacio donde yo practiqué yoga en la tienda de Integral. No estoy bien segura de las fechas, pero podría afirmar que la tienda está vinculada a la primera revista homónima señera de agricultura ecológica, naturismo, solidaridad, energías alternativas y espiritualidad sana. Fue allá por el año 1978. Yo empecé a ir a las clases de yoga de Julián Peragón en el año 1991.  Aprovecho para decir que en mi primera clase había una señora de más de ochenta años que hacía el arbolito y más. Hay que decirlo porque ahora (a la vista de la infinidad de yogas piláticos y ultracompetitivos tipo selfie de Instagram) resulta inverosímil pensar en la existencia de una yoga profundo y abierto a todo el mundo.
Aparte de reconocer entre los escombros la puerta del gran armario donde guardábamos las esterillas y las mantas y los banquitos de meditación, he visto la puerta metálica que se echó hará 3 o 4 años algo levantada. Hoy es el día en que se recogen los trastos en mi zona, así que pronto desaparecerán si no es por obra de las labores de limpieza municipal por los chatarreros y demás que pasan de forma oportunista antes de las 10 de la noche.
Sabemos que todo está condenado a la desaparición, o tal vez solo prevalecerá la Coca-Cola y poco más. Shiva, que es de todas las divinidades hinduistas, la más invocada por los yoguinis, representa la destrucción. De todas maneras ni es cosa de venganza ni nada que se le parezca, pertenece a un proceso dinámico en el que participan la conservación, la creación y la destrucción como tres fuerzas que mueven el universo. La destrucción o la eliminación es necesaria para la creación. Sin nostalgia pero con un cierto afecto contemplo los escombros del espacio que nos acogió tantos días.
La tienda Integral durante muchos años fue la única del género en Barcelona, cuando ahora hay supermercados y cadenas con idéntica vocación. Creo que prácticamente durante todos esos años estuvo al frente de la tienda Laura, hasta que se jubiló. Trabajadora y amable.
Además de las clases de yoga de Julián Peragón, también dio clase Ayako Zushi y hubo un grupo de tai chi que lo enseñaba Josep. En los últimos años dio clases de hatha yoga Maja Drnda. La tienda tenía su entrada propia y tenia un altillo de madera donde estuvo la librería y todas las estanterías también eran de madera, con lo que el aroma que se mezclaba con el de las legumbres, los cereales, la fruta y la verdura, podía satisfacer plenamente al olfato más delicado. Nada que ver con el olor o el no-olor de las grandes superficies comerciales, donde incluso es fácil que nos impongan algún aroma artificial que nos induzca al consumo por inspirarnos alguna idea que sugiera limpieza, frescura o tal vez algo parecido a la tapicería de un Jaguar al pasar cerca de un campo de lavanda.



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28.5.18

Maria Callas

Maria by Callas (Tom Volf, 2017) lleva el elocuente subtítulo "In her own words". Y aunque me refiero a la película por subtítulo me refiero al título que complementa al nombre principal pero que no ha trascendido en la cartelera. El director parece que no haya hecho más que reunir toda la documentación gráfica y algunas entrevistas que se hicieron a la soprano. En realidad le da la absoluta preeminencia y él se queda muy atrás con una contenida discreción que realza con gran ternura el papel de Maria Callas más cercano a su verdadera identidad. Su forma de descartar las versiones procaces sobre el temperamento de Callas como diva, fortísimo, es la de dejárnosla ver en su forma de hablar, de moverse entre los periodistas y sobre todo de alguna carta que íntegramente nos revive su relación con Aristóteles Onassis y su profesora de canto, que era española. El magnate, si se me permite, queda un poco como una especie de palurdo o ricacho tipo Paco El Pocero. Pero no porque en las palabras de Maria Callas haya algún resquicio de sombra de muestra denada que nos de a entender que Onassis era tosco. Ella se refiere a su sinceridad. La sutileza de Volf en este punto y en otros es brillante, nos llena de agradecimiento a quienes adoramos a tan superior diva.
Oí una vez a Montserrat Caballé decir que era la mejor cantante que había habido nunca en la ópera. Y estoy convencida de que muchos estamos de acuerdo. Aparte de su voz, a pesar de esos destellos metálicos que yo solo he sabido apreciar cuando hablaba ─sobre todo cuando lo hacía en inglés, no tanto en francés─, Callas era una buena actriz que con su presencia establecía un magnetismo incomparable.
Es muy conmovedor el disgusto que tuvo cuando tuvo que soportar el rechazo del público romano cuando suspendió una representación (creo que de Norma, si mal no recuerdo) aquejada por la afonía causada por el frío del camerino. Maria Callas no es la primera ni la última artista que prueba la amargura de la ingratitud. Años después, en una representación en Chicago o Nueva York (perdón por la desmemoria) tuvo que abandonar la escena y no pudo cantar el tercer acto, pero el público recibió la noticia con una ovación cariñosa. No sé si el público romano es mejor o peor que el neoyorquino, tal vez es muy exigente. Pero sé de otros casos en que un desaire del género o incluso menor ha producido en algún artista, incluso de otros ramos, un disgusto insuperable.
En la misma línea a la que me acabo de referir, de sutileza, Volf nos da a entender la soledad de la soprano, cómo su entrega al arte hizo que renunciara a una vida familiar y parece que sus últimos años fueron de soledad. Uno soledad sin privaciones económicas pero sin el apoyo de un hombre, hijos, etcétera.
Algo que es llamativo en el proceso de la vida de la cantante es que durante los años en que estuvo casada con Onassis se arregló la dentadura, que aunque estaba bien alineada, parecía estropeada y de un color poco atractivo. Su cara también se fue estilizando, de manera que pasó de ser un poco ancha por demás a tener unos pómulos que solo hacían que realzar su belleza griega y unos ojos enormes y muy dramáticos.
En la proyección aparece alguna representación que es posible ver en Youtube. No falta la "Casta diva", tan asociada a su carrera y que yo por mi parte asocio a la poeta Maria Mercè Marçal, en cuyo velatorio sonó.
Al visionado de la película resulta inverosímil que una mujer tan elegante y educada pudiera destacar no por esos valores sino por su temperamento. Aún de ser verdadera una versión sesgada  de la diva, me parece tan irrelevante al lado de su elegancia y su educación y su potencial como artista que hasta me da rabia tener que decirlo.

  

(c)SafeCreative *1903080203745 (2022: 2212172887435)

25.5.18

Experimentos sin gaseosa

n mi segundo viaje a Londres me he dado cuenta de que las personas que iban en el metro usaban más el móvil que dos años antes, cuando estuve en julio. Aún están alejados de nuestra situación, cuando entras en un vagón y ves a todo el mundo con la cabeza  inclinada sobre la pantalla, pero poco les falta. Sin embargo es de destacar que el tráfico de bibliotecas y otros artefactos con ruedas es muy pequeño. En los parques está vedada la entrada con unos letreros que no solo son disuasorios sino que dejan poco espacio a la duda. No hay ni una sola bicicleta por las aceras y en las calzadas circulan entre los coches y los autobuses sin ninguna ventaja.
No uso casi nunca un coche y mi punto de vista es muy limitado bajo estas circunstancias, pero capto que el tráfico en Londres no ha obtenido una atención urbanística como la que sí ha obtenido a mi parecer en Barcelona. Se diría que no alientan el transporte privado y que toman medidas pragmáticas pero no muy infraestructuradas. Poder caminar por las aceras tranquilamente sin el peligro de verse acosados por los artefactos de dos ruedas (patines y bicicletas diversos) es algo que echaba de menos. Creo que en Barcelona los ciclistas no se dan cuenta de que un peatón que va caminando por la acera no tiene manera de saber si detrás se acerca una bicicleta a toda velocidad. Si el peatón tuerce un poco su rumbo o se detiene por ejemplo para sacar algo de una bolsa, la colisión puede ser muy desafortunada.
En una plaza de mi barrio eliminaron un falso pimentero que llevaba cosa de 20 años plantado porque su tronco se retorcía cerca del suelo y allí se había topado más de un ciclista que además de ir por la acera iba en contradirección. Dibujé ese rincón poco antes de que cortaran el árbol sin saber lo que iba a ser de él.
En Londres tienen el Jardín Botánico mejor del mundo, seguido de cerca por uno de los que hay en Nueva York (el que está cerca del Bronx, no el de Brooklyn). Por lo general el ciudadano medio, con apenas interés por la vegetación, piensa que el Jardín de Kew es como el de Hide Park, que es solo eso, un parque. Saint James Park es más pequeño que Hide Park, pero es más bonito. Los jardines se valoran por su papel preservador pero también por su exotismo y antigüedad, cosa que los acerca a los museos. Un jardín lleno de flores pero que se han acabado de plantar no tiene la belleza de un jardín con solera. En Kew hay ejemplares muy cargados de años, como la Wisteria sinensis  o glicina que está plantada cerca de un gingko biloba, que cuenta con más de 200 años. Hay numerosos árboles centenarios.
Es raro ver árboles por las calles de Londres, más bien están concentrados en los parques vecinales. Naturalmente no necesitan tanto de su sombra como la necesitamos en Barcelona, donde pasear por las calles en verano es inviable si no hay árboles. No estoy segura de que los vecinos y los urbanistas sean plenamente conscientes de que nuestro clima impone el cuidado de la sombra y de espacios frescos.
Que en las ciudades de Alemania y Holanda las bicicletas tengan incluso preferencia sobre los peatones nos habla de que son países donde tal vez el paseo nunca tuvo la importancia que tuvo en España, donde somos o fuimos más callejeros. Querer que coincidan ciclistas y quienes paseamos a pie es molesto, especialmente cuando hay ─por lo menos en Barcelona─ tantos carriles para las bicicletas. Tengo entendido que las ordenanzas contemplan restricciones claras para la circulación por las aceras, pero se diría que nadie las atiende. No es raro encontrarse incluso con que te hacen apartar con un golpe de timbre, sin respeto siquiera por las personas con movilidad reducida o ancianos.


(c)SafeCreative *1903080203103 (2022: 2212172887435)

20.5.18

Laburnum

 Tavistocq Square - (c)SafeCreative *1903080199666 (2022: 2212172887435)
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Kew Gardens - (c)SafeCreative *1903080202397 (2022: 2212172887435)
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13.5.18

Los restos de la acera de la primera calle Montsant

Recuperé ayer la primera foto que publico en el post cuando ya la daba por perdida. La segunda fotografía es reciente, con el solar ya ocupado por  un nuevo edificio donde lo más determinante parece ser que se instalará un Mercadona. En mi barrio también sucedió algo parecido y hasta cambiaron el sentido de una calle, cosa que parece que no es fácil ni frecuente. Nada cambió tanto la vida de nuestras calles como la puesta en marcha de ese supermercado, que en un principio atrajo gente de El Carmelo, cuesta arriba, pero también de barrios vecinos. Una de las imágenes más insólitas del Mercadona de mi barrio fue una pelea entre maridos (uno había empujado a la mujer del otro para hacerla a un lado) y otra fue ver los lineales vacíos casi totalmente. Fue cuando hubo una huelga de camioneros. Entre que no se podían reponer y que los huecos inducían a una especie de pánico, las estanterías se fueron vaciando. Primero los productos llamados de primera necesidad, como el papel higiénico y el arroz, pero también los otros productos, hasta que al final no quedaba ni una vela de cumpleaños ni una galleta.
Hice más fotos del solar, con la cámara, hará 3 años, pero no las conservé en sitio seguro ni las publiqué, con lo que en el último desastre informático hubo una parte de fotografías que perdí definitivamente y hasta ayer ─cuando descubrí que al menos una estaba en mis archivo Facebook─ creí que nunca más vería la acera de la primera calle Montsant.A cambio de los dos bloques que hubo, de los que se reconoce algún rastro además de la acera que los separaba, solo habrá uno y con forma de U. Tal vez el acceso al edificio se hará por su interior y los accesos exteriores quedarán para los camiones del Mercadona y para los garajes. 
En los últimos 2-3 años también ha habido un cambio fundamental en la calle, además del esfuerzo infructuoso de añadir algo de vida comercial a las calles. Es la proliferación de artefactos con ruedas para trasladarse a toda velocidad por las aceras. Incluso puedo decir que un vecino joven de mi madre hace tiempo que no lo veo caminar. Hace todos sus movimientos sobre el monociclo eléctrico, nunca lo veo caminar. A veces lo veo salir realizando un arco para tomar la salida y aunque él es joven y ahora nada sabe de rodillas, creo que suele hacer unas torsiones que algún día le recordarán que existen. Supongo que a la larga este medio de transporte en poco tiempo empezará a proporcionarnos sus efectos secundarios, como las pantallas de los ordenadores y los dispositivos que están en nuestras vidas desde hace unos pocos años.
Barcelona era una ciudad bastante paseable y en poco tiempo las aceras se han visto invadidas por muchas terrazas y muchos patines, patinetes y bicicletas. En mi calle hay que añadir también los carros para ir al mercado, pero ese engorro está de alguna manera más justificado y es difícil que produzcan un accidente. La vida callejera habrá cambiado notablemente en la mitad de mi vida (suponiendo que mi vaya a ser mucho más larga) y por índole o por costumbre me acuerdo de cómo eran las calles en el pasado. 
Cuando los bloques que había a lado y lado de la calle Montsant entre Inca y Montmajor aún estaban en pie, aunque desalojados, aún era posible revivir lo que fueron. Después, cuando los demolieron, su vacío aún era elocuente. Después, cuando ya edificaron un nuevo edificio que además tiene otra planta, resulta muy difícil incluso evocar por donde pasaban las aceras ni donde quedaba la papelería de la señora Trini ni donde la peluquería de la Reme o la Bodega Dolç.
El futuro que nos presentan las fuerzas políticas que rigen el Ayuntamiento, la Generalitat y el Gobierno de España, no convencen. O debería decir "no me convencen". No nos involucran a muchos. El proyecto de Rajoy fue durante mucho tiempo la resistencia, no dar que hablar (a su manera, claro está), pero no hay un horizonte ilusionante. En Catalunya sí que se ofrece un proyecto de futuro pero a algunos más que ilusionante les resulta iluso, y con una ideología que es inaceptable y que ya se ha visto con el último constructo, Torra, lo supremacista que resulta para la mitad de la población, tal vez para más. Hasta Ada Colau y Pablo Echenique han apuntado los trazos xenófobos del candidato. Es de agradecer la claridad con la que se han expresado ambos puesto que la actitud de Torra hacia "los españoles" es axactamente así en muchos de los ciudadanos que compartimos esta comunidad autónoma.
Lo poco que vi de la sesión que ayer hubo en el Parlament fueron casualmente dos intervenciones de Eduard Pujol, cuya voz bien modulada ─fue periodista, trabajó en la RAC─ defendía la introducción de la tecnología en el gobierno de Cataluña. Su acumulación de ejemplos sobre la oposición al cambio fue brillante, pero tal vez estamos todos un poco aburridos con todo tipo de ocurrencias mediáticas y fintas legales. La cuestión no es si es posible celebrar una reunión de la comunidad de propietarios de una escalera por Skype, no nos perdamos con las formas, los símbolos, etcétera.
Encontrar mi foto cuando ya me había instalado en una especie de magma vacío, de espaldas al pasado pero también ajena al futuro, no hace más que culminar el momento.



(c)SafeCreative *1903080199635 (2022: 2212172887435) (Texto y fotografías)

12.5.18

Una gota de agua

a noción de karma es ahora el eje de una campaña para los usuarios incívicos del metro de Barcelona. Casi todo el mundo, por no decir todo el mundo, tiene una idea de lo que el karma es y sobre todo se conoce la mecánica de la ley de causa y efecto. Quienes se atreven a ir a la fuente del concepto tienen que ir al capítulo 3 del Bhagavad Gita sobre la acción como servicio sin apego. En mis primeros años de la práctica del yoga nuestro profesor nos indicó que el yoga de la acción nos llevaba a discernir el valor del karma a través de las acciones inútiles y las útiles. Yo me acordé del trabajo de mi abuelo materno, que no estaba asalariado sino que dependía de si había pesca o no. También puede ser que un agricultor pierda su cosecha por una granizada. O que toda una colección de abrigos no tenga la fortuna que se esperaba y que se tengan que ofrecer como productos rebajados, de manera que no se obtiene el beneficio previsto.
Más allá de las ideas de éxito y de fracaso, de servicio y de sacrificio, de esfuerzo y desazón, de premio y castigo, persigo la noción más intrínseca del karma, la que nos enfrenta al recto proceder. Conozco muchas o tal vez todas las variantes del trabajo infructuoso, incomprendido y fallido. Algunas veces he experimentado mi incompetencia, otras un entorno adverso u hostil, por no decir nada sobre los micromachismos y macromachismos (a veces el machismo es tan grande que no se ve). Me he enfocado en la paciencia más que en el talento. En los trabajos muchas veces nos enfrentamos a la certeza de que hagamos lo que hagamos estará mal. A veces esto es porque no hay consenso y lo que resulta ideal en la opinión de algunos puede resultar pésimo en la de otros. 
Otras veces debemos actuar contra nuestras creencias o ideas. Pienso por ejemplo en un empleado de una institución bancaria que se da cuenta de que un producto que se ofrece es abusivo o por lo menos engañoso. A veces las desventajas no son pecuniarias. Es el caso de una experiencia que tuve hace poco al acudir a unos servicios sociales y fui totalmente consciente de que la entrevista ─con cita previa─ se alargaba con el único objeto de alcanzar su duración establecida. Para mí resultó ser una pérdida de tiempo, a no ser que consideremos enriquecedor el trato humano en cualquier circunstancia.
En algunos casos a lo largo de mi atropellada vida laboral he tenido que conformarme con poder ofrecer un servicio por el cual la persona o personas que atendía no se fueran con las manos vacías, o se llevaran al menos la impresión de estar un poquitín mejor o más informados de cuando llegaron a mi presencia. A veces no se puede hacer mucho más.

La nevada. Francisco de Goya, 1786

(c)SafeCreative *1903080199604 (2022: 2212172887435)

10.5.18

Blanco y negro

En la primera calle Montsant (Turó de la Peira) había cuando levantaba apenas unos 70 cm del suelo una tienda de hielo donde luego hubo un taller mecánico. A temprana edad ya me enviaban a por la leche, con una lechera de aluminio de litro y medio, y a por el hielo. El hielo se vendía en barras como las que lleva el hombre de la fotografía de Forcano. Los pedazos de hielo estaban en el fondo del local, en la sombra. Y un hombre los manejaba con un gancho largo de hierro y los cortaba para que los pudiéramos usar en las neveras. El bloque se iba derritiendo y entonces se compraba otro. Yo me quedaba en el umbral sorprendida por la frialdad y la blancura del hielo. Ni que fuera la Antártida. Ese recuerdo se quedó encallado en mi memoria siempre y además es del más puro blanco y negro.
Nací bajo el signo de Cáncer pero a escasas horas de Leo y dicen que me determino tanto por el Sol como por la Luna, que si nos ponemos a pensar nos afecta a todos, como criaturas de la naturaleza que somos. En cualquier caso admitiré que me atraen aquellos lugares y cosas en que coinciden el elemento agua y el elemento fuego: el rayo, el whisky y el hielo, pero no el agua caliente o un río de lava ni los filtros amorosos varios. Hace tiempo que no bebo whisky pero lo sigo considerando la bebida alcohólica más interesante y ─aunque no esté bien decirlo─ hay que afirmar que es buenísimo para la salud si no se toma en exceso, claro. Solía tomarlo sin hielo. El rescoldo que queda en el vaso, por mucho que se apure, al día siguiente se puede tomar confundido en cuatro dedos de agua y es como resucitar lo más volátil de la destilación. Yo le llamo "agua de whisky", que no tiene nada que ver con el whisky aguado.
Con el jamón me he llevado muchos desengaños y por eso soy más de chorizo. De hecho creo que será una buena idea hacer un recorrido hispánico haciendo una ruta del chorizo, hecha la salvedad de que tendría que hacerse con mucho tiempo porque no creo que haya cuerpo que aguante una dieta tan choricera. Tal vez solo si se hiciera en dosis homeopáticas o de degustación. El salchichón con pimienta en su interior o con esa capa que lo recuerda a una herramienta de bricolador no me resulta atractivo ni a la vista ni al gusto, aunque sí al olfato. El chorizo es atractivo al olfato y al gusto. El pimentón es ideal y si se pasa por la sartén un pedacito extrae del aceite un aroma y unos matices verdaderamente espléndidos.
Una vez que volví de unas vacaciones en el Estrella de Galicia en la litera superior pasé toda la noche con mi cabeza cerca de un gran paquete de chorizos y a la mañana siguiente exigí que por lo menos me dieran medio chorizo. Me dieron uno. No podía ser menos.

Eugeni Forcano, Barcelona (años 60)

(c)SafeCreative *1903080198386 (2022: 2212172887435)

5.5.18

Barbies vivientes y otros temas

oco se habla del síndrome de la mujer Barbie. Barbie es la muñeca de Mattel que tiene múltiples avatares pero que en general tiene un patron estilizado y con unos rasgos que se asocian a la feminidad y a una imagen muy determinada de ella: cintura estrecha (casi imposible en comparación con los pechos), piernas largas, ojos desproporcionadamente grandes, cabellera rubia. Como la cirugía plástica cada vez tiene más adeptas y el negocio está más crecido es fácil ver cada día más mujeres con el síndrome Barbie: dicho de un tirón parecen muñecas vivientes. Van muy maquilladas, tienen algún trastorno alimentario, se suelen poner implantes mamarios y hasta extraer costillas, usan constantemente filtros para los selfies que no paran de hacerse (para agrandar sus ojos hasta lo inverosímil), advertimos en ellas rasgos de inmadurez o infantilismo y todo ello advierte cuando menos de una cierta inseguridad.
El patrón que encarnan las barbies vivientes se ve favorecido por la moda y porque seguramente algunos hombres ─vamos a llamarles así─ sienten una gran atracción por la sexualidad con seres de naturaleza inerte. Ya no me refiere propiamente a la agalmatofilia sino a que es fácil que una mujer que reúna unas características tan estereotipadas tal vez hace más manejables las emociones y puede suplantar un modelo ideal. Pero que un hombre pueda desarrollar una parafilia con una muñeca o prefiera a las mujeres muy maquilladas y teñidas como transexuales, ese es otro tema. El tema es que una pobre chica huya de su verdadera naturaleza para adquirir las formas de un modelo inerte.
Se suele decir que el rostro humano tiene unos rasgos determinados por tres condiciones: la condición estructural, la dinámica y la artificial. La estructural sería la que tenemos congénitamente, la dinámica es la que se va forjando a consecuencia del paso de los años y nuestra conducta (por ejemplo las arrugas que dejan determinadas emociones), y la artificial sería rizarse el pelo, cambiarse las gafas y cosas así.
Me parece que muchas veces nos dedicamos a cuidar la parte artificial de nuestro semblante y de nuestra apariencia, pero no cuidamos la parte dinámica, que se puede alterar por la alimentación desordenada, una conducta errónea, una exposición al sol excesiva, etcétera. A veces vemos mujeres que le dedican mucho tiempo a poner en orden su pelo y lo tiñen de colores imposibles que en el mejor de los casos no contrasta de forma dramática con el cutis de la cara y el cuello. Son melenas estáticas que recuerdan a una peluca cargada de un halo patético y afantochado.
En un corto viaje que hice por Centroeuropa recuerdo que una mujer que conocí, Begoña, me explicó que tras años de peluquerías y más peluquerías, se había conseguido dar cuenta que el mejor peinado que había era el de su pelo natural. Que ni rizarlo ni creparlo ni teñirlo había alcanzado a lograr el resultado óptimo que había conseguido con la simple decisión de dejarlo estar tal como era. Además, las canas iban bien con las arrugas, porque las arrugas si las acompañas de un pelo teñido de un color opaco caoba o negro o lo que sea aún se marcan más. También se notaba que Begoña estaba en paz consigo misma.
En Asia muchas jovencitas de los países que en la última década experimentaron un gran desarrollo industrial se hacen practicar cantoplastias para corregir la oblicuidad de sus párpados y para que parezca que tienen los ojos más grandes. En este caso se trata de una condición racial y la cantoplastia parece más nociva que la obsesión de algunas mujeres negras en alisar su pelo. También más lucrativa.
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Mi necesidad de silencio se ha acusado porque mi trabajo ahora se desarrolla en un entorno ruidoso, con mucho público y llamadas telefónicas durante casi toda la jornada. Mi lenguaje aún se ha hecho más preciso y parco, sin regodeos, porque yo misma debo hablar más de lo habitual y eso me molesta hasta físicamente cuando a última hora del día ya tengo que forzar la voz. La comunicación con mi madre, a quien visito siempre, hay que pensar que no es fácil porque está bastante sorda y muchas veces hay que repetirle las frases. 
Naturalmente la fatiga verbal la agudiza la constatación muchas veces de que el lenguaje no es eficaz o no sirve para su propósito.
En uno de los últimos posts reflexionaba sobre la parábola de los erizos de Shopenhauer y de cómo acudía al modismo inglés ("Keep your distance") con el que se avisa a quien se toma confianzas de que se mantenga a una distancia más respetuosa. Es obvio que quien se acerca sin respeto no ganará nunca nuestra confianza. Primero va el respeto y después viene la confianza o la amistad. Las familiaridades en el ámbito del trabajo o en el ámbito público son algo que tiene pretensiones de modernidad y de campechanía, como si se tratara de algo sano hablar de cosas privadas en el trabajo, cosa que por lo regular va complementada con la mala costumbre o taladro de hablar de trabajo en la vida privada.
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(c)SafeCreative *1903080198027 (2022: 2212172887435)