25.5.18

Experimentos sin gaseosa

n mi segundo viaje a Londres me he dado cuenta de que las personas que iban en el metro usaban más el móvil que dos años antes, cuando estuve en julio. Aún están alejados de nuestra situación, cuando entras en un vagón y ves a todo el mundo con la cabeza  inclinada sobre la pantalla, pero poco les falta. Sin embargo es de destacar que el tráfico de bibliotecas y otros artefactos con ruedas es muy pequeño. En los parques está vedada la entrada con unos letreros que no solo son disuasorios sino que dejan poco espacio a la duda. No hay ni una sola bicicleta por las aceras y en las calzadas circulan entre los coches y los autobuses sin ninguna ventaja.
No uso casi nunca un coche y mi punto de vista es muy limitado bajo estas circunstancias, pero capto que el tráfico en Londres no ha obtenido una atención urbanística como la que sí ha obtenido a mi parecer en Barcelona. Se diría que no alientan el transporte privado y que toman medidas pragmáticas pero no muy infraestructuradas. Poder caminar por las aceras tranquilamente sin el peligro de verse acosados por los artefactos de dos ruedas (patines y bicicletas diversos) es algo que echaba de menos. Creo que en Barcelona los ciclistas no se dan cuenta de que un peatón que va caminando por la acera no tiene manera de saber si detrás se acerca una bicicleta a toda velocidad. Si el peatón tuerce un poco su rumbo o se detiene por ejemplo para sacar algo de una bolsa, la colisión puede ser muy desafortunada.
En una plaza de mi barrio eliminaron un falso pimentero que llevaba cosa de 20 años plantado porque su tronco se retorcía cerca del suelo y allí se había topado más de un ciclista que además de ir por la acera iba en contradirección. Dibujé ese rincón poco antes de que cortaran el árbol sin saber lo que iba a ser de él.
En Londres tienen el Jardín Botánico mejor del mundo, seguido de cerca por uno de los que hay en Nueva York (el que está cerca del Bronx, no el de Brooklyn). Por lo general el ciudadano medio, con apenas interés por la vegetación, piensa que el Jardín de Kew es como el de Hide Park, que es solo eso, un parque. Saint James Park es más pequeño que Hide Park, pero es más bonito. Los jardines se valoran por su papel preservador pero también por su exotismo y antigüedad, cosa que los acerca a los museos. Un jardín lleno de flores pero que se han acabado de plantar no tiene la belleza de un jardín con solera. En Kew hay ejemplares muy cargados de años, como la Wisteria sinensis  o glicina que está plantada cerca de un gingko biloba, que cuenta con más de 200 años. Hay numerosos árboles centenarios.
Es raro ver árboles por las calles de Londres, más bien están concentrados en los parques vecinales. Naturalmente no necesitan tanto de su sombra como la necesitamos en Barcelona, donde pasear por las calles en verano es inviable si no hay árboles. No estoy segura de que los vecinos y los urbanistas sean plenamente conscientes de que nuestro clima impone el cuidado de la sombra y de espacios frescos.
Que en las ciudades de Alemania y Holanda las bicicletas tengan incluso preferencia sobre los peatones nos habla de que son países donde tal vez el paseo nunca tuvo la importancia que tuvo en España, donde somos o fuimos más callejeros. Querer que coincidan ciclistas y quienes paseamos a pie es molesto, especialmente cuando hay ─por lo menos en Barcelona─ tantos carriles para las bicicletas. Tengo entendido que las ordenanzas contemplan restricciones claras para la circulación por las aceras, pero se diría que nadie las atiende. No es raro encontrarse incluso con que te hacen apartar con un golpe de timbre, sin respeto siquiera por las personas con movilidad reducida o ancianos.


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