13.5.18

Los restos de la acera de la primera calle Montsant

Recuperé ayer la primera foto que publico en el post cuando ya la daba por perdida. La segunda fotografía es reciente, con el solar ya ocupado por  un nuevo edificio donde lo más determinante parece ser que se instalará un Mercadona. En mi barrio también sucedió algo parecido y hasta cambiaron el sentido de una calle, cosa que parece que no es fácil ni frecuente. Nada cambió tanto la vida de nuestras calles como la puesta en marcha de ese supermercado, que en un principio atrajo gente de El Carmelo, cuesta arriba, pero también de barrios vecinos. Una de las imágenes más insólitas del Mercadona de mi barrio fue una pelea entre maridos (uno había empujado a la mujer del otro para hacerla a un lado) y otra fue ver los lineales vacíos casi totalmente. Fue cuando hubo una huelga de camioneros. Entre que no se podían reponer y que los huecos inducían a una especie de pánico, las estanterías se fueron vaciando. Primero los productos llamados de primera necesidad, como el papel higiénico y el arroz, pero también los otros productos, hasta que al final no quedaba ni una vela de cumpleaños ni una galleta.
Hice más fotos del solar, con la cámara, hará 3 años, pero no las conservé en sitio seguro ni las publiqué, con lo que en el último desastre informático hubo una parte de fotografías que perdí definitivamente y hasta ayer ─cuando descubrí que al menos una estaba en mis archivo Facebook─ creí que nunca más vería la acera de la primera calle Montsant.A cambio de los dos bloques que hubo, de los que se reconoce algún rastro además de la acera que los separaba, solo habrá uno y con forma de U. Tal vez el acceso al edificio se hará por su interior y los accesos exteriores quedarán para los camiones del Mercadona y para los garajes. 
En los últimos 2-3 años también ha habido un cambio fundamental en la calle, además del esfuerzo infructuoso de añadir algo de vida comercial a las calles. Es la proliferación de artefactos con ruedas para trasladarse a toda velocidad por las aceras. Incluso puedo decir que un vecino joven de mi madre hace tiempo que no lo veo caminar. Hace todos sus movimientos sobre el monociclo eléctrico, nunca lo veo caminar. A veces lo veo salir realizando un arco para tomar la salida y aunque él es joven y ahora nada sabe de rodillas, creo que suele hacer unas torsiones que algún día le recordarán que existen. Supongo que a la larga este medio de transporte en poco tiempo empezará a proporcionarnos sus efectos secundarios, como las pantallas de los ordenadores y los dispositivos que están en nuestras vidas desde hace unos pocos años.
Barcelona era una ciudad bastante paseable y en poco tiempo las aceras se han visto invadidas por muchas terrazas y muchos patines, patinetes y bicicletas. En mi calle hay que añadir también los carros para ir al mercado, pero ese engorro está de alguna manera más justificado y es difícil que produzcan un accidente. La vida callejera habrá cambiado notablemente en la mitad de mi vida (suponiendo que mi vaya a ser mucho más larga) y por índole o por costumbre me acuerdo de cómo eran las calles en el pasado. 
Cuando los bloques que había a lado y lado de la calle Montsant entre Inca y Montmajor aún estaban en pie, aunque desalojados, aún era posible revivir lo que fueron. Después, cuando los demolieron, su vacío aún era elocuente. Después, cuando ya edificaron un nuevo edificio que además tiene otra planta, resulta muy difícil incluso evocar por donde pasaban las aceras ni donde quedaba la papelería de la señora Trini ni donde la peluquería de la Reme o la Bodega Dolç.
El futuro que nos presentan las fuerzas políticas que rigen el Ayuntamiento, la Generalitat y el Gobierno de España, no convencen. O debería decir "no me convencen". No nos involucran a muchos. El proyecto de Rajoy fue durante mucho tiempo la resistencia, no dar que hablar (a su manera, claro está), pero no hay un horizonte ilusionante. En Catalunya sí que se ofrece un proyecto de futuro pero a algunos más que ilusionante les resulta iluso, y con una ideología que es inaceptable y que ya se ha visto con el último constructo, Torra, lo supremacista que resulta para la mitad de la población, tal vez para más. Hasta Ada Colau y Pablo Echenique han apuntado los trazos xenófobos del candidato. Es de agradecer la claridad con la que se han expresado ambos puesto que la actitud de Torra hacia "los españoles" es axactamente así en muchos de los ciudadanos que compartimos esta comunidad autónoma.
Lo poco que vi de la sesión que ayer hubo en el Parlament fueron casualmente dos intervenciones de Eduard Pujol, cuya voz bien modulada ─fue periodista, trabajó en la RAC─ defendía la introducción de la tecnología en el gobierno de Cataluña. Su acumulación de ejemplos sobre la oposición al cambio fue brillante, pero tal vez estamos todos un poco aburridos con todo tipo de ocurrencias mediáticas y fintas legales. La cuestión no es si es posible celebrar una reunión de la comunidad de propietarios de una escalera por Skype, no nos perdamos con las formas, los símbolos, etcétera.
Encontrar mi foto cuando ya me había instalado en una especie de magma vacío, de espaldas al pasado pero también ajena al futuro, no hace más que culminar el momento.



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