28.5.18

Maria Callas

Maria by Callas (Tom Volf, 2017) lleva el elocuente subtítulo "In her own words". Y aunque me refiero a la película por subtítulo me refiero al título que complementa al nombre principal pero que no ha trascendido en la cartelera. El director parece que no haya hecho más que reunir toda la documentación gráfica y algunas entrevistas que se hicieron a la soprano. En realidad le da la absoluta preeminencia y él se queda muy atrás con una contenida discreción que realza con gran ternura el papel de Maria Callas más cercano a su verdadera identidad. Su forma de descartar las versiones procaces sobre el temperamento de Callas como diva, fortísimo, es la de dejárnosla ver en su forma de hablar, de moverse entre los periodistas y sobre todo de alguna carta que íntegramente nos revive su relación con Aristóteles Onassis y su profesora de canto, que era española. El magnate, si se me permite, queda un poco como una especie de palurdo o ricacho tipo Paco El Pocero. Pero no porque en las palabras de Maria Callas haya algún resquicio de sombra de muestra denada que nos de a entender que Onassis era tosco. Ella se refiere a su sinceridad. La sutileza de Volf en este punto y en otros es brillante, nos llena de agradecimiento a quienes adoramos a tan superior diva.
Oí una vez a Montserrat Caballé decir que era la mejor cantante que había habido nunca en la ópera. Y estoy convencida de que muchos estamos de acuerdo. Aparte de su voz, a pesar de esos destellos metálicos que yo solo he sabido apreciar cuando hablaba ─sobre todo cuando lo hacía en inglés, no tanto en francés─, Callas era una buena actriz que con su presencia establecía un magnetismo incomparable.
Es muy conmovedor el disgusto que tuvo cuando tuvo que soportar el rechazo del público romano cuando suspendió una representación (creo que de Norma, si mal no recuerdo) aquejada por la afonía causada por el frío del camerino. Maria Callas no es la primera ni la última artista que prueba la amargura de la ingratitud. Años después, en una representación en Chicago o Nueva York (perdón por la desmemoria) tuvo que abandonar la escena y no pudo cantar el tercer acto, pero el público recibió la noticia con una ovación cariñosa. No sé si el público romano es mejor o peor que el neoyorquino, tal vez es muy exigente. Pero sé de otros casos en que un desaire del género o incluso menor ha producido en algún artista, incluso de otros ramos, un disgusto insuperable.
En la misma línea a la que me acabo de referir, de sutileza, Volf nos da a entender la soledad de la soprano, cómo su entrega al arte hizo que renunciara a una vida familiar y parece que sus últimos años fueron de soledad. Uno soledad sin privaciones económicas pero sin el apoyo de un hombre, hijos, etcétera.
Algo que es llamativo en el proceso de la vida de la cantante es que durante los años en que estuvo casada con Onassis se arregló la dentadura, que aunque estaba bien alineada, parecía estropeada y de un color poco atractivo. Su cara también se fue estilizando, de manera que pasó de ser un poco ancha por demás a tener unos pómulos que solo hacían que realzar su belleza griega y unos ojos enormes y muy dramáticos.
En la proyección aparece alguna representación que es posible ver en Youtube. No falta la "Casta diva", tan asociada a su carrera y que yo por mi parte asocio a la poeta Maria Mercè Marçal, en cuyo velatorio sonó.
Al visionado de la película resulta inverosímil que una mujer tan elegante y educada pudiera destacar no por esos valores sino por su temperamento. Aún de ser verdadera una versión sesgada  de la diva, me parece tan irrelevante al lado de su elegancia y su educación y su potencial como artista que hasta me da rabia tener que decirlo.

  

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