24.6.18

El estilo

yer tuve en las manos el libro premiado de Remedios Zafra sobre El entusiasmo. El subtítulo ("Precariedad y trabajo creativo en la era digital") sitúa mejor lo que es el tema del libro, al mismo tiempo que lo emplaza en la contemporaneidad. Seguramente el título es a propuesta de los editores, que saben que tal cual será más fácil de recordar y citar, mientras que el subtítulo nos pone en las palabras de la autora, que ya se ve que es profesora de universidad. Hay por ahí alguna entrevista donde podemos verla hablar y el estilo es, sin entrar en pormenores, ése. De profesora de universidad. De ahí para adelante podríamos añadir los rasgos feministas y los del patrón generacional, que también son determinantes en su imagen y en sus borbotones de lenguaje técnico.
El estilo es algo que principalmente fue un día algo relativo a una voluntad de señalarse o ser de pleno identificado por unos rasgos característicos e incluso originales. En la moda, el estilo fue una virtud, algo que iba un poco más allá de la cacareada elegancia, que en general debe ser discreta. El estilo añade a la elegancia una desenvoltura y una marca personal que lo hacen incompatible con la discreción, que por lo general asimilamos a la elegancia.
Leeré bien el libro de Zafra  para poder afirmar con propiedad que más que un estilo pueden apreciarse unos rasgos comunes a los ensayistas que viven en una universidad y que están empapados de las doctrinas y los métodos que allí abundan y predominan. Pero, como dije, también hay rasgos del feminismo, de su edad y de expresar abstrusamente lo que tenemos la impresión que podría plantearse de forma más llana y clara. Y no solo me refiero al archisilabismo, que también, sino al empleo de una prosa gremial (si se me permite resolver así el temible asunto del corporativismo academicista).
Cuando se leen libros como el que hace unos días comenté, de Consuelo Martín, se agradece mucho que la profundidad y el rigor no estén reñidos con una cierta claridad y la renuncia a las florituras innecesarias y al registro clasista. Si en la prensa de opinión dejáramos de lado el estilo cipotudo y la prosa con arrebatos sentimentalistas e indignación de fogueo, quedarían los gurús y los pseudoprofetas más el florido pensil del comentarismo deportivo. Josep Maria Espinàs es caso aparte, porque trata sobre las cosas comunes con una atonía que lejos de recordanos la sorna rural con la que Pla señalaba las ridiculeces de su entorno, nos arroja a la apatía más insulsa que se pueda imaginar, si es que ante ese contexto podemos invocar la imaginación. Cuando lei A pie por la Costa da Morte fui consciente de lo bien consolidada que estaba su carrera literaria, al menos en lo comercial. También de la ignorancia (en los dos sentidos de la palabra ignorancia) del gallego. Espinàs podía haber transcrito literalmente los diálogos que recoge, pero los presentó con bastante descuido o apatia y además sin saber si se trataba de hablantes que hablaban mal español. Suele ocurrir que parece que nos encontramos con hablantes que hablan un gallego muy pobre cuando en realidad son hablantes que intentan hablar en español. Espinàs no parece hacer habitualmente un trabajo previo de documentación.
También se confunde bastante con el estilo el empleo de metáforas a chorro. A veces, tengo que admitirlo tal cual, hasta los evangelios me resultan un poco cargantes cuando hay profusión de parábolas. Como la de la semilla que cae en la piedra y no germina, muy compleja y que me temo que nos aparta de lo que importa. Pero también admito que en el lenguaje original de los evangelios, el griego, es posible que el texto sea mucho mejor. 
Textos con intención motivacional como los de Bucay y otros conocedores de la psicología humana están tan plagados de cuentecillos y metáforas, que llegado un momento ya no saben los lectores si un burro es un burro y un pedazo de pan es algo más de lo que es, que no es poco. Como llevar una metáfora muy lejos suele ser imposible y además poco productivo, esos textos acostumbran a convertirse en una sarta de metáforas con mariposas, campos arados, cielos sin nubes y especialmente lagos en calma.

Retama en Collserola

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