18.8.18

A gusto

En mi silencio crecen las palabras, un poco como en la selva las lianas y la hiedra en las ruinas. No siento la necesidad de escribir, aunque a veces echo de menos la caligrafía. 
Ayer vi una foto de una thermomix y me di cuenta de que hay una literatura y hasta una música "ligera" que vienen siendo como la thermomix respecto a un horno o la cocción con fuego. El producto cocinado por una thermomix siempre tiene algo que no acaba de fraguar los sabores y acrisolar bien el gusto. Últimamente he escuchado cantantes como Silvia Pérez Cruz o Rosalía o Indila que a su vez me recuerdan a Dulce Pontes. Hay en todas ellas algo excesivo pero sin llegar a ser rotundamente sentido. Pienso en los cantantes italianos de los setenta, que con sus voces roncas desgarraban estribillos y nos llevaban a unas emociones muy ardientes y casi siempre descomunales. De aquellos cantantes (Richard Cocciante es el primero que se me ocurre) provienen, si bien lo pensamos, Alejandro Sanz y hasta Pablo Alborán, que no son roncos -su voz no se lo permite- pero que cantan con una especie de desmedida "pasión", como si les saliera por la boca lo que no acaba de atragantárseles en el corazón. 
Hay un dúo muy bonito que hicieron Caetano Veloso y Cesária Évora (Mamãe Velha) donde contrasta claramente lo que va de ese estilo a cantar con una cierta consistencia y sin ñoñeces. Caetano Veloso (al que no le vamos a negar muchas buenas composiciones) encontró su momento álgido en su dúo con Salvador Sobral, otro ejemplo de lo que no me gusta como cantante. Creo que Más allá de Salvador Sobral ya no queda nada. A veces he oído en este sentido que al mismísimo Frank Sinatra se le consideraba "frío", precisamente porque no se entregó nunca al chillido del gallo cojo del corral ni tampoco a esa especie de desfallecimiento entre indie y una sensibilidad que escora a Lluís Llach, etc.

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