9.9.18

Incógnitos

ace muchos años que miro la foto que muestro pero ayer fue la primera vez que me llamó la atención el detalle que añado. A veces la atención me llevaba al cirio bautismal roto, a la bonita mantilla que llevaba mi madrina y tía, o daba en que mi hermano lleva dos camisetas y mi padre una corbata nueva. La fotografía es del día de mi bautizo, en la misma Clínica de Lourdes en que había nacido dos días antes y estoy en brazos de mi padrino y abuelo. Fui su última nieta pero sé que no fui la última en su predilección, aunque murió cuando yo tenía 3 años. Otras veces reparé en lo que creo que en fotografía se llama "composición" de las figuras, en cómo se agrupa cada miembro de la familia en torno a un centro en el que estoy tal vez yo, que miro a mi abuelo, o el libro con el que se regía la ceremonia. Otras veces me fijé en cómo esa coreografía la anudan las manos de cada cual, como ocurre en los dramáticos descendimientos de la Cruz. Fue ayer cuando advertí donde cae el puño de la chaqueta algo que podría ser un pie si no fuera porque allí no hay nadie. Bien considerado, entre la nariz de mi tía Raquel y la oreja de mi hermano hay un hueco negro que no es continuación de esa especie de triglifos que bajan por la pilastra y que bien podía ser el velo de una sierva de la Pasión. En casa de mi tía Raquel creo recordar que había una foto de la misma ceremonia y hay una o dos monjas. Lo que parece un pie derecho en su sandalia, podría ser el pie de una monja calzada con sandalia. Una monja ya anciana. Pero es algo que no se puede verificar.
Al dorso de la fotografía hay un sello del fotógrafo, con domicilio en Aulèstia i Pijoan, 31 bajos, en la esquina de la Casa Vicens, en la calle de les Carolines, que es uno de los primeros edificios de Antoni Gaudí. Pero en su lugar el edificio que hay ahora podría ser más nuevo. Como la clínica en la que nací estaba cerca, podemos pensar que el fotógrafo lo agenciaban las monjas, de forma parecida a como cuando nacieron mis sobrinos (en la Clínica Dexeus y en la Clínica del Pilar) y a las pocas horas los visitaron los fotógrafos sin que los hubiera llamado nadie.
Dicen que el maestro va entregando a su discípulo los conocimientos en la medida en que va avanzando y está preparado para comprenderlos. Ahora lo que más me atrae de la imagen son los grandes ojos de mi abuelo, que tenía más genio que yo, que ya es decir. 



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