14.10.18

Con cebolla

uedaron varias fotos de Ruth Matilda Anderson de sus dos viajes por Galicia entre 1924 y 1925. La de hoy es de la feria de Betanzos, que fue donde nació mi padre. Estos días apareció en los medios por el concurso de sus tortillas de patata, que este año se han convocado sin cebolla, supongo que por hacerse eco de la polémica y así secundar un tirón del que en realidad no debería de hacer caso. Mi abuela Consuelo hacía la tortilla con cebolla, cosa que no es extraña ya que de los tres productos que lleva una tortilla de patatas (huevos, patatas, cebolla), Betanzos tiene en abundancia y de calidad notable. Lo único que estoy dispuesta a discutir, y ni siquiera eso, es en que la proporción de cebolla tiene que ser bastante inferior a la de patata. Lo demás son ganas de tuitear o cosas de foodies, sin el menor interés.
La última vez que estuve en Betanzos fue durante una visita a unos amigos de Ferrol, y comimos en Parrillada Chimi-Churri, famosa por sus chuletones y por su colección de radios antiguas. De mi familia hace años que no quedó rastro. Mi padre, que era entre sus hermanas de los pequeños, si viviera ahora tendría 94 años. Contra todo pronóstico, la única hermana que vive es la que más fumaba, la que más trabajó y la que se quedó viuda siendo aún joven. Cuando fuimos a ver a mi tía Fina hará unos 10 años a Madrid, nos recalcó que después de viuda no buscó ni pensó en buscar pareja. Además de que tenía dos hijos en quienes pensar yo creo que no vio la manera ni la ocasión de llenar el lugar que había dejado su marido.
Veo entre las mujeres de mi generación un denodado esfuerzo por rellenar el espacio que dejaron sus ex-maridos o incluso por completar un espacio que nunca ocupó verdaderamente nadie por lo menos de forma satisfactoria. El uso de los dispositivos móviles para atender aplicaciones como Meetic o Pof (seguro que hay más pero las ignoro) se ajusta a su disponibilidad y les permite hacer cribas y hacer algo que creo que abunda hoy en día mucho, fisgar o mirar sin ser vistas. Veo que la mayor parte de los smombies (zombies con smartphones) usan whatsapp, facebook y youtube. Pero eso es durante los ratitos en que coincidimos en el metro o en el autobús. Parece que Meetic y Pof lo usan más en sus casas, como si fuera algo que tener más en secreto.
Conozco amigas que usan las aplicaciones para conocer gente con habilidad y con torpeza, las hay en los dos sentidos. La más habilidosa es muy perspicaz y capta enseguida las intenciones que hay y maneja las maniobras de acercamiento de manera admirable y segura, a la más torpe me temo que podría colársele hasta un psicópata sin que se diera cuenta. Otras, al menor chasco se les pueden quitar las ganas de seguir ahí por semanas. Hay de todo. El sistema no está mal y es cómodo, pero para algunas de nosotras eso de estar asomadas a una pantallita atendiendo mensajes de desconocidos es algo que no resulta nada atractivo.
Aunque uso Whatsapp, no me gusta eso de cruzarse más de 2-3 mensajes en un diálogo, me irrita el exceso de emoticonos y ya no digamos la indigencia ortográfica. Hay personas que no pueden escribir mejor de lo que escriben porque apenas recibieron clases de Lengua, pero me parece inaceptable en quienes tienen una formación universitaria y generalmente no atiendo los mensajes que descuidan la gramática. Si todo eso me ocurre con Whatsapp, ¿qué no podría ocurrirme con Pof o Meetic?, donde además se trata de conocer a alguien. Hace años, cuando probé Meetic, reconocí a alguien a pesar de lo amañado que estaba su perfil biográfico. Es decir, que no descontemos la cantidad de imposturas que puede haber.
La idea de teclear con un tecladito táctil pequeño mensajes que se ven en una pantallita también mínima, no me gusta. Y eso por no decir nada de que después de haber podido resistirme a recibir mensajes de correo-e con presentaciones con la música de Imagine como único contenido, sus emisores se han reconvertido y ahora envían lo mismo pero por mensajería móvil. Es inútil intentar explicar a algunas personas que lo que no nos interesaba recibir por correo-e es lo mismo que lo que intentan enviarnos por Whatsapp. Con esta aplicación la difusión se ve favorecida y facilitada, pero nunca mejorada. En Navidad te pueden llegar a felicitar las fiestas entre cinco y ocho veces con gifs animados, con la añadidura de que en ninguna de las felicitaciones hay ni una sola palabra que el emisor escriba personalmente. Son reenvíos que llegan a veces hasta desde dos cuentas, ganas de gastar datos y en definitiva un uso social que deseo ver acabado algún día.
Dice mi madre que "Amor y mortaja del cielo baja", y es algo en lo que como en otras cosas también tengo que darle la razón. A mi edad ya convienen más las amistades que los amores, por lo menos para mí. La mujer de la fotografía no puede tener más de 35 años, aunque está ─como se suele decir─ trabajada. Veo a mi alrededor demasiadas mujeres que quieren aparentar ahora esa edad con una ropa juvenil, tinte para el pelo y carmín de labios. Que me perdonen pero resulta patético.

Feria de Betanzos, fotografía de Ruth Matilda Anderson

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