17.11.18

Cierre de reasa

No soy nativa digital, pero sí he empleado la informática desde sus inicios. El año 1979 hice mi primer cursillo de grabación de disquette (floppy disk) en la Academia Molière, que se encontraba en la Plaza de Cataluña con Ronda Universidad y de ahí en adelante fui siguiendo los avances de la tecnología de los datos. Si bien hay que admitir que es mucho más fácil hoy que nunca encontrar el nombre de las cosas, también es verdad que eso va parejo a que podemos ignorarlos con más facilidad. Hace unos años podíamos comprar un recambio en una ferretería llevando la pieza estropeada o dibujándola malamente poniendo a prueba la paciencia del dependiente. Actualmente llevamos una fotografía en el móvil. En los dos casos ignorábamos ─en los dos sentidos de la palabra ignorar─ los nombres, cosa a la que yo siempre me he resistido.
Una de las palabras que suelen desconocer los que no somos joyeros es la del cierre de reasa, que esa arandela con un mecanismo interior que cierra las cadenas de oro y plata. Últimamente vemos otros cierres o mosquetones, que por cierto se llaman de "pinza de langosta", que también parece que lleven un resorte interior que se acciona con una presilla. Los cierre de reasa resultan bastante seguros y no destruyen las uñas, además tienen un aspecto que no sé porqué me recuerda a un instrumento marinero. Es curioso como en el mundo del lenguaje hay un trasvase de palabras de unos sectores a otros (por ejemplo del taurino al de la politica) y también de los utensilios, de manera que en la Traumatología encontramos muchas herramientas y recambios de la carpintería. Claro está que están adaptadas para obrar en el cuerpo humano, pero poco más.
Mi interés por el lenguaje se acaba ahí. Había estudiado los tres primeros años de la carrera de Filología Hispánica pero empezó a resultarme incomportable cuando proliferaron profesores no bien preparados y se impuso en la sociedad un cierto dirigismo lingüístico como si fuera de lo más natural. Ese dirigismo me ha alejado además del estudio del gallego y de profundizar en el catalán, pero no hay nada que lamentar porque los tres idiomas se valen a pesar de tanto preceptivista y, risa me da, aunque yo no esté por ahí o por aquí para cultivarlos.
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Uno de los personajes de The grapes of wrath (John Ford, 1940) es el Hudson de 7 pasajeros convertido en un truck o camión. Hay fotografías y vídeos de los modelos de 1926 en toda su plenitud y belleza. El camión de la película siempre los tiene en vilo pero consigue llevarlos al destino poco más o menos. La imagen del camión por la ruta 66 es muy poderosa, porque reúne a todos los personajes y es todo un símbolo de una mudanza (en griego "metáfora") desde donde no es posible vivir hacia donde no se será muy bienvenido.
Por mi trabajo atiendo en un mostrador a refugiados, emigrantes y gente sin hogar en general. No podemos hablar de un solo colectivo ni mucho menos de unas características comunes, precisamente intento con todas mis fuerzas evitar dejar de considerarlos como individuos.

Camareras camino al almuerzo de la boda de Marta Ortega (La Coruña). Fuente: El País

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