7.2.19

Pseudonimato






n diciembre pasado vino a mi trabajo un señor que ayer reconocí en El Mundo. No era fácil olvidarlo por su mirada tan despierta y porque la radiografía que muestra, con una bala cerca de un pulmón, también me la enseñó a mí cuando le conseguí otra radiografía para que lo visitaran en nuestra consulta médica preventiva. Para decirlo con propiedad, la fotografía que él me mostró la llevaba en un móvil. Me la enseñó porque él ya sabría que la radiografía de tórax que yo iba a pedirle devolvería una imagen de destellos. También me enseñó una cicatriz que surcaba su brazo derecho hasta casi el hombro. Iba acompañado de un ruso y dos españolas, todos sin hogar. Les programé pruebas para los 4. No los vi el día de la cita porque yo estuve haciendo mis vacaciones.
Al leer la noticia y saber más de su historia no me sorprende nada. Lo que sí que me ha pillado por sorpresa son los comentarios. Por lo menos los 41 primeros, si es que hay más, porque salvo alguna excepción todos eran bastante desabridos. Naturalmente me acordé de aquello que va de la categoría a la anécdota. Que una cosa es cuando estamos en la teoría, en el mundo ideal y en los principios sin final, y otra es cuando descendemos a la realidad y ya no digamos a un caso concreto que además conocemos aunque sea mínimamente.
Claro está que muchos de los comentarios se atrincheran en aquello que tanto nos alarma del agotamiento de los recursos económicos para el estado del bienestar, y que tienen mucha razón. Pero también es muy alarmante la crispación con la que se defiende esa preocupación, la xenofobia y el encarnizamiento con alguien en concreto. Alguien que tiene ojos, boca, pies, un nombre. La hostilidad parece diluir la identidad del enemigo o del rival en una masa informe.
Se diría que algunos de los comentaristas apenas se han leído el artículo periodístico, que van directamente a los comentarios y allí se cruzan las invectivas y demás. A veces el territorio de los comentarios parece una batalla campal, muy poco edificante por cierto. Tal vez alguno se escuda en el anonimato o pseudonimato, no lo sé. Pero es todo bastante execrable.


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