29.4.19

El kilómetro cero patatero



ías después de haber visitado la exposición en La Virreina de August Sander fui ayer a ver la de Berenice Abbot en la Casa Garriga Nogués. Dicho sea de paso desde que la Casa Garriga Nogués (Enric Sagnier, 1902) ha pasado a ser gestionada por la Fundación Mapfre yo diría que no deja ver tanto los elementos arquitectónicos originales del arquitecto como cuando pertenecía a la familia Godia. Tal vez es una impresión errónea porque hace tiempo que no había estado, pero la dejo caer aunque supongo que el comisariado da mayor importancia a los elementos de la exposición que al lucimiento del local. Con todo aún es posible, al salir sobre todo, apreciar la magnífica escalera que conduce a la entrada noble y su vidriera cenital. El resto está ocultado por los plafones y la escasa iluminación propia de las exposiciones.
Aunque las copias de las fotos de Berenice Abbot no tienen la calidad de las copias de las fotos de August Sander ─cosa que va en menoscabo del disfrute estético final con la gelatina de plata─ me impresionaron mucho las imágenes de los años 30 de Nueva York. En parte porque mi abuelo paterno vivió durante aquellos años y en realidad llevaba allí ya unos 20 años, época en la que pudo ver el crecimiento de los principales edificios que hoy aún nos admiran. No sé cómo vivió esos cambios porque cuando mi abuelo murió yo tenía 3 años y mucho no hablamos aunque tengo entendido que era su nieta preferida. Me puedo imaginar que en aquella época en la que por haber hubo hasta un crack las reacciones ante tantas obras y algunas colosales pudo ser desde de euforia hasta de rechazo total.
Mi abuelo nació en Betanzos, de ahí que se entienda lo difícil que me resulta ser modesta. Como la escasa documentación que podemos tener de su embarque a Nueva York la tenía una de las hijas mayores y murió el febrero de 2018 con casi 101 años, no puedo dar razón de si fue a Nueva York por Londres o por Vigo o incluso desde otro puerto. Por el nombre de mi abuelo resulta casi imposible localizarlo de forma inequívoca en los archivos de Ellis Island. Lo que sí sé es que el impacto de llegar de la que había sido capital de Galicia, pero que no deja de ser una localidad de apenas 13.000 personas en la actualidad, debió de ser brutal. 
Días atrás se manifestaron en Madrid bajo el apelativo de "la España vaciada" una representación de personas que se resisten a ver morir sus pueblos, a perder sus servicios (médicos, educativos, sociales) y a renunciar a su identidad. El proceso de la despoblación de la España interior y rural va en paralelo con un cierto silenciamiento de la España vaciada. Parece que a nuestra sociedad solo le parecen rentables e importantes los núcleos urbanos con mucha población, con un consumo disparatado y un gran número de votantes. Con gran sorpresa e indignación tenemos que asimilar la creencia de que las fiestas que no reúnen por los menos a 500.000 personas no valen la pena.  Y así todo.
Entre la "España vaciada" y la España que es una masa inerte de likes  o de votos, no sabe una qué es peor, cual de esas dos Españas hiela más el corazón. Hoy por mi tranquilidad prefiero no leer la prensa y menos a los que arriesgan sus predicciones.

"El" Second and Third Avenue Lines Bowery and Division Street (Manhattan,Nueva York). Berenice Abbot, 1936


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