27.4.19

Mil gracias de nada

penas en una semana, muy poco tiempo, se me han juntado la noticia de la polémica de David Suárez Varela en Twitter y descubrir el dibujante Joan Cornellà en Instagram. Naturalmente soy capaz de captar las diferencias entre el humor de Suárez y el de Cornellà, más allá de que el gallego hace tv, youtubes y tuits mientras que el catalán solo hace historietas y eso con muy poco texto. Al parecer en sus primeras etapas sus dibujos eran muy diferentes, más clásicamente ¿underground? y con más texto. De ahí pasó a recoger historietas de una sola viñeta o de 6 viñetas, en tonos pastel, personajes siempre iguales con una sonrisa sardónica y rostros idénticos que recuerdan a los dibujitos coreanos o a los mangas más simples y violentos. Parece que Cornellà ha pasado de la autoedición a Facebook y a tener infinidad de seguidores y el reconocimiento en el extranjero de muchos aficionados al cómic.
Los avatares en Twitter de Suárez y de Cornellà guardan también una cierta semejanza con lo que seguramente ambos artistas apelan a su sentido del sarcasmo y de la acidez. Aunque algunos dibujitos de Cornellà a mí me han recordado a algunos dibujos de lisiados de Miguel Gila, como digo la asociación gráfica más inmediata que sugiere es la coreana o la japonesa, que ignoro casi totalmente y que por lo tanto es solo una impresión. Suárez acude al humor basado en los débiles de toda la vida (gangosos, afeminados, ancianos, enfermos, etc.) pero con una visión cínica moderna aderezada con muchas felaciones, orejas de snapchat y otras barbaridades a las que nos tiene acostumbrados el humor que se autodenomina como negro pero que apenas es marrón.
Uno de lo píos de Suárez le ha valido el despido de dos empresas mediáticas en las que estaba en nómina, una de ellas la Ser, porque en él hacía una gracieta ficticia a costa de una niña con síndrome de Down. Su obsesión con las felaciones es remarcable (aquí tenemos uno de tantos ejemplos) y yendo de una cosa a otra a la vista del éxito del sexo oral en las redes no es de extrañar el lógico aumento de la gonorrea en la realidad. En el muro de Suárez no faltan tuits para las víctimas de Auschwitz y para los enfermos que se quedan sin pelo a causa de la quimioterapia. La polémica ha sido recibida por algunos con una gran indignación, para otros con el reconocimiento de los méritos del tipo de humor que él defiende en una especie de carta en la que justifica no haber borrado el tuit que a tantas personas ha molestado. Le llaman "humor negro", repito, y como se ve en los enlaces que ofrezco recibe muchos likes, exactamente como ocurre con los dibujos nefandos de Joan Cornellà (1, 2, 3).
El mismo Joan Cornellà explica en un vídeo de Youtube que sus dibujos eran en un principio más "barrocos". Parece más bien que era como los de Robert Crumb pero en colores. Robert Crumb nos gustará o no pero es original y muy auténtico. De los primeros dibujos de Cornellá a los dibujos que difunde ahora en las redes sociales hay como un abismo visual. Se diría que la perpetua mueca de sus personajes clónicos se parece más a la de la señalética y aunque en alguno veo la marca de la tempera bien podrían haberse diseñado con ordenador sin necesidad de usar pinceles. Con esto lo que quiero decir es que cuesta creer que se reconozca un valor "artístico" al trabajo de Cornellà. Y sin embargo tampoco se le puede quitar mérito porque ha encontrado un estilo y tiene éxito, como lo tienen los dibujos de Flavita Banana, con los que sí estoy más bien predispuesta a identificarme. Y hay que reconocer que la simplicidad no está exenta de expresividad.
Pienso que gran parte de las personas que no se han pronunciado sobre el pío de David Suárez es porque de forma bien inteligente consideran que es mejor no tenerlo en consideración. No es que la asociación de familiares de niños con síndrome Down no sean inteligentes, ellos tienen la obligación de hacer la denuncia pertinente con el artículo 510 del Codigo Penal en mano. Es que lo inteligente es dejar que lo de Suárez se caiga por su propio peso. El argumento que mejor desploma su vileza es la pena que da que el pobre hombre se ría de lo que se ríe.
Otra cosa son sus miles de seguidores, dispuestos a reírle las (mil) gracias como si no hubiera otro humor y como si esos chistes las tuvieran. Que algunos hayan convertido la indignación en un motivo para detectar ideologías a la derecha y a la izquierda es penoso también.
Hay un espléndido artículo de El País donde se explica muy bien y en el lenguaje adecuado la obra de Carbonell. Sitúa un poco su posición en la variada flora y fauna de la ilustración. La frase en que se pretende definirlo ─"Violento, hilarante, de mal gusto, surrealista, censurable -y censurado"─ no es precisamente la más acertada (como tampoco lo es definir el humor de David Suárez como "ironía"). La imagen que incluyo hoy en primer lugar en el post (a pesar de que muy rarísima vez me hago eco aquí de basura gráfica) vale más que mil palabras. Me resulta execrable y no le concedo ningún valor ni artístico, ni ideológico ni de ningún género.
Le comento a Ignacia (@ignaciadepano) que lo peor para David Suárez no serán los despidos fulminantes de los últimos días (aunque se ve que antes ya lo despidió también Andreu Buenafuente), lo peor no será el fruto de la querella que le interpongan de acuerdo con el artículo 510: lo peor será lo que le haga su propia madre. Es un poco como aquello que quien más quien menos todos oímos en nuestra infancia: "Te vas a caer y además si te caes vas a recibir". Pues me imagino lo que le dirá su madre y no se lo deseo a nadie. 

@sirjoancornella (Instagram)

Historieta de Robert Crumb

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