19.5.19

Una novela picaresca de 2017

no de los personajes mejor definidos de La vida negociable  (Luis Landero, 2017) yo diría que es el viejo Baltasar:
"A mí me tomó cariño desde el principio y me daba buenos consejos para la vida. Me llamaba joven y siempre de usted. Me decía a menudo que no me dejase embaucar por los mitos de la modernidad y de las modas ni por los cantos de sirena del consumo sin tasa, que era quizá el mayor mal que afligía a nuestro tiempo. Me decía también que quizá en el futuro, cuando él se jubilase (y yo lo miraba incrédulo, porque aquel futuro no parecía que fuese a llegar nunca), podía venderme, traspasarme o alquilarme el local, y con él su clientela.
No es para hacerse rico, me decía, pero se va viviendo, y para qué quiere uno más. Yo he conocido, y conozco, a colegas ambiciosos, que me dicen: "¿Por qué no te haces con un local más espacioso, más alegre, unisex, con cuatro o cinco empleados, y con una clientela más joven y diversa? ¿Por qué te conformas con tan poco? ¿No ves cómo la gente va a más? Con la democracia todo el mundo prospera, vivimos tiempos de abundancia, y tú, sin embargo, te mantienes siempre igual, si es que no vas a menos. Y yo me sonrío por dentro. ¿Para qué quiero más si ya tengo bastante? No fumo, no bebo, no voy ni a los toros ni al fútbol, viajar no me gusta, no tengo hijos, no tengo deudas ni deudores, la comida de los restaurantes me sienta mal, cualquier ropa me sirve, coche no necesito, y mi señora en todo piensa como yo. No tenemos ni perro ni gato. No salimos de noche. No nos complace ni el lujo ni el capitalismo. Nos gusta pasear y paseamos por el barrio, y los domingos vamos al Retiro. Comemos cosas buenas, sabrosas y naturales. Y la comida casera sienta siempre mejor que la de fuera, y es mucho más barata. Nos gusta el cine y la música popular. Pues bien, para eso tenemos la televisión. ¿Qué más queremos?"
José-Carlos Mainer nos sitúa la novela de una sola vez cuando nos define al protagonista y narrador (Hugo Bayo) como un pícaro. Y ciertamente lo es. Y hasta podríamos entrever en el viejo Baltasar un trasunto del ciego primer amo del Lazarillo de Tormes. El padre podría ser otro de los 9 amos que tuvo el pícaro del siglo XVI, por cuanto de él aprende el arte de sisar y de la pequeña corrupción. La situación de Huguito no es exactamente el hambre o el desamparo pero sus anhelos no son menos intensos y lo llevan a situaciones miserables o ridículas. El viejo Baltasar lo puedo reconocer aún en algunas personas que aún viven y que desarrollaron esa mentalidad entre espartana y contraria a toda pretenciosidad tal vez a causa de la postguerra. En su peluquería Hugo pasa una larga jornada en la que rueda la bola de la molienda verbal de costumbre y llega a su casa malhumorado y cansado, lejos de sus aspiraciones y con el talento por los suelos.
Días atrás estuve en Cáceres y estaban las cigüeñas en plena actividad, afanosas con sus nidos y el trajín en las espadañas del que fue Convento de San Francisco me hacía pensar en nuestros propios afanes, divididos, no como los de estas aves, que apuntan en una sola dirección. A nosotros nos reclaman varias preocupaciones y aspiraciones y en el fondo pocas veces nos hallamos en alguna. La carga de trabajo y las obligaciones familiares de muchos de nosotros no nos dejan disfrutar de sus frutos porque el volumen de tareas es tan abrumador ─sobre todo si nos ponemos a pensar─ que es raro que no cometamos algún error, que no rompamos algo, que no hagamos algo que no deberíamos haber hecho o que hagamos algo que teníamos que haber dejado de hacer. Creo, con el viejo Baltasar, que es mejor no estirar más el brazo que la manga ni entregarse a lujos innecesarios que ahondan nuestra dependencia del dinero o del tiempo.
No he leído otros libros de Luis Landero (creo que empecé El guitarrista), pero alguna reseña que veo ahora comenta que en esta novela es donde por primera vez asoma el erotismo. Está muy presente y es a veces procaz, lejos de un disfrute apacible, pero acabada la lectura me resulta el contrapunto ideal para la renovación de la picaresca. El sexo y buscar el lugar en el mundo no son temas ajenos el uno al otro.
La novela está situada en Madrid y al parecer en la época del narrador, en sus 40 años, pero está claro al menos ahí el punto de vista del autor, que tiene más que nociones de los años precedentes. Aunque yo no sea desde hace muchos años lectora de novelas ésta la recomiendo en lo filológico.

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Fotografía: M. Domínguez Senra

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