9.6.19

Flores de gasteria pillansii

Abro hoy mi cuenta de Twitter y me encuentro con la pésima noticia de la muerte de @maralhino y que ya se le ha brindado la etiqueta #FloresParaMarcela. Su muerte me ha recordado la de @cchurruca, aunque Javier sí estuvo entre mis seguidores en mi cuenta de cuando también nos dejó. Marcela llegó a seguirme cosa de un mes pero en cuanto yo la dejé de seguir, ella también me dejó de seguir. Recuerdo que yo la dejé de seguir no por algo en particular ni por supuesto personal, la dejé de seguir por lo mismo que he dejado de seguir o silenciado otras cuentas. Alguna interacción áspera o despreciativa o un silencio atronador a algún comentario que le dejé. Javier y Marcela fueron amigos, pero Javier siempre había sido amable conmigo, incluso cuando mis comentarios no tenían la mayor parte de las veces el vigor mental de los suyos. Veo en la retahíla de #FloresParaMarcela, a la que me he sumado, muestras de cariño y homenajes al que ella tuvo para sus seguidores, así que debo creer que simplemente yo le caí mal. Sinceramente, como (en el fondo y no tan en el fondo) no me doy importancia, creo que no se perdió nada al no interesarse por mis cosas o por lo que yo pudiera decir o pensar o sentir. Soy sincera. Descanse en paz.
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La noticia me ha dejado descolocada y triste, hoy venía aquí a dejar unas fotos de mi gasteria y de sus flores. Es una planta suculenta que al parecer procede de Sudáfrica y Namibia. Hace unos días empezó a surgir de su centro un tallo largo que crecía en extensión y del que empezaron a surgir como campanitas una ristra de flores. Lo admirable es que las flores que están más alejadas de la planta están menos desarrolladas. Como en aquellos gráficos donde se muestran las fases de por ejemplo un embrión, el tallo muestra una a una las fases de la flor. La primera tiene una forma tubular y la última apenas es una cápsula cerrada y roja. 
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Entre las flores hay muchas que tienen un atractivo indiscutible, y seguramente a nadie se le ocurrirá ofrecer un ramo de gasterias como regalo ni hacer con ellas un ramo de novia. Eso ocurre con las flores y con casi todo. Estoy pensando en cómo el Modernisme se ha convertido en un filón para el turismo y los museos. Aunque admito haberme rendido ante el modernismo y me acuerdo perfectamente que fue en el año 1978 exactamente, ahora no siento demasiado su atracción. En aquel entonces me llamaron la atención las tiendas que conservaban los aparadores y los letreros de aquella época, que tanto partido le sacó a los oficios de la madera, el vidrio, la imprenta y el hierro. En la universidad estudié a fondo el modernismo en la literatura, en la catalana y en la escrita en español. Conozco la obra arquitectónica de Gaudí y otros, incluso la menos famosa. Y sin embargo con el tiempo me fue empalagando tanta curva y adorno y todo me sirvió para descubrir que me gustan las líneas simples, pocos o ningún símbolo y que la riqueza de significados me hastía.
Lo sorprendente es que el gusto dominante pasó de ignorar el modernismo a casi entronizarlo de manera que cualquier cromo o superficie cargada de volutas y curvas parabólicas se ha convertido en algo genial y sublime. En el auge del modernismo no es ajeno el catalanismo, lo cual hace que cualquier comentario adverso interpele a una hostilidad cargada de significados que escapan a lo racional. Simplemente añado que de la misma manera que es imposible seguir una dieta con la carta de Ferran Adrià y toda la cocina molecular y demás, porque además de cara sería perniciosa para la salud, pretender vivir ─por decir algo─ en un espacio cargado de ornamentaciones, por mucho que se inspiren en la naturaleza, es improbable y difícil.
Me imagino que el "estilo remordimiento español" (parece que el apelativo se debe a Miguel Fisac) produce una repulsión no menor. El remordimiento es nombre que cuadra a esos mueblacos de imitación de estrado de castillo o de sala de armas, con unas visagras postizas que son como de atroz ortopedia o tortura mezclada con colonialismo y toscas flores de granado y vidrieras llenas de mugre  simulada y una patina de remordimiento, de arrepentimiento y hasta de penitencia. Molesta menos una cosa vieja o un trasto que cojea que ese fingimiento de los estilos impostados.
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