22.9.19

Post 1701: Las cuentas del pasado

Allò que és, ja va ser; i allò que ha de ser, ja és.
Déu demana comptes del passat.
(Biblia de Montserrat)

Lo que es, ya antes fue; lo que será, ya es.
Y Dios restaura lo pasado.
(Biblia de Jerusalén)

Ec. 3: 15

i bien los 20 años en Bellvitge transcurrieron despacio, los años en Vall d'Hebron transcurrieron rápidamente. El proceso de mis oposiciones empezó el 2003 y tomé posesión de mi plaza en abril de 2005. Empezamos tres mil quinientos y llegamos 85, con lo que hasta sobraron plazas, que quedaron desiertas, pero eso fue por la dificultad de las pruebas no porque se muriera nadie. Luego reprodujeron otra convocatoria para los de promoción interna que habían suspendido pero en vez de con 52 temas, con 20, y en vez de con 2 exámenes hicieron uno tipo test. Así que hay gente que tiene plaza de administrativo por un proceso que solo superaron 85 personas y gente que tiene plaza de administrativo por un concurso de méritos encubierto. A la vista de quienes suelen insultarnos con la palabra "funcionario" todos somos iguales, incluso los que son nombrados a dedo, a los que no les vamos a poner una estrella amarilla en el pecho para distinguirlos de los demás, claro está.
De mis años en el Hospital Vall d'Hebron poca cosa buena puedo decir, y eso con mucho esfuerzo. Creo que ahora se hace llamar Vall d'Hebron Campus, que parece inglés, de la misma manera que vemos en las escasas tiendas que quedan por las calles (Nails, Style, yo que sé). Aunque pensé que me destinarían a Documentación Clínica o su nombre equivalente, puesto que había adquirido los rudimentos para defenderme en la codificación de la lista de espera quirúrgica y de algunas plantas (cosa que no es nada fácil), me destinaron a la Dirección del Institut de Recerca. Obviamente no como directora porque la plaza que yo había sacado era de administrativa. 
Ya hemos dicho que es indistinguible el funcionario con plaza conseguida en un procedimiento público competitivo de un funcionario que coloca su tía o alguna de las viejas glorias de un hospital o un allegado de alguna ONG subvencionada por la Administración. Pues también es indistinguible un administrativo de un auxiliar administrativo. En el fondo no porque al auxiliar administrativo lo den por más de lo que es sino porque a todos nos consideran la misma chusma, dicho sea sin resquemor. Es así.
En la Dirección del VHIR estuve pocos días. Cuando se incorporó la segunda administrativa creo que un 8 de abril, Natàlia Tibau, ella se quedó allí y a mí me destinaron al Laboratori de Cardiologia Experimental, donde estuve hasta el año 2008 bajo las órdenes del Dr. David García-Dorado. Natàlia falleció hace 3 años, el Dr. García-Dorado falleció el pasado 17 o 18 de agosto cuando apenas se había jubilado. Durante esos años pude conocer al jefe de del Servicio de Cardiología, Jordi Soler Soler, porque aún estuvo dos años como emérito. Pero la jefatura salió bastante después a una convocatoria que el Dr. García-Dorado ganó supongo que por la afinidad del gerente, José Luis de Sancho.  Naturalmente la valía de mi jefe facilitaba su nombramiento, aunque yo siempre digo que mejor le hubiera ido como Director del VHIR que como Director del Área del Corazón, que es el cargo que ganó. 
Fueron años de mucho estrés, alternado con episodios de aburrimiento, que no sabe una que es peor. Fue conmigo todo lo bueno que él era capaz de ser (que no era poco) y yo trabajé para él todo cuanto soy capaz de trabajar. La única amargura es que a pesar de que yo lo veía prosperar a él y tal vez a otras personas, yo siempre seguía igual y todo lo más se me ofrecía alguna minuta, pero no está en mi manera de ser apreciar todo lo bien que tal vez se podría creer esos gestos. Lo que yo quería era una promoción interna por la circular 9/90 y así lo planteé. Creo que no lo tomó muy en serio porque hasta con el tiempo pude comprobar que se le había olvidado. Así que cuando me surgió la oportunidad me fui a trabajar a la Biblioteca, que al lado del Laboratorio era como un balneario.
Para mi sorpresa las bibliotecas médicas hospitalarias tal y como yo las había conocido en los noventa estaban en su decadencia, por lo menos a mis ojos. Estaba sola en el turno de tarde y aunque me mantuvieron la categoría de administrativa hacía alguna función de documentalista, sobre todo cuando el caso lo merecía o era necesario. Es decir que si quería podía hacer de menos o de más.  Como a mi exjefe, mejor me hubiera ido en el VHIR, por mi perfil para las bases de datos y el trabajo de gestión. Y porque no encontré en la biblioteca ni el personal ni los jefes adecuados para valorarme bien. En cuanto pude me pedí el traslado, no sin tener que pasar por un via crucis que sólo es concebible en una organización así, con una plantilla de 8000 o más. Para mi sorpresa hasta el departamentito de Riesgos Laborales tenía en sus funciones la perversión que lamentablemente siempre tenemos que lamentar en las unidades que dependen de los gerentes. En vez de ayudar contribuyen con los vicios del sistema. 
El Hospital no me gustaba nada, cada vez menos. Bajaba las 10 plantas que me separaban del pie de calle andando para infundirme la tranquilidad de que yo podía irme, no como los que allí tenían que pasar la noche. Los enfermos. Pedí cambio al Parc Rovira Virgili (Cirugía ambulatoria) como primera opción o al Programa Especial de Salud Internacional y Enfermedades Transmisibles, en el Raval, como segunda opción. En febrero del año pasado me fui al Raval y estoy feliz de estar allí, aunque acabe la jornada más que cansada. Son prácticamente unas Urgencias, como me previno la Dra. María Jesús Barberá, que es la coordinadora de la unidad de Enfermedades de transmisión sexual. Casualmente nos habíamos conocido en Bellvitge porque ella había hecho allí su MIR a finales de los ochenta. 
Los viernes llego tan cansada que ni puedo dormir. No olvidemos que soy una cincuentañera. Mi trabajo es prácticamente de atención al público en admisiones excepto algún día en que estoy al teléfono, en una línea que recibe casi tantas llamadas como todo el Hospital al que pertenecemos. La afluencia del público no solo es intensa sino que además es muy variada: niños y adultos, viajeros, emigrantes, trabajadores sexuales, gente sin hogar, personas que llevan una vida sexual muy variada, algunos casos truculentos también. Las personas que atendemos al público atendemos indistintamente a toda "la tropa" (por la famosa polivalencia de nuestro tiempo) y son perfiles muy distintos, como es fácil hacerse a la idea. Además hay que ir hablando en nuestros idiomas oficiales más el francés y el inglés. Por suerte tenemos mediadores culturales ya que hay que decir que ─por extraño que pudiera parecer─ hay emigrantes que llevan en Barcelona cinco años o más que no dicen ni "ola" ni "gracias" ni "adiós". La barrera idiomática muchas veces es insalvable y recibimos muchas personas indocumentadas, con problemas de salud mental severos o toxicomanías. 
Que mi trabajo no sea fácil me ayuda a hacérmelo más llevadero y espero resistir hasta mi jubilación sin más tropiezos.
El tiempo me ha dado la perspectiva para ver las trayectorias de muchos profesionales desde mi lado. El relevo generacional ha coincidido con la resaca del socialismo en el sector sanitario. Hace unos años la Sanidad era un bastión del Partit del Socialistes de Catalunya, pero en la actualidad el sector se diría que está más bien dominado por Esquerra Republicana (que previamente se había hecho fuerte en la Enseñanza) o repartido entre Esquerra Republicana y Junts per Catalunya. 
También habría que añadir que yo viví de lleno el advenimiento de las nuevas tecnologías mientras que hoy en día lo que hay es mucha Comunicación y marketing. No me extrañaría que por haber hubieran hasta bibliotecarias activistas. Mi desafección es absoluta, aunque cumplo lo que se espera de mí y por suerte encuentro la motivación en la satisfacción de los usuarios. Otra cosa no se me pide ni la tengo.


Mi primer usuario en la biblioteca del Hospital de Bellvitge fue el Dr. Antoni Martínez Amenós, nefrólogo. La última persona que atendí en la biblioteca del Hospital de la Vall d'Hebron fueron Antonio Macías, un médico colombiano que acababa su especialidad en Infecciosas y Eva, una técnica de Laboratorio que preparaba oposiciones. 

Cuando acabé la Primaria empecé a oír la palabra "Bellvitge" y para mí tenía una especial resonancia. Curiosamente fui a dar allí. Y aquellos años a veces miraba por la ventana y veía en la lejanía el Tibidabo, donde dicen que reside un volcán inactivo. El horizonte me calmaba. Los años que estuve en la biblioteca del Hospital Vall d'Hebron a la puesta de sol me asomaba a la terraza donde luce el letrero luminoso de la General. Y allí el sol erizaba con su último fulgor la cresta de la sierra. Si la tarde quedaba clara la luna podía reflejarse en el mar tras el hervidero de la ciudad. "Arde lo que será", es el verso de Aragon que asimiló el título de la novela de Juana Salabert, y me lo inspira el Eclesiastés.
He vuelto en el Raval al horario matinal intensivo, que me obliga a levantarme una hora antes de lo que me pide el cuerpo. Al salir me cruzo si voy por al Carrer Nou de la Rambla (antes Conde del Asalto) hacia la Plaça Sant Jaume con toda la turistada. Si voy hacia el Paral·lel me cruzo con los que allí viven o malviven: una mezcolanza de prostitutas, jóvenes tatuados y perforados, gente de Pakistán, del Magreb, africanos subsaharianos, filipinos, argentinos, MENAS aspirando cola, rumanas carteristas, toxicómanos y perroflautas y algún turista descarriado. Al final del día solo anhelo sentarme un ratito en mi terraza y tomar un poco el aire. 
Miro el macizo Vinson, una de las siete cumbres mundiales y me engaña el efecto ilusorio de que las nubes se deslizan en ese cielo azul, azul como el de mi infancia perdida.
El macizo Vinson (Antártida)

(c)SafeCreative *1909221986720 (2022: 2212172887275)

El post es continuación de Por no echar la soga tras el caldero (Primera parte), La jaula (Segunda parte) y El jardín de los senderos que se bifurcan (Tercera parte)., Tres manos (Cuarta parte).