Pienso que seguro que ya habrá alguien por ahí que habrá hecho una asimilación entre las dos guerras mundiales y las dos olas de la pandemia de Covid-19. Sé que algunos medios hablan de 3 olas y no de dos. Lo que hemos percibido en Barcelona son 2 olas. Una de las condiciones más llamativas ─al menos para mí─ de esta segunda ola es el hecho de que la mitad de los contagios de todo el mundo se han producido en Europa. Se dirá que siempre será mejor que haya el doble de contagios en Europa a que haya el doble de contagios en todo el mundo. Desde el primer día en el álbum remití al parecido que guardaba la epidemia con una guerra y porqué había que recurrir a la disciplina. En estos momentos la distribución también hace pensar en una estrategia militar. No estoy segura de estar contribuyendo con mi opinión en nada, por lo que la dejo ahí y me repliego.
No se puede decir que mi actitud sea cobarde puesto que estos meses he estado trabajando o dentro del Hospital más grande de Cataluña o bien en una unidad de este Hospital que recibe casos de otras enfermedades infecciosas. Y eso sin mampara y sin triaje en la entrada. A puerta caliente. He observado que ha aumentado la ansiedad y que las conductas alejadas del orden se iban a la manía por la limpieza o bien al cachondeo. Observo también que los maníacos a veces lo son consigo (pero no cuentan con los demás) y a veces les sobreviene como una especie de afán policial y se irritan contra todo y contra todos. El complementario del maníaco egoísta (que es limpio para lo suyo pero sucio para los demás) es el cachondo provocador, que escupe en el Metro o se enjuaga con una Xibeca y luego reta al público y les llama fachas. Quiero pensar que la mayor parte de la población está en una actitud más centrada.
A pesar de que llevo 35 años trabajando en la Sanidad pública y en algunas ocasiones en puestos de trabajo que me permitían tener una visión comprehensiva comprensiva, no entiendo la razón de que días atrás se programaran tantas operaciones pendientes de la lista de espera quirúrgica. En mi entorno, mucha gente que estaba en la lista de espera fue llamada a operarse estos días. Si se veía venir el aumento de la presión en las UCI éste no es precisamente el mejor momento para operarse. Ni para un paciente ni para un hospital. Como digo, la decisión ─que seguramente fue política y no clínica─ me resulta incomprensible. Lo peor es que me temo que no lo es por mi ignorancia, lo que deja el terreno a teorías sobre la conspiración, cada día más numerosas. En la Sanidad pública siempre ha estado claro que su desmantelamiento siempre favorece a la privada. Pereza me da recordar las puertas giratorias.
El caso es que mi interés por el mundo se ha ido asimilando también al que tiene el mundo por mi o por mi forma de ver las cosas. No se trata de algo "personal", como se suele decir. Si el plan A era formar parte del mundo, de esa parte que ya de entrada no es el mainstream, finalmente he tenido que irme retirando. Dejo esta puerta, que también es una ventana, pero poco más. Sé, como ya sabía desde el principio del Álbum del tiempo, lo que cuenta mi opinión y lo que pesa mi complejo de Casandra. El plan B ha ido cobrando valor y el exilio interior, el jardín propio y su locus amoenus son mi realidad. Por lo menos por ahora. Así que gracias al plan B podré emplear mi tiempo en conocer la técnica de acuarela.
El poema de Sagarra se sale mucho del que a mi entender predomina en el libro, pero representa muy bien lo que siento cuando veo los últimos movimientos que he visto estos días, de muchos pakistaníes que aprovechan la crisis económica para pasar unas semanas en su país con su familia. Creo que los extranjeros solteros que teníamos en Barcelona sin que muy bien podamos saber de qué vivían, se fueron hace tiempo. Es comprensible, lo de los pakistaníes y bangladeshíes, porque además muchos de ellos vuelven con su esposa o van a una boda. Como van certificando obligatoriamente una PCR negativa, que no es barata, a algunos les empezaron a detectar positivos que han malogrado los viajes previstos. Yo misma, que pocas veces tengo la necesidad de viajar, he sentido la opresión por no poder salir de mi entorno. Pero en otras personas se manifiesta con impaciencia. Así que me doy cuenta de que soy como los picozapatos, que vuela bajo y despacito.
No crezca mi niño,