19.12.20

Post 1736: Negro carbón


e parece que desde que tuvimos la exposición en Barcelona sobre la obra de Charlotte Salomon no había disfrutado tanto de otra exposición como ayer con la de William Kentridge en el CCCB (Centre de Cultura Contemporània de Barcelona). La muestra incluye algunas de las obras más emblemáticas de Kentridge: tapices de gran formato, la instalación audiovisual More Sweetly Play the Dance y la serie completa de los once cortometrajes de animación Drawings for Projection. William Kentridge retrata Johannesburgo y la historia de Sudáfrica y el apartheid, pero, sobre todo, los temas son desnudamente cuestiones universales: la naturaleza de las relaciones humanas, la memoria, la dominación y la culpa, y la disección del poder. Los médicos explorando el magnate Soho Eckstein, cualquier imagen de este ser descomunal, son carboncillos, pero carboncillos de gran tamaño que Kentridge borra y reutiliza para crear sus películas, en las que el movimiento se desarrolla no con la animación típica sino por la sucesión de imágenes fijas. El dibujo de hoy muestra la radicalidad de los trazos, y el color dominante, casi negro. El azul (aplicado con pastel) es el otro color que aparece en las obras, pero siempre representa el agua y el agua siempre parece representar los sentimientos y los sentimientos que se desbordan, que nada puede contener. Es un elemento que de repente inunda las escenas a partir de un rastro de saliva o de poco menos. El agua, que ya desde la literatura medieval, es toda una metáfora de las emociones, en William Kentridge cobra toda su fuerza.

Dibujo para Stereoscope (1998-1999), William Kentridge 

La asociación en Kentridge de varias técnicas no es una alarde de tecnología o modernío, no se desperdician recursos por redundar sobre lo que tan claramente esboza un trazo. Y el carboncillo es muy expresivo y dúctil al mismo tiempo, universal. El expresivismo es tan duro o más que en Goya. En el dibujo de hoy coexisten el carbón y el pastel. Kentridge se mueve también en la ambivalencia cuando reúne su identidad con la del magnate Soho Eckstein hasta el punto de que a veces es difícil distinguirlos.
El segregacionismo, el afán de dominación y el deseo son las tres ideas que fundamentan el tema de la obra de Kentridge y aunque está motivado por la realidad que conoció o conoce, se podrían considerar atemporales. Pero arranca de su vivencia directa y esto me lo hace muy estimado, por la tendencia que hay a veces no solo al arte-adorno sino también al arte de peana y al arte de repetir modelos o motivos muy trillados.
Me atrae mucho el dibujo con grafito o carboncillo, aunque en general todos nos sintamos tan predispuestos hacia el color y sobre todo a los los colores vivos. Y aunque las líneas delicadas son muy bonitas muchas veces siento la necesidad de aplicar la fuerza, el borrón y un detalle brusco. Ahí estoy.

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Ver, oír, hablar


yer hubo mucho tuit con el descubrimiento de que la hija común de Almudena Grandes y Luis García Montero, pertenece a la Hermandad Nacional de la Vieja Guardia de Falange Española. La niña pasó por el punk, por el Rayo Vallecano, por la drogadicción y por la universidad (filosofía escolástica es su especialidad), aunque no sé si en este orden. Dijo su padre entre uno de esos avatares, "nos está haciendo pagar todo lo que nosotros le hicimos sufrir a nuestros padres". De todo ello esa frase es la que más ha llamado mi interés porque yo la he visto reflejada muchas veces entre turnos generacionales. Elisa García lleva grabados en la piel tatuajes que deja ver el vídeo de su conferencia en la sede de la Hermandad, en los brazos, en la sien y sobre los pechos. También lleva un crucifijo de oro y una medalla de la Milagrosa también de oro. El tatuaje de la sien es una cruz invertida, que se suele considerar satánica y solo de forma secundaria simboliza el martirio de San Pedro. Los símbolos es lo que tienen, pueden significar una cosa y la contraria. Elisa tiene 23 años, creo, y su piel es una especie de escaparate de su trayectoria vital. A veces los jóvenes de su generación se visten una camiseta con mensaje y entonces ya van "de etiqueta", completamente al uso.

Que a la escritora A. Grandes y el catedrático L. García, que tantas veces se han reunido en Rota con sus amigos Joaquín Sabina y Miguel Ríos, les haya salido la hija falangista no tiene nada de particular. No hace mucho también se habló un día (no más) de una joven catalana de padres muy independentistas que estaba harta de la matraca que diariamente durante años había vivido en su casa. No son casos aislados. Lo que desconozco es si en la mayoría de los casos esa tensión sirve para suavizar posturas.

Muchas veces la tirantez entre padres e hijos se ve ablandada con la intervención de abuelos o tíos, que son figuras que, si están bien integradas en la familia, aportan un punto de vista cómplice y más desprendido de los intereses y las angustias que acucian a los padres. Pero esas intervenciones son breves y esporádicas y además creo que solo aparecen durante la adolescencia o ni eso. Cuanto más estéticamente definida está la identidad ideológica de los padres, supongo que más previsible es la reacción o el desapego de los hijos. Almudena Grandes y Luis García encarnan una ideología de izquierdas muy bien definida por lo menos a través de un ideario manido, de un lenguaje característico y de unas declaraciones que nos distribuyen en los medios en los que participan. Conozco menos a Luis García, pero a Almudena Grandes la escuché bastante tiempo cuando escuchaba el programa de Julia Otero, su tertulia. Me parece recordar que a veces Manuel Delgado se metía con ella, cosa que animaba el cotarro, y como en los programas de Telecinco, las disputas entre los participantes de las tertulias acaban cobrando el protagonismo por encima incluso de los temas y ya no digamos de los argumentos.

Como suele ocurrir en todos los órdenes de la vida, los enemigos dialécticos de Almudena Grandes facilitaron que simpatizara con ella en parte. De hecho hasta llegué a pedir en la biblioteca del barrio una novela suya en préstamo. Sin negar que escribe con oficio, debo añadir (aunque no tenga el menor interés mi opinión), que la temática escapa a mi curiosidad. Y con los años me cansé de Julia Otero y de su gabinete, de todos ellos. Ahora, alguna vez que coincide con un día festivo, sintonizo el programa y veo que hay gente nueva, pero más o menos por el estilo de la que hubo. En realidad me doy cuenta de que en general siempre se elige gente que tiene una posición política, una postura que deja poco espacio a nuestra imaginación. Las intervenciones suelen ser muy previsibles y hay poco que aprender aunque ─siempre en comparación con Telecinco─ los participantes exponen sus ideas con bastante más altura de lo que suele ser habitual.

Ignoro si pasados los años esas dinámicas coloquiales mueven del sitio del que partían a cada cual. No lo sé. Pocas veces he percibido que en caliente, durante una tertulia, alguien desviara un ápice su tendencia discursiva al verse sorprendido por un buen argumento. ¿Es eso posible?

Logo de "La Clave" (prgorama televisivo de Jose Luis Balbín) por Alfonso Ortuño

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16.12.20

Ladradores y mordedores

 

ace días que me cruzo en el barrio con una pareja ya mayor y su perro. Ese perro tiene muchos años. Creo que es un yorkie terrier aunque sin pedigree, se diría que está cruzado. Eso sí, tiene todo el carácter de esa raza,  es nervioso e irascible. O, mejor dicho, lo era, porque ahora está enfermísimo. Se diría que tiene sarna pero en un grado muy avanzado. Casi no tiene pelo. Cuesta reconocer el perro que hace mucho tiempo me sobresaltó al ladrarme. Que me ladrase entra dentro de lo normal, sobre todo en esa raza tan irritable que los hace ladradores y mordedores. A su amo le divertió sobremanera y se rio por crueldad. Lejos de disculparse (habida cuenta de que el animalito no llevaba bozal), disfrutó de un minuto de gloria o ni siquiera unos segundos. Yo creo que estaba acostumbrado a hacerlo. Ahora lo lleva en brazos su dueña, que es muy corta de talla, menuda, y tiene un malformación cefálica y los ojos prominentes, como es lo propio de algunas personas que tienen algún trastorno congénito craneal que ahora no sé determinar pero que es muy característico. Facies exoftálmica le dirán, no sé.
La risa cruel me es conocida. Por la misma época más o menos hice un mueble a medida de pared a pared para armario en un cuarto que no uso. Como el montador necesitó una luz auxiliar y yo no tenía linterna le dejé la lámpara de la mesilla de noche. Como el hombre no tuvo cuidado rompió la pantalla, que era de cristal translúcido. Y eso a pesar de que tenía contrapeso. Hasta ahí todo entraría dentro de lo normal, pero lo que no fue normal es que se riese y con un cierto desprecio, como si la lámpara no tuviera el valor que para mí sí tenía. La lámpara no es que fuera barata, pero mi intención era haberla conservado durante muchos años como me ocurre con todo. El operario se comportó como quien está acostumbrado a trajinar con objetos que sí tienen valor y se comportó con desdén. Como protesté me dijo que acudiera a "la" tienda, como así hice.
"La" tienda estaba diseminada por la calle principal de mi zona, en varios locales que adquirió su propietario. Creo que el padre había tenido "la" tienda durante muchos años a unos 200 metros y cuando se jubiló convirtieron el local en una cafetería y un bazar chino que duró poco. La cafetería yo creo que pasó por tres o cuatro propietarios hasta llegar a ser parte de una cadena. El hijo o quien fuera que fuese, movilizó la tienda más cerca de mi calle y, como digo, compró (o alquiló) varios locales: uno para camas, otro para colchones, otro como cuartel general, otro para dormitorios de niños, etc. Como estrategia comercial supongo que tenía algún sentido, pero esa dispersión no he llegado a saber qué ventajas tendría estando todos los establecimientos a un tiro de piedra. 
El caso es que cuando tuve el armario montado me fui a la tienda y le comenté al dueño que el montador me había roto la lámpara de mesa. El muchacho no se disculpó y me dijo con una cierta displicencia que tenía que llevarle una factura. Supongo que tenían un seguro por daños. Tuve que ir a la tienda de la calle del Duc (antes Duc de la Victòria), una tienda que ya no existe pero que tenía suministros imposibles de obtener de otra manera entonces. Conseguí el recambio de la lámpara y me costó 300 pesetas. Le llevé la factura al individuo de la tienda de muebles y revolvió en su bolsillo del pantalón para extraer tres piezas de 100 pesetas calentitas. Me resultó repugnante. Aparte de que seguía sin presentar sus disculpas, se estaba comportando como si fuera Paco Hernando, el Pocero de Seseña, que sacaba fajos de billetes de sus bolsillos obscenamente. Francisco Hernando por cierto falleció en abril, víctima de la COVID.
Las tiendas de muebles fueron desapareciendo durante la crisis de 2008 una a una, hasta que solo quedó la del local más pequeño y más alejado, con algunos pocos muebles auxiliares (rinconeras, mesitas para teléfonos, etc.). Puso a su cargo a una mujer de mediana edad que claramente estaba allí no con la pretensión de vender sino por atender el teléfono o poca cosa más, para cubrir la retirada, función para la que es siempre más adecuada y decorosa una representante femenina. Calculo que el perdonavidas montador ya se jubiló y que el propietario tendrá otro negocio con otro nombre.
Todos estos personajes a los que me vengo refiriendo en este post recuerdan aquella frase de que la venganza es un plato que se sirve en frío. Todos los sabios nos previenen contra el deseo de venganza. Y es cierto que es muy nocivo para quien lo guarda. Observar el  fracaso del emprendedor arrogante o el estado tan lamentable de la mascota del imbécil no me proporciona ninguna alegría, porque además habría que añadir que el mal es desproporcionado (a no ser que pensemos que acumula faltas).
El tiempo nos demuestra constantemente que quien mal anda mal acaba, así que es mejor no molestarse en añadir penas al mundo. Cuando se encuentra uno con personas malintencionadas o de poco valor, lo mejor es alejarse y mirar por las cosas que verdaderamente importan.

Torre Collserola desde la Ronda de Dalt (c)SafeCreative *2012166224556

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14.12.20

Office monkey (anotaciones)

“Pero la mayoría justifican la frase
de [¿Bernard?] Berenson: «Lo que se escribe después de los sesenta
años no vale más que el té que 
se hace siempre con las mismas hojas»” 
Simone de Beauvoir,  La vejez


na de las descendientes de Berenson, la actriz y modelo Marisa Berenson, es sin embargo más conocida por su bisabuela, una gran creadora de alta costura, Elsa Schiaparelli, y por haber perdido a su hermana en uno de los aviones que chocó contra las Torres Gemelas. La huella de Berenson queda a mi entender en el incuestionable renacimiento del arte del Renacimiento italiano. Pero su nombre ha quedado diluido en los resultados. En este año litúrgico (iniciado con la celebración de la Inmaculada) que el Papa Francisco quiere dedicar a San José, se resalta su papel como hombre en la sombra, silencioso, secundario, manso, añoso y humilde. Y mucho se hablará, por lo menos en los medios católicos, de su figura y su ejemplo inspirador. La frase ─de Berenson─ tiene mucho de certero, sin embargo. Tenemos que admitir que por muchas cosas que tenga que escribir un escritor, todo queda dicho después de unos miles de páginas. Y si no es así es por un problema de estreñimiento verbal. 
Tengo amigos y conocidos que ha leído prácticamente toda la obra literaria de algún escritor, como Thomas Mann o Josep Pla, Oscar Wilde o Jorge Amado. Y esto es porque siempre descubrirán algo nuevo o porque ya les gusta como es y les ocurre como a los niños cuando les piden que les vuelvan a explicar un cuento, el mismo cuento. 
Escribir es de cabo a rabo una tarea muy ambivalente por lo que dejó dicho también Simone de Beauvoir (*). Pero, bien pensado, en todos las tareas del hombre reside el contrasentido de la libertad y de estar expuestos a recibir una opinión injusta sobre nuestro trabajo. El oficio del escritor me temo que se resiente más de los dos factores porque si no está en manos del marketing y los estudios de mercado exige adentrarse en caminos que hay que desbrozar o consiste en abrir caminos.
La contrapartida de la frase de Berenson son dos tópicos, el del adanismo audaz y el del nihil novum sub sole, que también son bastante descorazonadores. 
El caso es que a partir de un determinado momento la vida transcurre rápidamente. Justo cuando notamos que más nos cuesta correr todo va más veloz y de repente, no paulatinamente, sentimos que el tiempo se impone y nos aleja de etapas consumidas o consumadas. Además a nuestro alrededor vemos a los niños dar sus estirones y transformaciones y a los viejos adquirir su rigidez y fragilidad características. Todo nos demuestra la impermanencia, nada nos convence de que tenemos una identidad fija a no ser que nos empeñemos a adoptar una para sentir que todo va bien. 

"I always pass on good advice. It is the only thing 
to do with it. It is never of any use to oneself."
Oscar Wilde



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(*) "Escribir es, pues, una actividad compleja; es, con el mismo movimiento, preferir lo imaginario y querer comunicarse; en esas dos elecciones se manifiestan tendencias muy diferentes y a primera vista contrarias. Para pretender substituir el mundo dado por un universo inventado hay que rechazar agresivamente aquél; quien se mueva en él como pez en el agua y considere que todo cae de su peso no escribirá. Pero el proyecto de comunicación supone que uno se interesa en el otro; aunque haya enemistad, menosprecio en la relación del escritor con la humanidad -si escribe, como Flaubert, para desmoralizarla o para fustigarla, reprocharla, descubrir su ignominia-, pretende ser reconocido por ella; si no, su proyecto mismo de denunciarla quedaría condenado al fracaso y no tendría sentido; por el acto de escribir le acuerda más valor que en sus declaraciones verbales. La desesperación absoluta, el odio radical a todo y a todos sólo se avendría al silencio.
El proyecto de escribir implica, pues, una tensión entre un rechazo del mundo donde viven los hombres y cierto llamamiento a los hombres; el escritor está a la vez contra ellos y con ellos. Es una actitud difícil; implica vivas pasiones y, para ser sostenida mucho tiempo, exige fuerza".Simone de Beauvoir, “Tiempo, actividad, historia”, La vejez.

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8.12.20

Ganso y culantrillo de pozo


 

Post 1732: ABBA CDDC

"Arturito Burrueco Medianero rimó giratoria con noria,
memoria y pepitoria, y sol, que es más difícil, con crisol, español y bemol.
Los dos tercetos rimaban con eza (cabeza, naturaleza  y riqueza) y en aso (raso, paso y ocaso)
Camilo José Cela, Almas gemelas, Los viejos amigos. Segunda serie



uando en Filología Española introdujeron la asignatura de Lengua Española fue porque detectaron que había alumnos que en los exámenes cometían faltas ortográficas bastante injustificables. Y no era fácil aprobar, como se pensaban algunos, ya que algo tan común como una frase del tipo "No sé si no será mejor..." era un punto menos. Cuando nos repasaron la parte de la puntuación recuerdo que la profesora nos dijo que Cela era un escritor que puntuaba muy bien. Y por puntuación no solo nos estamos refiriendo a los signos que organizan las frases en cláusulas, sino también que se amplía a cómo abrir un punto con la conjunción o el adverbio preciso. Sí, recuerdo con toda claridad que nos dieron a Cela como modelo. 
Cela, como muy bien supo ver Francisco Umbral, a cada libro que escribía ensayaba si no un estilo o un género, por lo menos una forma literaria distinta. Cuando se leen sus libros se tiene esa sensación de una manera clara. Yo añadiría que además es algo muy característico de Cela que sus textos repelen la cita. O bien, lo intentaré decir mejor, sus textos están tan perfectamente sellados que es casi siempre imposible desprenderlos en porciones. Alguna hay, como la de la cita que pongo hoy al principio. En ese párrafo Cela consigue transmitir la miseria del poeta y algo que me interesa mucho, la tendencia que tenemos todos a repetirnos. Y no me refiero solamente a las palabras.
Las variaciones son todo un recursos estilístico, como en la música, y tal vez el ejemplo más característico literario sea el de la sextina, que tiene la originalidad de construirse en seis estrofas con seis palabras-rima que aunque riman ABCDEF – FAEBDC – CFDABE – ECBFAD – DEACFB – BDFECA tienen la virtud de, como las caras de los dados, producir el efecto de que se mueven por azar.
En la vida real nos encontramos con las muletillas de moda (La verdad que sí, etc.). Aunque no dudo del efecto expresivo de la repetición, ya hace tiempo que por puro aburrimiento doy en ver que tendemos a repetirnos incluso en los temas o en nuestras formas de expresión o incluso en las formas de comunicar lo que "rebosa el corazón" (San Lucas 6, 39-45). Hay personas que siempre se están quejando, cualquier cosa les inspira una queja. O una protesta. O no pueden evitar dar consejos a cada frase ("Consejos vendo que para mí no tengo"). O hacer broma. O lanzar una arenga o un artículo enciclopédico. O hacer constantemente preguntas. Podría ilustrar cada caso con infinidad de ejemplos. 
No sé cual es el mecanismo que nos lleva a que por ejemplo a cada frase se nos ocurra un consejo, o una queja o una pregunta. Supongo que es un hábito de la mente. Lo que sí sé es que cuando nos damos cuenta de una conducta repetitiva no siempre podremos hacérsela entender a quien la tiene instaurada. Recuerdo otra clase, en este caso de formación laboral, creo que de comunicación intercultural. Hubo un día que por indisposición de la profesora vino otra mucho mejor a cambio. Nos explicó que tenía una hija pequeña (¿o eran dos?) y que un día vio una grabación que le había hecho alguien de la familia. En esa grabación ella pudo ver cómo estaba constantemente diciéndole a la niña o a las niñas "no hagas esto" "no hagas lo otro", "no toques", "quieta", "no vayas", "no vengas". Todo eran órdenes. Estaba todo el rato dando órdenes y además con toda la forma inequívoca de las órdenes. No eran insinuaciones ni tampoco formas indirectas, eran avisos de gran claridad y contumacia. La psicóloga que era se dio cuenta de la situación que se iba reproduciendo constantemente e hizo por relajarla. Pero, desengañémonos, generalmente quien siempre se queja se defenderá de quien se lo advierta de que sufre mucho y se hará "como los erizos", un ovillo. Quien da consejos a cada paso, aunque nadie se los pida, dirá que lo hace por ayudar. Y quien hace preguntas constantemente, casi como su forma de comunicación única, dirá que se quiere asegurar de haber entendido bien lo que les decimos o cualquier otro razonamiento por el estilo. Es decir, que cuando los humanos nos vemos contra las cuerdas, en general recurrimos a desplegar el argumento de nuestra pureza de intención o estar abrumados por las circunstancias.
Conozco a una mujer que quejarse no se queja mucho, pero que de forma sistemática todo cuanto se le pueda decir lo hace suyo y lo traduce a un lenguaje ─como diría Rafael Santandreu─ terribilista. Está muy deprimida hace años. Claro que también se podrá decir que yo traduzco el lenguaje de los demás a esquemas.
A veces se diría que más que hablar de lo que rebosa nuestro corazón (como parece que se dijo en los Evangelios), hablamos de lo que nos sobra.

Ilustración de Rebecca Dautremer para el libro Una biblia, la inmaculada concepción de María

I always pass on good advice. It is the only thing to do with
 it. It is never of any use to oneself.
Oscar Wilde

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