16.12.20

Ladradores y mordedores

 

ace días que me cruzo en el barrio con una pareja ya mayor y su perro. Ese perro tiene muchos años. Creo que es un yorkie terrier aunque sin pedigree, se diría que está cruzado. Eso sí, tiene todo el carácter de esa raza,  es nervioso e irascible. O, mejor dicho, lo era, porque ahora está enfermísimo. Se diría que tiene sarna pero en un grado muy avanzado. Casi no tiene pelo. Cuesta reconocer el perro que hace mucho tiempo me sobresaltó al ladrarme. Que me ladrase entra dentro de lo normal, sobre todo en esa raza tan irritable que los hace ladradores y mordedores. A su amo le divertió sobremanera y se rio por crueldad. Lejos de disculparse (habida cuenta de que el animalito no llevaba bozal), disfrutó de un minuto de gloria o ni siquiera unos segundos. Yo creo que estaba acostumbrado a hacerlo. Ahora lo lleva en brazos su dueña, que es muy corta de talla, menuda, y tiene un malformación cefálica y los ojos prominentes, como es lo propio de algunas personas que tienen algún trastorno congénito craneal que ahora no sé determinar pero que es muy característico. Facies exoftálmica le dirán, no sé.
La risa cruel me es conocida. Por la misma época más o menos hice un mueble a medida de pared a pared para armario en un cuarto que no uso. Como el montador necesitó una luz auxiliar y yo no tenía linterna le dejé la lámpara de la mesilla de noche. Como el hombre no tuvo cuidado rompió la pantalla, que era de cristal translúcido. Y eso a pesar de que tenía contrapeso. Hasta ahí todo entraría dentro de lo normal, pero lo que no fue normal es que se riese y con un cierto desprecio, como si la lámpara no tuviera el valor que para mí sí tenía. La lámpara no es que fuera barata, pero mi intención era haberla conservado durante muchos años como me ocurre con todo. El operario se comportó como quien está acostumbrado a trajinar con objetos que sí tienen valor y se comportó con desdén. Como protesté me dijo que acudiera a "la" tienda, como así hice.
"La" tienda estaba diseminada por la calle principal de mi zona, en varios locales que adquirió su propietario. Creo que el padre había tenido "la" tienda durante muchos años a unos 200 metros y cuando se jubiló convirtieron el local en una cafetería y un bazar chino que duró poco. La cafetería yo creo que pasó por tres o cuatro propietarios hasta llegar a ser parte de una cadena. El hijo o quien fuera que fuese, movilizó la tienda más cerca de mi calle y, como digo, compró (o alquiló) varios locales: uno para camas, otro para colchones, otro como cuartel general, otro para dormitorios de niños, etc. Como estrategia comercial supongo que tenía algún sentido, pero esa dispersión no he llegado a saber qué ventajas tendría estando todos los establecimientos a un tiro de piedra. 
El caso es que cuando tuve el armario montado me fui a la tienda y le comenté al dueño que el montador me había roto la lámpara de mesa. El muchacho no se disculpó y me dijo con una cierta displicencia que tenía que llevarle una factura. Supongo que tenían un seguro por daños. Tuve que ir a la tienda de la calle del Duc (antes Duc de la Victòria), una tienda que ya no existe pero que tenía suministros imposibles de obtener de otra manera entonces. Conseguí el recambio de la lámpara y me costó 300 pesetas. Le llevé la factura al individuo de la tienda de muebles y revolvió en su bolsillo del pantalón para extraer tres piezas de 100 pesetas calentitas. Me resultó repugnante. Aparte de que seguía sin presentar sus disculpas, se estaba comportando como si fuera Paco Hernando, el Pocero de Seseña, que sacaba fajos de billetes de sus bolsillos obscenamente. Francisco Hernando por cierto falleció en abril, víctima de la COVID.
Las tiendas de muebles fueron desapareciendo durante la crisis de 2008 una a una, hasta que solo quedó la del local más pequeño y más alejado, con algunos pocos muebles auxiliares (rinconeras, mesitas para teléfonos, etc.). Puso a su cargo a una mujer de mediana edad que claramente estaba allí no con la pretensión de vender sino por atender el teléfono o poca cosa más, para cubrir la retirada, función para la que es siempre más adecuada y decorosa una representante femenina. Calculo que el perdonavidas montador ya se jubiló y que el propietario tendrá otro negocio con otro nombre.
Todos estos personajes a los que me vengo refiriendo en este post recuerdan aquella frase de que la venganza es un plato que se sirve en frío. Todos los sabios nos previenen contra el deseo de venganza. Y es cierto que es muy nocivo para quien lo guarda. Observar el  fracaso del emprendedor arrogante o el estado tan lamentable de la mascota del imbécil no me proporciona ninguna alegría, porque además habría que añadir que el mal es desproporcionado (a no ser que pensemos que acumula faltas).
El tiempo nos demuestra constantemente que quien mal anda mal acaba, así que es mejor no molestarse en añadir penas al mundo. Cuando se encuentra uno con personas malintencionadas o de poco valor, lo mejor es alejarse y mirar por las cosas que verdaderamente importan.

Torre Collserola desde la Ronda de Dalt (c)SafeCreative *2012166224556

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