19.12.20

Ver, oír, hablar


yer hubo mucho tuit con el descubrimiento de que la hija común de Almudena Grandes y Luis García Montero, pertenece a la Hermandad Nacional de la Vieja Guardia de Falange Española. La niña pasó por el punk, por el Rayo Vallecano, por la drogadicción y por la universidad (filosofía escolástica es su especialidad), aunque no sé si en este orden. Dijo su padre entre uno de esos avatares, "nos está haciendo pagar todo lo que nosotros le hicimos sufrir a nuestros padres". De todo ello esa frase es la que más ha llamado mi interés porque yo la he visto reflejada muchas veces entre turnos generacionales. Elisa García lleva grabados en la piel tatuajes que deja ver el vídeo de su conferencia en la sede de la Hermandad, en los brazos, en la sien y sobre los pechos. También lleva un crucifijo de oro y una medalla de la Milagrosa también de oro. El tatuaje de la sien es una cruz invertida, que se suele considerar satánica y solo de forma secundaria simboliza el martirio de San Pedro. Los símbolos es lo que tienen, pueden significar una cosa y la contraria. Elisa tiene 23 años, creo, y su piel es una especie de escaparate de su trayectoria vital. A veces los jóvenes de su generación se visten una camiseta con mensaje y entonces ya van "de etiqueta", completamente al uso.

Que a la escritora A. Grandes y el catedrático L. García, que tantas veces se han reunido en Rota con sus amigos Joaquín Sabina y Miguel Ríos, les haya salido la hija falangista no tiene nada de particular. No hace mucho también se habló un día (no más) de una joven catalana de padres muy independentistas que estaba harta de la matraca que diariamente durante años había vivido en su casa. No son casos aislados. Lo que desconozco es si en la mayoría de los casos esa tensión sirve para suavizar posturas.

Muchas veces la tirantez entre padres e hijos se ve ablandada con la intervención de abuelos o tíos, que son figuras que, si están bien integradas en la familia, aportan un punto de vista cómplice y más desprendido de los intereses y las angustias que acucian a los padres. Pero esas intervenciones son breves y esporádicas y además creo que solo aparecen durante la adolescencia o ni eso. Cuanto más estéticamente definida está la identidad ideológica de los padres, supongo que más previsible es la reacción o el desapego de los hijos. Almudena Grandes y Luis García encarnan una ideología de izquierdas muy bien definida por lo menos a través de un ideario manido, de un lenguaje característico y de unas declaraciones que nos distribuyen en los medios en los que participan. Conozco menos a Luis García, pero a Almudena Grandes la escuché bastante tiempo cuando escuchaba el programa de Julia Otero, su tertulia. Me parece recordar que a veces Manuel Delgado se metía con ella, cosa que animaba el cotarro, y como en los programas de Telecinco, las disputas entre los participantes de las tertulias acaban cobrando el protagonismo por encima incluso de los temas y ya no digamos de los argumentos.

Como suele ocurrir en todos los órdenes de la vida, los enemigos dialécticos de Almudena Grandes facilitaron que simpatizara con ella en parte. De hecho hasta llegué a pedir en la biblioteca del barrio una novela suya en préstamo. Sin negar que escribe con oficio, debo añadir (aunque no tenga el menor interés mi opinión), que la temática escapa a mi curiosidad. Y con los años me cansé de Julia Otero y de su gabinete, de todos ellos. Ahora, alguna vez que coincide con un día festivo, sintonizo el programa y veo que hay gente nueva, pero más o menos por el estilo de la que hubo. En realidad me doy cuenta de que en general siempre se elige gente que tiene una posición política, una postura que deja poco espacio a nuestra imaginación. Las intervenciones suelen ser muy previsibles y hay poco que aprender aunque ─siempre en comparación con Telecinco─ los participantes exponen sus ideas con bastante más altura de lo que suele ser habitual.

Ignoro si pasados los años esas dinámicas coloquiales mueven del sitio del que partían a cada cual. No lo sé. Pocas veces he percibido que en caliente, durante una tertulia, alguien desviara un ápice su tendencia discursiva al verse sorprendido por un buen argumento. ¿Es eso posible?

Logo de "La Clave" (prgorama televisivo de Jose Luis Balbín) por Alfonso Ortuño

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