"Busca rosas en diciembre o hielo en junio; espera encontrar constancia
en el viento o grano en la paja; cree en una mujer o
en un epitafio, o en cualquier otra cosa que
sea falsa, pero no te fíes de los críticos"
Lord Byron
Parece que fue en los espectáculos romanos donde el aplauso encontró su vamos a decir codificación. Desde el escenario el protagonista indicaba Valete et plaudite!, con lo cual daba por finalizada la representación y marcaba el momento en que se podía aplaudir. También se aplaudía en los triunfos y supongo que el circo, pero de eso no estoy segura. En cualquier caso es un elemento del lenguaje verbal que permite medir la aprobación del público por su intensidad y duración. Cuando la ovación irrumpe en mitad de un acto o dos movimientos musicales ─cosa que en algunos auditorios está prohibida─ los aplausos nos hablan de un arrebato espontáneo y unánime. Las reacciones del público en las corridas son algo que sorprende al que no es taurino, porque la unanimidad responde a lo que ocurre en el albero, que al que no es experto le pasa hasta desapercibido, sobre todo cuando nada más percibe la atrocidad del espectáculo.
Desde el principio del confinamiento a causa de la epidemia de Covid-19 todos los días a las 8 de la tarde la gente sale a los balcones y a las ventanas y aplaude en agradecimiento a los sanitarios principalmente, pero también a todos cuantos tienen que trabajar en primera línea del sector de la sanidad y otros sectores esenciales. Creo recordar que en marzo hubo alguna cacerolada contra el Rey o el Gobierno de España y su ejecutivo. En mi patio de luz, que es muy grande y congrega 5 bloques de pisos, todos los días se aplaude. Salimos de ordinario unas 20 personas y yo por lo menos a veces no salgo, aunque es muy pocas veces. Apenas se aplaude dos minutos, pero ahí queda. Cuando suena el último aplauso se puede distinguir el fragor que viene de la calle, donde suenan hasta vuvuzelas, y según mi vecina (que tiene una terraza que asoma allí) hay mucho más entusiasmo. También hay más gente y muchos jóvenes.
Siempre hay detractores, claro. Y no me refiero a Nacho Vidal, que dejó caer un comentario un poco displicente por el trabajo de los médicos y el personal de enfermería, ya que según él tienen la obligación de hacer su trabajo. Pronto hubo gente en las redes sociales que saludaron su declaración con protestas, ya que algunos dicen que esos aplausos son en reconocimiento de un esfuerzo añadido y de compensar afectuosamente la precariedad e inseguridad de la equipación con la que trabajan. Además de Nacho Vidal también hay otras desaprobaciones al aplauso y creo entender que es porque se interpreta como una tontería gregaria.
En los últimos años, yo diría que especialmente a partir de los años más terribles de los atentados de ETA, se introdujeron los aplausos al paso de los féretros, cosa que a algunas personas nos resultan inoportunos, pero que creo que a nadie molestan. Entre las formas de romper el silencio no es la peor. Demuestra, volviendo al principio del post, una cierta unanimidad. Además de la unión, el aumento de la confianza y los ánimos, el aplauso infunde armonía. Y muestra a los gobernantes que más allá de la televisión y de las urnas hay otros espacios donde puede haber un aplauso y pueden suceder más cosas. No nos tienen metidos en nuestras jaulitas, desde las cuales la participación ciudadana es con likes y tuits en su mayor parte anónimos y en muchos casos falsos.
Dibujo de Marta Domínguez Senra
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