22.4.20

Valete et plaudite!

"Busca rosas en diciembre o hielo en junio; espera encontrar constancia
 en el viento o grano en la paja; cree en una mujer o
 en un epitafio, o en cualquier otra cosa que
 sea falsa, pero no te fíes de los críticos" 
Lord Byron

Parece que fue en los espectáculos romanos donde el aplauso encontró su vamos a decir codificación. Desde el escenario el protagonista indicaba Valete et plaudite!, con lo cual daba por finalizada la representación y marcaba el momento en que se podía aplaudir. También se aplaudía en los triunfos y supongo que el circo, pero de eso no estoy segura. En cualquier caso es un elemento del lenguaje verbal que permite medir la aprobación del público por su intensidad y duración. Cuando la ovación irrumpe en mitad de un acto o dos movimientos musicales ─cosa que en algunos auditorios está prohibida─ los aplausos nos hablan de un arrebato espontáneo y unánime. Las reacciones del público en las corridas son algo que sorprende al que no es taurino, porque la unanimidad responde a lo que ocurre en el albero, que al que no es experto le pasa hasta desapercibido, sobre todo cuando nada más percibe la atrocidad del espectáculo.
Desde el principio del confinamiento a causa de la epidemia de Covid-19 todos los días a las 8 de la tarde la gente sale a los balcones y a las ventanas y aplaude en agradecimiento a los sanitarios principalmente, pero también a todos cuantos tienen que trabajar en primera línea del sector de la sanidad y otros sectores esenciales. Creo recordar que en marzo hubo alguna cacerolada contra el Rey o el Gobierno de España y su ejecutivo. En mi patio de luz, que es muy grande y congrega 5 bloques de pisos, todos los días se aplaude. Salimos de ordinario unas 20 personas y yo por lo menos a veces no salgo, aunque es muy pocas veces. Apenas se aplaude dos minutos, pero ahí queda. Cuando suena el último aplauso se puede distinguir el fragor que viene de la calle, donde suenan hasta vuvuzelas, y según mi vecina (que tiene una terraza que asoma allí) hay mucho más entusiasmo. También hay más gente y muchos jóvenes.
Siempre hay detractores, claro. Y no me refiero a Nacho Vidal, que dejó caer un comentario un poco displicente por el trabajo de los médicos y el personal de enfermería, ya que según él tienen la obligación de hacer su trabajo. Pronto hubo gente en las redes sociales que saludaron su declaración con protestas, ya que algunos dicen que esos aplausos son en reconocimiento de un esfuerzo añadido y de compensar afectuosamente la precariedad e inseguridad de la equipación con la que trabajan. Además de Nacho Vidal también hay otras desaprobaciones al aplauso y creo entender que es porque se interpreta como una tontería gregaria. 
En los últimos años, yo diría que especialmente a partir de los años más terribles de los atentados de ETA, se introdujeron los aplausos al paso de los féretros, cosa que a algunas personas nos resultan inoportunos, pero que creo que a nadie molestan. Entre las formas de romper el silencio no es la peor. Demuestra, volviendo al principio del post, una cierta unanimidad. Además de la unión, el aumento de la confianza y los ánimos, el aplauso infunde armonía. Y muestra a los gobernantes que más allá de la televisión y de las urnas hay otros espacios donde puede haber un aplauso y pueden suceder más cosas. No nos tienen metidos en nuestras jaulitas, desde las cuales la participación ciudadana es con likes y tuits en su mayor parte anónimos y en muchos casos falsos.

Dibujo de Marta Domínguez Senra

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15.4.20

Los bienes de interés local y los males de interés global

erá hace unos 20 años cuando en mi trabajo habitual teníamos una gotera de aquellas que cuando llovía reaparecía y siempre por un lugar nuevo. Mi terminal no era la peor, pero adopté la costumbre de cubrir la pantalla y el teclado con dos plásticos siempre que acababa la jornada, para resguardarlos un poco. Cuando volvía los recogía y los dejaba a un lado doblados. Un día mi compañera me hizo ver que doblaba mis bártulos como se suelen recoger los paños de la misa (el manutergio, y el corporal sobre todo). En realidad yo lo doblaba no con unción sino con cuidado, como había visto doblar el género en la tienda de mis padres. Las toallas, las bragas, los delantales, las camisetas, los paños de cocina, todo. Como en mi familia no ha habido ningún sacristán ni sacristana, pienso que es lo más seguro que mi costumbre se asimilara más a lo que había aprendido en nuestro negocio familiar. No es difícil pero imprime estilo.
Anteayer recordé ese caso cuando vi un vídeo de Gèneres de punt La Torre. No el que enlazo sino el que tan amablemente me han dado permiso sus propietarios para incrustrar aquí. Está tienda centenaria está tocando la Plaza Universidad y está considerada un Bien de Interés Local y un comercio emblemático porque mantiene prácticamente intacta la tienda original. Los productos que se ofrecen son además todos de calidad. Y la atención al público también.
Como yo he vendido sé un poco lo mucho que ha cambiado el panorama comercial, como ha cambiado en general todo lo que tiene que ver con la atención al público. Y no sólo por las tecnologías de la información, es que entidades como las bancarias van cambiando su orientación o la imagen y nos lo hacen notar al imponernos unos modelos que además escenifican con el mobiliario. Ya no quedan en las escasas cajas de ahorros que han sobrevivido los embates de los tiempos las ventanillas, ni aquellos escritorios en mármol donde rellenar impresos con un bolígrafo ligado a un soporte. Desaparecieron las mamparas de fieltro renegrido que reorganizaban los espacios de los cajeros y los de los directivos, la ergonomía pesada. Van anulándose las mesas encarando una silla (la del asesor) y dos sillas (las de los clientes) a favor de modelos en los que aún no nos hallamos, como el que actualmente se da en los stores de Caixabank. No sabemos bien si los empleados que ahora nos atienden son trabajadores (asalariados por extrañas fórmulas de autoempleo) o una especie de intermediarios que no destacan por su cercanía sino que adoptan una actitud de profesionalidad líquida, versátil, pero también ambigua. Ahora los "profesionales" manejan un abanico de unas 25 frases y las repiten en toda situación. No meten la pata, jamás abandonan el camino trillado, pero tampoco convencen.
La ebullición de la venta en línia a través de plataformas con clara potencia monopolizante vino precedida por una temporada con una especie de dependientes a quienes les era indiferente si te podían ofrecer o no el producto que pedías. No se molestaban en ofrecernos una alternativa o en perseguir nuestro deseo para conseguir el artículo en cuestión. A mí me han llegado a hacer hace poco una venta sin dejar de atender el teléfono y casi sin mirarme. La incomodidad que causa una situación así es mínima en el sentido de que no altera nuestra autoestima, pero va abriendo espacio a la opción de realizar compras sin tener que interactuar con personas puesto que no añade valor e incluso hace aborrecer el trato con desconocidos a los que parece que inspiramos fastidio.

odo tiene que ver con el amor al oficio, además de que haya una habilidad social mayor o menor con el público. Para vender hay que defender lo que se vende, saberlo presentar, cuidarlo. ¿Cuántas veces no le oí decir a mi madre que si estaba con la moral baja perdía la ilusión por la venta y que eso repercutía en las ganancias?
En mi trabajo, donde es muy importante el factor humano, percibo que a veces algunos usuarios nos ven a los que les atendemos como una molestia en vez de como una ayuda. La gran mentira que a veces esconde la revolución tecnológica les hace preferir rellenar un formulario donde la magia materializará sus aspiraciones, y ven al intermediario como una barrera muy irritante. Los más ingenuos pueden llegar a creer que si no tenemos una maravillosa página web donde puedan proyectar sus pretensiones es porque estamos desfasados. De hecho yo creo que a la larga algún día se usará algún chisme que colme esa magia que eludimos. Pero será perverso y sólo servirá para enmarañarlos y entorpecer o llevarlos a un atolladero, generar estadísticas y estudios de mercado, o desesperarlos.
El cuidado de los instrumentos y herramientas de trabajo, el método, la economía de materiales y gestos, la capacidad de transmitir confianza, fiabilidad, facilidad, etc. es algo que debería transmitirse cuando aprendemos a ejercer un trabajo.
Y otra cosa que he aprendido en mi trayectoria laboral es que un buen profesional siempre respeta a otro buen profesional, aunque sean del mismo sector o no.
En mi opinión la tendencia actual de contar antes con el número de contactos o likes que con su experiencia (especialmente la buena) será pasajera, aunque no es del todo desdeñable. Todo eso cansa. "Menos es más".

El vídeo que añado hoy al álbum es un perfecto ejemplo y modelo de cómo envolver bien una venta sin trampa ni cartón.


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12.4.20

Alarmas, almas, karmas

emanas atrás me pesaba la sensación de tener todo mi tiempo ocupado en trabajar, atender a mi madre, descansar, comer, trabajar, atender a mi madre, descansar, comer, y así siempre. Así que el confinamiento para mí ha sido en gran parte algo deseado, aunque estoy trabajando semana sí, semana no. Es ideal para mi manía de la responsabilidad ética poder trabajar, aunque no soy propiamente esencial y solo ayudo a los que sí lo son. Otra cosa es el horror que me inspira el panorama que hemos levantado entre unos y otros, y la intranquilidad que me provoca el escenario económico que nos va a quedar. El parón de la actividad empresarial, en especial la que depende del turismo, no puede tener consecuencias inmediatas temibles, pero las consecuencias a medio plazo sí lo son.

Ayer una amiga investigadora me pasó un texto que no sé si le van a publicar sobre la pandemia y su relación con la estabulación intensiva y los mercados asiáticos de animales vivos. Le he sugerido que lo ofrezca a algún periódico de la prensa generalista, pero me temo que el texto lo tiene comprometido y por tanto encallado. Me comenta que no introduce ninguna idea nueva, y es cierto. De hecho hasta Frank Cuesta hace más de un mes ya hablaba con Federico Jiménez Losantos de los pangolines. Resalta el silencio de los científicos, investigadores, médicos, biólogos, veterinarios y demás profesionales relacionados con la salud. Eso al lado de la teoría conspiranoica de que es la propia ciencia la que ha estado desarrollando virus de laboratorio, teoría que nos haría clamar por una sociedad donde lejos de haber más ciencia querríamos menos ciencia. Los científicos o los investigadores comunican sus logros y sus hallazgos pero en general no parece que se impliquen con la realidad social y económica. En realidad sus detractores al verse atacados por su quehacer alternativo suelen esgrimir que las profesiones de la salud apoyan la industria farmacéutica. Todo son palabras gruesas, todo es demasiado denso.
Como estos días he vivido con el alivio de que me llegaba el día para hacer todas las cosas que quería hacer, hasta he pensado mucho. O habría que decir que he pensado poco pero en un solo tema, que no es ni lo de los pangolines ni lo del turismo ni lo de los investigadores. He pensado en el famoso karma. Lo primero que pienso es en cómo se ha ido introduciendo la idea del karma en nuestros días, siendo como es una noción budista o hinduista. Tal vez por su exotismo y por estar desprovista de los matices negativos de la doctrina cristiana, se ha impuesto incluso en conversaciones tan accidentales como las que se mantienen en un ascensor. Está mal visto invocar a Santa María, pero si recurrimos al karma como broche de una frase quedamos hasta bien.
La idea de que quien mal anda mal acaba, o de quien a hierro mata a hierro muere (Qui gladio ferit gladio perit) no es oriental en exclusiva, lo que es oriental es aplicarla a la reencarnación. Así dicho de una vez y sin demasiado detenimiento. Pero reconociendo que las cosas son así, tampoco hay que descartar la suerte (tanto la mala como la buena). La teología católica mantiene la gracia y las virtudes infusas, con las que estoy más dispuesta a comulgar. Más que nada porque he presenciado demasiadas veces el engreimiento de quienes creen que el fruto de su esfuerzo es por su único mérito (Work, work, work) y la frustración de quienes trabajan para nada o para que se apropie de su trabajo otro más listo. Los del karma dirán que el fruto de los engreídos se verá más adelante, cuando se reencarnen en un pobre animalito encerrado en una jaula sucia. Como si un animalito además tiene que cargar con el alma de un desalmado.

Der Maler im Garten (Carl Spitzweg, 1865-1870)

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10.4.20

Todo es de color

e acordé de la huevería donde trabajó mi tía pequeña ayer. Cuando empezó a trabajar en el Mercado de la Merced, la huevería era un puestecito de apenas metro y medio, pero cada vez vendía más y más y el propietario ─que se apellidaba Balcells─ adquirió la parada contingua, que era el triple de grande. Mi tía, vamos a decirlo así, era famosa en el barrio. Porque la conocían por la tienda de mis padres, por su simpatía y por su atractivo. Así que con veintipocos años hizo que el negocio de los huevos no solo remontara sino que aumentó el consumo de huevos hasta extremos inimaginables, como solo pasa en los cuentos.  
De esa época recuerdo que yo la iba ayudar y descubrí lo mal que puede llegar un huevo roto si no limpias el estropicio. A mí me gustaba mucho una especie de "ecógrafo" primitivo con el que mirábamos si el huevo tenía una o dos yemas. Al parecer el nombre correcto es ovoscopio. En nuestro caso era algo parecido a una cámara oscura. Una cajita con una bombilla en un extremo y un agujero en el otro, por donde acomodábamos la parte más ovalada del huevo, donde está la cámara de aire, para observar su interior. Por aquel entonces los huevos de dos yemas se pagaban más y recuerdo que en la huevería dominaban los huevos blancos, mientras que los morenos sólo los pedían algunas personas. Según mi tía eran iguales. Tengo entendido que ahora no es que las gallinas hallan dejado de producir huevos blancos, es que se dedican a la industria porque se ha desarrollado la preferencia por los huevos morenos.
En el Álbum ya incluí una página para el libro de Genevieve Estelle Jones sobre los huevos de las aves de Ohio, America's other Audubon, estudio que inició en 1876 pero que se malogró por su muerte a causa de la fiebre tifoidea. Y el huevo del petirrojo es azul. Como el huevo azul del petirrojo ha dado nombre a un color, no sabría bien como describir ese color azul sin volver a decir que es el del color de los huevos del petirrojo. Se le compara con el verde Tiffany, pero yo diría que tiene un tono donde predomina el azul, que el Tiffany recuerda a la pintura de piscina.
En el campo de la cosmética es donde más han proliferado las extravagancias para los nombres de los colores. Y estos días sin peluquería me figuro que habrá muchas cabezas pidiendo a gritos un tinte o un corte de pelo. Aunque yo no me tiño el pelo veo en mi entorno que casi todo el mundo se tiñe el pelo. Y me imagino que les estará empezando a salir lo que se llaman "raíces". De hecho, anteayer cuando fui al Mercadona, me dirigí ex profeso a la sección de Belleza para fisgar cómo estaba el lineal del cuidado capilar. Pues estaba lleno de tintes para el pelo. Cajas y cajas. Como la operación de teñirse no debe de ser cosa fácil ni rápida, me explico que luego se vean parejas teñidas con el mismo color. Ese trabajo yo no lo tengo. Si tengo que decir toda la verdad, precisamente anteayer cuando guardaba cola para acceder al supermercado, casi llegando a la puerta me di cuenta de que me había puesto en la fila de los mayores de 65 años. Que habían dos colas. Nadie me dijo nada y no me rectifiqué. Pero eso fue gracias a mi mata de canas en la sien izquierda, creo. Claramente en la fila había personas mucho mayores.
Estos días se nos está moviendo todo, desde la zona de confort hasta lo más íntimo y lo más verdadero, por lo que lo de teñirse podrá parecer baladí, pero ¿qué no lo es? Solo pensar en la palabra "tinte" me da picor, y no me parecen atractivos esos colores apagados y uniformes que caen como gorros y que lejos de rejuvenecernos nos avejentan. Pero, ¿cuántas tonterías no hacemos todos?



"Todo es de color" (Lole y Manuel)

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8.4.20

Refocilar

e la Poética de Aristóteles ya sabemos que nos faltan sus consideraciones sobre la comedia, o habría que decir un "desarrollo" que complementara el que dedicó a la tragedia. Sí tenemos una idea a través de algunos enunciados: “La comedia es, tal como dijimos, imitación de personas de baja estofa, pero no de cualquier defecto, sino que lo cómico es una parte de lo feo. Efectivamente, lo cómico es un defecto y una fealdad que no contiene ni dolor ni daño, del mismo modo que la máscara cómica es algo feo y deforme, pero sin dolor.
Tomo de la cita la segunda parte, la del dolor, y llego fácilmente a la conclusión de que reírse del dolor no es cómico. Claro está que por dolor nos referimos a los dolientes, al dolor y a lo que causa el dolor, y probablemente también a lo que lo alivia y lo encarniza. Naturalmente lo de las "personas de baja estofa" es por oposición a la condición de los personajes de la tragedia, pero ese es otro tema.
Dejo de lado cuanto hay escrito y dicho sobre el humor, que no es poco, y tengo en cuenta la teoría de que la ausencia de humor nos convierte en una sociedad o en unas personas dogmáticas. Esa teoría es la arena de fondo de El nombre de la rosa, novela que por cierto en mi opinión puso en boga la novela histórica. El verano de su lanzamiento, en septiembre para ser más exacta, yo estaba en La Habana. Visitaba su librería más grande y les acababa de llegar una caja con unos 50 ejemplares de la novela de Umberto Eco. La alegría que recibieron los libreros es imposible de reproducir aquí. Detalle que lejos de desviarnos del tema sirve para recordar que la alegría no es exactamente lo mismo que el humor, y que hay humor sin alegría.
Definiciones de lo humorista y de lo cómico hay infinidad y hasta hay un humor asociado a algunas naciones, como el "humor inglés", o a su temática, como el "humor verde" o el "humor negro", blanco, marrón, etc. Lo que nunca hubiera esperado es una precisión como la que hizo ayer Albert Boadella en su cuenta de Twitter: "En mi vida artística he tocado con humor todos los temas con excepción de aquellos que provocan muertes en presente. Nefasto que una tele pública en vez de estar de luto se tome a guasa la trágica situación".
Este tuit se refiere al estreno de la serie "Diarios de la cuarentena", sitcom o comedia de situación sobre el confinamiento decretado a causa de la pandemia de la covid-19.  Pero lo que me resulta llamativo es que Albert Boadella introduzca la excepción "muertos en presente" a su trayectoria, donde es difícil olvidar y obviar las reacciones a la escena de la virgen del Pilar como guardia civil en Los virtuosos de Fontainebleau (1986) o cómo en sus representaciones de Ubú president (1995-1997) muchas personas del público no podían resistir lo que atendían porque les resultaba insoportable por su crudeza y abandonaban la platea. 
No es que servidora sepa mucho de comedia, pero yo diría que cuesta mucho considerar dentro de ese género tanto Los virtuosos de Fontainebleau como Ubú president. Son como mucho algo crítico contra el régimen de Jordi Pujol, muy bufo y lleno de ironía, eso a lo que recurrimos cuando el humor no nos inspira alegría o cuando pretendemos lucir de inteligencia cuando no hay otra virtud. La ironía, ya lo he dicho aquí alguna que otra vez, está sobrevalorada, como en algún tiempo lo estuvo la virginidad y alguna vez lo estará cualquier otro valor inservible.
"Muertos en presente" excluye "muertos en pasado" y "muertos en futuro", a pesar de que a los supervivientes muchas veces nos es lo mismo de penosos dos meses que tres años sin nuestros difuntos. No acabo de entender el tuit a no ser que sirva para marcar que el único límite del humor de Boadella o de Els Joglars ha sido no tocar temas que provocan muertes. Sin embargo esa explicación tiene poco rendimiento y menos recorrido. Si el humor tiene una función de ayudarnos a pasar lo mejor posible esta vida, sería aceptable reírnos incluso de nuestra terrible desgracia. Claro que si el humor es para Boadella algo escabroso, mordaz, burlesco y refocilante, es mejor no dedicarlo a los muertos.
En el velatorio de mi padre, cuando se lo iban a llevar hacia el lugar de la ceremonia del sepelio, un empleado se acercó a mí y me dijo en voz queda: "Nos llevamos a la señora". A mí me dio la risa, una risa mínima, pero una risa. Y es que mi padre nunca hubiera sido en vida confundido con una señora, pero con la mortaja cubriéndole prácticamente casi toda la cabeza y tan bien maquillado y porque no tenía arrugas, es cierto que podía pasar por una anciana y hasta ─pensé─ de buen ver. También pensé que a él le hubiera hecho gracia.
Días atrás, en Carnaval, algunas personas del trabajo (la generación Y más la instigadora) se pusieron unas caretas amarillas de espuma imitando emojis. Si bien es cierto que no le sacaron partido a la situación, como se esperaría de una reunión con disfraces, es verdaderamente notable que hicieron bastante jaleo cuando se los prepararon y cuando se hicieron fotos para sus galerías de las redes sociales. Una de las personas más activas en los preparativos, la instigadora, me incitó a participar. "Riure és viure", me dijo. Como si fuera un problema de sentido del humor. Pero yo le dije que cada cual se puede reír de lo que quiera. En realidad lo que yo estaba pensando es que la fiesta no la hacen en sus casas, no,  y que les estábamos dando a nuestros usuarios de la consulta médica citas para un mes después, ante su asombro, consternación e indignación. A algunos para dos y tres meses. De manera que yo entendía que si le tenía que decir a un usuario que la cita era para mayo y al mismo tiempo se oían risas y carreritas alocadas en una consulta, el usuario podría hasta enojarse y no sin razón. Es fácil hacer reír a los idiotas, lo difícil es hacer reír a los que sufren. 

Miroslav Barták

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