31.8.11

Post 684: Inventos

e suele decir que los dos acontecimientos que más han hecho progresar a la Humanidad fueron el invento de la rueda y el dominio sobre el fuego. Tanto la rueda como el fuego ya existían en la naturaleza por lo que propiamente no se puede hablar de "inventos", pero de esas cuestiones ya se ocupan otros blogs. En mi más que prescindible opinión pienso que la rueda, como elemento alegórico de la diosa Fortuna, tiene mucho que ver con el taijitu, el símbolo taoísta del yin y el yang, y hasta la cruz en su sentido más elemental, sin relación o muy poca con el método de tortura que los romanos reservaron para los extranjeros.
En las alegorías de la Rueda de la Fortuna se suelen representar 4 personas y hasta más en diversos estados o edades, desde el pujante hasta el descendiente. A veces las personas concebimos la existencia como un camino más o menos lineal en el que vamos avanzando, acumulando y hasta supuestamente mejorando. A esta idea nos lleva bien dócilmente el trampantojo de la vida escolar y hasta académica, donde cada cual va superando pruebas hasta alcanzar la cima y conseguir un diploma o un título que es poco menos que eterno. Pero luego la propia vida, en su propia escuela, nos va enseñando que hay cosas que no son eternas, que no se obtienen o se pierden por mérito y que además lo mejor es no identificarse con ningún estado.
Aunque hay gente que sigue teniendo a Rosalía de Castro por una poetucha regional cursi y amargadilla, bastante aguafiestas y escocida, no dejo de pensar en muchos de sus adelantados cuños de aire metafísico, como aquel de idear para la desgracia una jurisdicción diferente, ontológicamente diferente, a la del bien y el mal [*]. A los caídos en desgracia en primer lugar se les queda o se nos queda una cara de sorpresa inconfundible. "¿Cómo me ha podido pasar esto a mí", "¿porqué a mí?", etc. son las formas más ingenuas en que se verbaliza esa indignación o conmoción en una fase más articulada.
Otros clásicos de la verborragia para los cambios de la suerte son el de la típica "condesa venida a menos" (arquetipo que puede transferirse de la aristocracia a cualquier otra posición social o hasta laboral): "yo, que no hace tanto había [...]", "yo, que antes era [...]", etcétera. Y no podemos prescindir en el retablo de las venturas del consabido "si quieres saber como es Juanito dále un carguito", que tiene su contrapunto en la situaciones que se pasan cuando la gente deja de ostentar un cargo con sus supuestas o no ventajas.
En general mi sorpresa y mi desconcierto más bien, a estas alturas de la película, los reservo para recibir comentarios de algunas personas que permiten extraer que creen que tienen lo que se merecen. Como si no existiera la mala o hasta la malísima suerte y no hubiera gente que a pesar de sus desvelos y su esfuerzo y buenas intenciones fuera incapaz de progresar, avanzar ni nada que se le parezca. Es decir, hay gente para quien las ruedas siguen siendo algo que les permite desplazarse a su casita en la sierra o en la Costa Brava, o aterrizar cerca de un resort, o que está entre los rudimentos de un cajero dispensador de billetes de 50 euros, 100, y más, o en el engranaje de su reloj suizo, o en el cortador de pizzas.

Ya que no nos podemos identificar con ningún estado, puesto que todos los podemos tomar como pasajeros o de prestado, si que debe de ser conveniente asegurarse un pequeño espacio propio, en sagrado, que nada ni nadie nos pueda amenazar. Podemos perder a nuestros seres queridos, aunque mejor sería pasar toda la vida siempre juntos o cerca. Podemos perder el trabajo, nos pueden robar un coche, se puede quemar nuestra casa, nos puede abandonar nuestra pareja. Por lo tanto la tranquilidad o la personalidad o lo que sea que nos de una cierta seguridad la tendremos que confiar a algo que no podamos perder ni siquiera si perdermos las piernas o la vista. Y lo demás hay que tratarlo como si en realidad, como así es, no nos perteneciera.

[*] "O mal do inferno é fillo, o ben do ceo;. A disgracia ¿de quen?" (A disgracia, Follas novas)

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Como en el cielo

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29.8.11

La ropa exterior (3)

Hay en internet una página donde se recogen prohibiciones desesperadas como por ejemplo preguntar por la Dolores en la estación de autobuses de Calatayud (por aquello de la canción "Si vas a Calatayud pregunta por la Dolores", será), o en un bar de Madrid si allí estuvo Hemingway. Estas prohibiciones no tienen fuerza de ley ni sus faltas son punibles, además dudamos desde la formulación de su eficacia. Es decir, si en la estación de autobuses de Calatayud se  mantiene un letrero donde se prohíba preguntar por la Dolores es muy probable que lo único que consigan es agrandar el consabido comentario y llevarlo además al letrero. De manera que probablemente lo mejor es aguantar el tirón y esperar que el tiempo haga su labor de devastación. Pero es indudable que una de las cosas más pesadas de este mundo es tener que tratar con personas que no se dan cuenta de lo poco interesantes y manidas que son sus apreciaciones estén hablando de la Dolores, preguntando si en donde sea estuvo Hemingway o estableciendo un enorme parecido entre el hiyab y el hábito de las monjas, como si el hiyab o el burka fueran libres y las monjas no camparan por sus reales. Es muy pesado, pero que muy pesado. Más pesado que una madre en brazos.

Srinagar, Cachemira. Fotografía de Henri Cartier-Bresson (1948)
Mi única visita a un país de mayoría musulmana se limita al oeste de Turquía, donde estuve precisamente cuando empezó a retroceder el vestuario occidental en las mujeres, sobre todo en los territorios rurales y económicamente más tradicionales. Ni siquiera sé bien bien la diferencia y la geografía del nicab, el burka, el chador, etcétera. Pero si sé por la gente que ha viajado por países de hiyab que las mujeres ricas visten en el espacio doméstico privado a la manera occidental, o también que han hecho valer a su favor el estricto código hasta idear prendas como el burkini, que es el traje de baño hiyab. El burkini, según se puede leer en la prensa, ha sido prohibido en muchas localidades de Francia, aduciendo razones de higiene. Tanto se ha hablado de este tema y otros del mismo vector que no se me ocurre que falte nada por añadir y si acaso, como digo, yo más bien aligeraría un poco el debate de argumentos desgastados.
La sensibilidad ante determinadas vestimentas y no otras no hace más que demostrar su valor aglutinador y testimonial, de marca de grupo que se sabe diferente. Especialmente cuando hay una intención provocadora, proselitista o desafiante. Dada la proximidad de los acontecimientos es imposible substraerse al contraste entre lo colores  alegres, simplones y vivos que predominaban en las hordas de la JMJ y los colores cachumbos, opacos, renegridos  y belicosos que no velencoso que predominan en la plataforma 15M, por cambiante y diversa que sea. El lenguaje del color es claro, como el de las banderas, donde los colores son bien primarios. 
Curiosamente la moda europea de este verano apostó por el llamado color block, donde se combinan de una forma aparentemente abigarrada colores muy llamativos que en otro momento nunca hubiéramos juntado, como fucsia con amarillo limón o naranja con azul eléctrico o rosa chiclé con verde semáforo. Pero en general hasta en la forma de combinar los colores hay un código tanto en el hiyab como en Islandia o Kenia. Donde tal vez los códigos son más estrictos es en las tribus urbanas, sean emos, góticos, funks o chunguitos lolailos y chandaleros, más de lo que lo es actualmente la etiqueta para las cenas de gala, donde yo he visto de todo.
Como en la naturaleza, en los animales o en las flores, el vestido es tanto un uniforme y una pantalla como una máscara que nos permite camuflarnos o usar colores que nos hacen atractivos o temibles, que nos distinguen. No deja de extrañarme y hasta diría que de preocuparme la chifladura que tienen muchas niñas de hoy en día por el color rosa, que en algunas de ellas es usado integralmente y si pudieran solo comerán cosas rosa. De hecho hasta parece que sus educadores y demás les castigan o premian prohibiéndoles o permitiéndoles usar su color preferido como si en ello se les fuera la vida a todos. Y a pesar de la Dolores, Hemingway y los pesados que siempre están con el mismo rollo, como si no hubieran otros, parece que casi nadie se de cuenta de que en las tiendas de moda para los pequeños la sección de los colores pastel contrasta con otra sección de tonos mucho menos variados y mucho más oscuros e inconfundiblemente "masculinos". Y no digamos el calzado.

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25.8.11

Matices

En julio empezó la exposición "Retratos de la Belle Époque" en Caixaforum, que estará hasta el 9 de octubre. Había muchos cuadros de Joaquín Sorolla que pertenecen a colecciones particulares y que son de gran tamaño. Me gustaron especialmente los que pintó de su hija convaleciente ("María en el Pardo", con una naranja entre las manos) y otro con María Sorolla sana.  También había algunos, muchos, cuadros de John Singer Sargent y alguno de Asta Norregaard. He conocido a Jacques Émile Blanche, de quien había un cuadro que pertenece a la colección Thyssen que nunca antes había visto ni siquiera reproducido.
Creo no ser injusta si señalo que así como los cuadros de John Singer Sargent retratan una capa social muy determinada, más bien alta, los retratos de Sorolla alcanzan a todos los sectores sociales y sus capas, todas las edades de hombres y mujeres. La reproducción del retrato de María Sorolla convaleciendo en el Pardo no le hace honor a los matices de la naranja que tiene entre las manos, que en el original resulta como si entre los dedos tuviera la vida misma, la naturaleza nutricia y más sabia por generosa y por fecunda que por nada más. En la reproducción que encontré la naranja es casi imperceptible. No es una cuestión de tonalidad. Con motivo de esta desilusión me acordé de que la principal aportación del MP3 como formato de audio se cifra en la compresión de los datos y en la premisa de que hay un sinnúmero de sonidos que no son perceptibles al oído humano o que son irrelevantes. Remito al artículo de la Wikipedia para las cuestiones técnicas. Tal vez por eso, pienso, los melómanos siguen con el vinilo y ya no digamos con los discos de piedra, como uno que tuve ocasión de oír una vez en San Sebastián que me dejó perturbadoramente sorprendida. Lo mismo que ocurre con el MP3 debe de ocurrir con las películas de cine en DVD, puesto que solo un fotograma de los de antes puede pesar cosa de 20 MB. Es decir que un DVD con una joya del séptimo arte nos permite acceder simplemente a la información más "relevante" de la película. Y, sin embargo, gran parte de la emoción estética de las joyas del séptimo arte se esfuma entre tanto bitio y tanta compresión.
Es evidente que gracias a los DVD lo que es servidora ha podido ver muchos clásicos del cine que de otra manera no hubiera podido ver, pero siempre soy consciente de que estoy viendo una reproducción empobrecida donde no hay ni rastro de los matices del nitrato de plata.
Así que asomarse al lienzo de "María en el Pardo" les exige un acto de fe y creer que les aseguro que es un cuadro digno de ver, una preciosidad, en que cada pincelada se recobra de su estado inerte cuando pasamos la mirada y hasta nos ayuda a revivir fácilmente la relación que pudo haber entre padre e hija enferma, los dos pintores. A veces la distancia que hay entre lo que queremos decir y lo que decimos (lo que queremos pintar y lo que en realidad pintamos) es tan grande como esos estragos tecnológicos de los que me acabo de lamentar. Pero merece la pena.
Hay autores que al escribir o al pintar superan no obstante aquello que pretendían transmitir y eso, por muy buena intención que pongan algunos lectores queda desestimado o desapercibido, o se considera -como dirían los del MP3- irrelevante (pero merece la pena).

"María en el Pardo" (Joaquín Sorolla, 1906)
Una vez le pregunté a un amigo mío que con qué disfrutaba más si con su trabajo o con los resultados de su trabajo. Me respondió que con los resultados. Aunque le interesó mi pregunta y responderla creo que no se le ocurrió pensar que mi respuesta hubiera sido otra. La otra. Pero hemos dejado muchas conversaciones abiertas, cosa que ahora que caigo tiene mucho que ver con el misterio de porqué es el único español miembro de una sociedad británica de expertos de su especialidad.

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24.8.11

"The cobbler should stick to his last"

"Zapatero a tus zapatos"
"The cobbler should stick to his last" 



e leído estos días un par de reflexiones a remolque de la actualidad de la JMJ (Jornada Mundial de la Juventud). Una en el blog de la escritora Luisa Cuerda, muy lúcida como siempre, y otra en "La Vanguardia", de un joven licenciado en Filosofía llamado Diego Giménez cuya trayectoria desconozco. Su artículo es muy libresco, muy universitario, sobre todo en odiosa comparación con el de L.C., en quien siempre no tenemos ni la menor duda de que cuanto dice es vivido, sin descartar que se haya leído lo que se considera obligado y más, y todo con provecho. Lamento profundamente ver uno de mis autores más admirados, Dostoievski, reducido a un titular que a mi parecer está fuera de contexto: "Si Dios no existe, todo es posible". Dentro de la fe cristiana es "problemático" cualquier sufrimiento que no pueda ser redimido ni explicado en términos de castigo. He releído recientemente Los hermanos Karamazov y no puedo más que lamentar ese subproducto  alquímico de elementos que zozobran entre la divulgación, la pobreza léxica y la irritación en cierto modo visceral. Dostoievski no solo no es eso sino que es mucho más y es bastante más rico en matices. 
Mi ejemplar de Los hermanos Karamazov está disperso entre Fránkfort, Colonia, Hamburgo y Berlín, puesto que los volúmenes gordos por mi comodidad los deshago en pliegos que luego desecho conforme los voy leyendo. Así que no puedo comprobar ahora de qué párrafo del libro Giménez extrae la frase que cita sin más: Dostoievski escribía en los Los hermanos Karamazov: "No puedo resolver esta cuestión. Si todos deben sufrir para ayudar con su sufrimiento a la armonía eterna, ¿qué papel desempeñan los niños? No se comprende por qué deben sufrir ellos también en nombre de la armonía". El caso es que Giménez se agarra a ese pasaje como a clavo ardiendo y de alguna manera se hace explícita su ignorancia -en los dos sentidos de la palabra ignorar- de las palabras de Jesús de Nazaret (Juan 9:3) y de todo el libro de Job, fundamental para el tema que plantea.
Por lo tanto, una vez más, como pasa en infinidad de temas, me pregunto cómo es posible que haya gente que habla de lo que no sabe o no sabe de lo que habla. Está claro que Giménez no se ha leído Job, ¿Se habrá leído la Introducción al cristianismo de Joseph Ratzinger? Hablar se puede hablar de cualquier cosa (faltaría más), pero hacerlo desde una tribuna y recurriendo a argumentos que solo son disculpables en el Facebook o una rave de borrachos pasados de estramonio es poco digno de consideración. En mi filosofía, donde apenas cabe algo de Lógica y algo de Moral, muy poco, señorea una frase de pensamiento doméstico: "Zapatero a tus zapatos". Es muy interesante el producto que se extrae de las incursiones de unas disciplinas en otras y el intrusismo a veces da frutos buenos, pero por regla general me parece tan natural que los que quieran hablar de los fundamentos cristianos no pasen por alto lo que han estudiado sus teólogos como que los que quieran hablar de enfermedades no desoigan la experiencia de los médicos y los enfermeros, etcétera.
Curiosamente el círculo que se cierra ante los que pretendan hablar de temas médicos sin tener una formación reglada y pertenezcan a los corporativos es atenazante y displicente. Por el contrario casi todo el mundo se ve con criterio para hablar del sentido del sufrimiento de los niños en la fe cristiana y para reducir todo el aparato doctrinal a la socorrida y desgastadísima excusa de la culpa judeocristiana, tema tertuliano donde los haya.
Ha habido muchos comentarios, consabidos, sobre el hambre de Somalia y el poder de la Iglesia. Esos comentarios se han hecho desde la más patética y sórdida indigencia informativa y coreando las consignas de turno más las de la inercia de toda la vida, con pleno desconocimiento de la labor social, educativa y sanitaria de la curia y sus organizaciones y no solo en África. La financiación de la JMJ se ha aclarado por activa y por pasiva, su rendimiento también, así que por mi parte ya está más que aclarado.
Zapatera a mis zapatos, recuerdo al hilo del articulito de Giménez que a los nueve años fui víctima de un accidente de tráfico. Fue un taxi Seat 1500 contra un cuerpo de menos de 30 kilos, puesto que yo era fuerte pero delgada como un junco. El capó me dio en la cadera izquierda, volé 8 metros y fui a dar de boca contra el bordillo. Casi una hora después, tal vez más, recobré el conocimiento. Perdí los dos dientes incisivos centrales del maxilar superior. En el juicio condenaron al taxista a 6 meses sin poder conducir, cosa que me apenó sobremanera. El taxista recuerdo que era extremeño. Me fueron a ver él y su madre durante mi convalescencia en casa, y pudimos saber que recién habían emigrado a Barcelona. Eran una gente sencilla y muy modesta de medios. Con todo me trajeron un regalo. Era un frasco de perfume de Avon. Decía desde mi cama a todo el mundo: “Estoy muy bien", cuando la verdad es que mi afirmación era poco creíble porque no podía pronunciar bien la "s" y además me esforzaba en hacerlo y eso me conducía a hacer una mueca con los labios que desmontaba toda mi buena intención y la de los demás. La falda con miriñaque era la botella propiamente dicha y el corpiño y la cabeza giraban como un tapón sobre la rosca del frasco. Ese regalo destacaba entre la barbaridad de libros que me regalaron mis amigos del colegio, de la calle y del centro excursionista. Destacaba no solo por su singularidad sino porque yo no era niña de muñecas ni de princesas ni nada por el estilo. Sin embargo recuerdo vivamente que capté con sobrecogedora precisión, a pesar de mi corta edad, todo el cariño que habían puesto en ese regalo. Aunque yo no me cansaba de decir a todo el mundo "
Recuerdo muchos otros detalles de mi primer accidente (¿o fue el segundo?) pero creo que el que nunca podré olvidar es el de que unos segundos antes de la colisión me acababa de comer una manzana y pensé "qué bien poder morder una manzana". Ese tipo de pensamientos que luego adquieren sentido son como premonitorios o lo que sea. Eso a mí me es igual. En ningún caso pensé jamás que ese accidente fuera injusto para mí, merecido. Si acaso siempre pensé y siempre pensaré que el juez se equivocó. Si en vez de condenar al pobre taxista extremeño a 6 meses sin poder trabajar hubiera investigado por qué a aquel cruce le llamaban "el paso de la muerte", hubiera evitado una infinidad de atropellos con final fatal. En los años siguientes, solo de mi colegio, hubieron 3 víctimas. Finalmente, al cabo de mucho años pintaron un aso cebra y plantaron dos semáforos. Para entonces ya se habían muerto unas cuantas personas, que espero que Dios tenga en su gloria. Yo en filosofías no me meto.

Foto del blog "Verdades y mentiras" de Fabrisa. Banco de zapatero

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21.8.11

Azúcar, sal y pimienta




uando volví a casa hace unos días me encontré con un ramo de flores en la puerta que tal vez llevaba 6 o 7 días allí, suponiendo que fuera para mí y por mi santo. No había tarjeta alguna ni nada que me permitiera identificarlas o hacerme creer que fueran verdaderamente para mí en vez de para mi vecina o su marido. De manera que me veo empujada a usar este álbum para dar las gracias más sinceras a quien fuera que se acordase de mí por el día de mi santo. Mi círculo de amigos conocía más o menos las fechas que me iban a tener lejos de casa y por lo tanto si seguimos sobre la pista de que no eran para mis vecinos, tenían que proceder de alguien que hace tiempo que no está en contacto conmigo. Sobre la consternación de que durante unos días un signo evidenciara la ausencia total de vecinos en mi planta, prevaleció el cariño con el que creo que fui obsequiada. Sobre todo porque la vida a veces discurre por épocas de pocas alegrías y de demasiadas obligaciones y sinsabores.
En Japón, por lo menos hasta donde yo sé, los regalos se hacen con arreglo a un código bastante cerrado. Es decir, en determinadas ocasiones una puede esperar que le regalen un abanico con su funda hecha de tela de kimono. Es algo parecido al código tácito por el cual cuando nos invitan a comer o a cenar a casa en algunos casos nunca llegaremos sin ofrecer una botella de vino o unos postres preparados. Entre mis defectos cuento el de mi inadecuación para hacer regalos. No ya por ejemplo regalar un Réquiem de Mozart por un cumpleaños, sino porque el empeño que tengo que poner para elegir un regalo y llegar a una mínima certeza de que no me equivoque por mucho es tan descomunal que pagaría el doble por pasar por alto esos días. Es algo que he pensado un tanto y he llegado a algunas conclusiones, como la de que no es un problema de generosidad sino la de la inseguridad de salirse de la rutina y el trato normal y sin sobresaltos.
No tengo grandes esperanzas de conseguir convivir con esta condición con tranquilidad. En el mismo orden de cosas sitúo mi aversión a las celebraciones en horario laboral. Ya he dejado aquí fe de que me encantan las comidas campestres y compartir ratos largos en las terrazas de los bares. Con el tiempo he tenido que ir renunciando a muchos de los alimentos que más me gustan por salados o grasos y que me perjudican también por salados y grasos. Por tanto intento entonces comerlos en raciones casi homeopáticas y en raras ocasiones. ¿Quién no conoce la sensación de incomodidad por verse obligado en mitad de la jornada laboral a tomar cava o gusanitos o chorizo? La insistencia, rayana muchas veces con la grosería más intolerable, acaba por colocarnos en el extremo de ceder aunque con la boca pequeña, para evitar que el asunto parezca desdeño o desplante y llevarlo a una discusión mayor.
Estoy convencida de que en un equipo de 30 personas esos acontecimientos producen por lo menos dos parones o relajos al mes, puesto que siempre hay cumpleaños, santos, nacimientos, bodas, tesis y demás celebraciones. Esos festejos breves no pueden tener lugar en otro círculo que no sea en el trabajo, puesto que a veces la relación entre las personas no va mucho más allá de esa obligada pausa de alegría y distensión. Servidora sin embargo le tiene verdadera manía a esos festejos porque a veces me joroban mi buen orden en la dieta o en mi gestión del tiempo o en las dos cosas. Como además estas celebraciones contrastan por la falta de entendimiento en lo que propiamente es el equipo de trabajo, es algo que me contraria indefectiblemente. En el caso de que me apeteciera tomar una copa de cava a media mañana, a riesgo de que las tareas que haga a continuación sean más tórpidas de lo habitual, ¿tiene sentido que concelebre algo con quien ha estado -por un decir- compitiendo deslealmente con mi pobre quehacer? 

"Plato de porcelana china con cerezas" (Giovanna Garzoni, 1600-1670), s.a.
Se dirá que de las concelebraciones puede salir un mejor trato en el día a día. No sé. Yo hubiera dicho que del buen trato en el día a día es de donde deberían salir las concelebraciones. Pero, como digo, intento acercar esa copa que se me impone con la mejor intención hasta tomar un leve traguito y acompañarlo con una galletita o el canapé más pequeño, hacer mutis por el foro, y aquí paz y después gloria.

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Flores y fieras

Buscando mis amores
iré por esos montes y riberas;
no cogeré las flores,
ni temeré a las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.
San Juan de la Cruz, Cántico.

uchas cosas me han llamado la atención de mi corto viaje por Alemania, y reflexiones que en su mayor parte no tienen el menor interés seguramente. Hoy rescato algo que no abunda en nuestro país, sobre todo en algunos sitios y en este momento histórico por el que parece que no hubiera pasado nunca la Transición, ni la Constitución ni la E.G.B. ni nada. Iré al grano. En el centro de Múnich, cerca de un hotel en el que se hospedó Michael Jackson en una de sus giras mundiales, se le erigió espontaneamente un memorial. Está en la Promenadeplatz a los pies de la estatua de Orlando Lasso y añado dos fotografías que tomé para que se aprecien dos cuestiones: su composición y su estado. A pesar de que hay objetos que pueden ser fácilmente retirados y que yo sé que en algunos sitios de España instigarían la iconoclastia, allí están tan tranquilamente como lo podrían estar en un domicilio particular detrás de una puerta blindada y cerrada con dos llaves. 
Este hecho no es algo singular ni raro. He oído de varias fuentes que la Reforma erasmista entre otras circunstancias no supuso la destrucción de los coros ni de ningún otro elemento de la liturgia y el culto católicos. Las iglesias católicas pasaron a oficiar un culto protestante sin que la indignación y la cólera diera en quemar los sitiales o en hacer añicos los confesionarios, las imágenes ni las custodias. Simplemente el centro del culto se desplazó del altar al púlpito, alguna capillita se transformó en un lugar donde los fieles pudieran hablar de sus preocupaciones (a cambio de confesarse) y tomar una bebida reconfortante, y el órgano pasó a ocupar un lugar muy semejante al del altar mayor. Erasmo personalmente abogó por la conservación de los templos católicos. Calvino en los Países Bajos no.
No es de extrañar pues que el órgano que se dejó oír ayer en la Catedral de la Almudena durante la misa que ofició el Papa sea como él alemán. En la de Colonia, católica, pude oír yo al organista hacer pruebas, y el sonido era impresionante. Me pareció como un trueno cuando el cielo crepita y pensé que los organistas son entre los músicos como la guitarra eléctrica en el heavy metal, un instrumento que siempre había servido solo para las tabernas y las alcobas de las princesas porque no tenía casi fuerza. Pero está claro que el heavy está electrificado, mientras que los órganos germánicos tremolan en templos de admirable acústica, donde se magnifica su potencia y reverberan.
Todo ello, no lo del órgano, sino lo de los afanes de los intolerantes, me hace pensar que tal vez la iconoclastia es no ya la contrapartida sino exactamente lo mismo que la idolatría, por mucho que se disfrace de heterodoxia. Cuanto más idolatría, más iconoclastia. Cuanto más iconoclastia, más idolatría. Tal vez entonces se podría llevar la comparación al damnatio memoriae, esa costumbre que nos dejaron los romanos de eliminar todo los signos y recuerdos sobre la vida de un personaje público. La damnatio memoriae podría ser lo propio en aquellos pueblos donde la fama es algo exacerbado. Y el trajín de estatuas ecuestres que se retiran y hasta se ultrajan es lo propio en regiones donde el culto a la personalidad y el individualismo se sale de lo normal.
Para mí es una verdadera pena no tener las facultades necesarias para aprender alemán porque una mínima competencia en esa lengua me permitiría conocer más allá de lo que es evidente cómo son sus nativos hablantes. Me inspira el mayor interés saber si en general, como parece, los alemanes saben de lo que hablan o hablan de lo que saben.

Memorial a Michael Jackson en la Promenadeplatz de Múnich
*
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20.8.11

Detalle de Meritaten

Meritaten, hija de Nefertiti. Neues Museum, Berlín. Foto: Aaoiue.

La capitana en Madrid


"Non habitabit in medio domus meae, qui facit superbiam; 
qui loquitur inicua, no direaxti in conspectu oculorum meorum"
Salmo 101

La Virgen de Regla de la Cofradía de los Panaderos de Sevilla, en Madrid, en la XV estación del Via Crucis, la de la Virgen de la Soledad.

19.8.11

Fuera de contexto (1)

os rostros que nos quedaron del Antiguo Egipto, con ese sosiego ideal que transpira una naturaleza sobrehumana,  contrastan en sus vitrinas del Neues Museum con el gesto cansado, adusto, asimétrico, de los visitantes. La forma de deambular de las personas en los museos no es que tenga interés alguno, más allá de indicar un cierto desdoblamiento o trance de la atención, pero recuerda a otros estados de la conciencia -como el sonambulismo- en que la cara adquiere una expresión transfigurada. 
Nos estamos acostumbrando a los titulares, a los tweets más o menos ingeniosos, la paremiología de manifiesto y demás. Esta semana ruedan por mi Facebook las palabras de una intervención abuelista de Eduardo Galeano en la Plaza de Cataluña, con motivo del movimiento del 15M. Es una retahíla de consignas que obtienen la embelesada aprobación de los que se manejan bien con frases con un sujeto, un verbo cortito y un predicado claro. Y por pura fatiga (este señor me merece todos los respetos pero es un pesado) me he situado en un estado flotante donde solo me quedo con las caras como máscaras inmortales de los que tienen abiertos los micrófonos y los grandes titulares de los periódicos.
En otro orden de cosas, la frente airada y la boca totalitarista de los fanáticos futboleros y los indignados anticlericales me recuerdan la brecha de una herida descarnada. Paso por algún establecimiento que aún no ha cerrado, sea por vacaciones sea por cierre, y veo el rictus de desazón y angustia de una peluquera que monta guardia entre los asientos vacíos con la mirada vacía no de las estatuas sino de los enfermos y de los que esperan. El cristal me deja ver su rostro y me devuelve también el reflejo de la acera de enfrente, llena de mobiliario urbano de todo tipo: papeleras, containers, señales. Un viejo al que le van grande las alpargatas camina con rigidez senil.
Meritaten, la hija de Nefertiti. Neues Museum, Berlín
Estos días apenas me asomo a la televisión (alguna serie de medicina forense o de criminalística pura y dura). Pero el otro día el guion conducía inextricablemente hacia la sospechosa, una niña que le había clavado en el corazón a una anciana un bolígrafo con purpurina líquida en el capuchón. Todo porque no le había dado un gato teniendo un montón. Así que ya ni eso. Pero he visto alguna imagen en vídeo de la llegada de Benedicto XVI al JMJ (Jornada Mundial de la Juventud) y que en parte era recibido como una estrella del rock. Tal vez todos los insultos, desplantes y burlas que se le han proferido han promovido un efecto de rebote. Y más en unos tiempos en que todo se televisa y se busca el no va más.
Está claro además, al menos para mucha gente, que todo el poder que tenía el Papa Karol Wojtyla como comunicador, no lo tiene ni mucho menos Joseph Ratzinger. Su talla intelectual, su cultura vastísima, quedan tremendamente e injustamente deslucidas en su labor pastoral. Por ejemplo, tal y como lo recoge un diario de tirada nacional, "el Papa ha pedido a los jóvenes que se encontraban reunidos en la madrileña plaza de Cibeles que recen para que el mensaje de esperanza y amor de Cristo "tenga también eco en el corazón de los que no creen o se han alejado de la Iglesia". Los creyentes que tenemos alguna base doctrinal sabemos que esa apelación, contra lo que pudiera parecer a cualquier agnóstico, ateo, anticlerical, antipapista o apóstata, no encierra ninguna soberbia. Pero sus mensajes no llegan con la claridad con la que llegaban los mensajes de Juan Pablo II. Ratzinger pide ahí a los jóvenes que recen (a Dios) para que lo que ellos sienten y creen y que tanto les colma también lo pueda sentir otra gente.  Bajaré cuatro pueblos y 30 telediarios a un ejemplo un poco tosco: cuando amamos a alguien y como es natural le admiramos, quisiéramos que todo el mundo pudiera apreciar sus gracias, sus aciertos, su garbo, su todo. También nos parece mentira que a alguien no le pueda gustar nuestra canción preferida y nos gustaría que todo el mundo disfrutara de la luminosidad de Sorolla, por un decir. Y si no es así, lo del rezo, así es como debería ser. Otra cosa, como pasa hasta en la Enseñanza, es que cuando a alguien le dan un lugar un poquito más alto desde donde hablar se piensa que es la leche. Porque soberbia mal entendida sería cualquier pretensión que tengamos de creer que podemos ayudar o mejorar la vida de alguien y llevarle al buen camino, enseñarle alguna cosa.

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Mansarda dragona

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17.8.11

El dos de bastos

yer di un vistazo rápido a blogs en los que en algún momento había participado, cosa que ya digo desde ahora que no tiene que ver con la foto elegida para hoy y la mirada que una quimera tiende sobre París, apostada bajo una torre en la fachada oeste de Nôtre-Dame. Curiosamente siempre que decimos "le Penseur" solemos pensar en la famosa estatua de Auguste Rodin y menos en la quimera, que a mí peronalmente me gusta mucho más y me hace fantasear con encuadres en la que aparece junto a Quasimodo, otro monstruo. Si acaso rescato esta imagen para referirme a dos tendencias blóguicas,  que no existen más que en la pura teoría, la de quienes hacen un despliegue de la cerebralidad y la de quienes están en el plano de las emociones. Todo esto, como digo, es teórico y por lo tanto para mí es inservible, porque también hay blogs del estómago, testiculares y hasta de sobaquina. Pero siguiendo el esquema clásico admitiremos que hay personas que estamos más a merced de los sentimientos (como el jorobado de Nôtre-Dame) mientras que otras son más razonables. Y, aunque continuamente voy entorpeciendo el hilo del discurso, aquí habrá que añadir que hay entre los razonables quien en realidad lo que le pasa es que solo tiene un sentir, mientras que hay entre los emotivos quien tiene demasiadas razones para organizarlas ni estratégicamente ni jerarquicamente ni nada. Por razones temperamentales los únicos blogs que no me gustan ni me gustaron nunca son los del insulto bilioso, el círculo vicioso  de bromitas internas y el autobombo bien o mal temperado.
Siempre he visto en mis padres muy bien hipostasiado, hasta la caricatura, lo de la persona de tipo cerebral y la de tipo emocional. Servidora siempre se ha parecido a su padre, de manera que mis errores tienden a ser siempre del orden de los sentimientos y los impulsos. Cuando mi cabeza consigue ponerse en funcionamiento es raro que me equivoque. Del equilibrio entre estas dos fuerzas habla con gran elocuencia en la cartomancia popular el dos de bastos, arcano menor que representa el dominio sobre el pensamiento y sobre las emociones. "Dominio" digo porque "control" me parece algo restrictivo, asfixiante.
Quimera "Le penseur" de Nôtre-Dame, foto de Florian Siebeck

Esto de la cabeza opuesta al corazón, aunque bien pudiéramos desplazar la atención al cuello, como puente donde se produce una especie de comunicación entre las dos vísceras, es como lo de la derecha y la izquierda y tantas otras cosas ¡Pero qué bonito, París!

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Playa urbana


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16.8.11

Gorriones sajones




En una salchichería callejera de Dresde (Alemania)
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15.8.11

Parecidos odiosos, comparaciones razonables

"El serrallo era para las mujeres como un desafío a vida
o muerte; trono o sepulcro, consagración o silencio, porque
la clausura podía convertirlas también en halcones, igual 
que el hachís y el desamor las enviciaban y, entre 
joyas y sedas, se transformaban en niñas caprichosas
o en muñecas crueles, vacías o rellenas de ambición y celos... 
Un convento de clausura inquietante, porque también los sultanes 
se volvían palomas entre sus manos perfumadas".

Mauricio Wiesenthal, El esnobismo de las golondrinas

Lo crean o no en donde yo trabajo, donde hay o hubo en plantilla creo que cosa de 6000 personas, hay un hombre que guarda un parecido asombroso con el Salieri de "Amadeus" (Miloš Forman, 1984). Lo que yo no sé es si vive atormentado por la envidia, ese vicio que dicen que corroía al compositor verdadero ante el genio y la picardía de Mozart. Pero son como dos gotas de agua. 
Pero, empezando por los parecidos razonables, las intrigas entre las concubinas del sultán y la organización del serrallo de Topkapi, desde la validé o favorita, pasando por los eunucos y las odaliscas y acabando por las niñas esclavas, no se pueden comprender en dos tardes. En dos tardes como las que empleó Jordi Sevilla en explicar a Rodríguez Zapatero lo preciso en Economía. La comparación de Wiesenthal entre un serrallo y un convento se aleja del tópico sacrílego para desarrollar la idea esencial del aislamiento.

F. Murray Abraham como Antonio Salieri en "Amadeus"

Precisamente un año justo después de estar en Topkapi estuve en Salamanca. Fue el día de Navidad, sin turistas en Estambul y sin estudiantes en la capital charra. A pesar de que pasaron no menos de 15 años aún es muy vívida la fuerza del impacto entre el enorme parecido que sorprendí entre el patio que conduce al convento de las Dueñas o dominicas y el del serrallo de Topkapi.  Tal vez fue solo una impresión, tal vez el parecido podría razonarse con pruebas materiales, fotos. La cuestión ahora es solo plantear como se asemejan mundos ajenos.
Por un mismo factor de conversión, se da una cuenta de que en un grupo con un determinado número de personas que coinciden durante unos días en un curso de verano o en un circuito turístico se darán a conocer con singular parecido a la profundidad mera de los personajes que mostraba Agatha Christie para presentar un caso de asesinato. Es decir que solo veremos las relaciones más reconocibles entre nuestros personajes (madre-hijo, marido-mujer, etc.) y se diría que unos rasgos que nos sitúan muy someramente sobre unos temores y unos intereses obvios. Todo igualito, si quieren, que en una novela de Christie pero sin asesinato ni muerto. Hitschcock, el maestro del suspense, acortó los planos. Y su fascinación por el subconsciente le llevó al psicoanálisis y aún a los sueños. Sin embargo, en los cursos de verano, en los tours y en las novelas de Christie predomina el plano de 3 a 5 metros e incluso un radio mayor. En los tres casos esa distancia la marca la necesidad de que un grupo de personas desconocidas coincidan en un momento dado en un lugar, sea para rentabilizar una clase, para compartir gastos en un viaje en grupo o fortuitamente para enredar la trama y levantar sospechas ante lectores aficionados a las novelas policíacas.
Es en los 3 metros o menos cuando más he experimentado la sensación inexplicable de resultarme familiar un completo desconocido. ¿Por qué extraña razón esa sensación me ha sobrevenido tantas veces en los trayectos de media y larga distancia en tren? Aunque he leído que el déjà-vu se asocia a la esquizofrenia, no dejan de sorprenderme esos momentos tan desconcertantes como inservibles. Otro caso es el de aquellas personas que nos despiertan una sensación de déjà-vu y de peligro al mismo tiempo. Esa sensación no es inservible y yo al menos he experimentado que son verdaderamente fundamentadas todas cuantas veces la he sentido. Lo que no sé es si se pueden justificar en la esquizofrenia aquella o en el cenizo o en la aplicación de un formidable sinnúmero de multivariables  y factores de conversión empíricos de nuestro lastre vital.
Soy consciente de que hay personas que no son muy proclives a advertir las semejanzas entre sus semejantes o entre cosas aparentemente diferentes. O tal vez no están interesadas. Eso no les priva de llevar una vida normal, de la misma manera que se puede vivir muy bien sin saber el punto de la salsa bechamel, si se me permite decirlo a través de un nuevo símil.
Y todo esto es para llegar a una comparación que es odiosa de verdad. Se ha escrito muchísimo sobre los campos de concentración y de exterminio, sobre todo los de los nazis. Aunque se han hecho varias películas en que aparecen kapos, yo desconocía su naturaleza. Los nazis uniformaban a sus prisioneros y les marcaban la ropa con un número y unos triángulos invertidos cuyo color indicaba tácitamente a qué clase de persona iba asociado cada hombre y cada mujer o los niños. A grandes rasgos, y de acuerdo con el cuadro que ilustra el Álbum hoy, el color rojo señalaba a los comunistas, los espías, los desertores y los prisioneros de guerra. El color azul señalaba a los emigrantes. El verde a los criminales. El rosa a los hombres homosexuales, pederastas y violadores. El lila a los Testigos de Jehová y los pacifistas. Los gitanos primero fueron señalados con un triángulo negro, pero posteriormente se les identificó al triángulo marrón, mientras que el negro quedó reservado para los enfermos mentales, las lesbianas, los alcohólicos, los mendigos, las prostitutas y los adictos a las drogas. En los judíos otro triángulo bajo la base del primero, hasta formar la estrella de David, indicaba a los descendientes del pueblo elegido.
La cuestión es que en el terrorífico e inhumano entramado de un campo de trabajo o de exterminio, tenía un enorme peso el miedo, la humillación, la crueldad y el sufrimiento físico (hambre, frío, hacinamiento). Todo ello quien más quien menos todos lo sabemos o lo hemos ido pudiendo saber. Los kapos eran los directos encargados de cada barracón. En el campo de concentración de Sachsenhausen, cerca de Berlín, se muestra en el barracón 38 el camastro del kapo, segregado de la sala donde dormían hacinados de 3 en 3 sus prisioneros, que creo que eran gitanos. Los kapos eran también prisioneros y ostentaban el triángulo verde, que era -como he dicho- el que se asignaba a los que antes de la locura del nacional-socialismo se habían dedicado profesionalmente al crimen.
Los kapos serían pues personas de pocos escrúpulos, o "amorales" simplemente. Podían hacer a la perfección el trabajo sucio que se les requería a cambio de algunas ventajitas y de la embriagadora y altamente adictiva sensación de poderío de que tanto gustan los cobardes. Como los nazis les supondrían crueles, astutos, arrastrados y amigos de lo ajeno (envidiosos por tanto), daban el perfil justo y necesario para la función de mantener los pabellones aterrorizados, bajo control y especialmente humillados.  A su vez los kapos también pasaban miedo, pero era diferente miedo.
Estar bajo la voluntad de una persona indecente que seguía las órdenes de unos locos es de lo peor que yo soy capaz de imaginar.  Los kapos, más o menos tal y como los he descrito con trazos gruesísimos, siguen existiendo. No hace falta que tengan un historial delictivo o antecedentes penales. No hace falta que obedezcan enteramente al retrato robot, pero haberlos haylos. Y locos también. De hecho, me estoy acordando además de aquella magnífica película argentina, "El secreto de sus ojos" (Juan José Campanella, 2009), donde si no recuerdo mal el asesino acaba condenado pero tras una breve pena de prisión pasa a ser sicario predilecto del Partido Peronista. Y eso porque no quiero decir nada de lo que yo conozco  tan de cerca.

Wikipedia

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Barroco bávaro

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14.8.11

Grüneburgpark

¿Conoces el país donde florece el limonero,
centellean las naranjas doradas entre el follaje oscuro,
una suave brisa sopla bajo el cielo azul,
y hallar se puede al silencioso mirto y al alto laurel?
J. W. Goethe, "Kennst du das Land, wo die Zitronen blühn"

Alguna vez ya he dicho por aquí que los jardines y los parques cuanto más viejos son más me gustan. Este mes de julio tuve ocasión de visitar el Grüneburgpark de Fráncfort o Frankfurt, con 29 hectáreas (290.000 metros cuadrados), y de ver como -a diferencia de parques como el nuestro en Barcelona de la Ciudadela o el del Laberinto- reinaba el silencio. Seguramente el jardín japonés del no menos grande Planten un Blomen de Hamburgo, diseñado por Yoshikuni Araki, es más artístico. El parque de Hamburgo, por decirlo de una manera simple, es más bonito, más alegre. Y alcanza las 47 hectáreas. Pero más grande aún es el Volkspark Friedrichshain berlinés, con 52 hectáreas, y el máximo es el Tiergarten, con más de 210, que sin embargo es más pequeño que el Central Park de Nueva York.
Está claro que no todo es cuestión de tamaño y, como digo, para mí tiene mucho peso la antigüedad de los lugares. Y basta decir que no me impresiona tanto que Goethe paseó por el Grüneburgpark de Fráncfort como que podamos admirar árboles singulares de su época. Me estoy acordando de un olmo más que centenario que había en un llano tocando la entrada, llano que estaba cubierto de césped y bordeado por un sencillo sendero sin marca alguna, como el que también se puede apreciar en la foto de hoy del Álbum.
Supongo que jaleos etílicos como los que se organizan en Lloret de Mar o en otros pueblos de las costas españolas más soleadas son la contrapartida al silencio que es tan fácil encontrar en las ciudades de Alemania. También es verdad, como  lo fue para mí en Nueva York, que esos parques tan grandes están descompensados por unos espacios urbanos donde es difícil por no decir imposible encontrar donde sentarse, como si con  la ausencia de bancos se pretendiera evitar la concentración de "vagos y maleantes" o los encuentros amorosos, o como si más bien fueran inverosímiles bajo climas más inclementes que el nuestro.
Los bancos son en Barcelona un lugar concurrido por los pensionistas y algunas parejas más bien jóvenes. La gente se pasa horas hablando en las calles, cuando va y viene de donde sea, cuando se encuentran fortuitamente. Pero hablamos de pie, aunque a veces pasa un cuarto de hora entre la primera vez que nos despedimos y la última.

Grüneburgpark de Fráncfort

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12.8.11

Yo, tú, él

"Un país que cierra ambulatorios no debería derrochar 30 millones de euros en recibir a ningún líder espiritual. Copia esto en tu muro y difundamos el derroche institucional" (Facebook) 
"Según ha hecho notar el diario ‘AS’, desde que Guardiola se hizo cargo del primer equipo, los azulgrana se han gastado 311 millones de euros. Si finalmente llega Cesc, la cifra subirá a los 350, lo que supone un gasto de 86 ‘kilos’ por temporada." (madrid-barcelona.com)

Con "yo, tú, él" lejos de referirme a un posible triángulo amoroso repaso los pronombres personales. El verano para mí siempre fue una buena época para repasar, sea la gramática que aparentemente  nos sabemos, como algún librito de historia o cualquier cosa facilona. Siempre se aprende algo aunque, repito, aparentemente nos lo sepamos más o menos bien.
Vengo del Facebook, donde a pesar de todo algunas veces voy, y me he encontrado un "copia en tu muro" de los que de forma recurrente aparecen estos días con motivo de la visita de Benedicto XVI por la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Ese post no es de los que insultan, porque los hay, pero sí que cae en un desafío argumental ante el cual me he atrevido a contestar con la primera noticia que me he encontrado. Cualquiera hubiera servido. Habría que añadir que no se están cerrando ambulatorios, sino algunos servicios, y que la relación entre el ajuste o recorte brutal en la Sanidad Pública no tiene ni mucho ni poco que ver con la visita del Papa. Diré si acaso que en mi mirada decisiva he recortado la noticia de otro "líder espiritual" cuyo talento sí es aceptado por algunas personas (Pep Guardiola) y que he querido señalar algo que que yo sepa no beneficia a nadie más que al propio Barça, sus fichajes. 
Cualquiera que vaya estos días al centro de Barcelona podrá ver que hay muchos grupos de jóvenes que acabarán o seguirán en Madrid el lunes, como si en su viaje al JMJ hubieran aprovechado para visitar mi ciudad u otras. Además al parecer más de la mitad del coste de la visita de Benedicto XVI es financiada por las inscripciones. Y además los que acudirán para el acontecimiento también van a dejar algún beneficio ni que sea en el Metro y en las cafeterías. Las medidas de seguridad que habrá que tomar o que seguramente ya se habrán tomado me temo que no serán como las del dispositivo que se ha tenido que levantar en Londres y otras ciudades inglesas por los actos vandálicos de otra clase de adolescentes y jóvenes. También calculo que los daños que puedan ocasionar los visitantes serán en el peor de los casos, comparados con los de los ingleses, de risa. Tal vez a alguna chica se le caerá una figurita en "El Corte Inglés", pero no se esperan daños mayores.

Centro de Múnich
Como me encontrado entre la gente de la Iglesia gente malísima, pero mala de verdad, lo mismo que la hay entre los budistas y los aparejadores, no voy a entrar en el terreno de las simpatías y el "yo, tú, él". Sin embargo, no deja de sorprenderme el encono de algunas, muchas, personas hacia la Iglesia Católica y sus miembros, seculares o clericales. Hay entre sus odiadores gente insensible a los desmanes de los grandes clubes futbolísticos y esa danza macabra de 11 millonarios dando patadas a una pelota. Hay entre los odiadores gente que es incapaz de percibir los anquilosamientos de la Universidad, otra anciana institución incapaz de cambiar, endogámica, monopolista, que funciona a dedo y politiqueramente y que muchas veces sí se financia con fondos públicos.
También se recrimina constantemente al Vaticano que tenga una Capilla Sixtina con el hambre y también la sed que hay en el mundo, pero se ignora la función que ha tenido y tiene la Iglesia y sus diócesis en mitigar la pobreza y las enfermedades. El año pasado Caritas Diocesana de Barcelona ingresó más de 23 millones de euros que en un 72% provenían de donantes particulares y de los cuales solo un 8% se perdió en en gastos de administración. Como llevo 28 años trabajando en la Sanidad estoy en condiciones de afirmar que la visita del Papa no tiene pero que nada que ver con el supuesto "cierre" de ambulatorios, asunto que por otra parte está totalmente transferido a las respectivas comunidades autónomas.
Siguiendo con los pronombres personales nos tendremos que acordar de aquella inteligente apreciación que ahora no sé si la hizo el poeta Pedro Salinas o si la hizo el filólogo Agustín García Calvo, de que los pronombres personales eran palabras de poco fiar, o algo así, porque significaban una cosa u otra dependiendo de quien las dijera. Así si yo digo "yo" quiere decir una cosa, pero si lo dice "él" "yo" quiere decir otra, que viene siendo "él" otra vez. Por eso supongo que hay quien emplea con los niños pequeños la tercera persona del singular para referirse al lugar que ocupan en el mundo, que es poco más o menos que el trato que se les da a los autarcas y el de algunas divas y folclóricas cuando se refieren a sí mismas para recordar o prever sus debuts, su vida, sus éxitos. También solemos referirnos con la tercera persona del singular al enemigo indefinido, al otro, a lo que no aceptamos.
Supe el otro día que la prima del peluquero de la vecina de mi madre se apuntó a un circuito turístico por Alemania, esos que a veces empiezan o acaban como el rosario de la aurora. Inopinadamente el guía que los llevaba por todo el recorrido los abandonó sin dar ninguna explicación horas después de llegar a Berlín, un día y medio antes para que acabara el circuito para una parte del grupo y 4 antes para otra parte, que seguían ruta a Múnich. Algunas personas creyeron al principio que lo que había pasado es que el guía se habría ido de picos pardos aprovechando la tarde libre, y que reaparecería. Pero no fue así. De manera que el grupo tuvo que añadirse a otro que circulaba aquellos días con el mismo mayorista y el mismo itinerario. La huida del guía fue motivo de mucha conversación en el grupo, como no lo hubiera sido ninguna otra dificultad ni hecho. Eso animó mucho el viaje y lo hizo más entretenido si cabe. Lo mejor del caso es que el guía en cuestión (cuando no es verano) es  habitualmente un actor de Telecinco y bastante conocido, por cierto, porque al parecer ha participado en series como "Bea la fea" y "Aquí no hay quien viva" o en películas como "Perdona bonita pero Lucas me quería a mí". "Yo" nunca veo Telecinco pero me puedo imaginar que "él" se sintió bastante raro en un trabajo para el que en realidad no estaría preparado. Otra cosa, está claro, es que hubo un incumplimiento de contrato, pero lo que ahora me trajo hasta aquí es la cantidad de veces que hemos sentido que no estábamos en el sitio adecuado o con una gente con la que no quisiéramos estar más que un ratito.
El desgaste inútil que a veces supone buscar el sitio en el que podemos estar a gusto a veces se ve compensado por el desgaste fructífero que supone intentar estar bien en un lugar que no nos gusta. Otras no, pero la cuestión es no molestar.

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11.8.11

La mirada decisiva

Hace casi un año me referí en “Paseos por Barcelona” a una escena de “Play time” (Jacques Tati, 1967) en la que una mujer toma una fotografía de una florista en plena ciudad y rodeada de tráfico.  Antes de disparar le pide a unos jóvenes que se alejen del encuadre para no alterar el plano con su imagen rockabilly. La llamada “mirada selectiva” de la fotografía siempre me ha hecho pensar y de hecho es de lo que más me interesa. Al lado de los retratos de feria, en que hasta yo podría aparecer tras un vestido de gitana montada a caballo, no es menos ingenuo el intento de algunos fotógrafos de mostrarnos lo que les parece más bonito o que demuestra aquello en lo que creen. De esto me acordé hoy al visitar la exposición sobre las fotografías de Francesc Català-Roca en La Pedrera. Leo en el programa de mano: “Francesc Català-Roca se anticipó intuitivamente a los postulados teóricos de Cartier-Bresson sobre el instante decisivo”; “Al hacer una fotografía tenemos tantas posibilidades, puntos de vista y situaciones, que el mero hecho de escoger ya es una creación”.
A la vista de la colección que nos muestran en La Pedrera, también habría que decir que se atiene a una mirada más selectiva que antológica, a pesar del gran número de fotografías expuestas.  Por resumir diría que en Català-Roca pesa más la mirada selectiva que el instante decisivo. O si lo prefieren podríamos hablar de una mirada decisiva y de un instante selectivo. La famosa foto de Robert Doisneau, “Le baiser de l’Hôtel Ville” posee todo el vértigo de la captura fotográfica y tiene la magia de la espontaneidad, pero en Català-Roca hay algo de fake, de montaje, aunque es algo que no puedo demostrar. Ni sería deseable, claro. Si comparamos “El piropo” (Sevilla, 1959) de Català-Roca y “El piropo” de Xavier Miserachs (situado en la Via Layetana de Barcelona el año 1960), el primero hasta podría parecernos preparado, organizado en torno al contraste entre el requiebro y las autoridades militar y religiosa. Ese contraste aparece tanto en las instantáneas de los años 50 que ya no nos queda candor para pensar que en algún caso fue un descubrimiento, un sencillo hallazgo. 
Esto de los instantes selectivos es como lo de la anécdota de John Allen Paulos en Pienso, luego río, cuando nos recuerda lo fácil que es dar en el blanco cuando primero disparamos y luego dibujamos la diana. Es decir, si quiero hacer una foto de un sij con un  semidesnudo de Scarlett Johansson de fondo o cualquier otro contraste expresivo asegurado y efectista, lo mejor que puedo hacer es pegarme a un sij y esperar a que se componga el encuadre previsible. Digo yo. Lo malo es que -si me permiten otra comparación arriesgada- esto es como la tele, al principio que Salvador Dalí se comiera una mosca atrapada en su bigote o que Uri Geller doblara una cubertería daba para hablar meses, ahora eso y mucho más se puede ver cada dos por tres.
Técnicamente, más allá de la lectura de la imagen como composición y como testimonio, las fotos me parecieron impresionantes, y algunas de ellas incluso precursoras de las que luego hizo por España nuestra fotógrafa más representada en la agencia Magnum, si no me equivoco, Cristina García Rodero.
En otro orden de cosas me ha resultado muy llamativo no encontrar fotografías de Català-Roca –nacido en Valls, Tarragona- sobre la Cataluña rural o marina, cuando tantas hizo en La Mancha, y en particular en Cuenca, por ejemplo, aunque fueran por encargo.


Dresdner Residenzschloss (Dresde, Alemania)

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Patio de Lübeck

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6.8.11

Tontos, tantos y tanteos





a sabía que las subastas tienen algo triste. Más allá de su historia, que se remonta por supuesto a Babilonia y a las ofertas públicas de mujeres casaderas, tuvo un momento álgido en Roma cuando se confiscaban los bienes de patricios caídos en desgracia tras falsas delaciones varias. Parece ser que en las subastas mesopotámicas se mostraban en primer lugar las mujeres más valiosas o aquellas que la naturaleza había agraciado con mayores dotes. En el acto se iba descendiendo hasta las que estaban menos dotadas. El orden, tanto si es ascendente como si es descendente, siempre obedece a algún motivo y cuando este se desconoce o se ignora da desconcierto.

En la típica subasta a la inglesa las ofertas van pujando hasta que se escala a un precio máximo que nadie mejora. Es justo a la inversa de lo que ocurre en una subasta de pescado, donde el precio que se ofrece va bajando hasta que alguien acepta una cifra y por lo tanto detiene la ocasión de otro postor. Más aún de lo que va entre una subasta de la talla de un niño Jesús de Malinas del siglo XIV y una buena docena de jureles o de tiburones gatos melgachos, sorprende lo que puede ir de una subasta a la inglesa a una subasta a la baja. La cuestión es que los jureles boquean y morigeran bajo un panel trepidante de leds cuando las mercancías de segunda mano reviven ante la mirada indiscreta pero también displicente de los tanteatores.

Pocas veces llegamos  conocer los avatares de una pieza, a no ser que el precio de salida sea considerable. Algunos catálogos se alejan del típico amontonamiento de los materiales comisados como en comisaría o del aire de los almacenes de las casas de empeño o de objetos perdidos. Optan por el detalle y realce de las naturalezas muertas porque intentan no recordarnos el verdín de los tesoros de la cueva de Aladino ni el pudor de un expolio.

Estatua del Neues Museum de Berlín
El año 2001 Butterfly Auctioners, una compañía del gigante eBay, puso en subasta cinco fotos de la serie “Red velvet” que Tom Kelley hizo a Marilyn Monroe. El precio de partida fue de 700.000 dólares. Recientemente salieron a subasta con un precio de salida de 80.000 euros las cinco páginas de la partitura de “Recuerdos de la Alhambra”, escritas por Tárrega en Málaga. Nadie pujó y las hojas de música permanecen pues con el actual propietario, Fernando Alonso Mercader, el cual las adquirió a la viuda de Frederic Mompou por canje. A través de la prensa este extremo se entremezcla con referencias al legado de Miquel Llobet y con la rivalidad entre éste y su maestro, Tárrega. El caso es que la partitura manuscrita lleva una dedicatoria para Conchita Gómez de Jacoby, pero la partitura impresa la dedicó Tárrega a Alfred Cottin. Y es que la Jacoby pasó de ser alumna y mecenas del compositor, y tal vez algo más, se dice, a ser alumna y mecenas de Llobet. Tárrega tendría 47 años cuando escribió la famosa pieza y Llobet 24. La substitución de la dedicatoria en la copia impresa nos hablaría no tanto de despecho como de mutis por el foro o retirada. Tal vez Conchita Gómez de Jacoby regaló el manuscrito a Llobet, pero no está tan claro cómo acabó en manos de Mompou, aunque sí lo está que a su viuda le sirvió para cambiárselo a Fernando Alonso por las “Impresiones íntimas” del pianista. La partitura de “Impresiones íntimas” no la veo en el inventario provisional del fondo Mompou legado a la Biblioteca de Cataluña.

Todos estos manejos hablan no del tópico del famoso material con el que están hechos los sueños  y las frases-consigna del 15M sino del memento mori de toda la vida y sus trasiegos, del polvo del tiempo. El tiempo aja el famoso vestido blanco que lució Marilyn Monroe y por muy elevado que sea su precio de salida en las subastas no dejará de parecer una mortaja acartonada como la muda desprendida y olvidada de una serpiente.

La canciller A. Merkel ante el busto de Nefertiti en el Neues Museum (Berlín, 2009). Foto: Reuter.

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