31.12.17

256 pares de narices (1)

"En una burla que se haría célebre, el obispo Samuel Wilberforce 
le preguntó a Thomas Huxley —partidario de la teoría de la 
evolución— si descendía de los monos por parte de abuelo o de abuela".
Daniel McNeill, El rostro





egún Daniel McNeill, de acuerdo con el Tratado de la pintura de Leonardo da Vinci (*) tendríamos cosa de 256 tipos de narices más sus combinaciones. Y habría que añadir a las combinaciones naturales las huellas de los trastornos de la piel, accidentes y operaciones. Estoy pensando en el cuadro de Domenico Ghirlandaio, Anciano con su nieto (1490). Francesco Sasseti padecía rinofima o rosácea fimatosa, por lo que tenía una nariz bulbosa, enrojecida y con los poros y las glándulas sebáceas irritadas. Para lo que puede dar de si un rinofima, aún salió bastante agraciado el viejo Sasseti. 
También según McNeill, la nariz domina físicamente la cara, sobre la boca, como el resultado de un proceso evolutivo que nos preservara de comer alimentos en mal estado o simplemente disuadirnos por su olor. Y sin embargo se diría que para lo grande que tenemos la nariz, como órgano sensorial no está muy desarrollado y mucho menos educado. Así que más bien nos ayuda a nadar, porque funciona como una especie de quilla, y tiene funciones térmicas y nos protege de las infecciones, acondicionando y humidificando el aire que inspiramos.
Pronto iremos a parar a la nariz de Francisco Umbral y a su célebre autorretrato en Mortal y rosa, ausente por cierto en la antología de  El retrato literario de Ricardo Senabre. Umbral reparó en cómo su nariz se había ido redondeando y alargando a la vez, detalle que hay que tener en cuenta también para una posible tipología nasal, al lado del soneto de Quevedo a la archinariz de Góngora. En nuestros retratos veremos que un rostro es el resultado de muchos años, que reflejan el envejecimiento y la actitud vital. El envejecimiento hace que los que llegan a una edad como de 70 años o más verán que sus orejas y su nariz habrá crecido hasta un centímetro respecto a sus orejas y nariz cuando habían adquirido el pleno desarrollo. Un centímetro en una oreja de 7 centímetros es algo que nos arroja en la caricatura.
3 de mis cuatro abuelos tenían lo que se dice una buena nariz. La de mi abuelo paterno era aparatosa. La de mi abuela, la niña de la fotografía que reproduzco, era de punta redonda, con las narinas y aletas redondas. Ya se ve en la primera foto que ese rasgo venía de su madre, y que en otros rasgos no se le parecía. En la tercera foto, el día de la boda de mis padres, se ve un curioso mimetismo entre mi abuela Consuelo y mi padre. Los arcos de las cejas casi idénticos (más viriles en mi padre, más suavizados en su madre), el óvalo de las mejillas muy parecido, aunque en mi padre más marcado por un mentón contundente.
Nos damos cuenta en las reuniones familiares de cómo se superponen los rasgos de las diferentes familias y de cómo se difuminan en un instante por una sonrisa que todo lo cambia o por una palabra que transfigura el rostro y nos lo devuelve al presente. Cuando conocemos a los niños nos obstinamos en ver en ellos el parecido con su padre o su madre o su hermano y nos damos cuenta de que tal vez el gesto cuando se detiene podría ajustarse a la fisonomía de una abuela, pero que en cuanto cobra animación por la sorpresa o languidece por el aburrimiento, se disipa el parecido. Por eso hay pintores que nos dejan retratos que en sus trazos son exactos pero que en ellos no alienta la vida, como si fueran maniquíes.
Desconozco el nombre de mi bisabuela de Betanzos (La Coruña), tal vez sólo podrían dar cuenta de él las únicas nietas que viven aún, mi tía Fina (que hizo recientemente 95 años) y mi tía Mercedes, que ha hecho creo que esta semana 101 años. El día de Navidad hablé por teléfono con mi tía Fina, que vive en Madrid, pero no era cuestión de sacar un tema tan extemporáneo. Creo que se esfuerza por no confundirnos. A veces mi voz le parece que es la de mi madre y cuando me ve no sabe si soy ella o su hermana Raquel, que murió cuando yo tenía 24 años. Los ancianos que han perdido un poco sus facultades tienen esas confusiones, más en una familia como la nuestra en que nos vemos de higos a peras.

Foto de Consuelo Fernández con su madre (c. 1880). Clicar sobre la imagen para verla aumentada

Foto de Consuelo Fernández con su madre (detalle). Clicar sobre la imagen para verla aumentada



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(*)
"§ CLXXXVIII. Diferencias de los rostros. Las partes que constituyen la mediación ó cañón de la nariz son de ocho modos diferentes: I.º ó son igualmente rectas, igualmente cóncavas, ó igualmente convexas: 2.º desigualmente rectas, cóncavas, ó convexas: 3.° ó rectas en la parte superior, y cóncavas en la inferior: 4° ó en la parte inferior convexas, y cóncavas en la superior: 5.º ó cóncavas en la parte superior, y en la inferior rectas: 6.º ó en la parte inferior cóncavas, y convexas en la superior: 7.° ó arriba convexas, y debajo rectas: 8.° ó arriba convexas, y debajo cóncavas. La unión de la nariz con el entrecejo es de dos maneras, ó cóncava ó recta. La frente varía de tres modos: llana, cóncava ó llena. La llana puede ser convexa en la parte superior ó en la inferior, ó en ambas, y también llana generalmente. 
§ CLXXXIX. Modo de conservar en la memoria y dibujar el perfil de un rostro; habiéndole visto solo una vez.  En este caso es menester encomendar á la memoria la diferencia de cuatro miembros diversos, como son la nariz, boca, barba y frente. En cuanto á la nariz puede ser de tres suertes recta, cóncava ó convexa. Entre las rectas hay cuatro clases: largas, cortas, con el pico alto, ó con el pico bajo. La nariz cóncava puede ser de tres géneros, pues unas tienen la concavidad en la parte superior, otras en la media, y otras en la inferior. La nariz convexa puede también ser de otros tres géneros: ó en el medio, ó arriba ó abajo. La parte que divide las dos ventanas de la nariz (llamada columna) puede igualmente ser recta, cóncava ó convexa.
§ CXC. Modo de conservar en la memoria la forma ó fisonomía de un semblante. Para conservar con facilidad en la imaginación la forma de un rostro, es preciso ante todas cosas tener en la memoria multitud de formas de boca, ojos, nariz, barba, garganta, cuello y hombros, tomadas de varias cabezas. La nariz mirada de perfil puede ser de diez maneras diferentes: derecha, curva, cóncava, con el caballete en la parte superior ó en la inferior, aguileña, roma, redonda ó aguda. Mirada de frente se divide en once clases diferentes: igual, gruesa en el medio ó sutil, gruesa en la punta y sutil en el principio, delgada en la punta y gruesa en el principio, las ventanas anchas ó estrechas, altas ó bajas, muy descubiertas ó muy cerradas por la punta; y de este modo se hallarán otras varias diferencias en las demás partes, las cuales debe el Pintor copiar del natural, y conservarlas en la mente."
Leonardo da Vinci, Tratado de la pintura

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28.12.17

Los seis dientes de Cervantes

"Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies; éste digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha , y del que hizo el Viaje del Parnaso, a imitación del de César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas y, quizá, sin el nombre de su dueño. Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlo Quinto, de felice memoria". Miguel de Cervantes, Prólogo al lector, Novelas ejemplares

l autorretrato de Cervantes que se hizo en el prólogo de las Novelas ejemplares es una écfrasis, una descripción verbal de una imagen. Lo que ocurre es que "describe el cuadro de Jáuregui o el grabado que debería haber aparecido en la primera página del libro"  pero que no apareció y que además se ha perdido. Incluso el que se viene atribuyendo al pintor está en entredicho y no es aceptado ni por los historiadores del arte ni por los cervantistas no ya que el cuadro fuera de Jáuregui sino que fuera de Cervantes.  De manera que la única "imagen" que tenemos del alcalaíno es su autorretrato, el cual además en tercera persona.Eso de hablar de uno en tercera persona es en el caso de Cervantes modestia, porque también se lo hemos oído a algunas folklóricas o divas cuando están en el estrellato total.

Hace un par de años era noticia la exhumación de los restos de Miguel de Cervantes en el Convento de las Trinitarias de Madrid. Después la noticia quedó diluida ante las evidencias de que el ataúd examinado no se correspondía con el cuerpo buscado. Ni el comité científico multidisciplinar que se encargaba de las pruebas, ni el Ayuntamiento de Madrid ni la Comunidad difundieron comunicado oficial alguno, así que todo lo que se diga entra dentro de la mera especulación.  Después de dar tumbos por algún rastro que encontré hoy en internet llego a la conclusión de que los 100.000 euros que se dedicaron al asunto también se diluyeron y que eran claramente insuficientes para poder integrar a los forenses, arqueólogos, archiveros, etcétera, que se vieron implicados en la investigación. Se vio que la mejor manera de abandonarla era haciendo un mutis tan ensordecedor como desconcertante. No hace falta ser muy listo para darse cuenta de que el silencio es el trato que obtienen muchísimos temas cuyo resultado, si lo hay o si no lo hay, no es cómodo o no es elegante.
Si finalmente las Novelas ejemplares que imprimió Juan de la Cuesta en Madrid el año 1613 hubieran tenido el grabado con el retrato de su autor, que me doy en pensar que se suprimió por criterios económicos, ahora tendríamos además de la écfrasis una imagen. El detalle de los seis dientes, los cuales además no llevaban correspondencia los unos con los otros (esto es, digo yo, que por su disposición no servirían para una masticación normal), debió de ser un dato a considerar por los forenses. Pero ¿cuántos hombres del Siglo de Oro abandonaron este mundo con una dentadura en buen estado?
El autorretrato de Cervantes tiene el mismo talante que toda su obra, con lo que no estaría diciendo nada a no ser lo que cualquiera sabe ya de su modestia, su buena relación con la verdad, la tolerancia y un humor que muchos han querido identificar con la ironía. Protesto de manera rotunda puesto que ya en tiempo de Teofrasto se consideraba que la ironía estaba conceptualmente y hasta gramaticalmente emparentada con el disimulo, y no veo yo a Cervantes como alguien que se dejara llevar por el arte de la simulación. Más bien su humor es tierno, lleno de comprensión y no es escabroso, ni burlón ni reticente.
Hace poco me referí  a la última novela de Luisa Cuerda, porque entre sus méritos contaba con el de que la narradora había quedado al margen de la narración. Me refiero ahora de nuevo a El chico de las cigüeñas porque en su principio hay un referencia a esas fotos que les ponen a los libros con un retrato del autor. Y esa mención, en boca del personaje, que es un escritor, nos sirve para mostrarnos la idea que tiene él de sí mismo:
Cuando empecé a vender libros en serio, antes incluso del premio, tuve que enfrentarme con la cuestión de las fotos. Nunca hasta entonces me había planteado nada acerca de mi apariencia. Es ahora cuando me preocupa, desde que tengo que ver mi jeta en contraportadas y me doy cuenta de las muchas imperfecciones que me habían pasado desapercibidas en mis someras inspecciones al afeitarme, todos estos años. La extrañeza que me produce mi propio rostro, su desidentificación con la idea que tengo de mí mismo, es una inquietud que ha venido a mi vida de la mano del reconocimiento profesional. Sin saber cuándo ni cómo me he convertido en un hombre con poco pelo en la cabeza, con dos arrugas verticales entre las cejas, con las mejillas sumidas y la piel gruesa. Cuando doy la vuelta de mis libros, es mi padre quien me observa desde la contraportada, y yo tiendo a buscarme en el espejo para encontrar también allí a mi padre, que me mira perplejo y ensaya sonrisas como reclamos. La imagen que yo tengo de mí mismo corresponde a una fotografía que me tomaron en la escuela en cuarto de bachillerato. Fue la primera vez que sonreí a la cámara, y lo hice porque Ventura se había puesto detrás del fotógrafo y nos hacía muecas. Mi madre amplió la foto, la enmarcó y la puso en el comedor. Y luego me obligó a dedicarle dos copias a mis dos abuelas. Durante un tiempo no me gustó esa foto: me veía demasiado sonriente, como complaciente, un poco bobo. Pero ahora me he perdido, hago sonreír ante el espejo al hombre mayor que tanto se parece a mi padre, para ver si vuelve aquel Santiago adolescente. Susana dice que sí. Que son los mismos ojos, la misma sonrisa. Y esa afirmación me sosiega bastante. En todo caso, no me gusta salir en los libros. Mi cara sonriendo al lado de mi obra tiene algo de mendicante; y si no sonrío, me parece que no me hago responsable de lo que hay escrito, que soy alguien que simplemente, pasaba por allí. Otros escritores parecen relajados y felices, llevando una gorra o fumándose un puro o acariciando un perro. Casuales, que diría el tipo de las fotos. Mis fotos, por el contrario tienen un inequívoco regusto a DNI o a ficha policial. Una vez, en VIP’s, oí decir a una mujer que hojeaba un libro mío: «No sé si llevarme este de aquí, el del feo, o  aquel otro, el del guapo». Salí de allí ocultando la cara como un criminal. No se lo he contado ni a Susana (Luisa Cuerda, El chico de las cigüeñas. La Coruña: Ediciones del Viento, 2009: 17-18)
Al transcribir el párrafo me doy cuenta otra vez y mejor de lo bien escrito que está*. La frase "otros escritores parecen relajados y felices" me hace pensar en algo en lo que tantas veces he reparado no ya en las solapas de los libros sino en tantos otros medios. De los escritores tenemos retratos que siguen el estilo marcado por el Renacimiento, y eso en el mejor sentido de la palabra Renacimiento. Hay fotografías académicas que bien podrían ser de foto-matón por su fondo neutro pero que hacen ostentación de una seriedad impostada, otras (estoy pensando en alguna que le hizo Colita a Terenci Moix) son fotos de artista, en las que el fotógrafo conoce bien o mal al escritor y que lo sitúan en su salsa. Montserrat Roig aunque no la conocí en persona era muy fotogénica, aparte de atractiva. Aún hay escritores que se fotografían en sus bibliotecas, como Javier Marías o Andrés Trapiello. Lo de relajados y felices (ya no digamos satisfechos) es muy socorrido por los superventas y los libros de autoayuda. Así que el texto de Cuerda, al referirse a la imagen que tiene de sí mismo el escritor a que se refiere nos devuelve a Cervantes, a la autenticidad.
***
Hace poco pudimos disfrutar de una entrevista en La Contra de La Vanguardia a Juan José Areta, autor de Atlas del bien y del mal. Juan José Areta visitó este blog hace años, cuando aún estaba alojado en *A la flor del berro. Visitó el post sobre La tergiversicina a raíz de un disputa literaria de la que era objeto Alejandro González Terriza y su poemario. El devocionario pop. Es una lástima que al mudar de dominio se perdieran los comentarios, porque de haberse conservado aún guardaría el par de comentarios que dejó Juan José Areta, con su alias Tsevan Rabtan. Con decirlo no comprometo su privacidad puesto que él mismo lo proclama. Recuerdo que de uno de sus comentarios se desprendía su ateísmo o ausencia de creencias religiosas, algo que más que una "ausencia" se muestra activamente. Entre esa beligerancia suspicaz-perspicaz y que es de esa clase de personas que hacen preguntas sin ningún género de permiso ni cortapisa, me asusté y no cultivé el contacto.
Lo que no era tan conocido como su nickname era su imagen, aunque yo la había podido descubrir en un vídeo que creo que aún está en Youtube, en el que aparece en un acto político de Ciutadans, en los inicios del partido. Tsevan Rabtan es un tuitstar (con más de 10.000 seguidores para 297 tuits), y eso que se salió de Twitter por lo menos una vez que yo sepa. Lo más llamativo prosopográficamente hablando en el vídeo era su peinado y el tic de llevarse constantemente la mano a ese punto que hay cerca de la oreja y donde tenemos el último fleco de pelos cerca del cogote. En la fotografía que le hicieron el otro día en La Vanguardia, de Kim Manresa, lo vemos con el pelo más corto, más encanecido, nariz carnosa, labios finos y una mirada opaca y asimétrica**.
Cuenta Daniel McNeill en su libro El rostro que los humanos no tenemos pelo en la cara, que durante la evolución se hizo lampiño "para que otros pudieran leer en él". Supongo que primero fue la bipedestación y después fue pelarse la cara o la mayor parte de ella. Hace años, desde que conocí al pintor Manuel López Garabal, me fijo en la simetría de la cara y en la buena proporción de las partes diferentes del cuerpo. La mirada de Areta es asimétrica, cosa que muy bien puede ser porque está de medio perfil o por un desequilibrio óptico entre los dos ojos, que domine el izquierdo sobre el derecho o al revés. Por lo general la asimetría facial adulta también nos habla de que no se utiliza mucho el cuerpo. Cosas como cortar leña, correr aunque sea para coger el autobús, o cosas que imprimen más carácter como remar o hacer el pino. Como mejor se aprecia la fotografía es trazando una imaginaria línea divisoria entre el lado derecho y el lado izquierdo de la cara. Si nos fijamos bien, hay veces que es fácil advertir que la expresión es bastante diferente. O por decirlo de otra manera: el lado izquierdo nos dice una cosa y el lado derecho nos dice otra. Y a veces el mensaje es contradictorio. La mayor parte de las veces pienso que se explica un retrato asimétrico por el predominio funcional de un hemisferio, normalmente el izquierdo, mucho más activo. 
La fotografía de Kim Manresa es de un primer plano (cabeza y hombros) y lo que nos transmite es la imagen de un señor de mediana edad en un no-lugar que podría ser un despacho o el vestíbulo de un hotel. Parece que su brazo derecho reposa a lo largo del respaldo de un sofá de tres plazas, cosa que nos indica desenvoltura y bienestar. Aunque no se aprecia bien la camisa, se ve descuidada. No planchada o apenas planchada, mal lavada (esas camisas tan bonitas de cuadros de colores abigarrados suelen achocolatarse mucho en las lavadoras). Kim Manresa es un fotógrafo de gran prestigio y ha publicado muchos de sus retratos. Estoy pensando en el libro Rebeldía de nobel, que reúne retratos de 16 entrevistados. He visto algunos de esos retratos y algunos me gustan mucho; no sé sin embargo si aportan algo a lo que nos dicen los libros de los escritores. Es como si más bien lo que aportan fuera independiente de los libros. Es una sensación curiosa y habla de una especie de indefensión.

Toni Morrison (Fotografía de Kim Manresa)

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(*) 
Puede parecer inverosímil la anécdota de que un escritor se encuentre en una librería (la de VIP's) y hablen de él en el preciso momento en el que el escritor puede oírlos. Yo creo que es más que posible. Una vez me encontraba en la desaparecida Llibreria Françesa, en el Paseo de Gracia, y justo cuando me encontraba ante El caganerque estaba expuesto en plano, vi ante mí a uno de sus dos autores, que es amigo mío. Me puse roja como un pimiento, como si estuviera haciendo algo malo, que no. Semanas después Jordi Arruga me regaló un ejemplar y me volví a poner roja porque el había acertado al suponer que yo no había comprado un ejemplar. Las personas que tenemos facilidad para ruborizarnos (como mi amigo y yo misma) no tenemos remedio. Si yo me pongo roja, pase, pero cuando alguien se ruboriza cuando yo me pongo roja eso es ya muy embarazoso y se presta a malentendidos sin cuento.
(**)
Me gustaría poder decir algo sobre el Atlas del bien y del mal, del libro (y no de la entrevista o del retrato), pero para mí hay historias un poco truculentas que no me convienen en estos momentos. Me decidió de manera definitiva lo del maharahá que despeñaba elefantes por el placer de oírlos chillar. Creo que el libro está bien documentado y que la tesis de fondo es interesante y certera, pero una tesis igual o parecida es la que se desarrolla en la novela Tuareg de Vázquez-Figueroa y no es tan atroz. Verdaderamente se podría decir —siempre de acuerdo con la entrevista de La Contra— que hay más de una tesis, puesto que intervienen otros temas como el poder político, la corrupción, la perversidad, etcétera. 

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27.12.17

Más símbolos y menos cultura

ste año se está viendo mucho por Barcelona señores con una prenda de vestir que me recuerda a la de los conquistadores del Ártico. Lleva la bandera noruega, y es como un anorak tipo canguro con un cuello que llega hasta las orejas. Creo que lo ha puesto de moda la marca Napapijri, que es italiana. Contra todo lo que pudiera parecer, resulta que se vende como un anorak o parka de entretiempo. Sin negar que es una prenda con atractivo, no veo práctico tener que vestirla y desvestirla por la cabeza. Ayer vi en el metro una chica con un ushanka de piel sintética negra con sus orejeras y su estrella roja, pero se dirá que cada cual viste como quiere y es verdad.
Entre las últimas tendencias del momento también se ven lacitos y bufandas de color amarillo en apoyo a los políticos que perpetraron la sedición independentista y que están en la cárcel en cumplimiento de prisión preventiva o de penas ya dictadas (no estoy segura). Como yo ayer llevaba una bufanda de trenzas color amarillo indio, regalo de mi madre, una amiga me hizo ver que llevaba el símbolo al cuello. Inmediatamente la guardé en el bolso, porque si hay algo que no me gusta es hacer ostentación de nada. Por lo demás, el símbolo que han adoptado los independentistas ya existía aunque con otros significados, lo que añade confusión al relato. Para mi sorpresa, por lo menos en el Reino Unido, los perros que necesitan espacio portan en su correa o al cuello un lazo amarillo. La campaña de www.yellowdoguk.co.uk tiene una infografía muy simpática donde podemos ver un perro que está siendo adiestrado aún, una perra en celo, un perro enfermo, otro viejo, otro recién operado que lleva un collar isabelino y una perrita de aquellas que parecen falderas pero que son de raza nerviosa. Como los perros no pueden hablar, el lazo amarillo alerta a los que están al caso del signo de que deben apartarse a su paso, dejar una distancia de precaución. Pero entre la ciudadanía la profusión de símbolos es algo que no ayuda.
Esperaré que pase la moda del símbolo del lazo o la bufanda amarilla para usar la que me regaló mi madre, a pesar de que es un tono de amarillo indio y -por lo menos entre los lazos- lo que más se ve es el tono del amarillo limón.
***
He recordado hoy, a cuento de los retratos literarios, el momento en que Zenón, en Opus nigrum, se queda dormido y al despertar advierte algo que le parece un bicho pero que no es otra cosa que el reflejo de su ojo en una lupa (*). Esta sorpresa se comprende si nos damos cuenta nosotros de la época en la que está situada la novela de Marguerite Yourcenar, en el siglo XVI. Aunque ya existían los lentes para ayudarse en la visión, no dejaría de ser un elemento inusual. De El médico, de Noah Gordon, no recuerdo más que el título. La leí con gusto, eso sí.
***
El aventurero de la foto de hoy, que fue mucho más que un explorador, lleva lo que bien podría ser una piel de oso. Que su tercera esposa parezca mucho más pequeña que él es algo que no deja de intrigar y que más bien justificamos en el saber hacer de Irving Penn, el fotógrafo que los retrató el año 1947. Peter Freuchen medía dos metros, pero Dagmar Freuchen-Gale no era un mujer bajita o de complexión pequeña, tal y como se puede apreciar en otras fotografías. La presencia de Peter Freuchen es tan imponente que ni siquiera reparamos en que le falta la pierna izquierda que perdió en una expedición a causa del frío extremo polar. La primera esposa del danés Freuchen era inuit y tuvieron dos hijos: un varón, Mequsaq Avataq Igimaqssusuktoranguapaluk y una hembra, Pipaluk Jette Tukuminguaq Kasaluk Palika Hager. La ausencia de parentesco entre los dos nombres es algo para lo que tampoco encuentro explicación, aunque ambos son exóticos y nos hablan de aquellos maravillosos ojos negros oblicuos de los confines fríos del planeta.
Del año anterior, 1946, es otra curiosa fotografía que ilustra un remedio de los gitanos rumanos para el dolor de espalda gracias a que se deje uno poner un oso joven a lo largo de su columna a peso. No me gustaría morir sin probar eso o algo que se le parezca mucho.

Peter and Dagmar Freuchen (Irving Penn, 1947)

Rumanía, 1946

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(*)
"Una mañana, durante uno de sus paseos de herborista, una circunstancia insignificante y casi grotesca lo indujo a reflexionar. Tuvo sobre él un efecto comparable al de una revelación que ilumina para un devoto algún santo misterio. Salió de la ciudad al clarear el día, para llegarse hasta el lindero de las dunas, llevando consigo una lupa que había mandado construir según sus instrucciones a un fabricante de lentes de Brujas, y que le servía para examinar de cerca las raicillas y las semillas de las plantas que cogía. Al llegar el mediodía, se durmió acostado boca abajo en un hueco formado en la arena, con la cabeza apoyada en el brazo y la lupa, que había resbalado de su mano, reposando debajo de él sobre una mata seca. Al despertar, creyó percibir contra su rostro a un bicho extraordinariamente inmóvil, insecto o molusco, que se movía en la sombra. Su forma era esférica; la parte central, de un negro húmedo y brillante, se hallaba rodeada de una zona de color blanco rosáceo o apagado; unos pelos como flecos cruzaban la periferia, nacidos de una especie de caparazón pardo estriado de grietas y abollado. Una vida casi pavorosa habitaba en aquella cosa frágil. En menos de un instante, antes incluso de que su visión pudiera formularse con el pensamiento, reconoció que lo que estaba viendo no era más que su propio ojo reflejado y aumentado por la lupa, detrás de la cual la arena y la hierba formaban una especie de azogue como el de un espejo.  Se levantó pensativo. Se había visto viendo. Escapando a las rutinas de las perspectivas habituales, había contemplado muy de cerca el órgano pequeño y enorme, próximo pero extraño, vivo pero vulnerable, provisto de imperfecto aunque prodigioso poder, del que él dependía para contemplar el universo. No había nada teórico que sacar de aquella visión, que acrecentó extrañamente el conocimiento que tenía de sí mismo, y al mismo tiempo su noción de los múltiples objetos que componen ese sí. Como el ojo de Dios en determinadas estampas, aquel ojo humano se convertía en un símbolo. Lo importante era recoger lo que este ojo filtraría del mundo antes de que se hiciera de noche, controlar su testimonio y, en caso de ser posible, rectificar sus errores. En cierto sentido, el ojo contrarrestaba al abismo". Marguerite Yourcenar, Opus nigrum

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23.12.17

Post 1596: La sonrisa de Valle-Inclán

"Yo sólo me fijo en Rubén Darío, que oye estático, y en Valle-Inclán, que recita metido. Rubén Darío, recién pelado, bigotito claro, saqué negro y negro sombrero de media copa, totalidad estropeada, soñolienta, perdida; Valle, melena larga untuosa, barba alambresca larga, quevedos gordos, pantalón blanco y negro a cuadros, levita café y sombrero humo de tubo, rozado, deslucido todo. Rubén Darío estalla sus galas diplomáticas brillosas; a Valle la gala opaca funeral sin destino le sobra y le cuelga por todas partes, Rubén Darío, botarga, pasta, plasta, no dice más que "admirable" y sonríe un poco linealmente, más con los ojillos mongoles que con la boca fruncida. Valle, liso, hueco, vertical, lee, sonríe abierto, habla, sonríe, grita, sonríe, aspaventea, sonríe, se levanta, sonríe, va y viene, tropieza, se enreda sin solución, sonríe, entra y sale. Salen."
Juan Ramón Jiménez, Castillo de quema, "El Sol" (1936) (*)

xtrañará que Juan Ramón Jiménez escribiera un doble retrato o un retrato conjunto de Valle-Inclán y Rubén Darío, a no ser que sepamos la anécdota tantas veces repetida de la "princesa Paca", Francisca Sánchez, la abuela de la periodista Rosa Villacastín. Un día en que paseaban Valle-Inclán y Rubén Darío por la Casa de Campo se encontraron con Paca, que era hija de un jardinero y allí en ese preciso momento se enamoraron el poeta nicaragüense y ella: “En su segundo viaje a España Rubén conoce a Francisca Sánchez, a la sumisa aldeana de Navalsaúz que sería su compañera sencilla devota ejemplar enfermera [...] a quien llamaría Rubén hermana enfermera, a quien rinde admiración y provee de hijos: "Yo era hija de un guardia de la casa de campo. Había ido allí como todas las mañanas a llevarle la comida a mi padre y de pronto me encontré con dos señores que me observaban y me llamaron. Primero me fijé en el de la barba grande que estaba manco Era don Ramón del Valle-Inclán. ¡Qué apuesto era! Pero el otro me miraba de una manera tan fija… Tenía una cara extraña, no parecía español. Era él. Era Rubén. Luego nos enamoramos y ya ve usted”. Estas palabras están transcritas de un documental de RTVE, Obra y vida de Ruben Darío (00:13:23), y no sé si son una recreación, si proceden de algún escrito de Paca, o qué. En cualquier caso nos sitúan del todo el retrato de Juan Ramón Jiménez, ya que de otra manera (yo al menos) no entenderíamos porqué nos hace una semblanza de los dos autores a la vez.
Que se conocieron Valle-Inclán y Rubén Darío el año 1899 es algo que aparece en todo internet, la fecha del soneto en alejandrinos que el poeta dedicó al gallego, no aparece en ningún sitio por lo menos fácilmente. Está datado en 1907. Prologa los Aromas de leyenda. Así como ayer señalaba que todos quienes conocieron a Miguel Hernández lo caracterizaban por sus ojos azules, hay que decir que tanto Juan Ramón Jiménez como Rubén Darío en ese soneto se refieren a la sonrisa de Valle-Inclán, de la que sin embargo no tenemos una imagen que lo atestigüe. En el retrato que incorporo al álbum hoy se esboza más en la mirada que en la boca, que la barba y el bigote ocultan, una sonrisa que reconocemos como auténtica. También me parece llamativo que Paca considerara "apuesto" a Valle-Inclán.
Cuando se hayan muerto todos cuantos hubieran podido conocer a Valle-Inclán, si es que aún quedara alguien, no habrá quien nos hable de su sonrisa no ser por esas dos menciones y alguna más que pueda haber por ahí. La que recuerdo de Azorín nada dice de la sonrisa. La anécdota de cómo perdió el brazo, y otros elementos de su fisonomía, como la melena, la larga barba, la foto más famosa (la de Alfonso) nos distraen de ese rasgo que todo lo abarca. Y es que es verdad que una sonrisa arrastra e inunda la musculatura de todo el cuerpo, como tan claramente vemos en los niños.
Y hablando de niños, cuenta Rosa Villacastín que en los primeros encuentros de su abuela y Rubén Darío Valle-Inclán se encargaba de los niños para que pudieran estar solos. Supongo que los niños estaban a cargo de Paca, pero ese dato tal vez está en el libro que su nieta escribió. En cualquier caso la imagen me parece muy distinta de lo que podía dar a entender la figura del dramaturgo, algo extraña para la media.

Este gran don Ramón, de las barbas de chivo,
cuya sonrisa es la flor de su figura,
parece un viejo dios, altanero y esquivo.
que se animase en la frialdad de su escultura.

El cobre de sus ojos por instantes fulgura
y da una llama roja tras un ramo de olivo.
Tengo la sensación de que siento y que vivo
 a su lado una vida más intensa y más dura.

Este gran don Ramón de Valle-Inclán me inquieta,
y a través del zodiaco de mis versos actuales
se me esfuma en radiosas visiones del poeta,

o se me rompe en un fracaso de cristales.
Yo le he visto arrancarse del pecho la saeta
que le lanzan los siete pecados capitales.

Rubén Darío, Soneto. Para el Sr. D. Ramón del Valle-Inclán
*
Ramón María del Valle-Inclán

Aromas de leyenda en Archive.org

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(*) Citado en El retrato literario (antología). Selección, estudio y notas de Ricardo
Senabre. (Salamanca: Ediciones Colegio de España, 1997): 142

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22.12.17

El retrato de Miguel Hernández


n la serie de retratos que voy a ir incorporando al Álbum del tiempo quiero que de los primeros sea el de Miguel Hernández que le hizo Antonio Buero Vallejo a lápiz  cuando coincidieron en el penal madrileño de Conde de Toreno en el año 1940. Había sido el convento de las Capuchinas. Estaba situado en Malasaña. Miguel Hernández envió el dibujo a su mujer, Josefina Manresa. Pero años después dijo ella: "Por desgracia me desapareció este dibujo en la visita que me hizo Juan Guerrero Zamora cuando vino a Cox, donde yo vivía entonces, a recoger datos para la biografía que estaba preparando sobre Miguel. Lo puso en la biografía y ya no me lo devolvió, a pesar de que le escribí pidiéndoselo, el cual no me contestó. Me devolvió el dibujo en que está Miguel de cuerpo presente y todos los retratos que yo le había dejado para la biografía, menos éste".  
Josefina Manresa falleció el año 1987, Juan Guerrero Zamora el año 2002 y su viuda, Nuria Torray, murió dos años después.
La prosopografía que hizo Vicente Aleixandre en su semblanza sobre el poeta la copio a continuación:
"Algo tenía en esas horas que le hacía aparecer como si siempre llegase de bañarse en el río. Y muchos días de eso llegaba, efectivamente. Mi casa estaba al borde de la ciudad. "¿De dónde vienes, Miguel?" "¡Del río!", contestaba con voz fresquísima. Y allí estaba, recién emergido, riendo, con su doble fila de dientes blancos, con su cara atezada y sobria, su cabeza pelada y su mechoncillo sobre la frente.
Calzaba entonces alpargatas, no sólo por su limpia pobreza, sino porque era el calzado natural a que su pie se acostumbró de chiquillo y que él recuperaba en cuanto la estación madrileña se lo consentía. Llegaba en mangas de camisa, sin corbata ni cuello, casi mojado aún de su chapuzón en la corriente. Unos ojos azules, como dos piedras límpidas sobre las que el agua hubiese pasado durante años, brillaban en la faz térrea, arcilla pura, donde la dentadura blanca, blanquísima, contrastaba con violencia como, efectivamente, una irrupción de espuma sobre una tierra ocre.
La cabeza, de la que él había echado abajo el cabello sobrante en otros, era redonda y tenía un viso acerado en su pelo corto, con un signo de energía en el remolino de la frente, corroborado en los pómulos saledizos, pero desmentido en su entrecejo limpio, como si quisiera abrir una mirada cándida sobre el mundo entero que en él correspondiese". (*)
Los ojos azules de Miguel Hernández, que no se cerraron ni a su muerte, también son un motivo de la Elegía que le escribió Aleixandre, quien también  vivió, vio y miró desde sus dos ojos azules y claros. Y sin embargo, la imagen que tenemos todos es la de ese rostro moreno, despierto y limpio que dibujó Buero.
Esa coincidencia de tres nombres, los dos poetas y el de quien luego sería dramaturgo, ha coincidido a su vez con la película que proyectaron ayer en la Filmoteca de Catalunya, Le cercle rouge (Jean-Pierre Melville, 1970). Y no lo digo porque también hubiera dos ex-presidiarios (Alain Delon como Corey y Gian-Maria Volontè como Vogel). De hecho también Vicente Aleixandre estuvo en la cárcel, aunque al poco tiempo de su ingreso fue liberado gracias a la intervención de Pablo Neruda. No lo digo por eso, lo digo porque al principio de la película, antes incluso que los créditos, se nos indica una frase de Gautama: “Si unos hombres, incluso sin saberlo, se han de encontrar un día; a pesar de lo que les suceda, a pesar de los caminos que sigan, en la fecha señalada, inevitablemente, se reunirán en el círculo rojo”.  También me ha inspirado tal superposición de realidades el parecido —por su elegancia— entre Yves Montand y Vicente Aleixandre. 
A pesar de que Yves Montand (Jansen) entra en escena en una habitación desaliñada y en pleno delirium tremens, rodeado de ratas, hay cerca uno de aquellos maravillosos baúles de viaje (malle de voyage) de Louis Vuitton. Cuando el ex-policía es requerido como experto tirador lo vemos transfigurado y vestido con unos trajes, abrigos y sombreros impecables, y un buen porte. Corey, Vogel y Jansen planean robar lo que muy bien podría ser la joyería Boucheron, en la Place Vendôme. No estoy segura. Las siluetas de Alain Delon y de Volontè recortadas en los tejados con la columna Vendôme y el cielo de fondo expresan bien los equilibrios de dos hombres que tienen todo en contra. Los tres criminales acaban abatidos en un tiroteo durante su persecución.  Los tres escritores corrieron suertes diversas, como se sabe.

Miguel Hernández dibujado por Antonio Buero Vallejo (1940)

Vicente Aleixandre ante la tumba de Miguel Hernández en el cementerio de Alicante

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(*) Vicente Aleixandre, "Evocación de Miguel Hernández", Los encuentros (1954-1958)


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20.12.17

En este precioso momento

"Ceux qui nous ravissent les biens par la violence ou par l’injustice,
et qui nous ôtent l’honneur par la calomnie,
nous marquent assez
leur haine pour nous ; mais ils ne nous prouvent pas également
 qu’ils aient perdu à notre égard
 toute sorte d’estime:
aussi ne sommes-nous pas incapables de quelque retour pour
eux, et de leur rendre un jour
notre amitié. La moquerie
au contraire est de toutes les injures celle qui se pardonne le
moins ; elle est le langage
 du mépris, et l’une des
manières dont il se fait le mieux entendre ; elle
attaque l’homme dans son dernier
 retranchement, qui est l’opinion
 qu’il a de soi-même;
elle veut le rendre ridicule
 à ses propres yeux;
et ainsi elle le convainc de la plus mauvaise
 disposition où l’on puisse être pour lui, et le rend irréconciliable.
C’est une chose monstrueuse que le goût et la facilité
 qui est en nous de railler, d’improuver et de mépriser les autres;
et tout ensemble la colère que nous ressentons
contre ceux qui nous raillent,
nous improuvent et nous méprisent."
Jean de La Bruyère, Les caractères ou les Moeurs de ce siècle , De l'homme, LXXVIII

a Bruyère tradujo del griego Los caracteres de Teofrasto y además escribió su libro homónimo aunque su nombre no aparece en ninguna de las ediciones que publicó en vida, todas ellas exitosas, siendo la primera del año 1688 si no me equivoco. A pesar de que Teofrasto hizo en todo caso una tipología, aparece en la entrada de Wikipedia para Retrato y por eso me interesó aunque fuera siguiendo una pista errónea.
No hay muchos ejemplos de retratos literarios, por lo menos en un primer acercamiento y en comparación con todo el arsenal que tenemos en la pintura y en la escultura. Desconozco la obra de José Jiménez Lozano, aunque intentaré poner remedio en lo posible y especialmente por lo que respecta a sus retratos.  Ahora solo me puedo referir al ejemplo de Generaciones y semblanzas de Fernán Pérez de Guzmán, que vivió a caballo (es un decir) de los siglos XIV y XV.  Hay muchas biografías escritas por escritores, esto es por autores que escribieron novelas, libros de historia, etc. Pero las semblanzas que tengo en mente, incluso la serie de Homenots de Josep Pla, apenas nos describen físicamente al personaje al que se acercan. Son semblanzas sobre el carácter o la trayectoria, alguna anécdota todo lo más. Es como si a los que escribimos se nos eximiera de hacer lo que ya hace una fotografía o un retrato pictórico, ya no digamos un autorretrato. Encuentro gracias al famoso artículo de Manuel Jabois sobre Paco Umbral, la semblanza que éste hizo de su hermano ilegítimo (**), si es que hay hermanos ilegítimos.
Si bien es cierto que hay retratos admirables y que incluso aquí he reproducido no pocos y más que reproduciré si puedo, también es verdad que el retrato puede justificar una explicación y situarnos una figura más allá del decorado elegido, que a veces es una composición o pura tramoya, con lo que conlleva de representación. El retrato de Gómez de la Serna no nos dice todo cuanto nos trasmite su imagen en movimiento y hablando, cosa que nos hace pensar que en el retrato fotográfico o pictórico se nos muestra un perfil atractivo (o no) pero sesgado. Y que se muestra casi tanto como lo que se esconde.
Si lleváramos el retrato de Felipe IV a caballo que pintó Velázquez hacia 1635 a palabras no encontraríamos menos dificultades que las que tuvo el pintor. Ni más. Pero seguramente hubiéramos tenido problemas para no herir con la palabra los rasgos que los pinceles parecen simplemente acariciar. De manera que no es raro que generalmente el retrato literario se use para caricaturizar, tal y como hizo en el famoso soneto de la nariz de Góngora Quevedo, y que ya ni siquiera se cultive para tales menesteres a la vista de que tenemos dibujantes que  pueden llevar nuestra fisionomía hasta la hipérbole más cruel. Sin embargo yo creo -parafraseando a Rilke- en todo lo que todavía aún no ha sido escrito.
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Jean de La Bruyère señala lo incomportable que es la burla. La calumnia, nos dice, aún deja una posibilidad a la amistad, mientras que la burla nos arroja a la última trinchera del amor propio. También se podría decir que la burla implica que alguien se ríe de los sentimientos de una persona y, sí, nos arroja a un punto irreconciliable. El moralista francés lo resume muy bien en su epígrafe y por lo tanto no hace falta abundar en ello.
La Bruyère me hizo pensar en una pequeña publicación que leí recientemente, conmemorando el Any Bertrana  en homenaje a dos glorias gerundeses, Prudenci Bertrana y Aurora Bertrana, su hija. La editan la Diputación de Gerona y el Ayuntamiento. Es una publicación capiculada. Me temo que el término no está admitido por la RAE, pero es el que he encontrado en el ámbito técnico para referirse a un volumen que contiene dos obras que se han imprimido de manera que para pasar de la lectura de una a otra hay que girar el libro. Supongo que es la manera de no dar a ninguna de las dos publicaciones preeminencia.
El cuento de Prudenci Bertrana también podríamos decir que es capiculado en el sentido de que es una burla hasta donde deja de ser una calumnia. se titula Un bibliotecari i els clàssics castellans y se refiere a "la primera biblioteca que hi va haver a la ciutat de Girona i la figura del seu bibliotecari".  Prudenci Bertrana nació el año 1867 y empieza el cuento situando la tal biblioteca como "regida i administrada per l'Estat", binomio que no acabo de entender muy bien seguramente debido a mi cortedad de luces. La impresión que saqué sin embargo es que aunque se trata de un cuento con un vocabulario rico y fresco, del pleno Modernisme, moralmente es burdo y tal y como he dicho antes capiculado. Sirve como retrato de la animadversión contra los bibliotecarios y la indisposición contra lo que venía de Madrid. El humor que se refleja es el de lo provinciano contra lo capitalino. Pronto me llamó la atención la frase "S'endevinava que era un viu, algun nebot d'algun polític influent, i que no suportaria pas amb paciència la trista vida de provincià, i, molt menys, la de bibliotecari d'una biblioteca sense concurrents". Al final del breve relato unos clérigos preguntan al bibliotecario por los clásicos castellanos y éste les contenta que "se les han acabado".
El relato, como digo, ajusta en el estilo habitual que denigra a los funcionarios -redundando en la calumnia de que están puestos a dedo-, abunda en otros tópicos que me inspira pereza trasladar aquí y, por último, recurre a una broma con bastante poca gracia, la de confundir una biblioteca con una librería. Hay entre otros una traza de inverosimilitud en el hecho de que se trate de una biblioteca nueva pero que ya nunca tuviera concurrencia. Algo falla.
Mi mención a esa publicación subvencionada por los entes locales de Gerona se debe no tanto a que se difunda un cuento de ínfima condición sino a la tristeza que produce el pensar que se distribuya en las bibliotecas de la red pública. Me resisto a creer que no haya algún relato, alguna crónica (algo con más fundamento que ese cuento) en donde se de fe de la primera biblioteca pública de la ciudad de Gerona. Y también me parece triste que alguien escribiera algo así. Me propongo pues desde este preciso y precioso momento  buscar y encontrar retratos literarios que no sean  dados ni a la calumnia ni a la burla. Creo que nos podemos reír todos.

Edición de 1688 de Los carácteres de Teofrasto por Jean de La Bruyère

Edición de 1688 de Los carácteres de Teofrasto, capítulo sobre la maledicencia

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(*) Traducción aproximada: "Aquellos que nos roban las posesiones por la violencia o la injusticia, y que nos roban el honor con calumnias, nos muestran su odio hacia nosotros, pero no nos demuestran que nos han perdido toda clase de estima; de manera que no es imposible que podamos perdonarlos, y darles algún día nuestra amistad. La burla, por el contrario, es el más imperdonable de todos los insultos, y es el lenguaje del desprecio y una de las formas en que se mejor se expresa, ataca al hombre en su último refugio, que es la opinión que tiene de sí mismo; quiere ridiculizarlo a sus propios ojos, y entonces la burla lo convence de la peor disposición que puede tener para él quien así lo ridiculiza, y lo hace irreconciliable. Es monstruoso darse cuenta de lo fácil que es burlarse, desaprobar y despreciar a los demás, y de cómo lo disfrutamos; pero también de cómo nos enojamos contra aquellos que se burlan de nosotros, nos desaprueban y nos desprecian ".
(**) En La noche que llegué al Café Gijón Umbral escribió: “Leopoldo de Luis —el mínimo y dulce Leopoldo de Luis, se llegó a decir en la tertulia—, era de ojos pequeños y maliciosos, nariz grande, boca inexistente, rostro un poco rojizo, fácilmente alegrado y subido de color de la risa, y venía de sus oficinas de seguros lleno de versos, de cultura, de conversación, de chistes malos y poemas buenos. Escribía una poesía en la música de Miguel Hernández, hecha de humanidad y socialismo, con gran sentido del verso, gran ductilidad lírica y una melodía grata y honda, monótona y cierta, que daba gran calidad a todo lo suyo”.

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15.12.17

Pepe

"La mayoría de los animales, cuando se les pone frente a un
espejo o bien lo ignoran o bien lo atacan,
pues no se dan cuenta de que se trata de una imagen
de ellos mismos. (Es lo que se llama "la prueba
del espejo", cuyo origen se remonta hasta Darwin.)
No obstante, ciertos animales, como los elefantes,

los grandes simios, los delfines nariz de botella,
las orcas y las urracas europeas, son capaces
de entender que la imagen que
ven en el espejo
es una representación propia"
Michio Kaku, El futuro de nuestra mente.

A veces le pongo a mi canario en su jaula un columpio, a veces un espejo. Su predecesor tardó años en usar su columpio. No pierdo la esperanza porque me parece que Trini consiguió llegar a estar tan a gusto en él que hasta dormía hecho una bola sobre una pata con la placidez más completa que imaginarse pueda. De día se balanceaba cuando nos parecía que había estado nervioso o asustado. Pepe esquiva el columpio pero pasa ratos mirándose o mirando el espejo. Como cuelga del techo de la jaula, se tambalea o se ladea y de repente no ve su reflejo. Con el pico lo endereza suavemente y se mira en él, como digo, a ratos. No niego que las primeras veces que le puse el espejo se enzarzara, como si en él viera un rival. Pero en los últimos tiempos se asoma al espejo y hasta pía como en un arrullo que da a imaginar alguna explicación que le da a ese pájaro que lo mira desde una imago clipeata que realza su color y le devuelve un reflejo nítido. Su conducta, la de Pepe, me da a entender que Pepe percibe una imagen de otro canario. 
La soledad de mi canario en verano se alivia creo yo al pasar más tiempo en la terraza, donde se acercan una pareja de tórtolas siempre a la misma hora para picotear los granos que Pepe ha tirado. También hay algún gorrión y por suerte ni las cornejas ni las gaviotas suponen una amenaza cercana. Se oyen además las otras aves que tiene un vecino criador, Pepe las contesta. La lástima es que no hay ningún canario más por los alrededores. Trini "enviudó" dos veces y la experiencia "conyugal" fue a mis ojos atroz. Las canarias se volvían agresivas y solo tenían una idea: hacer nido para procrear.
Nuestra relación con los animales (domésticos, salvajes y de ficción o juguete) es algo que de alguna manera también nos devuelve un reflejo de nuestra propia jaula, columpio y cambio de plumas. Por lo demás, lo cuido en la medida en que entiendo y no entiendo, sus necesidades, pero como si fuera algo así como un hijo.
Mi post de hoy no va de etología canaria, aunque presento unas cuantas fotos de mi pájaro. Solamente quería introducir con mis observaciones sobre el espejo el tema de la noción de identidad y de la autopercepción. El padre de Uma Thurman, de quien citaba un texto en el post previo, advierte en el mismo libro (Amad a vuestros enemigos) sobre la ilusión de un yo real estable y perdurable. Hay una parte instintiva (supongo que tiene que ver con la supervivencia) y otra de rutina, pero según Robert Thurman, no hay una identidad fija. 
Como ocurre con otras entelequias o constructos, sabemos que existe porque da problemas. De la misma manera que nos acordamos de que tenemos orejas cuando se nos quedan heladas, se diría que padecemos algunos trastornos emocionales por culpa de nuestros hábitos para sostener un yo irreal en falso. Así, mal explicado, el hecho de permanecer atrapados en lo que me parece que es el ego, es un callejón sin salida y una fuente de sufrimiento. De todas maneras, digo yo, también es posible que cuando algunas personas se están liberando del ego y se aplican lo que el mainstream estupendo del momento marca, en realidad pueden estar envolviéndolo y lo empujan hacia un centro propio más inexpugnable. El problema se mete en una matriuska o caja china del ego que está dentro de una matriuska de un yo más liberado.
Es posible que la identidad sea un ilusión cuando no queda en nosotros ni siquiera una célula que ya circulara por nuestro cuerpo veinticinco años atrás. Mas nadie negará que somos personas jurídicas y que hay reos que llevan veinticinco años y más en prisión sin que puedan ver reducida ni levantada su pena por lo menos en virtud del budismo tibetano stricto sensu o de las teorías de la neuroplasticidad tal y como las divulga Thurman como profesor de la Universidad de Columbia.
En un mero planteamiento utilitario entiendo que Thurman nos previene tanto del enemigo exterior (también aparente) o ajeno como de nuestra identidad ilusoria o enemigo interior. Y a pesar de todo siento más extraños y menos convincentes a Robert Thurman o a Thich Nhat Hanh (budista zen), que a Séneca y a Epícteto. Aunque hay instantes en que parece que llegan a las trincheras de mi ego maltrecho y mi identidad irreal jirones de budismo que algo conmueven mis creencias y errores latentes, es cierto que no disipan mis frustraciones, desengaños y miedos. El libro, aún siendo de los mejores que he podido leer de los considerados "de autoayuda", no casualmente coincide con uno de los principios fundamentales cristianos, el de amar a nuestros enemigos.
Thurman nos habla de usar "la energía procedente de nuestro enemigo exterior para vencer el enemigo interior", tan inseguro como arrogante. Algunas personas se acodan en ese mecanismo para responsabilizar a las víctimas, cuestión que hay que aislar, despejar e incluso condenar, según. Demasiadas veces vemos en la prensa y en las redes sociales como al malestar o al dolor y la vergüenza de una víctima se suman la incomprensión, las sospechas y hasta la calumnia o el descrédito. Lo que se afirma desde el budismo -que no es teísta y que para muchos ni siquiera es una religión- y desde el cristianismo, que es una religión teísta pero que podríamos considerarlo más cosas, es que el sufrimiento se debe usar para purificarnos. En la pureza no hay una noción de pecado, culpa o suciedad sino de alquimia, rectificación y comprensión. 
Mis conocimientos sobre doctrina cristiana, ya lo he dicho más veces, no están a la altura de la Teología ni de ninguna pretensión intelectual o intelectualoide. Pero tampoco son del género de beatería mágica que tantas veces menosprecian los que no tienen creencias religiosas.
Pepe pesa 20-30 gramos, no más. Como una loncha de jamón en dulce. Hace ya un rato que duerme. ¿Soñará?






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Culantrillo de pozo

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Al carrer Sanpere i Miquel del barri d'Horta hi ha una de les torres o pilars d'aigua de la mina de Can Travi. Al costat que s'adosa al mur hi ha falzia, una pteridòfita que en espanyol anomenem culantrillo de pozo. Viu per espores i amb aigua abundant. Recentement vaig veure que l'exemplar que embolcalla la rocalla de la font del pelicà del Laberint  estava molt seca després d'un any de tancament. Potser a causa del manteniment de les instal·lacions aquàtiques del parc, la font va estar en sec. Esperem que la falzia (Adiantum capillus-veneris) es pugui regenerar.

Pilar d'aigua de la mina de Can Travi al Carrer Sanpere i Miquel (barri d'Horta)

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12.12.17

Karma de ley (autocrítica)

[...] "si conocemos la le de la causalidad evolutiva y 
biológica que se llama karma— podremos ser capaces de 
considerar que cada dolor que nos inflige nuestro enemigo 
es el mismo dolor que ellos sufrirán en el futuro".
Robert Thurman, Sharon Salzberg, Amad a vuestros enemigos

a ley del karma por la cual tal harás, tal encontrarás, se ha divulgado casi como una ley del talión, cuando más bien se trata de una especie de principio de Arquímedes de la ira. Robert Thurman fue monje budista tibetano, el primero de Occidente, y es el padre de Uma Thurman, cosa que nos habla de lo que da de sí el karma de ley.
Un libro nos lleva a otro, un autor nos lleva a otro. Y no lo digo solo por la misma razón por la que una autora nos lleva a otra. Cuando leí el artículo de Íñigo F. Lomana sobre el estilo cipotudo, en él se mencionaba el libro de Luis Magrinyà sobre Estilo rico, estilo pobre. A ratitos voy leyéndolo en un dispositivo electrónico. Me llamó poderosamente la atención que para ilustrar el abuso de los verbos declarativos o verbos dicendi acude  un sinnúmero de ejemplos ilustres o autoridades. Por ejemplo Javier Marías y Camilo José Cela desfilan junto a Carlos Ruiz Zafón, cuando por lo menos a Cela se nos ponía en la universidad como modelo de puntuación, argumentación y adecuación de conectores.
"Realizar cosquillas" podría ser un asalto al régimen verbal prescrito, o un estilo rico injustificable o la ultracorrección llevada a la ridiculez. Sin embargo, no creo que por alternar el verbo decir con otros sinónimos (por variar) sea algo tan execrable como para dedicarle tantos ejemplos. Tal vez esos ejemplos son la prueba de que los escritores no se encuentran cómodos con tantas interferencias fáticas: dijo, preguntó, repuso, negó, asintió, espetó, murmuró, gritó, etcétera.
La escritora Luisa Cuerda en una entrevista sobre El chico de las cigüeñas explica que en su novela se marcó el reto de que el narrador no estuviera presente: "Mi reto al escribir la novela, siempre me pongo uno, era que el narrador no estuviera presente. En este libro no hay narrador, el libro, la historia, la cuentan los diálogos entre los dos personajes, sin ninguna apostilla, no es "dijo", "repuso", no, nada, luego los monólogos de los dos protagonistas, Santiago y Ventura". Naturalmente esa decisión, además de evitarle lo que critica Magrinyà, lo que asienta o propone o dispone es una óptica por la cual el escritor se retira y se hace invisible, detalle nada menor y que me produce, suscita y despierta el mayor interés. Supongo que adoptar esa posición es algo mecánico, que puede ponerse en práctica, desarrollarse y cuajar gracias a un recurso como el que nos permite, posibilita y facilita hacer la concordancia de género y número o conjugar adecuadamente con los tiempos verbales consecutivos y bien engranados. Se dirá, afimará o aseverará que es un recurso supratextual o del ámbito tan esotérico de la Pragmática. El resultado de que el narrador desaparezca de la narración es además de un logro estilístico, todo un ejemplo, una prueba y un modelo de modestia. Y de pureza de estilo. Resuena en la intimidad de los personajes.  No se trata de conquistar un estilo cipotudo pirotécnico o rico o pobre, sino de ejercer el oficio de escritor con pureza.
No he acabado de leer el libro del padre de Uma Thurman, ni el de Magrinyà, pero el de Luisa Cuerda voy a releerlo por ver si puedo aprender algo, que seguro que sí.
Al lado de la proliferación de manuales de estilo y de guardianes ortográficos metidos a filólogos, abundan también las extravagancias. Observé hace poco en Twitter que Laura Freixas, siempre tan atianada como analista de la realidad, usa el plural inclusivo en xs que, al lado del plural en @s, es una gansada solo un poco mejor. El dirigismo buenrrollista lingüista tiene varios frentes y el antimachista solo es uno de ellos.
Cuando apenas me había recuperado del plural en xs (en vez de en os, que en español indica plural masculino o plural inclusivo), oí al concejal de Zaragoza en Común (concejalía de Economía, Hacienda y Cultura) que nos deslumbraba con un plural inclusivo nosotras para referirse a él mismo y a su equipo. Que un concejal de Cultura, en este caso Fernando Rivarés, ignore la existencia del morfema cero y quiera imponer una morfología ajena al genio del castellano y del español, me produce una pereza y un aburrimiento infinitos. Por eso no va a ser menos machista, además. Y si no lo es no va a ser por usar el plural inclusivo en femenino.
Lo malo no es que se ignore el genio de la lengua y todo aquello de lo convencional de los signos, lo malo es que esa lucha se suma a otras que al final por acumulación hacen del idioma un campo de batalla lleno de coles donde se dirime cada tanto una tendencia, cualquiera. La prosa de Luisa Cuerda, sin apartarse ni un punto y seguido de la norma, es mucho más revolucionaria y evolucionada.
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NOTA:
La discordancia de número de la cita es del traductor o traductores.


Robert Leighton para The Newyorker

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8.12.17

Rencor y prejuicio

"Solamente los ancianos y los enfermos corren cuando quieren andar.
Sanos y vigorosos son aquellos movimientos del alma que siguen nuestro
impulso, no los arrastrados por el suyo.
Nada, sin embargo, será tan útil
como considerar previamente la deformidad de la 
ira, y después de sus peligros. Ninguna pasión
tiene aspecto tan desordenado; afea
los semblantes más bellos, y descompone los
rostros más tranquilos".
Séneca. Sobre la ira






n los últimos tiempos leí muchos artículos de opinión sobre el independentismo catalán. En muchos de ellos se señala cómo se había despertado una cierta irracionalidad o reacciones viscerales. Yo tuve constancia de que existían las reacciones viscerales poco antes de las Olimpiadas de Barcelona, sería el año 1990. Estábamos comiendo un grupo de estudiantes del MIR y yo en mi trabajo. Una de las médicas expresó su desagrado por la especulación urbanística que se había producido en torno a los Juegos y de repente otro de los médicos con la yugular inflada, rojo de ira, le respondió con bastante violencia verbal. Todos nos quedamos inmóviles y sin saber qué hacer aparte de asistir como estatuas de piedra a lo inevitable. Siempre hay quien quiere en estos casos introducir un matiz, o una bisagra, cuando eso no es precisamente lo mejor.
Después de unos pocos encontronazos de este tipo, por suerte ninguno provocado por mis propias palabras a excepción de uno sobre tauromaquia, he llegado a la conclusión de que lo mejor es hacer lo mismo que hacemos cuando un niño no atiende a razones: frases cortas, tranquilizar con afecto o por lo menos ofreciéndole una firmeza de calma. Pero se dirá que los niños de 3 años cuando tienen lo que llamamos una rabieta no nos zahieren, cosa que sí ocurre cuando a los adultos nos tocan un tema que nos saca de sí. Todos lo hemos visto. Conozco bien a mis amigos y sé con quienes se puede hablar de según temas y con quienes no. No hay sorpresas. 
La disensión es, ya lo sabemos, algo que puede darse incluso con el amigo con quien compartamos más ideas. Siempre llegará un punto en el que no hay acuerdo posible. Por aquí he tenido ocasión dos o tres o hasta cuatro veces de decir que mi oposición al independentismo catalán es no tanto ideológica como por una reflexión práctica de considerarlo una aspiración alimentada por los políticos corruptos y un proyecto sin posibilidad en un mundo globalizado. Tengo más comprensión para el independentismo que para el catalanismo. De hecho el españolismo que se ha desperezado con tanta bandera en vano me produce también no poco rechazo. 
Me preocupa mucho más que cualquier otro tema la huida de empresas o de sus sedes, la malversación y la prevaricación. Y considero que quienes fueron a votar el día 1 de octubre pasado son también responsables, como los dirigentes políticos que nos han llevado a ese atolladero desatinado sin apenas haber gobernado. Las ideas no nos deben llevar al empobrecimiento de todos. Sin ninguna violencia moral he descartado de entre mis amigos a aquellos que fueron a votar, incluso sin saber qué votaron (ya que puede ser que votaran "no"). Considero inaceptable el simple hecho de haber participado en un remedo de referéndum lleno de irregularidades. Todas las ideas y ansias que más o menos y peor o mejor flotaban en el ambiente no me importan tanto como el acto de votar en una consulta ficticia, ilegal y fraudulenta. No entro en la estética, aunque es un asunto importante pero que dejo de lado ahora.
Digo "descartado" y con ello simplemente quiero decir que he minimizado la relación, que la he dejado de lado alejándome un tanto. Tengo amigos que veían el vídeo aquel que causaba vergüenza ajena (Help Catalonia) con satisfacción, que veían en él reflejarse todas sus convicciones y disidencias. A todos nos han enviado alguna vez algún whatsapp con un bloque de texto anónimo y sin fecha que rezumaba sobre todo estupidez y en el mejor de los casos buenas intenciones o una mera inquina contra el Partido Popular transformada en un alegato cargado de supuestos ideales. 
Si de algo han servido las redes sociales es de espejo en el que se han proyectado con total nitidez opiniones de las que no teníamos la menor idea. De la misma manera que se ven en Facebook mensajes lanzados al más allá, como si en la plataforma fuera posible comunicarse con los muertos, se han visto también opiniones de quienes incluso podríamos haber creído que no pensaban nada. Y las redes sociales además nos han permitido ver como se relacionaban ante nuestros ojos —sin ser advertidos por nuestra presencia muda— otras personas. Nuestros ojos tiernos han visto como la palabra "gracias" sí existía en el vocabulario de un amigo a quien nunca se la habíamos oído proferir. O que les gustaba una fotografía horrenda, con el mar a 24º del horizonte o un contraluz espantoso.
Me pregunto si la famosa polarización o la famosa fractura social se produce en otros países ("on diuen que la gent és neta i noble, culta, rica, lliure, desvetllada i feliç"), o si se da de otras maneras. En estas cuestiones tiendo a ser pesimista y descreída.
A todos los amigos de los que me he apartado les he ido mostrando por toda prueba de mi afecto inalterable mi interés por los problemas que sé que les preocupan en su vida personal, pero poco más. Aunque no negaré que esta limitación es tristísima, tampoco dejaré de creer que con esto me ocurre con otras cosas. Todo no puede ser. No se puede ir a la playa y a la montaña a la vez, a no ser que se trate de una playa de aquellas que tiene un pinar o un prado rodeándola. No pienso tanto en mis limitaciones como en lo que sí puedo hacer. Las puertas que se cierran a veces son una bendición.
La discordia, ya no digamos la enemistad degenerada en la venganza, es un fracaso. No creo que una persona que aspire a un cierto perfeccionamiento vital pueda permanecer en las desavenencias. La discrepancia es hasta natural, el odio no.
Cuando Séneca retrata la ira me hace pensar en que temo más a quienes aparentemente guardan la compostura pero que son incapaces de sobreponerse a los sentimientos adversos, el rencor o las discrepancias. Pienso que esa es la razón por la que E. Cioran dijo: "Nuestro rencor proviene del hecho de haber quedado por debajo de nuestras posibilidades sin haber podido alcanzarnos a nosotros mismos. Y eso nunca se lo perdonaremos a los demás".

Autorretrato

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