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30.10.21
Andar por caminos no trillados
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16.10.21
O tempora (notas morales)
14.10.21
El tiempo y la verdad
Las alegorías serían del gusto de la época (siglos XVII y XVIII) y representan nociones que son plenamente vigentes, aunque ya no se usen, por lo menos categóricamente. A poco que pensemos seguro que encontraríamos un manojo de nociones muy concurridas y socorridas en nuestro principio de década. No sé si está hecha una historia de las palabras como fenómenos que describen las preocupaciones y obsesiones de cada tiempo. Por ejemplo: hace unos años se hablaba de "maternidad" (para cuestionarla como aspiración) y últimamente esa palabra sólo aparece en la expresión "maternidad surrogada", sobre todo porque la actividad de las feministas radicales en este tema es muy efervescente y a lo mejor no son muchas pero hacen mucho ruido.
Recientemente, en septiembre, se publicó el libro Som dones, som lingüistes, som moltes i diem prou (Eumo Editorial, 2021), coordinado o dirigido por Carme Junyent en colaboración con una setentena de lingüistas que se oponen a las barbaridades del lenguaje llamado inclusivo. "Lenguaje inclusivo" sería una de esas nociones que reflejan los temas de estos tiempos. Sobre este mismo tema, Carme Junyent habló en una conferencia que se reproduce íntegramente en Youtube, en la que hace un repaso sereno, serio y ameno sobre todos los argumentos que desmontan el uso inclusivo del género, desde la propia coherencia de las lenguas hasta el hecho de que la mayor parte de las lenguas del mundo no tienen género sin que ello no sea óbice para que se desarrollen execrables discriminaciones en razón del sexo. Carme Junyent es una experta en lenguas africanas y nos brinda el ejemplo del swahili, en donde la flexión morfológica recae en la distinción entre las personas que son "normales" y los discapacitados (lo que no hace tanto conocíamos como cojos, ciegos, sordos, subnormales, etc.). En el swahili no hay flexión de género pero hay una flexión de capacidad.
Cuando escucho por tercera vez tan notable intervención, cada vez que la oigo pienso en sí va a llegar con claridad a quienes no tienen una formación mínima sobre los universales del lenguaje (la arbitrariedad, el cambio, etc.) Hay cosas en las que a veces es mejor quedarse con la duda. De hecho, en el turno de preguntas tras la conferencia no faltó quien se refiriera al notable avance que había representado alejarse de apelativos como "mongólico", como si el lenguaje tuviera la capacidad de cambiar la sociedad. La profesora centró bien la pelota alegando que su conferencia trataba sobre morfología y no sobre léxico, que el lenguaje no cambia nada (es al revés) y que lo que había que hacer era aceptar a los discapacitados.
No pretendo hacer un resumen sobre un discurso de una hora, simplemente acudo a él ─a pesar de ser en catalán─ para en mi modesta posición poder difundir sus mensajes tan claros y señalar cómo siguen abundando las ideas obsoletas sobre la naturaleza del lenguaje. Mientras espero que pasen de moda los zascas y el lenguaje inclusivo y la abundancia de palabrejas como "persona tóxica", etc., estoy dando un repaso al latín. Cosas.
Hace muchos años estuve estudiando algún texto clásico sin demasiada dificultad y, por si no me lo hubieran dicho ya, pronto me di cuenta de que una vez que más o menos habías encontrado el verbo y el sujeto y algún ablativo absoluto, lo difícil no era entender el sentido de la frase, sino trasladarla a nuestro atrotinado español. Las frases sencillas con las que había aprendido las declinaciones en el segundo curso de BUP se podían traducir casi sin ayuda de diccionario, Tito Livio o Julio César ya requerían más pericia. Me imagino que para traducir a Ovidio, que creo que se estudiaba en el último año de Filología Clásica, ya había que hacer un esfuerzo grande y picar piedra.
De la misma manera que experimenté con el dibujo que algo se movía en mi cabeza, también el latín me produce unas sensaciones parecidas. Esa sensación es menor con otras lenguas vivas de nuestro entorno, sobre todo desde que se comunican entre sí tanto.
Más que evadirme, que también, el estudio del latín me permite alejarme de la polarización que hay a mi alrededor.
***
Otro de los errores básicos que he "descubierto" últimamente es la confusión que hay entre corrector ortográfico y autocompletado. Ayer en el programa de Herrera en COPE precisamente se habló de los desastres con el corrector ortográfico del móvil cuando en realidad de lo que estaban hablando era del texto predictivo o autocompletado. Está claro que el corrector ortográfico actúa sobre los acentos o las vacilaciones b/v u otras y propone palabras cercanas gráficamente. Normalmente no se impone sobre lo que escribes. La función del texto predictivo yo la tengo desconectada desde el año 2007, cuando le pedí a un profesor universitario alemán que trabajaba con mi jefe en vez de una "copy" de un artículo, el "copyright". El texto predictivo completa conforme vamos escribiendo, cosa que no hace falta desarrollar más porque José Mota lo ha hecho muy bien.
Ah, y el autocompletado no tiene que ver con lo predicibles que son algunos monólogos.
Esperaremos que el tiempo ponga cada cosa en su sitio.
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12.10.21
Felipe VI, Juan III, Pablo I o Alfonso XIV