18.11.12

El canto del cisne (reissued)




eparamos en “Cuerpo extraño” en las sensaciones del cuerpo que no suelen ser objeto de la poesía, por lo menos de la cursi o con prosopopeya, engolada.  Son sensaciones menores y nada cultivadas. Nos acompañan a lo largo del día y en ellas, como mucho, se detienen los médicos. Excelen los vadyas (médicos ayurvédicos indios) en el diagnóstico por la voz, pero apoyándose por supuesto también en otros signos.   Se suele decir en los libros sobre etiqueta y protocolo que los alemanes hablan más bajo cuando se enfadan. Es cierto que la voz es muy sensible a las perturbaciones y que parece que se vuelve más brumosa y se apaga un par de tonos cuando estamos tristes. Pero más allá de la voz está el llanto o la risa, que en algunas personas es –por resumir- muy personal. En los programas batidora de la tv suele siempre haber algún espacio para las risas “personales”, con claro predominio de las carcajadas asnales. 
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Mi admiración por Carmen Maura, que no por Pedro Almodóvar,  viene de lejos. En “Pepi, Lucy, Bom y otras chicas del montón” (1980) hay una escena que ahora puede verse en Youtube pero que ya se encargará el cineasta de que la eliminen cuanto antes, en la que Carmen Maura pega un grito donde perfectamente se sincronizan dos orificios del cuerpo (boca y vagina). El grito también parece como de parto y ahora yo tendría el mayor interés en saber si el grito ayuda al parto o si no sería mejor orientar esa energía al vientre, a no ser que sean la misma. A esto también me recuerda la voz de Enric Juliana (el català emprenyat), con un marcadísimo inverosímil acento catalán y que por parecer sensual para mi gusto deja oír con demasía las turgencias de la boca, las cloacas retronasales y hasta la baba. También he oído alguna voz anal (que no ventosidad) pero como no tengo a mano ningún registro de ejemplo, quédense con la copla si es que no les suena ya lo que les digo y habrá ocasión de que se acuerden de lo que aquí solo les insinúo. 
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Otra gran escena impagable del cine español es de Victoria Abril en “El Lute: camino o revienta” (Vicente Aranda, 1987), película que no pude ver entera porque hubo aquella noche un apagón en Barcelona y aún puedo estar contenta de haber podido llegar con bien a mi casa. En esa escena Victoria Abril se lava sus partes en un río, si mal no recuerdo por debajo de la falda, y lo hace con una naturalidad que pocas actrices tienen.  Lo digo porque ahora hacía tiempo que no me metía con Pene Cruz y ya tocaba. Pero está claro que tanto no me he apartado del tema, porque además del bostezo, el suspiro, el estornudo en salvas, el estornudo solitario y el ruido del moco atrancado o el más íntimo del tapón en el oído, está el peristaltismo. Servidora tiene a gala, aunque no sé si es para enorgullecerse, la facultad de hacer unos ruidos peristálticos que suenan en la noche como condenados a la hoguera. El estruendo de mi motilidad intestinal a veces lo disimulo con una tos o un carraspeo como de moto, pero está claro que cuando duermo se desmanda y sé que he llegado a despertar a la gente. Por el estrépito. Bien mirado a veces la peristalsis que producen mis tripas y hasta mi ovario derecho (porque el izquierdo lo perdí en un lance quirúrgico) tiene su gracia, porque suena talmente como el lamento de un niño cautivo o de Job en la panza de la ballena.  Yo lo siento así.
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No es que me parezca mal el sonido de los besos o del chuperreteo de un helado, pero una arcada que sale desde las entretelas como golpe de efecto es mucho mejor y no está tan desgastada por la afectación o la costumbre.  
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Como hay una rama familiar que domina el arte del pedo a voluntad creo que no se me oculta ningún sonido que se pueda producir con el ano, desde los más intempestivos a los más delicuescentes. Por mi parte, además del peristaltismo, solo puedo hablar de mi contribución en el campo de la atracción por el vacío. Suele confundirse la atracción por el vacío con el vértigo y aunque yo no sé darles razón les aseguro que son cosas diferentes. Yo he subido por ejemplo, qué sé yo, a la Torre Collserola o al faro de Cabo Vilán, que hasta se mueve, sin ningún problema, donde otras personas se han vuelto sobre sus pasos ante el horror de la distancia que les separaba de tierra firme. Pero eran oteros cerrados, ni que fuera por una delgada capa de vidrio. El problema es que cuando me asomo a un farallón o precipicio, siento como una atracción y donde otros se apartan yo noto la sensación de llamada, de succión.

Hace un par de años estuve en Cuenca y en un momento dado pasamos el puente. Aunque lo pasé en silencio y soportando con dignidad el tirón iba como esos borrachos que para no caer van tiesos como palos. Desde el puente de Cuenca la vista es magnífica, no solo de las casas colgantes sino también del llano sobre el que ha crecido la ciudad nueva. Estaban en  ferias y se distinguía a poniente una hermosa noria. Y sin embargo el mal ratito que yo pasé no lo sabe nadie. Como muy ancho no es, el hecho de que pasara un pelotón de turistas en cualquiera de los dos sentidos me producía pánico, porque como es natural yo creía que iba a perder pie y me iba a escurrir y despeñar en la hoz, como si fuera resbaladiza. Así que una vez pasado el puente cada vez que hubo otras ocasiones de hacerlo rehusaba y me preparaba para la contingencia encastillada en la frase “id, id, yo me quedo aquí en el parador tomando una cervecita”. Lo de la atracción al vacío es algo parecido a lo que nos pasa a algunas personas que al ir en bici y cruzarnos con otra persona en bici también sentimos como un imán que nos atrae hasta chocar. La contrariedad y la sorpresa del que recibe la embestida es antológica, pero les aseguro que es una sensación irresistible, como de succión.

Casas colgantes de Cuenca (Wikimedia Commons)

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Publicado el 30 de junio de 2011

4.11.12

Escenarios y tramoyas

"Què be Marta viure sense jugar el joc del món, quina
 trampa matussera i subtil alhora, evitable, doncs al
 capdavall no et dóna res més que una almoina
 i et pren lo mes valuós" (*)
J.P.R. a Marta Domínguez Senra

Pasan n'aquesta vida
cousiñas tan estrañas,
tan raros feitos vénse
neste mundo de trampa;
tantos milagros vellos,
tan novas insinanzas,
e tan revoltos allos
con nome de ensaladas,
que non che digo nada...
¡Pero vaia!
Rosalía de Castro

a hace unos cuantos días que no me puedo acercar a Collserola. No es que sea ni mucho menos natural, pero me desatasca la mirada de todo aquello que me rodea y que acabo viendo como una sucesión de escenarios. A veces como auténticos parques temáticos, a veces como esos fondos que le pusieron Rider y Waite a su famoso tarot, carta por carta. Incluso el amanecer de hoy me recordó el 10 de espadas de esa baraja.  Como cuatro "triunfos" de un mazo reconsiderado, tenemos las cruces, las banderas, las antenas y las flores. Quien dice flores dice tomates, así son los arcanos, de símbolos intercambiables.
Curiosas las imágenes que han quedado de la fiesta o lo que fuera en el Madrid Arenas, cuya tramoya no dejaba nada a la imaginación y parecía una macrocelda central infernal dantesca de las más bajas. Cuando hace unos años paseaba casi de madrugada con mi bicicleta por la ciudad vacía, me cruzaba con el hedor como de averno que exudaban los locales nocturnos juntamente con bocanadas de unos seres demacrados y vestidos de negro, como almas en pena, en deplorable estado o peleándose entre ellos a veces hasta que llegaba la ambulancia. Vómitos, cristales rotos y estruendo. De un decorado infernal ¿qué se espera? Martínez Sistach también ha organizado alguna aglomeración dentro de la Sagrada Familia, sea para probar la capacidad del templo, sea para medir la suya de convocatoria sacrificando la fe por el espectáculo. Los accesos y las salidas no son mucho más seguros de lo que lo son los del Madrid Arenas, pero será raro que allí se forme nunca una avalancha. A no ser que se desplome una parte de la estructura del edificio y cunda el pánico. Solo entonces puede ocurrir cualquier cosa.
Vuelvo a escuchar una segunda vez el vídeo de campaña de  Obama hablando en español y confirmo mi primera impresión, es un español de estándar y acento europeo (**). Me desconcierta puesto que es para ganar el llamado voto "latino". Ayer por cierto pasé con el autobús por una peluquería "eurolatina".  Ese apelativo de nuevo cuño lo guardaré junto a aquel otro de "mesón egipcio". No me acabo de acostumbrar a estas ensaladas aparte de que no hacen más que probar la decadencia o la degeneración de nuestra cultura. Uno de los últimos "batiburrillos" o baturrillo que pasó bajo mis ojos y que tuve que leer ni siquiera iba firmado, ¿para qué? Por una parte era un revoltijo en sus fuentes, por otra parte lo era en su forma. Sus partes (con perdón) eran como las que constituyeron a mi monstruo preferido, Frankenstein, diversas. Su formato era idóneo para circular en Facebook o en las cuentas de correo, junto con las imágenes de los últimos tigres de Bengala o las de Kim Manresa. 
Para evadirme de los famosos escenarios y de la mezcolanza me sumerjo en los libros de historia antigua que yo guardaba para mi vejez. Porque entre que he perdido toda esperanza de poder incidir en mi entorno y  que voy perdiendo memoria, he decidido empezar lo que tenía previsto para mi jubilación y no esperar (nunca mejor dicho) más.
Siempre que "investigo" algo sobre la "historia" del hospital donde me gano los garbanzos obtengo unas "historias" bastante tremendas. Por ejemplo la de la capilla, que se convirtió en salón de actos y no por milagro. Aún el otro día una compañera que sé por cierto que estuvo en un colegio religioso pero ignora los mínimos me preguntó si se hacía alguna misa. Y le tuve que explicar: Está desconsagrada, no se puede celebrar una misa así como así. Se puede, como se puede hacer en campaña, pero no. Los santos óleos y el cáliz están en Traumatología, en un chiringo pequeñito pero consagrado, donde sí hacen misa. Un día me explicó una enfermera que cuando el párroco supo que dedicaban su capilla a salón de convenciones duró poco. Me dio a entender que se murió del disgusto y de cáncer. Yo le dije que no había para menos, pero que, claro, la capilla no le producía ninguna ganancia al Hospital y además cada vez tenía menos devotos, mientras que como lugar de congresos, tesis, asambleas de los sindicatos y otras misas negras obtenía sus réditos. Ya lo dije: cruces, banderas, antenas y flores.

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(*) "Qué bien Marta vivir sin jugar el juego del mundo, qué trampa chapucera y sutil al mismo tiempo, evitable, puesto que al final no te da más que una limosna y te quita lo más valioso".
(**) Por chiquicentésima vez vuelvo a explicar que aunque es el "castellano" la lengua a la que se refiere nuestra Constitución de 1978, desde un punto de vista filológico hemos preferido en este blog usar siempre la palabra "español", que designa el estándar que el recientemente fallecido Agustín García Calvo llamaba espofcont (español oficial contemporáneo). Reservamos el "castellano" para referirnos al susbstrato histórico del español y la forma regional que se habla en una parte del reino. Nos resulta del todo estrambótico que algunos argentinos, por decir algo, admitan hablar castellano (con su fricativa y su todo), mientras que muchos de ellos dicen hablar inglés o incluso italiano.

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