30.12.07

El perro de Xolotl

espués de la semana grande de la poinsetia o euphorbia pulcherrima y de la gamba, o parapenaeus longirostris, también conocida como camarón o langostino, hay unos días de relativa tregua (por lo menos en el ascensor) seguidos por una cuesta de enero en la que no vamos a poder coger el transporte público sin exponernos al desvanecimiento. Y es que los viajeros se echan en abundancia todos los perfumes químicos que les han regalado los Reyes para parecer mejor, para parecer peor o para parecer algo diferente a lo que se es. Como si con lo que se es no hubiera bastante y hasta demasiado.
El platanus hispanica o plátano de sombra no me produce ni la mitad de asfixia y estornudos en salvas durante su polinización generalizada en casi todas las calles de Barcelona. De unos 153.000 árboles que hay en la ciudad, igual la mitad son plátanos. En los últimos años se han plantado además de las palmeras –que sufren mal el estrés- algunos sicomoros, azufaifos, almeces o litoneros, árboles botella, chopos lombardos, acacias, ciruelos japoneses y hasta magnolios. En general, la mayor parte del tiempo los árboles me dan pena. ¿No es una pena ver un almez ramificándose al tuntún, muerto de asco con tanto autobús y tanta moto, inservible para fabricar con sus ramas una horca de las de aventar, un bastón? Un almez de ciudad con su alcorque lleno de colillas me da mucha pena. No puedo hacer más. También me dan hasta pena en ocasiones los animalitos de peluche. Y en la espiral de la pena, la pena más grande es oír que le gritan energuménicamente a un perro o a un niño solo porque son más pequeños. Pero todo me viene siendo el mismo energumenismo.

Koson Ohara

Los olores de sucedáneos de canela, almizcle, tabaco, cedro, sándalo, azahar, jazmín, rosa y limón me producen una migraña fulminante y se me entrecorta la respiración. Si se trata de esencias naturales, no. No tengo un olfato privilegiado, el justo para apreciar el peligro, un buen libro como el de Patrick Süskind o una mala película como "El perfume". La verdad es que hay pocos libros como el de Patrick Süskind y muchas películas como "El perfume". Mi olfato es más bien burdo, pero me ha proporcionado experiencias inigualables (además de las del metro en la cuesta de enero o a las diez de la noche entre semana). Me gusta el olor de los albaricoques y el de los barcos de madera. Una vez olí intensamente un jacinto que vendían en una floristería. A la mañana siguiente, cuando me lavaba el pelo lo volví a oler. Sin ninguna duda. Aunque no lo pueda demostrar. Como si el cabello hubiera absorbido el magnífico olor de aquellas flores. Mi cabello, lo que siempre había absorbido con "fruición" era el humo de los fumadores, el humo de las barbacoas y la electricidad estática. Cosas.

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27.12.07

Me pido la luna

-"¡Win Yun! Deja ya las gymnopédies que me tienes harta. Oyes, qué pesada..."

ue los Reyes son los padres, como decía el padre Bueno, pronto tuve ocasión de saberlo. En mi caso los Reyes fueron mi madre, cosa que iba en detrimento de mis aspiraciones. Así me pasé las primeras navidades de mi niñez y parte de la pubertad, pidiendo en vano un piano y una caja de 24 colores. Otra cosa no pedía. La caja de 24 colores me la pude comprar la noche del 5 de enero de 1973 con el dinero que había sacado trabajando. La compré en una tienda de la calle Amílcar que se llamaba "Cheles" donde luego abrieron una colchonería. El piano no lo conseguí. Me había hecho una guitarra con la caja de las fichas de las damas y el parchís y con gomas de pollo de diferente grosor y tensión.
Con los años he llegado a poderme comprar una caja de 40 colores y cuatro guitarras en total. De las cuatro conservo dos. Si mi plan de futilidad sigue adelante, como no puede ser de otra manera, aún he de tener otra. Por lo demás, la suerte que no he tenido con sus Majestades, la he tenido con los profesores. Le digo a mi profesor de guitarra que si él hubiera dado clases de balalaika, que yo tocaría la balalaika. F. R. tuvo el año pasado otro alumno de mi mismo nivel –un tercero de la LOGSE- que sin embargo había publicado ya un disco la semana en que se descubrió la falsedad de la superviviente barcelonesa de las Torres Gemelas. No ganamos para impostores. Ahora, todo hay que decirlo, es más fácil hacerse pasar por superviviente y por escritor que por guitarrista.
También he tenido la fortuna de poder recibir mi clase semanal en la tienda de la escuela Luthier y no en la escuela propiamente dicha. De esta manera estoy dispensada de tener que oír y ver otros alumnos y otros instrumentos. Intento llegar 10 o 15 minutos antes de tiempo. No tanto por asegurarme la puntualidad como por disfrutar del ambiente. Al taller llegan a veces guitarras que han sufrido el típico accidente de habérseles clavado el atril en la tapa desprevenida u otras desventuras. Una vez llevaron una guitarra de concierto nueva cuyo imperfecto barnizado había como absorbido los pelitos rojos del estuche. Parecía una guitarra de Charlie Rivel. La afectada propietaria no podía explicarse qué había ocurrido. Yo escondía mi cara tras una revista de musicología, sentada en mi rincón favorito. No podía dejar de mirar la guitarra peluda, y si la veía no podía dejar de reír.
En el rincón a veces algún comprador se sienta cerca para probar varias guitarras. Muchos son extranjeros. El dependiente habla algo de inglés y es zurdo, pero afina las guitarras y las tañe al revés antes de tendérselas al comprador. Sólo eso es ya un espectáculo. En el auditorio hay unas vitrinas llenas de ejemplares antiguos, de talle fino, del siglo XVIII. Un día, al salir de la habitación donde recibo mi clase, oí un guitarrista allí, probando guitarras flamencas construídas en Granada. La novia le tocaba las palmas no ya como quien lo ha hecho toda la vida, sino como quien lo piensa seguir haciendo toda la vida. Esa seguridad da mucha paz. Paz de la de verdad. También hay fotografías enmarcadas de visitantes ilustres. Distingo a Compay Segundo y a Mª Luisa Anido, alumna de Llobet. Donde la caja vi el otro día que hay una de Camarón sentado en la silla donde yo me suelo sentar. Tocando una guitarra romántica. Me acordé de una pintada que vi una vez por el Raval que decía: CON EL DINERO PA LAS ARMAS, RESUCITAR A CAMARÓN. Fue cuando la Guerra del Golfo. Espero que a los Reyes Magos no se les ocurra traerme nada, porque no lo necesito ni lo quiero.

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26.12.07

El segundo acuerdo

n el el Archivo pasivo de este blog, en "Dos orejas, una boca, diez dedos", me refería a los cuatro acuerdos:
"En Los cuatro acuerdos de Miguel Ruiz, subtitulado Un libro de sabiduría tolteca, el autor honra ese subtítulo al empezar a exponer el "primer acuerdo" (ser impecable con las palabras) advirtiendo de que "es el más importante y también el más difícil de cumplir". Los otros tres acuerdos son: No tomarse nada personalmente, no hacer suposiciones y hacer siempre el máximo esfuerzo."
Efectivamente, es muy difícil de cumplir el primer acuerdo, porque además -como dice un refrán gallego- lo que se calla siempre se puede decir pero lo que se dice nunca se puede callar. Tenemos Win Yun y yo la sensación de que podemos hacer suposiciones pero luego retractarnos o por lo menos reconsiderarlas, mientras que las palabras son bastante irreversibles. Creemos que las palabras no deberían ser tan irreversibles como lo son. Que hay que concederle más valor a los actos que a las palabras. Dicho ésto, que merecería muchísimo mayor detenimiento, pasamos al tema que verdaderamente nos mueve hoy: el no tomarse nada personalmente.
El segundo acuerdo a mí me resulta muy fácil de seguir, porque como mi sentido del deber está hipertrofiado, no me puedo tomar nada personalmente por sistema. Quien ha tenido que tratar con el llamado "público" por su trabajo entenderá muy bien que muchísimas veces hay que pasar por alto asperezas y hasta agresiones verbales para poder complir con la labor que se le ha confiado. Se olvida una, y quien sea que cumpla con su deber, de la cara de mamarracho que se les pone a los despechados y a los agresores e intenta contemporizar y abrir una vía a la solución para que se vaya a su casa lo más contento o contenta posible. La mayor parte de las veces ya venían cabreados de donde fuera que viniesen, cosa que nos facilita la comprensión de que no es culpa nuestra.
El trabajo que ahora se me ha encomendado no me obliga a tratar con el público más que algunas pocas veces, pero me obliga a recibir una barbaridad de correo electrónico. Por razones que desconozco, recibo un bombardeo del llamado spam difícil de manejar. Una parte es detectada por el servidor, otra no. En cualquier caso debo revisar todo, la carpeta de spam y la bandeja de entrada, porque el filtro tiene deslices. Como por el trabajo que se me ha encomendado debo escribir bastantes mensajes, soy consciente de que yo misma genero spam. Lo sé porque me llega spam con los nombres que yo misma he usado en mi último mensaje pero transfigurados. El contenido de toda esa basura suele ser: sobre el tamaño de mi pene (?), cómo mejorar mis erecciones (?), sobre relojes de grandes marcas falsificados y invitaciones de una miríada de chicas que se sienten solas. ¿Cómo me puedo tomar ésto personalmente? Imposible.
Al lado del bombardeo continuo de correo basura, recibo las indicaciones de mi jefe, que también son prolijas y numerosas, y la propaganda corporativa con sus sucesivos recordatorios y fe de erratas.
Nada de eso se puede evitar. Nada puedo hacer. Lo que si he empezado a tomarme como algo personal es que en mi correo electrónico particular tenga que recibir presentaciones de PowerPoint (R) que circulan por la red y que mis amigos (?) me envían o reenvían. Les he dicho que no me envíen pepeeses, que si tanto les gustan que me los expliquen. Prefiero una palabra a mil imágenes. Por otra parte, ¿qué le hace suponer a la gente, en general, que otra gente disponga de tanto tiempo como para perderlo mirando bomberos semidesnudos de calendario, paisajes de ensueño con animales a punto de extinguirse y frases de puerta de letrina universitaria?
Alguna vez he querido poner en contacto las chicas que se sienten solas que me envían correos basura a mi dirección laboral con la gente que tiene tanto tiempo para perderlo. Haría un gran bien para todos.
Pero como lo malo siempre es susceptible de ser empeorado, están los pepeeses reenvíados que incluyen todas las direcciones de los destinatarios a la vista de todo el mundo. Los sábados suelo leer "La Vanguardia" y lo que nunca dejo de leer son las "Intempestivas sabatinas" de Gregorio Morán, que colecciono. El sábado pasado leí la columna de Quim Monzó, alguien por quien no siento simpatía ni afinidad. La leí porque el título era: "Julia Otero me desea felices fiestas". Y Júlia Otero es alguien por quien no solo no siento afinidad ni simpatía sino con quien además me resulta muy difícil no partir el primer acuerdo ("sé impecable con tus palabras"). Nada es tan placentero como ver enzarzados a dos profesionales mediáticos que trabajan para el mismo amo. Es un gusto que me doy muy pocas veces y no porque yo no quiera. En la columna del día 22 de diciembre pasado Quim Monzó protestaba porque Júlia Otero había enviado una felicitación por correo electrónico con todo un montón de direcciones de personajes públicos a la vista, en vez de ocultas. Pues esa falta de netiqueta o de respetar las mínimas normas de convivencia, es algo de lo más usual en mi buzón de entrada. Ni el santo tribunal dominico ponía orden en tanto desafuero.
Para más Henry (como dijera un compañero de trabajo, Pedro), cuando ésto estaba escribiendo, la propia Telefónica me ha cortado la conexión -sin avisarme- para comprobar mi línea. Hace cinco minutos le acaban de dar el certificado de defunción a mi router. No obstante, yo, que tengo mis razones para no creer en los diagnósticos de Telefónica sigo publicando inasequible al desaliento y sin perder la calma, como si el router estuviera que se sale. Como así es.

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22.12.07

En el día más corto del año

"Máis vale ser media merda que merda e media".
Refraneiro galego


n la puerta de mi casa colgué el otro día dos serafines navideños. El segundo domingo de Adviento. Por la tarde llamaron a mi puerta unos niños. Uno de ellos debió de ser el que le arrancó las alas y la corona al serafín que está a la izquierda. Sé que quienes llamaron a la puerta eran niños porque oí sus voces. Tuve que dejar de ir a la piscina pública porque los grupos colegiales formaban un estruendo atronador. Una vez me pareció poderlos oír llegar mientras tenía la cabeza sumergida en estilo rana. Y eso con los tapones en los oídos y el gorro succionándome las orejas y formando una seca ventosa que me hacía temer por mi materia gris más de lo que la temo. Mi regresión al acogedor líquido amniótico materno nunca fue tan improbable como cuando no tenía más remedio que ir a la piscina en horario escolar. Estoy oyendo a los niños de San Ildefonso y ya no tienen aquella voz tan argentina que sonaba como un puñado de pesetas de plata.
Abandoné definitivamente la natación el día que me cruce con un moco monstruoso. Parecía una medusa verde, como un cronopio a la deriva. Pero todo el mundo sabe que en las piscinas no hay medusas. Era un moco. Quizás lo agrandaba el agua, o mis gafas o mis ojos perplejos.
Puede que le arrancaran las alas al ángel como un ajuste de cuentas por no haberles abierto mi puerta. En cuanto advertí la travesura, el día siguiente, metí los serafines dentro de casa. Uno lo dejé en la puerta pero por su cara interior y el otro a la espera de que esta servidora le haga unas alas nuevas. Total, no va a ser más seráfico por tener alas, pero está mejor.
No tengo interés alguno en saber por qué se puede hacer algo así. De interesarme por el mal, me atormentaría con otros ejemplos más extremos de la degeneración humana. Incluso por los que están perfectamente integrados en la rutina, como los atracos de albano-kosovares, los abrigos hechos con piel de cordero nonato de Astrakán, o como el paté de foie-gras. Otros males son "elevados" al espacio público, subidos a internet, como las torturas o vejaciones a subnormales en video-clip y las innumerables e innombrables escenas pedófilas. Los males llevados al dominio público ejemplifican cómo lo que de por sí ya es malo puede ser empeorado.
Lo que me interesa es entender por qué el serafín de la izquierda y no el de la derecha fue el elegido para el suplicio. O ¿por qué no lo sufrieron los dos? ¿Por qué no los destruyeron? Y sin embargo mis preguntas lo que hacen es también empeorar lo que no es bueno.
En todo momento me estoy refiriendo a mis adornos navideños como serafines. Y esto es porque de todos los seres celestiales me parece que son los serafines los más afines. Perdón por el ripio. Los querubines forman el primer coro o esfera y "están caracterizados por la plenitud de la ciencia con que contemplan la belleza divina" (María Moliner). De los ángeles da buena cuenta Rafael Alberti, que tenía nombre de arcángel pero que era poeta (que no es poco). Echo de menos en Sobre los ángeles al ángel bricolador, pero en general el libro estuvo muy inspirado y bien resuelto. Creo. Los serafines, digo, forman el segundo coro o esfera y son seres angélicos que "se distinguen por el ardor con que aman las cosas divinas y elevan a Dios a los espíritus inferiores" (Op. cit.)
A estas alturas de mi existencia me resulta más fácil concebir la distribución de los coros celestes entre tronos, querubines, serafines, virtudes, dominios, poderes, ángeles, arcángeles y principados, que creer que la botella de güisqui que me compré anteayer tiene efectivamente 15 años. La clasificación es tan útil como la que da la Wikipedia para los cronopios:
"En sus relatos, Cortázar evita dar una descripción física precisa de los cronopios y se refiere a ellos sólo como "seres verdes y húmedos". Los relatos proporcionan claves acerca de la personalidad, los hábitos y las inclinaciones artísticas de los cronopios. En general, los cronopios son presentados como criaturas ingenuas, idealistas, desordenadas, sensibles y poco convencionales, en claro contraste con los famas, que son rígidos, organizados y sentenciosos; y las esperanzas: simples, indolentes, ignorantes y aburridas."
Mi serafín tullido no sirve ni para putti –esos angelitos gordos que sólo tienen cabeza y alas y rodean a la Purísima-, pero con un arreglillo creo que salvaremos el trance. He pasado por cosas mucho peores.
Me he acordado del P. José Bueno Bueno. Además de dos veces bueno fue breve, como si lo dijera Gracián, porque vivió poco. O, mejor dicho, vivió pocos años. Me sabe hasta mal hacer un chiste tan a huevo, pero es que es así tal cual lo digo. Era bueno. Fue párroco en el pueblo de mi madre después de la Guerra Civil, la guerra fraticida, ¿cuál no lo es? Un día, en un oficio de Adviento, le dijo a los niños: "Niños, los Reyes son los padres". Y es que al Padre Bueno le dolía ver que unos niños tenían muchos regalos y otros nada. Y le dolía ver que los niños pobres y los niños ricos encontraran en esa distribución de la riqueza o de la pobreza, respectivamente, alguna razón o alguna justicia (fuera humana o divina). A mi madre los Reyes le solían dejar una naranja y bien podría estar en el primer coro con los serafines. No sólo por lo bien que canta.
Espero de todo corazón, con la misma fe con la que me compraré un día una flamígera botella de Lagavoulin de malta, que Bueno esté en el Paraíso. Hay por el mundo mucha ignorancia y reina la mentira de que la vida le da a cada cual lo que se merece. De que hay que "montárselo bien".
Todo este despliegue de nociones sólo sirven –si es que sirven para algo- de antesala a la noción teológica de gracia. "Más vale caer en gracia que ser gracioso", se dice. Ya véis, un refranillo de nada, tiene más ciencia teologal que un sitial atiborrado de escolásticos. Y que "máis vale ser media merda que merda e media". No sé si este refrán del patrimonio galiciano tiene equivalentes en otros pueblos de las Españas o del mundo. Yo no lo sé. Acaso "ni chicha ni limoná" se le acerca, pero sin contener la cosa ridícula de la presunción. "Máis vale ser media merda" encierra toda una lección para los presuntuosos, para los engreídos que creen en el esfuerzo. Memos. "Ni chicha ni limoná" tiene un aire de haberse forjado por lo menos 500 quilómetros más al sur. Es casi como una jitanjáfora infantil, un mantra de comba. "Habíase una vieja virueja virueja de pico-picotueja de pomporerá" y otras cancioncillas como aquel "Un gato se cayó en un pozo, las tripas hicieron guá, arremoto pitipoto arremoto pitipá", se encuentran en La voz de los niños, de Gabriel Celaya. Otro libro difícil de encontrar. Otro poeta con nombre de arcángel. El tercero podría ser Miguel, Miguel Hernández. Pero no, que no quiero yo.

[...] "we are innocent: what have we done, that we must be victims for a deed before our birth, or need have victims to atone for this mysterious, nameless sin? – If it be such a sin to seek for knowledge?"
Cain, Lord Byron.
([...]"somos inocentes: ¿qué hicimos para ser las víctimas de una acción anterior a nuestro nacimiento? ¿Qué hicimos para traer al mundo víctimas que un día expiarán este pecado misterioso innombrable. ¿Es pecado querer saber?")

Recapitulando: Le tocó al serafín de la izquierda y punto. Eran iguales, idénticos, pero uno fue triturado y el otro no, uno fue chicha y otro limoná, uno fue media mierda y el otro mierda y media. Que hay mucha gente por el mundo preguntándose cómo pueden ser tan guapos y no rompérseles los espejos o porqué les ha tocado a ellos el tumor de lo que sea, y lo que hay que preguntarse no es ¿Porqué? sino "¿Vale, y entonces qué?"
Estos días he leído la ópera prima de Luisa Cuerda, Relato con boxeadores, que se publicó como De puños, almas y otras derrotas el año 2003. Una eternidad. Para conseguirla tuve que pedirle a un librero de verdad de los pocos que quedan que la consiguiera a través de la distribuidora Prólogo. ¿Porqué? Que no, que "¿porqué?" no; que "¿y entonces qué?". Pues ahí con Cuerda se puede ver muy bien, con mucha claridad y una atmósfera suprema lo que yo explico tan mal. He guardado el relato junto al de Mary Shelley, Frankenstein, por la afinidad del tema, por la claridad, por la atmósfera y por la orfandad de los monstruos y la indefensión de los expósitos.
Los niños de San Ildefonso acaban de cantar el 6381 y la madre de uno de ellos estaba llorando como una cronopia no porque no le haya tocado, sino porque su hijo ha tenido la gracia de nombrarlo.

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16.12.07

Cómo funcionan las cosas

A Lucha, pedazo de escritora, y a ver quien la pone contra las cuerdas.

Hace más o menos un año le oí decir a un alemán, amigo de unos amigos, que él era ingeniero porque le interesa cómo funcionan las cosas. Esta frase tan limpia en su planteamiento y en su todo me acompaña desde entonces. Si cada persona en su oficio o profesión fuera capaz de decir declaradamente qué es lo que le interesa, sería un bien.
Luego está lo de las energías fortísimas que mueven y paralizan nuestro pequeño mundo. Hay la energía llamada "poder"; otra, "sexo"; otra, "dinero". Y así. And so on. Son energías tan visibles como la electricidad. Esas tres energías en concreto suelen ir sinérgicamente combinadas, como si fueran lo mismo. O como se juntan en un calentador de agua el gas y la electricidad para producir una explosión controlada. Claro está que no es lo mismo dedicarse al sexo por un poco de dinero que dedicarse al dinero por un poco de sexo u otras combinaciones posibles.
Para las olimpiadas de Barcelona se presentaron 17.000 personas dedicadas a la prostitución profesional. Durante los años precedentes, en cuanto se supo la sede de los Juegos, se fueron preparando como legiones las centurias de mujeres y las decurias de hombres preparados para cubrir una demanda que se produce puntualmente cada cuatro años. Aún hay gente que se piensa que unos Juegos Olímpicos o una Exposición Universal o una Feria de Frankfurt son lo que parece y ya está. Por otra parte, la cifra de 17.000 putas es la oficial. Parece una cifra increíble. Como la de Santa Úrsula y las 11.000 vírgenes. Incluso hay quien dice 100.000 vírgenes, confundiéndolas con los "100.000 hijos de San Luis" que nos envió la Santa Alianza en 1823. Vamos a ver: por un lado hay que señalar que la Iglesia Católica ha sido la primera en poner en entredicho la santidad de Úrsula, que entre otras cosas es la patrona de la Universidad de Coimbra, una de las más bonitas de la Península Ibérica. Pero, sobre todo, parece altamente improbable que se hubieran podido juntar en Europa y hasta incluso en la actual Alemania (o, mejor dicho, en lo que actualmente pertenece a Alemania) tantas mujeres en flor. Y muchísimo más improbable todavía es que el año 1992 se presentaran en Barcelona solamente 17.000 putas, chaperos, etc. Pero si las mujeres de la vida locales, las de la calle (no las de las universidades y las de cupo), ésas se quejaban de que les estaban quitando el pan las sobrevenidas. Se vendían como si estuvieran nuevas. Porque 17.000 eran las que estaban organizadas y con lo sanitario en regla y unas técnicas amatorias homologadas de catálogo y bien promocionadas. Pero luego estaba la peña que se mueve al calor de los "grandes acontecimientos", como los carteristas, los del ladrillo, etc. Decidme de paso, ¿qué es lo que le interesa al chapero, al carterista, a los de las inmobiliarias? Pues eso.
Sin embargo, no siempre es tan sencillo contar a la romana, ni distinguir qué es lo que le interesa a alguien. De la misma manera que no es fácil desentrañar la inextricable cabalística distribución de los 20.000.000 de euros que nos ha costado a todos los españoles la Feria de Frankfurt (11.000.000 de los cuales procedían del Ministerio de Industria, cuyo titular sigue siendo Joan Clos).
De todas maneras son innumerables los intentos para ponerle puertas al campo. El otro día buscaba yo información sobre un poema visual de 1998 de Joan Brossa, la "Moscafera" que abre mi post de hoy. Me acordaba yo del año e incluso de que Isidre Vallès le había dedicado media página en "La Vanguardia" de Barcelona. Isidre Vallès daba clases de Antropología y por aquel entonces se dedicaba a investigar la utilidad del arte. Creo que ese artículo es el que se reproduce en internet:
"Sobre el possible sentit d'aquest poema corpori, el mateix Joan Brossa, reflexionant després d'enllestida l'obra, destaca la dualitat existent entre l'ordre i el caos, el primer simbolitzat per la posició recta de la mosca en relació amb la irregularitat de les cares del poliedre, que, en ser totes elles diverses i amb diferents angles d'inclinació, introduirien la noció de caos. Al mateix temps, tots tenim experiència del malestar produït per la irrupció sobtada d'una mosca d'aquestes característiques en el nostre entorn. En aquest sentit, una mosca és un ser emprenyador, que molesta, que provoca moviments sobtats del nostre cos per allunyar-la. Així, podem considerar-la com un organisme davant del qual hom no pot estar tranquil i seria, per tant, un sinònim d'allò que burxa les consciències, que provoca el remordiment, el neguit que impulsa a l'acció.
"A aquest respecte, s'identificaria amb les seves homònimes sartrianes, considerades les deesses del remordiment, els sers emprenyadors que els déus envien per castigar els homes d'Argos que han acceptat la mort del seu rei Agamèmnon a mans de l'usurpador Egist. En provocar les reaccions d'intranquil·litat abans esmentades, i en estar la mosca ubicada en el lloc universitari on es dreça el monòlit, podríem identificar el remordiment sartrià amb el fet de remoure la consciència i fer-lo extensiu al neguit investigador, la recerca de la saviesa, actitud pròpia de la institució universitària, contraposada a l'aridesa pètria del monòlit, sinònim de la concepció materialista de la vida que ha esdevingut l'únic referent de la societat d'avui dia."
En mi opinión, este artículo y el de "La Vanguardia", ilustran colateralmente ese modelo ingenuo y torpe de conocimiento de pretender someter todo a un significado perfectamente codificado o descodificado. No obstante, yo pude conocer a Brossa y a Vallès, aunque desde debajo de sus hombros, como para poder decir que sé que Vallès gastaba una fina ironía. Nótese sino la frase: "la búsqueda de la sabiduría, actitud propia de la institución universitaria". Muy muy fina, sobre todo por la contraposición a la aridez propia del monolito y de la concepción materialista de la vida. Es, mal comparado, como cuando les decimos a los niños: "Los niños no se tocan la nariz". Todo el mundo sabe que los niños se tocan la nariz, lo que se les intenta decir a los niños es que los niños no deben tocarse la nariz. Confusión frecuente.
Otra poesía visual de Brossa que nos gusta mucho es la que ostenta la fachada de la sede del Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitéctos de Cataluña, en la calle Bon Pastor número 5, muy cerquita del Institut Français y de la Diagonal. Son unas 100 letras de 16 colores distintos. La mitad están organizadas formando la frase horizontal "Col·legi d’Aparelladors i d’Arquitectes de Catalunya". La otra mitad está organizada en 5 columnas por orden (pero no el alfabético, el preferido de los darabugos besugos) a lo largo del edificio, que culmina en una enorme langosta. Otro insecto, sólo que la langosta es de los años setenta.
Lo que no se dice, lo más elemental, es que las moscas merodean a los que van a morir. Pero para mí, las moscas no son las de los "párpados yertos de los muertos" sino las de las "largas tardes de estío" "rebotando en los cristales" "en que yo empecé a soñar". Sí, ya sé que el poema de Machado lo que dice es que empezó a soñar en las largas tardes de estío en el salón familiar, pero yo empecé a soñar en los cristales "en los días otoñales" y vale ya. ¿Quién me dice a mí que no soy como Don Leandro Ruíz, nuestro bastardo de Alfonso XIII que ha obtenido el derecho a utilizar el apellido Borbón? ¿Quién me dice a mí que no puedo lucir un cerdo o un oso como los Andrade no en mi puerta ni en mi escudo de armas, que sería una ordinariez, pero sí en mi lencería o en las toallas o en el toldo de mi terraza? Aún no ha nacido el semiótico que me diga a mi lo que me va a bordar Win Yun, vamos. Manolo bien.
Las legiones romanas estaban formadas por 30 centurias de cien infantes y 30 decurias de 10 jinetes. 3.300 hombres constituían una legión and so on. El desastre nuestro de cada día está formado por una legión de 17.000 putas organizadas, con sus chulos ejecutivos y mercadotécnicos, y luego hay los cupos, los 100.000 hijos de su padre, los del ladrillo, las mujeres de la calle, las 11.000 chinas huérfanas en flor, los carteristas puros y duros, los alemanes, los ingenieros del AVE MORITURI TE SALUTANT, todo.
No, distinguir que es lo que le interesa a cada cual no es fácil. Y no ya por su indisposición a admitirlo, porque aquel algo de vergüenza que nos queda a todos. No es fácil por las máscaras. Y por las apariencias. No hace falta aprenderse el Diccionario de símbolos de J.E. Cirlot o el de Chevalier y Gheerbrant para percatarse del parecido abrumador de algún profesor de yoga entronizado en su kundalini con un galán decadente o un chulo aputarrante o algo peor. Eso, amigos, está en el libro de la vida. No en el de Teresa Cepeda, evidentemente.


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15.12.07

Juerga de colores y el dragón negro humeante

A Pantacruells,
a Remi,
a àngels,
a Conxa,
a la extinta Llibreria amb begudes Xoc,
a Josep Maria Domínguez Senra, que hoy cumple 49 años,
a Win Yun,
esos encarnados pozos de sabiduría...

liceblue, azure, cornsilk, floralwhite, ghostwhite, honeydew, ivory, lavenderblush, lemonchiffon, lightyellow, linen, mintcream, oldlace, snow, white, whitesmoke. La carta de colores codificados en HTML para lo que mis ojos distinguen (sobre todo por la mañana) como diferentes tonos para el color blanco, tiene unos nombres bien sugestivos: ¿azul Alicia?, celeste, seda antigua, blanco floral, blanco fantasma, melón, marfil, ¿rubor de espliego?, limón chiffon (¿gasa?), amarillo claro, lino, crema de menta, encaje antiguo, nieve, blanco y humo blanco.
Me llama la atención que en inglés haya en tal carta un color llamado "Cerulean blue" (azul azulado). "Color coeli est caeruleus" (el color del cielo es azul), "J’ai perdu ma plume dans le jardin de ma tante" y otras frasecillas que nos enseñaban en la escuela, me permiten decirlo con propiedad. Sin embargo, probablemente el cerulean blue es un azul con una parte cárdena o un matiz de porcelana cobalto. Me pierdo. Además, el color del cielo a veces no es azul, sino amarillo chiffon con un cierto resplandor verde lima, a mitad de diciembre.
Celebro mi post número 39 con una juerga de colores e imaginando uno (un post) con las letras del mismo color del fondo, que sólo se pudieran leer marcando bloque. Interesante campo la criptografía, un mundo en el que se puede escribir con zumo de cebolla para luego oxidar las letras al calor ténue de una llama y obtener los trazos. Ojalá pudiera decir algo que valiera todo eso. De momento busco colores para A la flor del berro, que no es poco. Como una recolectora más que como una pastora. Me muevo en el tornasol de un capote de amores que me torea y en el que ardo a veces, me derrito, o simplemente resbalo como lluvia. Para nada, por nada. Gratis et amore.
Sorbo mi té humeante. Un día es un día: hoy no he tomado earl grey con su áspera bergamota, ni pakistaní con clavo, ni wulong con jazmín, ni el ceilán de diario. Hoy, wulong u oolong ("dragón negro") de Formosa, un lujo asiático para quien haya pasado la semana partiendo su espada. Y por primera vez después de algunos días de trajín he oído el cuco cantar las horas. Llevaba días sólo oyendo los cuartos.

Track conmemorativo de regalo:
[...] No es verdad que los esquimales tengan cuatrocientos nombres para la nieve, ni doscientos, ni cien, ni cincuenta, ni veinte. Un diccionario eleva la cuenta a tan solo dos (según documenta Steven Pinker), concedamos que haya alguno más, cuatro u ocho o diez. Pues bien, el castellano tiene al menos doce (nieve, aguanieve, ventisca, avalancha, alud, granizo, nevada, nevero... y algún otro raro que se inventa de vez en cuando el hombre -o la mujer- del tiempo). ¿De dónde viene este mito? hay quien lo ha rastreado, y desde luego no procede de los estudiosos de las familias lingüísticas del yupik o del inuit-inupiaq que se hablan desde Siberia a Groenlandia. Al parecer, alguien mencionó en 1911 que los esquimales tenían cuatro raíces diferentes de palabras para referirse a la nieve. Whorf, un lingüista muy valorado por aquel entonces, aumentó la cuenta a siete e insinuó (sin tener ni pu** idea de dichas lenguas, como no sabía casi apache ni hopi, sobre los cuales también especuló mogollón) que podía haber mas. Su artículo se reimprimió muchas veces y pasó a los libros de texto y enciclopedias que todos hemos leído y que, meméticamente[sic: ¿miméticamente?], todo el mundo conoce y menciona. Fue el lingüista Geoffrey Pullum quien escribió un articulo hace ya más de veinte años titulado "El gran fraude del vocabulario esquimal" y comenta con toda ironía: "las supuestas extravagancias léxicas de los esquimales encajan muy bien con otras muchas facetas de su perversidad polisintética [esto lo dice porque la lengua esquimal es polisintética], como por ejemplo el hecho de frotarse la nariz como saludo, prestar sus mujeres a los extranjeros, comer grasa de foca cruda o arrojar a las abuelitas a los osos". [...] Pero lo que no está de ningún modo demostrado es que haya "conceptos innombrables" (y, por tanto, "inimaginables") en una lengua por carecer de un término concreto o que otra, por el hecho de disponer de más términos para nombrar algo en sus distintos matices, le proporcione una "cosmovisión" mayor o mayor capacidad expresiva a quien habla esa lengua. Esto es falso y es una de las lamentables herencias que poseemos del relativismo de los antropólogos del siglo XX y del idealismo romántico en lingüística (que trataba de identificar "valores morales" en las lenguas nacionales). En resumen las lenguas tienen distintas implementaciones pero todas son exactamente iguales en términos expresivos, igual de capaces, igual de eficaces. Si una lengua tiene una "casilla en blanco" y carece de un término eso no impide que disponga de infinidad de recursos para expresar (o entender) lo mismo de otro modo. Como dicen los generativistas, para un extraterrestre, en términos estructurales, todos hablaríamos exactamente la misma lengua :-) siento lo largo de mi respuesta, quizá incluso sea algo offtopic, pero no es fácil despacharse sobre estas cuestiones en un par de líneas :-) saludos --m" (Miquel)

Por cierto, Steven Pinker, el autor de El instinto del lenguaje: cómo crea el lenguaje la mente, que cita Miquel (un desconocido para mí, pero un alma gemela) es uno de los 600 sabios que ha contratado José Luis Rodríguez Zapatero. Estoy deseando que Pinker le diga con claridad al Presidente que decir "minusválido" no es peor que decir "discapacitado", joder. Y que le diga a la Vicepresidenta Fernández de la Vega que deje a los legisladores escribir como escriben a no ser que les pida lo mismo a los médicos, a los químicos, a los ferreteros, a los marineros... Ya ves, Miquel, yo creía que Whorf era antropólogo. Hombre, los antropólogos hicieron mucho por la Lingüística, sobre todo cuando los filólogos pretendían encontrar el aoristo hasta en las lenguas polinésicas, pero luego se les fue la cabeza con tanto protagonismo y tanta moda étnica.

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11.12.07

Las obras acabadas

"La liseuse" (Jean Honoré Fragonard, 1770-1772)

Ya hace muchos muchos años, ante la inconsistencia del mundo, como Bartlebooth ante la "incoherencia del mundo", me decidí por un proyecto de vida perfectamente fútil además de inocuo. Percival Bartlebooth es un personaje de George Pérec en La vie mode d’emploi. Nace el 1900 y empieza a tomar lecciones de acuarela a partir de los veinticinco años. De 1925 a 1935 adquiere pues el dominio de una técnica que le es del todo indiferente. Consagra, de acuerdo con el plan establecido, veinte años exactos a dar la vuelta al mundo para pintar a razón de una marina cada 15 días. Las 500 marinas las va remitiendo una a una a Gaspard Winckler, quien a su vez las va descomponiendo en rompecabezas de 750 piezas. El proyecto de Bartlebooth de recomponer las 500 acuarelas en otros tantos 20 años, y de devolverlas a su forma original mediante una solución detersiva, se trunca porque pierde la vista. Sólo consigue concluir 438 puzzles. Cuando está a punto de completar el rompecabezas número 439, fallece sosteniendo entre sus dedos la última pieza en forma de w. "El hueco negro e la única pieza no colocada aún dibuja la figura casi perfecta de una x".
Se reconocen en la historia de Bartlebooth elementos de Poe, Verne, Borges, Cortázar y hasta de Manolito Gafotas. La vie, como El carrer estret de Josep Pla o, más exactamente, como la rúe del Percebe número 13 de Ibáñez, es un bloque de vecinos. El desenlace o chasco final de uno de ellos no soporta un análisis estilístico. Por no decir directamente que es una mierda. Es un elemento de típico narrador omnisciente engreído. Pérec es una especie de Màrius Serra de la narrativa. Todo le cuadra. Como a los tramposos. Hasta un mal contable sabe que todo puede cuadrar porque está mal. Ahí se le ven a Pérec y a tutti quanti debilidades de triunfadorzuelo. Me pasa con las novelas de Agatha Christie mucho menos de la mitad. La novelista te distrae con dentistas, sombrereros y escalerillas de barco irregulares, cuando el crimen en sí es un asesinato irrelevante y vulgar. Las falsas pistas son tan cogidas por los pelos como la pista correcta, pero todas son puro ritual de narrador demiúrgico. Christie no abusa de su papel demiúrgico. No se identifica plenamente. Cuando yo era aún más pequeña y jugábamos en la calle a médicos, tintorerías y cocinitas, alguien te decía: "Ahora tú entras y me compras unos pimientos" (las piedras eran el cambio y hasta había una puerta invisible que abrir). A nadie se le ocurría salirse del guion y preguntar: "¿Me puede indicar si hay por aquí cerca alguna panadería?" o "En la tienda de la esquina los tienen a mejor precio". Si alguien se salía del guion era para decir en todo caso "Me voy a merendar" o "¿Ahora porqué no jugamos a princesas?" Tuvimos una racha prodigiosa inspirada en el Conde de Montecristo televisivo. Puro teatro. Había hasta caballos.
Lo curioso es que a veces el común considera precisamente literario por antonomasia lo que enaltece la ficción y el ritual, la lección ejemplar, lo que lleva muchos rodeos dilatorios de falsa apariencia heterodiegética o de distracción, lo que culmina en una frase de escalofrío o muy sentida. A mi entender, el final que le dio Pérec a Bartlebooth es vil. Cuando alguien tiene el humor de sentarse ante un puzzle de 750 piezas y hasta de menos -sea "Les hasards heureux de l’escarpolette" (o "El columpio") de Fragonard, sea el retrato de Mao por Warhol- teme indefectiblemente que vaya a faltar ni que sea una pieza. Que la envasadora número 22 se haya vengado de todos los desprecios y palabras ásperas recibidas en el envasado de un rompecabezas puede pasar y pasa. Sí. ¿Y qué?
Mi plan de futilidad prevé todo eso y no vivir bajo la presión del éxito ni con la desazón de no tener la razón (especialmente ante según quien).

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6.12.07

Cunqueiriana


“Delante de la cama, la luz de la Luna brillante,
creí que era escarcha sobre la tierra.
Levanté la cabeza, vi la Luna brillante,
bajé la cabeza, y pensé en el hogar lejano.”
Li Po

Cuando una está desbordada por tanta realidad como hay cada dos sin tres (fusión de "no hay dos sin tres" y "cada dos por tres"), se recrea en personajes que saca de su ficción. Es el caso de Manolo. Manolo es un muchacho que resucitó y que no tiene ni oficio ni beneficio. También tengo a la princesita venida a menos Win Yun, cuyo único consuelo es templarse en el difícil arte del haidong gumdo (épee coréene) y el no menos arduo recamado de peces carmesí en seda casi blanca. Manolo y Win Yun, son seres de diferentes ficciones como tantos (como Winnie the Pooh y el Llanero Solitario) pero abrigo la esperanza de que se encuentren algún día tal vez en una tercera ficción, en un pueblo castellano o hasta en la realidad, donde todo es posible.

Sigo a vueltas con la lógica del tres mientras me solazo en las chinoiséries y en las cosas incomprensibles de Manolo. Qué cosas tiene este chico... Ahora anda perdido, de la mano de Dios. Dijo el otro día que se iba al monte de los olivos y aún no lo hemos visto. Win Yun se aburre, pero de acuerdo con las estrictas normas de conducta y de savoir faire de la insigne dinastía Liao, jamás bosteza. Jamás muestra su rostro tranquilo ni la sorpresa ni la desaprobación, emociones serviles pero inservibles. C'est si jolie. Saben los Liao, como la Madre Teresa de Calcuta, que los sentimientos nos engañan. Win y Teresa son coincidencias en la época, parangonables y pelargonables y peragollitinables a la coincidencia de Lao Tsé y Heráclito yendo cada uno por su lado. Entre puntada y puntada Win Yun considera los males del mundo, pero pronto se abisma en el bordado y, como dicen los maestros taoístas, su aguja se hunde en el fondo del mar.

Un año por San Martiño el cerdo de los Lobelos engordó tanto que lo tuvieron que matar de un tiro al no poderlo pasar por la puerta de la inmunda porqueriza ( "corte" o “cortello”). Yo siempre había ido a Galicia sólo a veranear. Hacía mi inmersión de tres meses y luego volvía a Barcelona llena de ronchas, hablando gallego y, como Alicia en el País de las Maravillas, viendo según qué cosas familiares más pequeñas y otras más grandes pero todas diferentes. Jet lag. De repente (como se dice en los cuentos), de repente... un año fui en invierno y supe de golpe de donde salían los chorizos y que mis parientes no comían siempre caldeirada, congrio, jureles, sardinas, longueiróns y otros animalitos marinos o de las rocas costeras. Había vivido en un error. Ya había tenido algún indicio –como suele ocurrir- pero nada comparado con aquella matanza generalizada. Un gallo que me regalaron cuando cumplí 10 años.
·
El matadero municipal de mi ciudad fue trasladado hace años a las afueras. Estaba detrás de la plaza de toros de las Arenas, que está siendo reconvertida de tendido y circo en un mall, creo. Pasaban los días y los meses y seguían por allí, donde ahora hay una plaza dura dedicada a Joan Miró, unas moscas enormes tornasoladas que parecían seres de Star Wars. Conocí el antiguo matadero o "escorxador" en su decadencia. El año 1978. La decadencia le imprimía al lugar un definitivo aire de morgue más sórdido que la más sórdida, siniestra, cutre, morgue de Poe. Pude ver un barbado rabino con su alto pulcro sombrero negro supervisando, según los preceptos de la Torá, el sacrificio de algunos corderos para el consumo de la comunidad sefardí.

En donde alguien que yo conozco se gana el pan se sacrifican cada semana 4 o 5 cerdos clónicos entre 35 y 40 quilos ad majorem gloriam scientiam. En propiedad habría que decir "para la mayor gloria de la investigación" y no de la ciencia, pero ese es otro tema. Cuando le practican al cerdo la incisión quirúrgica con el bisturí eléctrico, aflora un olor de chicharrón y de corteza croustillante. La cabeza del cerdito inconsciente cuelga fuera de la mesa operatoria y bajo el reflector bombea su pobre corazón que nada sabe de cardiologías ni de injusticias ni de justicia. Todos son iguales. Son clónicos, como digo. Lo que se ensaya no es un procedimiento. No se trata de "hacer manos" para llevar una técnica nueva a humanos enfermos. Se trata de provocarle al puerco un infarto y ver los mecanismos fisiológicos de defensa del corazón. Um. Los animales de laboratorio son siempre sacrificados, incluso aunque sobrevivan a cuanto se les ha hecho. Después se les cierra la herida quirúrgica, se les limpian los restos de sangre y los excrementos y se dice que son llevados a una incineradora. No me quiero meter a objetora de ciencia y tampoco quiero saber si la cagalera o diarrhée es por el miedo o por la anestesia. Se supone que llegan purgados. Tout à fait un asco.

El veterinario ciruja tiene de salvapantallas en su ordenador una galería inacabable de pajaritos de la fauna ibérica.

Manolo andaba muy callado últimamente. Pronto va a ser su cumpleaños y no sé que regalarle. Es más raro que un perro verde.

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2.12.07

La página en blanco

Quietas, dormidas están,
las treinta, redondas, blancas.
Entre todas
sostienen el mundo.
Míralas, aquí en su sueño,
como nubes,
redondas, blancas, y dentro
destinos de trueno y rayo,
destinos de lluvia lenta,
de nieve, de viento, signos.
Despiértalas,
con contactos saltarines
de dedos rápidos, leves,
como a músicas antiguas.
Ellas suenan otra música:
fantasías de metal
valses duros, al dictado.
Que se alcen desde siglos
todas iguales, distintas
como las olas del mar
y una gran alma secreta.
Que se crean que es la carta,
la fórmula, como siempre.
Tú alócate
bien los dedos, y las
raptas y las lanzas,
a las treinta, eternas ninfas
contra el gran mundo vacío,
blanco en blanco.
Por fin a la hazaña pura,
sin palabras, sin sentido,
ese, zeda, jota, i...
Underwood girls, Pedro Salinas

o existe para mí la sensación de la página en blanco. He oído hablar alguna vez de esa sensación o dificultad y cree poder entenderla. Más bien mi problema es que siempre tengo algo que decir y hasta la razón y el silencio necesario para moldearlo. A veces en un pedacito de papel (siempre lo llevo por si aparece una frase al vuelo), otras en el cuaderno de turno –que me recuerda a los que llenaba Carmen Martín Gaite, otras en las “Toshiba Satellite girls” (parafraseando las “Underwood girls” de Pedro Salinas). En un tiempo, cuando yo vivía, me gustaba mucho la poesía de Salinas, y hasta que hubiera sido él nuestro primer traductor de Proust.
Mis teclas no son blancas y redondas, tienden a buscar la cuadratura del círculo y son negras como semifusas. No brillan, cosa que perjudicaba mucho los ojos de los que mecanografiaban con una Underwood. Y sin embargo la tecla espaciadora empieza a satinarse por los continuos golpes del pulgar. La única sensación especial que tengo cuando escribo es que o utilizo más la mano izquierda o/y que vas más rápida que la derecha. Pero tal vez la tecla espaciadora es la que más uso. Si admito alguna otra sensación, es la de que estoy escribiendo una enciclopedia.
El orden del día de hoy ocupa dos líneas:
- Que ya me gustaría a mi saber de donde saqué que Julio César había dicho que en España hay dos tipos de pueblos, aquellos con los que se puede negociar y aquellos con los que no se puede negociar.
- Que ya hice lo que tenía que hacer con el Killer Samurai Sudoku de la dinámica de los ojos vendados (v. post del día 26 de noviembre pasado)
He estado perdiendo el tiempo buscando la cita de Julio César. En realidad, puede que esa cita la tuviera deformada en mi cabeza por culpa de otro Julio, Caro Baroja:
César estableció una relación curiosa entre el valor y la fiereza, de una parte, y la falta de relaciones comerciales, por otra.” (Julio Caro Baroja. Los pueblos de España. Madrid: Istmo, 1990. 6ª ed., vol. I, p.181)
Ahora estoy empezando a pensar si la cita no sería de Augusto, que tuvo que venir en persona y mandar crucificar los pueblos resistentes de la cornisa cantábrica y atlántica cuando ya hacía más de doscientos años que se había conquistado a los turdetanos sin apenas derramamiento de sangre. Cádiz, la ciudad más antigua de Europa, no se resistió. En los Comentarios a las Guerra de las Galias el César prácticamente abre el libro diciendo:
“De todos, los más valiente son los belgas, debido a que están muy alejados de los refinamientos y de la civilización de la Provincia y a que los mercaderes no llegan muy a menudo hasta ellos, ni tampoco les llevan el tipo de cosas que sirve para afeminar el carácter, y también a que se encuentran muy cerca de los germanos –que habitan al otro lado del Rin-, con quienes están en guerra continuamente”. (B.G., 1,3)
Julio Caro Baroja se debió de referir a este párrafo. ¿Pero cómo podía haberlo transfigurado yo en decir que en España hay dos tipos de pueblos, aquellos con los que se puede negociar y aquellos con los que no se puede negociar?. Seguiré buscando.
De todas maneras no es una cuestión de escrupulosidad o eruditismo. Encima, a cada momento se dan en este país ejemplos que dejan las observaciones del general romano, o las conclusiones que extrajimos de ellas, en algo que ya no tiene vigencia. Por ejemplo, leemos en “La Vanguardia” del 29 de noviembre: “El PNV logra 13 millones y el BNG otros 51 tras salvar a la ministra de Fomento”. De ese titular se extrae que los pueblos de la cornisa cantábrica y atlántica han entrado en la dinámica de la “negociación”. Vamos a llamarle benévolamente “negociación” a ese trapicheo. Crónica adentro leemos: “Sin embargo, el apoyo a la ministra tiene un coste en Galicia, pues esta es probablemente junto a Catalunya [sic] la comunidad en la que Magdalena Álvarez concita más rechazo, a pesar de que sus dos abuelos varones nacieron en Lugo, desde donde emigraron a Andalucía. Hace tres años, en unas declaraciones a micrófono cerrado que trascendieron públicamente, la ministra se refirió al “Plan Galicia de mierda”.
Dios, y qué de cosas se vienen a mezclar en todo. Yo soy un poco bruta. A pesar de que estoy oyendo incansablemente el concierto para piano # 1 de Brahms, incluso cuando esto escribo (con las chicas Underwood hubiera sido poco menos que imposible), toda esa basura de negociaciones para impedir la reprobación de nuestra caricatura de Madeleine Albright de Fomento, me repugna. A ver si la basura de políticos de medio pelo que hemos elegido (¿?) se piensan que todo se arregla con dinero. Ya están empezando hace meses a traicionarse entre sí y contra ya sabemos quien los que pactaron con el PSOE, para conservar su espacio de poder. La idea de que todo se arregla con dinero se ha apoderado de la opinión pública (o se quiere apoderar). Con la animación de la campaña estival de las infraestructuras insuficientes y obsoletas de Barcelona, ha cobrado cuerpo. Sobre todo cobrado. No se habla de gestión. Cuando se habla de responsabilidades es de juzgado de guardia. Se habla de dinero. Si no se da el servicio público de cercanías de RENFE como hay que darlo, se les dice a sus usuarios que se les va a facilitar gratuitamente. Como si todo fuera cuestión de dinero. Y no es una cuestión de dinero. O, por lo menos, no sólo es una cuestión de dinero.
Lo que no se me olvida nunca es lo que dijo Quinto Servilio Cepión a los que asesinaron a Viriato, cuando fueron a buscar su recompensa, “Roma no paga traidores”.
El segundo punto del orden del día es el de la solución al Killer Samurai Sudoku. La solución del sudoku propiamente dicho la incluí al pie del post con un enlace, para no sobrecargar la entrada. No, me refiero a mi reacción ante el engaño terapéutico de la dinámica de los ojos vendados.
De las dos clases que siguieron la del día de las sillas traidoras, la primera la abandoné en el descanso por otra obligación. La segunda y última fue dirigida o llevada por otra psicóloga –está ya con los espolones crecidos- y efectivamente, al final, nos pasaron una encuesta. En la sección de “comentarios” escribí aquello de que no consideraba el golpe en la rodilla ni necesario ni lícito. Me acordé más de las palabras de L.C. que de todos los golpes en la rodilla que me he llevado. Pero lo hice no tanto por el registro akhasico o akashasico mío, el de mis reacciones, como para que los del curso no lo vuelvan a hacer mal, y que si lo hacen se acuerden de mi comentario.

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