28.6.10

Make it easier



A Julia D’Onofrio
A Alicia Consolini
Res est magna tacere
Cicerón


“Apart from going to church, Sunday is commonly the day Argentines gather in family for lunch or dinner.
Table manners are Continental – hold the fork in the left hand and the knife in the right while slicing.
Do not begin eating until the hostess invites you to do so.
When others are about to eat, it is very considerate to say “buen provecho” (good eating).
Wait for a toast to be made before taking the first sip of your drink.
A kiss in the cheek with or without a hug is a standard greeting amongst both men and women, except in very formal settings.++
When someone sneezes, you should say “Salud” (lit. “Health”). This is the equivalent for “bless you” in United States. The person who sneezed should respond with “Gracias” (“Thank you”).
It is often considered rude to point at a person or even an object with the index finger. People typically point with the whole hand or with a movement of the head and a puckering of the lips towards that which is being indicated.
Argentina has more sociocultural connections with other European countries, same goes with Uruguay.”
Etiquette in Latin America- Argentina (Wikipedia)

Prometo que por la salud de mi canario que todo cuanto hay que saber según la Wikipedia sobre la etiqueta en la Argentina lo he transcrito ahí. Verdaderamente la convivencia en ese país debe de ser como una balsa de aceite puesto que a excepción de la segunda recomendación, todo es muy llevadero y razonable. Un oasis. La segunda recomendación reza: “Los modales en la mesa son continentales —el tenedor se sostiene con la mano izquierda y para cortar con el cuchillo se usa la mano derecha”.  Yo solo puedo usar el cuchillo con la mano izquierda pero debe ser a causa de una lateralización cerebral tan caprichosa como incorregible puesto que el pan o el queso sí que los corto con la mano derecha. El cuchillo del pescado para un zurdo de mi condición es casi tan inoperante como querer abanicarse con una grapadora, porque lo tengo que usar como si fuera la espátula de servir helado y, ¿qué quieren que les diga?, queda una como una oligofrénica o una extravagante tiquismiquis.
Aunque tenga los malos modales de un quebrantahuesos ante su ración, debo decir sin embargo que a la vista del prontuario wikipédico creo que vivir en Argentina debe de ser de lo más fácil del mundo. Si alguien estornuda se dice “Salud” y te responderá “Gracias”. Aquí en España lo mismo te pueden decir “¡Jesús!” como “Dios te ahogue”, pero cualquiera de las dos afirmaciones podrían suponer una reconvención sobre usos políticamente correctos y laicos, de manera que tampoco está mal visto que al que estornude se le deje hacer sin más. Me siento tentada de hacer algo parecido a lo que hizo Jonathan Swift con los Viajes de Gulliver, que por otra parte fue el libro preferido de mi infancia, aunque no sé si me gustó más Lilliput o el País de los Gigantes o el País de los  Houyhnhnms. Algo parecido puesto que en el fondo veo que lo podría resolver a la manera de la Wikipedia en su artículo sobre la etiqueta continental. Ya estoy deseando leer el artículo de la etiqueta en Japón.
Me escribe hoy mi amiga M.:
“Hoy me ha pasado una de esas cosas que tanto te gusta guardar en la memoria para irritarme una y otra vez (*). Me ha escrito J. de XXX para pedirme una cosa de la XXX, y al despedirse me ha dicho “suerte con España, nuestro país en cambio ya vuela de regreso”. Voy y le contesto: siento mucho lo de Alemania, creo que la victoria de Inglaterra fue muy injusta con algún que otro gol en fuera de juego (habia oído campanas esta mañana en las noticias). Resulta que Alemania arrasó a Inglaterra, y fue justo al revés, habían anulado algún gol de Inglaterra injustamente. Es más, ella se refería a la derrota de México contra Argentina.
Y dicho esto, cambiemos de tema. La próxima vez que alguien me hable del puto mundial de futbol me doy la vuelta y me voy.”
J. es mexicana, aunque escribía a M. desde Alemania, así es que lo que dijo mi amiga no había por donde cogerlo –perdón, tomarlo- y además pretender restituir el enredo a su justo punto era tanto como liarlo más. He prevenido a mi amiga de que no diga nada de Uruguay estos días porque hay en su equipo de trabajo una brasileña y aún no han olvidado el maracanazo de 1950, al cual se le imputan 11 suicidios directos por lo menos. También le he recordado que mañana juega España contra Portugal. O Portugal contra España, no sé como va el partido. Y que no podré decir mucho en mi Facebook porque pueden ver mi muro los nacionalistas galeguistas y catalanistas “antiespañolistas” (¿?) y además  hay una amiga portuguesa que no creo que sea iberista, con la por cierto estamos más bien a mal desde que hizo una defensa encendídisima de Saramago (que mira que era malo, como persona y como escritor y como todo)  y yo no la secundé.  Tampoco la contradije, pero la disensión crea un silencio opaco, no como el que se le atribuye a los ángeles cuando pasan entre nosotros, no como el del Maracaná con el gol de  Ghiggia, no: un silencio como el que se aloja en verano en los bolsillos de los abrigos.
Al final quedan los grandes temas -la meteorología, el punto del rizotto, el precio de las patatas- además de la posibilidad de ponerse a hablar como Isabel Preysler: “Estupendo”, “fantástico”, “todo muy bien, sí, gracias”, sonreír y seguir con el pétit point.
___________
(*) Se refiere a una broma que nos tenemos o le tengo por una vez que le dijo “Good fly” (por “Good flight”) a la jefa de J. Fly en inglés lo mismo sirve para “mosca” que para “bragueta”. M. habla inglés, ruso y francés muy bien, además de español y catalán, y además —como se suele decir— también calla muy bien en esos cinco idiomas y es de las pocas personas de quien admito consejos. Es prudente, empática y atenta, por eso sus ínfimos faux pas resultan tan llamativos y contrastados.

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18.6.10

El fantasma del futuro (Saramago en el candelabro)


*
Posiblemente dos de las tres mil frases más sonadas emitidas por TVE en el último medio siglo fueron las siguientes: “Me gustan los toreros que están en el candelabro [por candelero]” (Sofía Mazagatos) y “No he leído a Sara Mago” (Esperanza Aguirre). Yo sí que he leído a José Saramago y es prácticamente el único autor que me produce aversión. Hoy a su deceso se habla mucho de él y se le presenta como un pesimista, un “autor incómodo” y un incorformista lúcido. A mi parecer hay pesimistas positivos, optimistas negativos, la probabilística de esas dos combinaciones, y después hay aparte los nihilistas. Saramago era un nihilista con apariencia de lúcido. Lo que los buenistas llamarían “un negativo”. El espacio del malditismo y del estupendismo ya nos había dado sus mejores y hasta sus peores frutos, por lo tanto Saramago encontró el camino allanado para imponer sus razones en otro territorio poco explotado o explorado. Tonto no era, porque vivió en las Islas Canarias, en Lanzarote, cuyo clima y cuyo paisaje y en general la calidad de vida es lo más cerca que hay –para muchos de nosotros- del paraíso en la Tierra. Si el Señor en su perfecta sabiduría fuera lógico, que no lo es –por razones que no son ahora del caso- lo más seguro es que habrá enviado a José Saramago derechito al cielo, porque debe de ser el último lugar donde querría estar. Pero es algo que no se nos alcanza.
Saramago era un buen escritor mediocre pero no era un escritor bueno. Alguna vez he pensado que a Saramago le hubiera ido que ni calzado ser el fantasma del futuro aquel que se le presentaba a Ebenezer Scrooge, el avaro, en el Cuento de Navidad de Charles Dickens.  Este mundo nuestro, nos guste o no, a veces se convierte en un lugar que se presta mucho a la visceralidad, a que medren por partes iguales los buenistas y los odiadores (tales  para cuales), a que los políticos sean partidistas, a que los estadios sean campos de batalla con fobias exacerbadas y filias acaloradas, y donde la discusión es algo parecido a una masacre donde porfían los valores rotos y los juicios de intenciones. En ese caldo de cultivo prosperan personas como el glorificado Saramago, que lloró por Garzón o con Garzón, por cierto. No se le conoce ninguna otra manifestación de efusividad o aliento, además de una defensa contundente del gobierno revolucionario cubano que luego abandonó, y su perpetuo rictus de asco.
Esta necrológica mía, tan negra y tan lógica, lo siento, viene a cuento de que ya hace muchos años en los que, a pesar de cultivar el desengaño, no he dejado de cultivar también las lecturas benignas y bonancibles. Charles Dickens, Mark Twain, Stephan Zweig, Sándor Márai, Jorge Amado, Alberto Vázquez Figueroa…  La primera vez que tuve la certeza de que había libros “malos” fue al leer unas líneas de Joan Maragall, poeta vitalista, sobre este tema:
“Si esta sensación de pureza que me da el cielo y esta sensación de alma que me da el hombre, las encuentro también en el libro, diré que el libro es bueno; pero si no las encuentro, si me son enturbiadas por las terribles filas de las letras de molde, o si llego a olvidarlas y el libro me deja descontento de la vida y agitándome en el vacío de su negación, entonces diré que el libro es malo” ) “Un libro ideal” (Obres completes, II, pág. 207)
Esta segregación con el tiempo me ha resultado de gran utilidad para discriminar de un golpe de vista qué libros no son adecuados para la biblioteca para pacientes que ofrecemos en el hospital donde trabajo. Como prácticamente no leo novelas, pero casi todos los libros que conseguimos por donativo para el caso lo son, tengo que actuar con la rapidez  y la firmeza de una sexadora de pollos para descartar los libros que no son aconsejables para los enfermos que tenemos ingresados.
La contracubierta de un libro de ficción no es cualquier cosa, es parte de su… ¿envase?  Ayer cayó en mis manos una novelita de Hervé Guibert (1955-1991) titulada Al amigo que no me salvó la vida, en cuya contracubierta pude leer:
“Esta novela es la crónica de una maldición que se ha convertido en el destino de aquellos que han pasado a ser los nuevos apestados, los cuales viven de manera descarnada las trampas no sólo de su enfermedad sino también las que tienden la propia administración y la institución médica”.
Es una novela corta sobre el SIDA, enfermedad que padeció su autor y que parece ser que lo consumió puesto que murió joven y en un año en que el HIV era deletéreo. Fíjense que en esa especie de presentación que nos brinda la editorial todas las palabras –excepto las preposiciones y los artículos o poco más- todas, son terribles: maldición, destino, apestados, descarnada, trampas, enfermedad, administración, institución médica. Se comprenderá que un libro así no lo puedo procesar al objeto que llegue a la cama de un señor o de una señora que estén ingresados o en un estado delicado, lábil. Y más teniendo en cuenta que nuestros escasos pacientes psiquiátricos leen mucho.
Vean otra contracubierta disuasoria para mis escrutinios: “Ésta es una novela acerca del desaliento acerca de todo lo que uno tiene que hacer aunque no quiera y de lo raras que son las cosas algunas veces. Cuenta en primera persona la vida de un tipo que se extraña, que se cansa y que no avanza. Un libro sencillo y directo sobre un punto de vista y un montón de cansancio”.
A diferencia del escrutinio que hicieron el cura y el barbero en la biblioteca de Don Quijote, en el mío no echo las novelas que descarto por la ventana, sino que uso el recipiente para el reciclaje del papel, no sin advertir el escándalo de algún lector de sala que está aquejado de ese fetichismo residual que aún persiste en nuestra sociedad a pesar de la cantidad de basura que se publica. El fetichismo es a la literatura lo que la superstición a la fe.
Recientemente, hace diez días,  llegó un contingente de libros nuevos y descubrí tres de Saramago, entre ellos Caín. Esos tres libros se los di a la jefa de las voluntarias, una mujer profundamente religiosa. Le dije: “Estos habría que retirarlos, son de un nihilista”. “¿Qué es un nihilista?”, me preguntó. Le respondí: “Peor que un ateo, peor incluso que un apóstata o un exfumador”. No sé qué hizo con los libros, pero confieso que experimenté un gusto que no podría representar con palabras. Debo decir en mi favor que en mi biblioteca personal anda el Memorial del convento o por lo menos andaba si no lo sacrifiqué por cuestiones de espacio en una de las expurgaciones que realizo de tanto en vez.
Como se suele decir, que encuentre Saramago tanta paz como la que deja.


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16.6.10

Tres pueblos y dos telediarios (post 466)


Nature is what we see,
The Hill, the Afternoon –
Squirrel, Eclipse, the Bumble-bee,
Nay —Nature is Heaven.
Nature is what we hear,
The Bobolink, the Sea –
Thunder, the Cricket –
Nay, —Nature is Harmony.
Nature is what we know
But have no art to say,
So impotent our wisdom is
To Her simplicity.
Emily Dickinson
A los desarraigados

Pasarse de la raya, o pasarse tres pueblos tiene su contrapartida en la expresión le quedan dos telediarios, frases que van pasando por nuestras lenguas y que tienen sus momentos de gloria novedosa hasta caer en el desuso primero y luego en el olvido. Aunque no tienen el prestigio de una frigoría, un ergio o un caballo de vapor y ya no digamos de un bitio o un nanobot, sirven para sugerir de una forma muy expresiva y hasta exagerada ese no sé qué que queda balbuciendo que está en el genio de nuestras lenguas. La confusión de las unidades de medida del pasado y las que se van introduciendo en nuestro complejo  y acomplejado mundo, mi confusión debería decir, no está exenta de admiración. Y es que claro está que aunque en mi día a día no uso la magnitud del año luz (9.460.800.000.000 kilómetros) para nada, y ya no digamos la yarda inglesa o el celemín, sé que están ahí y van conformando nuestro mundo. Y al revés.

Empezaremos por el revés. Por ejemplo, el kin es una medida china de peso que equivale más o menos a 15 quilos, que debe de ser lo que la gente está dispuesta a cargar en condiciones normales. Pero, ¿establece el kin un límite de resistencia? O, sino, empezaremos por el final: ¿el dinero está condenado a ser la unidad de medida de la especulación? ¿Habrá especulación sin dinero lo mismo que hay dinero sin especulación?

A los catalanes nos resulta curioso que en Sevilla, si es que no ha cambiado la costumbre en los últimos años, se vendan las lechugas a peso. Aquí cuando yo era niña existía la torna, por la cual si el pan no llegaba al peso establecido (el de una barra de medio quilo, por ejemplo), se compensaba con un pedacito de pan cortado de otra barra. Después se introdujo el bastón y al final, cuando la gente se fue olvidando de su porqué, parecía que el bastón era algo que nos daban a los niños para congraciarse con nosotros cuando había que hacer cola. Un lío. De niña también compraba el chocolate de la merienda en la porción correspondiente: una onza. Lo vendían a granel. Cuando se manejaban céntimos de peseta a veces te daban de cambio un caramelito minúsculo de eucalipto que valía (si lo comprabas) 10 cts. Y cuando iba a Galicia veía que allí mi familia compraba el azúcar a granel, no en un paquete de medio quilo. Allí las tijeras de cortarse las uñas también eran diferentes, más grandes, así que de vuelta a Barcelona me sentía un poco como Alicia en el País de las Maravillas o Gulliver, con los objetos que iban cambiando de tamaño y descubrían así toda su plenitud opalescente. Yo ya no tengo cabeza para saber qué será media fanega de garbanzos, pero por razones diferentes a las que me impedían responder a la pregunta aquella de si quería más a mi padre o a mi madre.

De hecho tengo mis dificultades para leer un mapa, tal vez porque -mal expresado- me lo quiero tomar al pie de la letra y así no se puede ir a ninguna parte. Para más Henry me enteré recientemente de que el plano con que habitualmente se nos representa mi ciudad está pero que muy mal. Superhipermegamalísimamente mal de la muerte.  Mogollón  de mal. Mal a joderlo, vaya. Que en cualquier otra ciudad no se regiría por esa cuadrícula que es el Ensanche de Ildefons Cerdà, sino por la orientación del Paralelo (41º22’34)  y la Meridiana (*).

Qué tiempos aquellos en que en los libros de gramática había un John (para el inglés) y la famosa María para el español, que solían hacer de sujetos o de lo que hiciera falta e invocaban estructuras sintácticas en torno de ellos con sólo nombrarlos. En las gramáticas normativas modernas como se usan ejemplos reales o documentados por los escritores consagrados ya excluyen aquellos seres que tenían una existencia tan precisa y perfilada. “María le pidió a su hermano que comprara manzanas”. Las manzanas también eran buenas para los modelos sintácticos y para las matemáticas de parvulitos. Lógicamente, hubiera sido más mnemotécnico usar una de aquellas gloriosas frases de Lezama (“La caca del huérfano hiede más”, “[...] y ver cómo el sillón lentamente / va avanzando hasta alejarse de la lámpara”. Todo es por la manía de la claridad y el paradigma prístino.

En la medida todo tiene su razón de ser, creo. Dicen que las salchichas de Frankfurt en su principio principal tuvieron que ver con un atributo masculino medio, de la misma manera que una galleta María (otra vez María) de Fontaneda cabe exactamente en la boca considerada como un buzón, aunque se quede atravesada y nos anule momentáneamente para cualquier tipo de comunicación oral  verbal. Después están aquellas habilidades domésticas de sacar el tamaño del pie que se calza por el contorno del puño, principios que no están tan alejados del canon griego, el número áureo y el número Π. 

Creo que un huevo pasado por agua precisa 3 minutos de cocción, pero que ese tiempo puede contarse rezando un credo y tres avemarías. No estoy segura, la verdad. Yo si rezo un padrenuestro demasiado despacio pierdo el hilo y se me mezcla el reino, la voluntad y las deudas de los deudores. Si bien es cierto que la poesía está cargada de medida y que el soneto, su manifestación suprema en las lenguas románicas, es un “formato” que condiciona a una determinada actitud argumental y vital, de la cual en parte nos sentimos  ya cautivos, también lo es que la poesía tiene que trasladarnos a una sensación de desasimiento. Como si en la poesía no importaran tanto las púas del peine como ese espacio sugerente que hay entre ellas. Los agujeros de los cinturones, a decir verdad, me ponen muy nerviosa, tan redonditos y equidistantes. Y no quiero un Dios previsible, un juez que imparte suerte, justicia y milagros (oh jo jo) como si fuera un Showman o un predicador que invade megaherzios.  Hasta las caricias pueden convertirse en algo mecánico, como el tiempo que tarda un ascensor en desplazarse desde un piso al siguiente. Otra cosa es el instinto para saber meter ahí una breve conversación y rematarla empáticamente, cuando se recoge la puerta. Eso es un don, como el arte de escribir frases en las cartas postales desde un destino turístico o que no se vea la raya de cada paso adelante en una conquista amorosa. 

A veces quisiera ser un ser unicelular, un paramecio, ir a la deriva en la nada del absoluto. O ser infinita. Me cansa tanto orden, ostras.

¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨
(*) “Su nombre se debe a su ubicación, puesto que su tramo inicial coincide con el meridiano Dunquerque-Barcelona, que se utilizó en 1791 para definir la longitud del metro como la diezmillonésima parte de un cuarto del meridiano terrestre” (Wikipedia).




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11.6.10

Un mal barrido



Pálido sol en cielo encapotado,
mozas rollizas de anchos culiseos,
tetas de vacas, piernas de correos,
suelo menos barrido que regado;
campo todo de tojos matizado,
berzas gigantes, nabos filisteos,
gallos del Cairo, búcaros pigmeos,
traje tosco y estilo mal limado;
cuestas que llegan a la ardiente esfera,
pan de Guinea, techos sahumados,
candelas de resina con tericia;
papas de mijo en concas de madera,
cuevas profundas, ásperos collados,
es lo que llaman reino de Galicia.
Soneto atribuído a Luis de Góngora
*
Se suele decir que es mejor un buen barrido que un mal fregado. Hoy no. Ayer empezaron a verse los jacarandás de Barcelona florecer, y empezaron a alfombrar o poco menos el suelo. También empezaron a barrerlos los servicios de limpieza, con una dedicación, una presteza y un prurito que me hace pensar que tal vez lo hacen, paradójicamente, porque les da más gusto barrer las flores de los jacarandás que barrer otras cosas. Otra explicación no le veo. Y es que la verdad es de las cosas más bonitas que se pueden encontrar por Barcelona en el suelo. Hoy, como ha llovido, no han barrido las calles y entonces las flores púrpura permanecerán por lo menos hasta mañana.
Hace cosa de dos años perdí mi tiempo, que tampoco es que valga tanto, en buscar cómo le llamaban los japoneses a la composición que forman las hojas o las flores caídas. No los mandalas o las alfombras, que también hacen por aquellas latitudes, semejantes a las nuestras de Corpus Christi.  Curiosamente en nuestra literatura y en nuestros cancioneros se habla más del otoño y de las hojas caídas que de las flores caídas y la primavera.  O al menos esa es la sensación que tengo.
Aunque no hay para mí nada más difícil que buscar algo en sitios del Japón, hallé dos palabras: una para las composiciones en el agua y otra para las que se caen sobre la tierra. ¿Dónde las apunté? No lo sé. Lección de arte efímero y hanami (lit. “mirar flores”) donde las haya.  Le oí decir a Álvaro Cunqueiro que los chinos tienen una palabra para referirse a la caída de la camelia, sonido que debe de ser muy característico y singular. Como no deja de serlo el del motor de un Jaguar, bien pensado. He podido ver los camelios de Galicia en flor pero nunca coincidió que alguna de sus flores cayera o que yo la oyese. Sólo de imaginarlo me da como un vahído, porque parece que tenga que caer como si nos cayera en nuestro interior, no sé. Como los pájaros, no dan notas falsas.
Además hoy también vi una paloma comiendo patatas chips Lays al punto de sal (las reconocería entre miles de patatas). Me acordé del caracol polizón de Julia y de la paloma que le llevó a Noé la ramita de olivo, como preciosa señal (entonces) de que el diluvio había escampado y -a partir de entonces- de la paz. El caracol chileno de Julia, que viajó en su coche hasta tierras porteñas, vertiginosamente, cuajándosele la baba, los camelios que tal vez llegaron a Galicia  con los exploradores portugueses, la aromática madera del jacarandá americano, sus flores en los charcos de mi ciudad, todo concuerda.

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10.6.10

Verduras, verdades, bolas y buenas intenciones



Hay muchos temas de la web 2.0 que nos preocupan a veces. Uno es la privacidad y el otro el acoso, ambos en todos los grados que se puedan imaginar en la gama que va del amarillo chiffon hasta el marrón oscuro. El uso de las etiquetas en las fotos de Facebook a veces se hace sin el permiso de los retratados. Eso me recuerda cómo uno de los quilombos más gigantescos que he visto nunca, “La paloma blanca”, en una carretera que va a Gerona, tiene su aparcamiento rodeado por una tapia altísima (entre los estándares de los correccionales y los conventos contemplativos) simplemente para proteger a los coches de las miradas y las cámaras de los chantajistas. Otro vector tirando al color siena desvaído es que compremos un libro por internet y que ya nos incorporen a una lista de distribución por la cual –como fue mi caso hoy- recibes información de un taller de plastilina el 12 de abril. Es un mensaje bienintencionado, claro está. El marrón castaño correspondería al bombardeo de correos electrónicos masivo y también a los reenviados con anexos de ínfima calidad (marrón ciruela madura) o que sencillamente no nos interesan (marrón saddle o “silla de montar”). Aunque no se lo crean aún se reciben correos en que nuestra dirección y las de una peña de ni se sabe cuantos nombres está a la vista. Calamidad de calamidades. Supongo que eso es algo que habrá que ir ajustando y más teniendo en cuenta que Google está perfeccionando su buscador de imágenes de manera que pronto podremos hacer una búsqueda inversa y encontrar un nombre a través de una fotografía.

En algunas comedias o en películas de género que incluyen una persecución por un mercado o una plaza, siempre o casi siempre la huída se lleva por delante el carrito del frutero o el de la verdulera: lechugas, limones, melones sapo por el suelo. Si el presupuesto de la productora es mayor también hay aves de corral, que dan mucho juego al cámara y nos remontan a Plauto. Pero en general lo típico es que se lleven por delante el carrito del frutero y hasta al frutero [desambiguación: vendedor de fruta]. Bueno, pues a mí a veces me apetecería tener como leit-motiv de este pobre blog a los Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB), para que pasara lo que pasara, hablara de lo que hablase, siempre fuéramos a dar al conductor malo malísimo de autobús. Malos malísimos hemos tenido pocos: J.R.  (“Dallas”), la tía Angela Channing (“Falcon Crest”), Iñaki de Juana Chaos, Cheroqui,  poco más. Ahora, incluso en la vida verdadera, lo que más hay son degenerados, pero… ¿malos?
Hoy no queremos tratar sobre el conductor malo malísimo o el borde resentido, sino sobre TMB y su web. Haremos un poquitín de lo que hace años se llamaba simplemente “lectura de la imagen”. TMB es una empresa gestora de los transportes públicos de Barcelona y por tanto hace un servicio público. La web va dirigida principalmente a los usuarios de los transportes públicos (metro, autobús, bicing y bus turístico). De manera secundaria también se dirige a sus trabajadores (!), a los contratantes, a los clientes publicitarios y los comerciantes que aún tienen algún puesto en sus instalaciones.  Como esta gente le tiene mucha aversión a las iniciativas privadas, al libre mercado y a que cada cual haga lo que buenamente pueda, tienen un rechazo patológico por todo lo que se sale de sus gabinetes de imagen y comunicación. Miedo me da el día que cojan con ganas la señalización y los muebles urbanos de los cementerios municipales.
La información dirigida a cada tipo de usuarios no se presenta pues agrupada en el mismo nivel ni tampoco jerarquizada. Es decir el menú principal, que aparece también cuando estamos en los submenús, encontramos los usuarios generales y las secciones específicas para los “Turistas” y para las visitas escolares (“TMB educación”), cada una con los contenidos que le son propios (rutas turísticas , bus turístico y actividades didácticas). Sin embargo, las informaciones dirigidas a las personas con movilidad limitada o invidentes, los contratantes o licitadores y a la presencia de los comercios o los soportes publicitarios, se encuentran fuera del menú principal. En la información dirigida a los trabajadores se accede desde algunos submenús ya través de un botón animado con Flash que da acceso a un blog (“Convenidelbus”) que por cierto tiene la particularidad de no admitir comentarios pero donde sí se pueden dejar preguntas que se publican cuando reciben la respuesta institucional.
También es destacable la asimetría entre autobuses y metro y el servicio Bicing, que se trata por separado y que en realidad es un enlace al web específico de este servicio de bicicletas, el cual verdaderamente tiene un funcionamiento no asimilable al sistema de tarifas y tarjetas de los demás recursos.
Aunque se podrían comentar por lo menos 4 de los 10 propuestos por Jacob Nielsen para testar la usabilidad de un web, me centraría sobre todo en los puntos 2 (Match between system and the real world) y 4 (Consistency and standards). En cuanto a la regla 4 (consistencia y estándares) destacaríamos una transgresión o fallo por la ausencia de cabecera en la página de inicio. Vemos un banner animado cíclico con dos imágenes que se desvanecen, una con la campaña de la Primavera Cultural (fig. 2) y otra de promoción de la reducción de CO2. Si consideramos este banner la cabecera actual, podremos decir que la home no tiene logo, que el logo sólo está como algo chiquitito, como favicon. La identidad gráfica descansa pues exclusivamente en los colores corporativos (negro y rojo) y en la repetición de la palabra TMB, rasgos que son poco convencionales o que están en desacuerdo con los estándares habituales (regla 4 de Nielsen). De entrada las letras (de tipo Arial, con la excepción del reloj de la esquina superior izquierda) son pequeñas y el negro deja mucho espacio inútil a ambos lados del outer o fondo, contraviniendo la ley de Fitt (B. Tognazzini):
“Esta ley dice que cuanto más grande y más cercano al puntero del ratón es un objeto, más sencillo es el hacer click sobre él. Esto es de sentido común, pero muchas veces es ignorado completamente en el diseño de interfaces.” (B. Roe)
Es decir, la home pierde mucho espacio con la imagen animada y sin embargo la imagen corporativa no está claramente identificada, aunque el lenguaje visual es muy impactante por el contraste rojo-negro . Quizá se debería haber arrinconado el negro y se tendría que haber dado al rojo un uso para la navegación (menús, botones) para mejorar la legibilidad. Además, si hacemos caso de las estadísticas hay un porcentaje muy alto (10% según Tognazzini) de personas que sufren o disfrutan daltonismo, lo que nos haría cuestionar el uso masivo del color rojo con valor significativo. y hasta expresivo. De acuerdo con las conclusiones de Nielsen en sus investigación sobre scrolling y atención (eyetracking), los usuarios dedican el 80% de su tiempo en la parte superior de la página. Es de suponer pues que la posición del banner es totalmente deliberada y que se calcula que quien estaba interesado en buscar una determinada información en concreto la buscará de todos modos. La asimilación de la página principal con la señalización del metro nos recuerda que la estética y la publicidad han invadido o dominado el territorio propio de la usabilidad y el diseño se ha alejado del “mundo real” que invoca Nielsen (reglas 2 y 8).
Vemos además –por lo menos hasta el día de hoy- otro elemento que se repite en toda la web al pie de la pantalla, referente a accesibilidad y compatibilidad, pero no se refiere a la accesibilidad de los usuarios con discapacidades sino a teclas calientes y otras cuestiones técnicas minoritarias. Por tanto, aunque los transportes públicos del “mundo real” han hecho un esfuerzo para eliminar las barreras arquitectónicas, la web no ofrece ninguna alternativa a las dificultades que puede presentar un portal tan llamativo pero un poco complejo y tenso, desasosegado.
Aunque el menú horizontal se repita casi en todas las páginas, y muchas estén provistas de hilo de Ariadna, aunque hay un buen mapa del sitio e incluso un buscador, la sensación que tengo personalmente es de que la información está dispersa y que se presenta utilizando recursos gráficos diversos (los botones textuales se compaginan con el motivo de las islas octogonales del Eixample) que empachan la atención, que desorientan, que no ayudan a la consistencia y que no favorecen la previsibilidad. Con ello se debilita la prevención de errores (pauta 5).
Es cierto que el formulario para encontrar rutas de transporte tiene la alternativa de un buscador mucho más simple. Este buscador sencillo es casi idéntico al del metro de Nueva York , y también está en la página principal, a diferencia del metro de Londres , que se encuentra en una página secundaria. En mi opinión estos sistemas de formulario son más útiles que el mapa interactivo del metro de París . Y el formulario más avanzado da unos valores iniciales que facilitan bastante la búsqueda. Por lo menos mi impresión -que no es experta- es que tmb.net podría mejorar mucho su usabilidad si estuviera más orientada al usuario medio-bajo y menos orientada a dar la imagen de empresa moderna y dinámica superestupendísima de la muerte.
La ventana pequeña que se abre cuando consultamos el periplo de una línea de autobús (fig. 5) también me parece que guarda poca consistencia con el diseño considerado en su globalidad. Si es cierto que proporciona amigablemente tres formatos de visualización o captura por el plano, también lo es que esta diversificación es un poco desconcertante, y quizás hace perder el tiempo.
De acuerdo con la contribución de Hassan y Martín (2003), no conviene emular la estructura interna de la empresa y verdaderamente el portal de TMB ilustraría perfectamente esta recomendación e incluso haría preguntarnos si será conveniente que una web se haga desde fuera de la empresa y por gente que desconoce su organización o si debe hacerse desde dentro, como yo creo. Llevaría mucho tiempo y aplicación describir qué contenidos y elementos de TMB han hecho de una manera u otra, desde los diferentes departamentos (Compras, Junta de Personal, Comunicación e Imagen, Administración, Prensa, etc.). Llevaría mucho tiempo demostrar que la arquitectura de la información, tal y como se han estratificado o conglomerado o dispersado los contenidos, es precisamente la “cuarta pared“,  la pantalla. De alguna manera, por cuestiones de imagen, bombo, platillo o de política empresarial se ha decidido dar más relieve al elemento “Turistas”, “Compra On Line” o “Prensa” que al elemento “Bolsa de Trabajo” o “Adaptaciones en el metro “(prácticamente oculto en el submenú “Transporte para todos” del submenú “Buen viaje”, que está dedicado a los clientes con problemas de movilidad o con discapacidades sensoriales).
En mi opinión los blogs no deben ser institucionales y deben favorecer la participación y la discusión. El Convenidelbus es una fórmula para dirigirse a los trabajadores de una forma unidireccional y creo que debe producir rechazo, por lo que no es de extrañar que algunos chóferes estén como están de enfadados con el mundo mundial entero.
La dispersión de la información por los diferentes tipos de usuarios del sitio concuerda seguro con el objetivo prioritario de TMB, el transporte público en el área metropolitana, pero quizás los discapacitados deberían encontrarse al mismo nivel que los turistas y los grupos escolares, como usuarios con unas necesidades especiales (como los guiris y los párvulos), y no por cuestiones igualitarias humanitarias sino por coherencia textual.
Las campañas del banner se habrían podido desplazar a una columna lateral dejando la cabecera para soportar el peso de la imagen corporativa convencional y por los ejes principales de la web. Seguro que la tmb.net no transcribe la estructura interna de la empresa, pero sí que nos habla de sus veleidades y complejos.


Este post es tan inútil como muchos de los que le preceden, por encima resulta que pasará a la obsolescencia en pocos días porque los sitios web van cambiando como si nada. Así que tras esta incursión en los terrenos del diseño y todo aquello, volvemos al paso de caracol.


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9.6.10

Primos hermanos


José Domínguez Domínguez, principios del siglo XX, en N.Y.
*
A mis primos hermanos por parte de padre: Maria Raquel (Barcelona), José Francisco (¿Barcelona?), Ricardo (Barcelona), José Luis (Segovia), Rosa (Madrid) y José Antonio (São Paulo).


s primos hermanos expresión que me gusta, como sombrero, que tiene que ver con “hacer sombra” o pulsera, “que está en el pulso de la muñeca”, porque son palabras de verdad, palabras que apuntan a otras palabras.  Lo demás son nombres, metáforas y el lenguaje políticamente correcto o convencionalismos en general. Las parodias son plagios.
J.D.D., mi abuelo, cuando iba y venía de Nueva York, fue haciendo lo propio para ayudar a traer a este asco de mundo 6 hijos: Mercedes, Consuelo (Lito), Nieves, Josefa (Fina), María (Maruxa), Raquel y mi padre, José, al que sus hermanas  le llamaron siempre “Jolín” es de suponer que porque era el objeto de sus bromas y siempre le arrancaban entre signos de admiración tamaña palabra hasta quedársele de mote. La otra hermana que se ganó con creces el suyo fue la mayor, Mercedes, a quien mi padre le puso “Mandungona“, que es la fusión nuclear de albóndiga en catalán (mandonguilla) y mandona. Mi padre intentó en nuestros primeros meses de vida de mi hermano y mía inculcarnos el trato con él de usted, pero sólo consiguió lo que era peor, que le llamáramos Pepe. Un incomprendido. El mal genio de los Domínguez es cosa, como bien dice la palabra, de genética pura. De hecho, a eso de los tres años o  poco  menos se manifiesta ya rematadamente.  Y, de hecho, si  un vástago de los Domínguez  supera esa tierna etapa sin haber dado muestras de una explosión emocional impetuosa tremenda pero sin deflagración, es que no tiene el gen. Pero no hace falta decir que tiene un carácter dominante y tiende a prevalecer sobre toda la artillería y la ingeniería y la albañilería genéticas, por donosa que sea. Otros rasgos del gen Domínguez son la siesta insoslayable, la elegancia natural, la prosopopeya, llevar mal la privación de libertad, el cálculo matemático y un brillo burlón de picardía en la mirada. Eso cuando miran, cuando no miran su mirada se abruma de desamparo.
Mi abuelo murió precisamente cuando yo tenía, eso, 3 años. Meses antes lo ingresaron engañado en la Clínica Quirón. Era un sábado y había partido. Así que en cuanto pasaron a rasurarlo para proceder a practicarle alguna barrabasada en la próstata, se puso como un basilisco y ya les diré en otro momento lo que les llamó a las auxiliares clínicas y a las enfermeras. Me imagino que le fastidió tanto que le hubieran engañado como que le malograran su tarde futbolera como que le manipularan su cuerpo. Y la juntanza. Me acordé de él el año pasado, cuando me operaron y me tuvieron en reanimación más tiempo del que me habían dicho y todo porque servidora no puede orinar acostada. Al final, después de bregar durante una hora con la estúpida cuña,  se me inflaron las narices y no les llamé a aquellas tontas lo que les llamó mi abuelo a las suyas pero les dije: “O me lleváis a mi habitación para hacer pipi o me voy. Vale ya”. Me llevaron. Y es que a lo mejor no montaré los  pollos que organizaba mi padre y el suyo de la nada, pero la descarga de autoridad es idéntica e impone un cierto temor sin lugar a dudas.
Dice mi madre que es una lástima que no haya ningún Domínguez auténtico para que vea lo mucho que me parezco a ellos y cada vez más. Es una manera de decirlo, porque verdaderamente no se pierden nada. Si el abuelismo que se invoca úlltimamente con el guerracivilismo respectivo me parece más que latoso además de dudoso, no es menos cierto que el culto a los parecidos familiares me aburre hasta el hartazgo. Mi prima mayor, que ya es abuela, ha tenido una nieta que ya sacó el genio cuando empezaba a hablar, y eso sin haber bebido de los purísimos manantiales de nuestras conductas más o menos dulcificadas por el sentido del ridículo o corregidas -muy poco, la verdad- por la vida.
Ya hace ni se sabe que no leo novelas, pero recuerdo con gusto la novelas de Thomas Mann, y las novelas de José Lezama o Gabriel García Márquez, sobre las sagas en que se iban perpetuando dos o tres caracteres. El temperamento es algo que se ve incluso antes de que veamos en la lejanía la cara de una persona, de la misma manera que vemos un autobús antes que su número.


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8.6.10

De una cosa a la otra


Calco de uno de los bisontes del panel de los bisontes en la Cueva de Altamira (Cantabria, España), pintado hace 15.000-12.000 años
*
Se abre la temporada estival, aunque no entramos en San Juan. Hace un tiempo se hizo una encuesta en RNE1 sobre cual era el plato que más gustaba a los españoles. Quedaron finalistas la paella y la tortilla de patatas y al final ganó la tortilla de patatas. La encuesta duró varias semanas y no sé si se puede considerar impecable en su método, de mera participación y suma y sigue, aunque no tengo ninguna duda de que la paella y la tortilla de patatas, la tortilla de patatas y la paella, son merecedoras de ese lugar que no se contempla en las guías Michelin pero que es el que nos hace felices. Son, como la pizza, platos solares y alegres, donde se acrisolan las aspiraciones de este enjambre de culturas en el que me nació mi madre matria.

Precisamente hoy por la mañana al oír otra vez un sirtaki, el de “Zorba el griego” (Michael Cacoyannis, 1964), me daba cuenta de que –tópicos aparte- estoy más cerca de esa danza tan vital y apasionada que del estereotipado sakti bollywoodiense. La primera vez que vi bailar country fue en una discoteca de Bolonia, el año 1988. Advertí que de repente todo el mundo se puso en filas mirando hacia la misma pared y dando unos pasos idénticos. Miraban al vacío y no se tocaban entre ellos. A veces giraban 360 grados todos en el mismo sentido y en realidad no se movían mucho del sitio donde estaban. Debe de ser algo divertido puesto que al menos en Cataluña hay muchas personas que lo practican con asiduidad y recibe hasta subvenciones. La tortilla de patatas no. Parece que ya se pasó la moda de aprender a bailar sevillanas, afortunadamente para las sevillanas, y que se van imponiendo otros bailes, como por ejemplo la danza del vientre. Es curioso lo fácil que es poder adivinar a quien se le va a dar medio bien la cumbia, el tango, la lambada, el vals inglés y la danza del vientre con sus secretos egipcios. En resumen, el reggae sin funky y el country sin swing son muy adecuados para los tímidos y para los que no son capaces de mover sus caderas con fluidez o desparpajo. La única ocasión que he tenido de ver en vivo bailar tango fue en un espectáculo callejero en el Portal del Ángel. Pero era una pareja demasiado profesional y, como ocurre con los bailarines de certamen, transmitía una tensión que no es, me temo, la propia de la tirantez del impulso erótico y del acartonamiento del desengaño, sino más bien la de estar pegados al mismo clavo ardiendo o colgados del mismo hilo.

Aunque ya he hablado demasiadas veces de mi debilidad por Goya y ya está visto que me dejo impresionar por una pizza capricciosa o por unas carciofi alla giudia tanto como por un Murillo o más, lo que aún nunca había dicho aquí es lo mucho que me impresionan las pinturas y grabados de Altamira, de hace 15.000 años. Lo de las tortas de Inés Rosales, recientemente centenarias, con su ajonjolí y sus anises, lo dejo para otro día. La delicadeza de esos bisontes sólo la he encontrado en algunas piezas del arte etrusco que pude ver pero no tocar en Roma hará año y medio. El camafeo de augusto con la Gorgona que colgamos en febrero es un trabajo muy fino de sardónice, la culminación de un oficio que nada tiene que envidiarle al lacado japonés ni a la caligrafía islámica ni a la taracea más refinada. Y sin embargo, ¿por qué será? los dibujos anónimos de Altamira están más cerca de lo que para mí es el núcleo del arte despojado de toda circunstancia e interés que no sean los legítimos de la expresión y la emoción artísticas. Algo que prefiero y eligo dejar para mi disfrute, fruición o frustración. Depende. Si Altamira, la tortilla de patatas o el sirtaki pudieran ser sistematizados en libros de lectura de la imagen,  ni Altamira  ni la tortilla ni el sirtaki para mí tendrían interés alguno. Si les digo que se han escrito libros sobre el amor y sus espejismos, y que hay quien lo considera una patología…


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4.6.10

Para qué os quiero (1)


Scrolling and attention (Jakob Nielsen)

A Maite Hernández Seisdedos


Caminar en las tinieblas
pesar del enormísimo interés que despierta la convención del grupo de Bildelberg auténtico (no los de sus émulos blogosféricos) en Sitges, Barcelona, y de las fiestas y contrafiestas paralelas que se están preparando, mi interés se desplaza hacia los pies. Esas “estructuras biológicas” (!*#%aurrrg~#?!) , como dice la Wikipedia, que se encuentran al final -pero que muy al final- de las extremidades inferiores, que se articulan en 26 huesos y que sirven para andar.  Los paleontólogos y los antropólogos y sus madres todas consideran que fue un momento crucial en la historia de la humanidad y su evolución la bipedestación o el proceso por el cual las manos quedaron libres para hacer lo que venimos haciendo e incluso para prolongarlas inventando todo tipo de instrumentos y artilugios. El hecho de que la vista se elevara no es tema menor y aunque se suela creer que el eje humano y de los mamíferos en general está situado entre la pierna derecha y la pierna izquierda, o en la boca, o en el corazón, o en la cabeza (según quien lo asevere), servidora suele situarlo  en un punto donde los ojos y los pies se armonizan. Y no me refiero a un proceso como el que inmortalizó Julio César con su famosa frase (Veni, vidi, vici, esp. “llegué, vi, vencí”) sino a una circunstancia en la que los pies y los ojos forman un todo y están de acuerdo. Esa circunstancia solo se experimenta en raros estados de ecuanimidad, de bienestar y de peligro, y solo se puede provocar bailando, caminando en la oscuridad, yendo adonde en realidad queremos ir y en situaciones por el estilo.


Parábola de Agripa Menenio
Estos días estuve mirando un vídeo, con una sensación extraña entre la angustia y la curiosidad, de la mona Natasha, del zoo de Jerusalén. Después de un episodio agudo de gastroenteritis (stomach flu) pasó a caminar sobre sus dos pies. Los veterinarios pensaron que la causa podría ser debida a un daño cerebral. Curioso porque yo al verla pensé que igual tenía algún problema en el diafragma torácico. En cualquier caso la forma de caminar de Natasha a mí me resulta inquietante y no sabría defender el motivo.  Como al final del invierno pasé por una gastroenteritis especialmente violenta e iterativa  y me quedé hecha un escogorcio (*), me acordé de la parábola de Agripa Menenio, cuando terció en el motín del Monte Sacro (493 a J.C.) ,  haciendo de mediador entre patricios y plebeyos.:
“La primera vez no todo estaba en armonía en la naturaleza del hombre tal como es ahora: Cada miembro tiene su propia voluntad y su propia lengua. Todos los miembros del cuerpo se quejaban que todos sus afanes, y todos sus servicios eran sólo para servir al estómago. Hubo una verdadera conspiración. “Si el perezoso estómago“, dijeron, “muriere, ya no trabajaríamos más“. Así que de acuerdo todos, las manos ya no llevaron comestibles a la boca, los dientes ya no masticaban. “Por lo tanto, el estómago, será conquistado por el hambre“, dijeron. Pero lo que ocurrió es que las fuerzas de todo el cuerpo se debilitaron. De esta forma aprendieron rápidamente que el estómago no es ocioso e inútil; así como él mismo puede alimentar, él mismo era un seguidor del conjunto. De esta forma el hombre es a las fuerzas por el que vive y prospera a través de la silenciosa labor del estómago recibe”. (Wikipedia)

El motín de Sicinio Beluto se podría muy bien ilustrar con mi gastroenteritis, que llamaré “paradójica” porque pude usar simultáneamente el W.C. y el bidet, y por lo tanto quedó más que testada la buena ergonomía de mi equipo sanitario.

En esto de la ergonomía andan muy metidos, puestos y salidos los diseñadores y evaluadores de páginas web, y los expertos en “usabilidad” y en arquitectura de la información. Al final no hay más remedio que ir a investigar el llamado eye-tracking o rastreo o seguimiento visual, y cómo la vista planea sobre las pantallas a través de movimientos sacádicos y fijaciones:
“Una sacada es un movimiento rápido del ojo, cabeza u otra parte del cuerpo de un animal o dispositivo […] La finalidad de las sacadas pueden ilustrarse mediante el ojo. Los humanos no miran una escena de forma estática por lo general. En vez de esto, los ojos se mueven, buscando partes interesantes de una escena y construyendo un mapa mental referente a ella. […] Moviendo el ojo de forma que pequeñas partes de la escena puedan ser advertidas con mayor resolución, se pueden optimizar los recursos del cuerpo. Si toda la escena fuera vista en alta resolución, el diámetro del nervio óptico sería incluso mayor que el del propio globo ocular. Por esto, un procesado de toda la escena en alta resolución requeriría además un cerebro varias veces superior al actual.

Es una creencia común, pero falsa, que durante la sacada no se transmite información vía nervio óptico al cerebro. […] Este fenómeno, conocido como enmascaramiento sacádico o supresión sacádica, se sabe que tiene lugar en los momentos previos a un movimiento sacádico del ojo, sugiriendo por tanto que hay un motivo neurológico detrás, más que una función puramente mecánica u óptica.

Una persona puede observar el efecto de enmascaramiento sacádico situándose a 45 cm de un espejo y observando su ojo derecho, luego su ojo izquierdo, luego volviendo al ojo derecho y sucesivamente. No se verá el movimiento de los ojos, pero tampoco existirá la sensación de que el nervio óptico ha interrumpido momentáneamente la transmisión de información al cerebro. Debido al enmascaramiento sacádico, el sistema ojo/cerebro no sólo oculta el movimiento del ojo, sino además oculta que haya ocultado algo”.(Wikipedia)

Electrooculogramas
No he podido encontrar aún ningún electrooculograma de los ojos de un músico leyendo una partitura musical, pero parece que la Psicología y la Neurología no han podido alcanzar ninguna conclusión sobre qué es lo que pasa cuando leemos música. Servidora está aprendiendo y, después de caminar en la oscuridad, es algo bastante inexplicable. No es que yo diga que no tiene explicación, que seguro que la tiene, es que yo digo que no soy capaz de explicarlo. Me contento con intentar dar testimonio aquí en esta otra enciclopedia.

Para acabar, un texto de Cerillo, pintor que vive en el Pirineo catalán que hace poco escribió sobre su visita a Arco:
“Yo he decidido guardar tres paredes de mi casa para instalar y contemplar con detenimiento tres obras de cada exposición que me interese. La primera pared para gozar de lo que atrae a mi atención de inmediato, la otra para la obra que rechazo, incomoda, abomino o lo que sea y la tercera reservada para más tarde, para aquella obra que sin mirar vi y que luego incomprensiblemente aparecerá en el recuerdo. Una vez empapado de ellas, pasado un tiempo, las cambiaré por otras de cualquier otra exposición que reúnan los mismos intereses o maldiciones. Aunque ya sé que esto es un sueño, que este es uno de aquellos placeres que, en fin, nos están vedados”. (De Cerillo En el caos)

El texto de Cerillo me recuerda o concuerda a su vez con otro mío, de “Cuerpo extraño“, mi post preferido:
Pediría para mí tres cuerpos. Uno para estar en el mundo a pesar de todo. Otro estaría, pues eso, como está la luz cuando baila por la mañana en la pared saltándose todos los orificios de las persianas y tocando el arpa del polvo, o como está la luz cuando pace en la tarde en los ojos de las llaves puestas, como pacían los animales de antes de las explotaciones ganaderas, aquellos bueyes bergantiñanos de 1200 quilos y más. Otra estaría haciendo pruebas, equivocándose, conociendo lugares y tiempos, aprendiendo, experimentando.

*
Dedicamos en *ALFB un post a la mirada, “Los hombres y las mujeres”, y mínimamente hicimos una clasificación por la cual no es lo mismo la mirada panorámica del froteur que la del carterista, o la mirada de las estatuas abismada en la absoluta belleza. Nos dejamos la mirada de “si te he visto no me acuerdo” que siempre es mejor que la de cambiar de acera.  Y la del gato, tanto a la que siempre apelan los profesores de tai chi para condicionar una mirada sin fijación y sobre todo sin movimientos sacádicos, flotante, ambiental, como a aquella otra de los felinos cuando miran la nada como si ahí hubiera algo que nosotros no vemos.


_____________
(*) La palabra escogorcio no se encuentra en el DRAE, pero yo la tengo más que contrastada por su uso por lo menos por los aragoneses y se refiere a algo estropeado y/o chuchurrido.


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2.6.10

Lo peor de lo mejor, el amor y el “odior”


Astronomy picture of the day (“Sky Delights Over Sweden”, P.-M. Hedén)

“Y el horizonte que tiene acariciándola está, no tarda en que se la lleve”
La tía María“, fandango de El Gloria. (José Mercé)

A.E.I.O.U. (Austriæ est imperare orbi universum*), divisa de los Habsburgo


“El cielo es azul”
Eyjafjallajokull, Pacaya y Tungurahua (respectivamente en Islandia,  Ecuador y Guatemala) son los volcanes que entraron en erupción este año. Al parecer el volcán Eyjafjallajokull ha atraído y va a atraer muchos turistas que esforzadamente se dirigirán hacia aquellos parajes para admirar la fuerza de la naturaleza utilizando el combustible fósil habitual, ese mismo poco más o menos que está envenenando el Golfo de México. Buscando la emoción. Exactamente ese color verde que hay en la aurora boreal sueca de la fotografía no, pero uno que se le parecía mucho lo ví yo una vez en Caldas de Malavella al caer la tarde, un día de diciembre. Iba conmigo una amiga y cuando le hice ver ese tono del ocaso me dijo con una cierta irritación que el cielo no puede ser verde, que el cielo es azul. “Color coeli est caeruleus“, como nos enseñaban el primer curso de Latín en la primaria. Mi amiga es profesora en la Universidad y tiende a hablar incluso fuera de las aulas con  una cierta autoridad que yo creo que la usa por inercia más que por convencimiento verdadero. Me recordó aquel maestro de Hard times, de Charles Dickens, que odiaba la poesía y todo lo que no fuera “útil”. Podría explicar que este género de sinsabores o chascos me llevan habitualmente a encerrarme en un silencio espeso del que no salgo en meses y que aunque mantengo las constantes vitales y la comunicación básica debida en lo esencial callo.
Hoy he hecho un análisis somero del tono que hay precisamente sobre la colina y  la paleta RGB de Paint da  199 (Rojo) – 256 (Verde) – 159 (Azul). Por lo tanto hay algo de verde en el cielo.

“Somos los mejores”
Recientemente Iñaki Ezkerra ha publicado una colección de relatos titulada Historias de amor y odior. Y, por cierto, en el relato titulado ‘No me cuentes tu viaje a Grecia’, hay una pareja que tortura a un amigo mostrándole todo tipo de pruebas sobre dónde han pasado las vacaciones. Pero a lo que íbamos es al relato titulado “Una bella historia de odior” (con acento agudo, odior), que según el autor es neologismo que representa  un sentimiento de aversión que exige en quien lo padece tanta dedicación como el amor y que es también desinteresado.  Complejo. De todo ello (de los volcanes, de los turistas, de Obama, del odior) me he ido a acordar esta mañana cuando intentaba situar en mi cabeza el tema del ataque del ejército israelí a  Flotilla de la Libertad (Freedom flotilla), que interviene por el bloqueo de Gaza. El ataque lo he podido ver como se nos muestran en las grabaciones por infrarrojos, tan fantasmagóricas como un mal sueño y al mismo tiempo tan nítidas como esas ecografías  que zumban en la red. El ataque fue tan chapucero que no hay que descartar una segunda y hasta una tercera lectura. Y eso porque ya es imposible ver con ingenuidad lo que se nos muestra. Y sin embargo, rápidamente, la opinión mundial se ha reunido a favor de las víctimas. Una de las informaciones que he buscado es la página en Facebook de “Cultura i Pau”, la asociación a la que pertenece al menos una de las activistas, Laura Arau:
Boicot a los productos israelíes” (31 de mayo),
Sou els millors” [Sois los mejores] (31 de mayo),
Si al final nuestros barcos son hundidos y/o atacados en las aguas internacionales o en las aguas de Gaza, ¿Que hará el Gobierno de España?Si resultamos muertos o heridos en el asalto que según dice Israel hará a nuestra flota, ¿la Audiencia Nacional perseguirá y enjuiciará Ehud Barak y el resto de mandos que dicen que estarán detrás de la operación? Como ciudadanos españoles que ejercen el libre y legal derecho de navegar junto a otros compañeros por aguas que no son jurisdicción de Israel, ¿qué tipo de protección o seguridad nos dará el Gobierno de España frente a los barcos piratas israelíes? ¿Nos enviarán una flotilla de nuestra armada para que nos acompañe a ejercer nuestra labor solidaria como así han hecho con los atuneros en las aguas de Somalia?” (15 de mayo), etc.

La densidad de todo cuanto me tropiezo cuando más claridad busco me hace desistir de seguir adelante por ese camino, aunque veo que lo del “Mavi Marmara” no fue inopinado,  que no les vino por sorpresa. y que el hecho de haber advertido ni que sea eso mereció la pena.  Admito que no se me había ocurrido que temían un ataque. Además se enmaraña a todo esto el recuerdo de que no hace tantos años hasta los nacionalistas catalanes simpatizaban tanto con los indios norteamericanos como con  los israelíes, tal vez porque en el “pueblo elegido” veían la resistencia y la pureza a la que aspiraban. Pero pronto el conflicto con Palestina desplazó los símbolos y entonces ya nada es simplemente lo que es sino aquello que se apropia como suyo.  ¡Y qué útiles son los símbolos para dirigir a la gente, para dividirla y para que vote y para que diga “somos los mejores”! Esa frase en Barcelona se oye y se lee mucho, tal vez porque la  repiten invariablemente los forofos del F.C. Barcelona (Barça). Es una frase que se las trae y que hay que meditarla por lo que es.  A mí me  asusta y me hace tomar partido, pero el de los paralíticos cerebrales, el de los oligofrénicos, y el de los subnormales.

Capítulo aparte merecen los conductores de autobuses municipales. Una vez se hizo una encuesta en todo el Estado cuyos resultados mostraron que los chóferes peor valorados de España eran los de Barcelona. A mí no me preguntaron pero lo subscribo. Cuando iban de gris y llevaban un cobrador  con aquellos billetitos de papel cebolla rosa tenían la manía de cerrar las puertas justo cuando querías salir simplemente por el gusto de atrapar y fastidiar o de trasmitir su propio tedio. El caso es que entre los froteurs o cebolletas y los chóferes vengadores, hubo un tiempo en que viajar en autobús o colectivo era un tormento. Me imagino que ese mecanismo ya no lo pueden utilizar o que el sistema de puertas cambió, porque otra razón no se me ocurre. Ahora lo que hacen es no abrir, tanto si se trata de apearse como de subir, aunque se haya pedido parada. Es igual que tres personas (tres mujeres entradas en carnes y en años), cada una por su lado, pidan parada  desde la acera levantando ostensiblemente el brazo derecho. Dicen que no lo han hecho bien [sic] o que no es cierto.   Ayer presencié este caso desde el asiento anterior de la línea del 19 (coche 2727) a las 21:00.  Cuando finalmente les abrió la puerta a las tres señoras indignadas, que venían de trabajar, les dijo que es que eran “tímidas” en la forma de pedir parada. “Es que sois tímidas“, les dijo despectivamente. El sentimiento que provoca este maltrato no es un tema menor. Esos malos conductores consiguen que la mitad de media ciudad se ponga de mal humor.  Evidentemente no se trata de linchar y descuartizar al conductor en cuestión como hicieron las ménades dionisíacas con Orfeo, no se trata de hacer una nefanda parrillada con sus nefandos restos. Pero un cursillito de atención al cliente…

El cinismo
Días atrás dibujé en lápiz una línea de separación entre lo que es el escepticismo y el desengaño, aprovechando que Luisa Cuerda había trazado también una línea entre la ingenuidad y la inocencia. El cinismo, como el escepticismo, tiene mucho de afectación y bastante de indigencia mental.  En algunos vecinos de la blogosfera he visto que adopta un aire posh, lánguido, y posts cíclicos con ideas minimalistas en gran parte robadas. En otros adopta un estilo grosero y socarrón, tabernario y gregario, de corro con aspiraciones a ser un Bilderberg a la española.
En cualquier caso, los tres males a los que he querido referirme hoy son tres manifestaciones de la “superioridad”, la crème de la crème. A ver cómo será lo mejor de lo peor, porque lo que es lo peor de lo mejor…
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(*) “Le corresponde a Austria gobernar el mundo”. Aaoiue es mi nick y corresponde a las vocales de mi nombre real. A veces utilizo como pseudónimo Ma Do, pero nunca para enmascarar mi identidad.


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