14.1.24

Post 1810: Asdf jklñ


ecomiendo vivamente escuchar las conferencias del padre José María Iraburu que se pueden encontrar tanto en Youtube como en Ivoox y también en Gratis Date, especialmente las que tratan sobre Dios, Jesús, la Virgen, los dones, las gracias y la historia de la cristiandad. También se pueden encontrar los podcasts de Dame de beber en Radio María, emisora de la que fue fundador. 
A veces se oyen en Youtube y en I-Voox conferenciantes y hablantes varios que seguramente saben mucho pero que no han cuidado la diccion. En Youtube es posible escuchar a los que hablan arrebatadamente modificando la configuración del vídeo a una velocidad inferior. Parecen beodos, pero se les sigue mejor, sobre todo cuando el tema es denso o requiere un cierto detenimiento.
Pronunciar bien, evitar latiguillos y sonidos orales (aaah, eeh, mmmm, carraspeos, chasquidos, etc.) que no aportan nada y que de repetirse mucho se hacen hasta desagradables, es un ejercicio como levantar pesas, que se instaura por la costumbre y la corrección. A los que dan clases, que son los menos, la voz se lo agradecerá, además.
Generalmente los sacerdotes y los notarios suelen tener muy buena dicción. Entre los profesores hay de todo, e incluso muchos conocemos casos de quien puede hablar mucho rato sin decir apenas nada y no es por conducirnos a un golpe de efecto, no, es pura filfa. Iraburu transmite conocimientos y cita las sagradas escrituras y a los Padres de la Iglesia, pero no es una acumulación de saberes, sino que todo está bien engranado y cada conferencia es ─si se me permite─ como un guiso, un texto bien trabado que parece concebido del tirón y no a tropezones y con añadidos.
Doy gracias por haber dado con el padre Iraburu y porque no me canso de oír conferencias por ejemplo como la que hizo sobre la humildad o la oración, que están muy relacionadas. Incluso se lo recomendaría a los ateos para que cuando hablen sobre por ejemplo la humildad o la oración sepan de qué estamos hablando.
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La fotografía de hoy no la he podido identificar pero ilustra bien un momento de descanso, alivio, aburrimiento. Como el sacerdote se encuentra en el confesionario y hay un penitente pensamos que lo que le explica no es muy estimulante o interesante. Hemos de suponer que, como debe de ocurrir con los psicólogos y con otros oficios donde es necesario escuchar, muchas veces hay que oír historias muy parecidas y que algunas veces están, como se suele decir, sobredimensionadas.


El mes de noviembre tuve mis vacaciones y aproveche para dormir más de lo habitual, que es poco, de manera que hice el oso. Esta cura de sueño, que surgió sobre la marcha, me fue muy bien, aunque después han surgido reminiscencias. 
De repente se me han recapitulado vivencias del pasado que no las tenía relacionadas. Por ejemplo, por explicar algo que se pueda poner aquí, recordé cómo se ordenaba la documentación clínica en las historias (cuando aún eran en soporte papel y otros, siempre físicos), cómo se desordenaba y por último cómo algunas veces se tenía que volver a ordenar si se quería tratar consecuentemente un caso complicado. A pesar de que estaba perfectamente estipulado el orden de los elementos (por episodios, cronológicamente o por tipo de documentación), el desbarajuste que podía llegarse a formar en el sobre donde iba metido todo, hacía inviable la lectura con sentido. Es por eso por lo que alguna vez yo pude presenciar que algún médico se pasaba un buen rato en el Archivo poniendo orden a todos los documentos para seguir bien el hilo.
Se dirá que actualmente ese desorden se ha evitado al hacerse todo digitalmente, es decir con ayuda de los sistemas informáticos. Y sin embargo los sistemas informáticos han incorporado una perversión todavía peor si cabe, porque es una práctica frecuente y muy deleznable, hacer copy-paste (copiar y pegar) con informes anteriores, con lo que está garantizada la perpetuación de errores y unos automatismos que no traen nada bueno. Incluso hay pacientes que arrastran en su historial diagnósticos erróneos que prevalecen sobre cualquier otra consideración.Retirar una etiqueta o código de diagnóstico de una historia clínica no es fácil, aunque sea la intolerancia a un medicamento.
La automatización de nuestra sociedad no nos ha evitado la incorrección del lenguaje. En realidad, si nos ponemos estupendos, ha permitido que cualquiera se vea capacitado para opinar y de todo.
Hace poco la prensa se hizo eco sobre la novedad de eximir a los opositores de la prueba de ortografía para acceder al cuerpo de la Policía Nacional y yo me atrevería a decir que más de uno se extrañaría de que hubiera tal prueba.
Me acuerdo de que el día que cumplí los 20 años un descuidero me sustrajo el bolso en las Ramblas, en el Café de la Ópera. No me olvidaré del detalle de mi cumpleaños porque advertí que me habían robado cuando iba a pagar la invitación a una amiga. Nos acercamos a hacer la denuncia a la comisaría de Via Layetana si mal no recuerdo. Me tomó declaración un policía joven pero con una Hispano Olivetti Lexicon 80, que ya empezaba a ser un elemento algo anticuado, pero que seguía siendo confiable y robusto. Por aquel entonces yo estudiaba y teníamos un Macintosh para los tres cursos de Biblioteconomía. 
Debo decir que aquel aparato compacto me inspiraba interés y al mismo tiempo asco. Tiene más mugre que una baraja de taberna.
No conservo la denuncia, pero puedo segurar que estaba bien escrita y bien mecanografiada, cosa que no era fácil. Yo había hecho el primer curso de mecanografía en la escuela, pero luego cuando hice mi primer curso de Informática (el año 1977 o 1978) primero nos sometían a un repaso del asdf jklñ, agasajadas las hadas, etc. Tanto en la escuela como en la Academia Molière, donde ahora está la FNAC en Plaza Cataluña, seguíamos el método de Javier Kühnel Porta, Meca: Ejercicios y lecciones de mecanografía.
Aún conservo mi Olivetti Lettera 32, que hice modificar en los años 80 porque una tecla con tipos inservibles para mí la hice cambiar por otra con corchetes. Creo que eso aumenta su valor.
Lo peor del hurto no fue que me quedara sin mi bolso preferido o sin una pluma que me había comprado nueva (una Sheaffer en acero cepillado), no fue que me robaran las llaves, no fue que no pude pagarle el desayuno a mi amiga y lo desagradable que fue la sorpresa. Lo peor de todo fue la reprimenda de mi madre al llegar a casa. Era la segunda vez aquel mes que tenía que cambiar la cerradura de casa.

Foto de internet

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