11.9.23

En el mariposario del Jardín Botánico de Ámsterdam

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Salir de casa


e conocido la obra de Josefà Tolrà gracias a la exposición La mano guiada. Josefa Tolrà (1880-1959) - Madge Gill (1882-1961). Mujeres visionarias. Lo de la "mano guiada" parece que describe el automatismo o el hecho de que la mano dibuja bajo los efectos de un estado alterado de la conciencia. Pero no deja de ser una forma de clasificar lo que por otra parte es inclasificable. Amigos escritores me han explicado que durante el proceso de una novela son los propios personajes los que le guían, y yo lo creo.
Que Josefa Tolrà se exponga conjuntamente con Madge Gill, incluso en algún momento sin que se pueda percibir qué es de quién, permite subrayar los paralelismos, que los hubo en sus vidas y en sus bordados y dibujos. Pero también refleja la trillada sororidad a que apelan constantemente las estudiosas del feminismo.
Me gusta mucho el vídeo que entrevista a Maria Tolrà, la sobrina de Pepeta Tolrà. Dice que "abans una persona de 60 anys ja era una velleta" (antes una persona de 60 años ya era una viejecita. Ella ya la conoció vieja, y dice que era miedosa y que apenas salía de casa.
La casa, el espacio doméstico, es el taller de Madge Gill y de Josefa Tolrà. Si se las tuvieron que ver con los llamados espíritus desencarnados es lógico ─si se me permite esta palabra en un contexto visionario y mediúmnico─ que tuvieran su miedo.  Una y otra perdieron a dos hijos, por lo que al menos para mí se me hace fácil pensar en que estaban mejor dentro de sus casas y conectadas con el otro mundo. Lo que de malo tiene el otro mundo es que podría ser que nos descubriera otros mundos, algunos de los cuales no son nada agradables.
Según explica Maria Tolrà no iba a misa pero la llegó a visitar algún sacerdote para ver, supongo, que todo estuviera en orden, ya que era vidente. Por lo visto siempre se encomendaba y quien la visitaba salía de su casa con mucha paz. Poco más se puede añadir.
La mayor parte de las personas se sienten muy incómodas ante las experiencias que tienen otras con otros mundos, sea porque las separa de la realidad, sea porque los temen. El mundo se ha llenado de experiencias que nos remiten al enfrentamiento con la maldad, con la mentira, con hechos cuyo origen está repleto de teorías conspiratorias. Hasta los últimos desastres, que habitualmente se hubieran designado como "catástrofes naturales", como los incendios de Hawai. Grecia y Tenerife, la erupción del Etna o el terremoto en Marruecos, según fuentes no oficiales están provocados. Esas fuentes nos enfrentan con la evidencia de la capacidad humana para usar la tecnología y, lo que es peor, para usarla mal. No es de extrañar que se haya establecido un paralelismo entre las sombras de la Edad Media y las de la actualidad.
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El mundo del arte, que no es ajeno a la sociedad en la que desenvuelve, está lleno de exponentes cuyo triunfo se explica en términos de mercado y académicos. Ya dije por aquí alguna vez que premios como el Príncipe de Asturias (Princesa de Asturias), que son muy cuantiosos (50.000 euros al parecer), deberían recaer sobre quienes lo necesitan. Aunque parezca de lo más natural esa especie de efecto Mateo por el cual hay que agasajar a quien ya está agasajado, podríamos pensar de otra manera y creer que el dinero ese es dinero "tirado", que lo mejor sería ayudar a las jóvenes promesas. Con la dotación de cada edición se podría mantener una escuela de música sobradamente, o de teatro. Pero en general la tendencia hegemónica es la de dar a quien ya tiene y crear magnates o héroes en todos los campos.
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El arte visionario es místico y por lo tanto oculto. No veréis a las artistas visionarias haciendo sketching en grupo. Tanto Madge Gill como Pepeta Tolrà se establecieron en sus casas tras las muertes de sus hijos. Vemos más parecido de ambas con Maud Lewis (si persistimos en la tendencia también hegemónica a la comparación) o hasta con otra pintora rural naíf, Grandma Moses, que con Leonora Carrington, quien sin embargo también estaba conectada con lo sobrenatural, o con Hilma af Klint, ambas surrealistas.
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El confinamiento de Tolrà me recuerda al de mi abuela Pepita, que empezó cuando se murió mi tía Amelia con 21 años. Y sin embargo desde su sillita iba muy lejos, en contraste con los turistas de hoy en día, que se van de vacaciones 12 días a Indonesia pero parece que en ese ir y venir no pasa nada, aparte de hacer kilómetros y cambiar de paisaje.

"Hadas". Dibujo de Josefa Tolrà
 

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Torre Collserola

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