23.6.24

Dicen que la distancia es el olvido


a imagen de hoy es de un rincón que sobrevive en Ca n'Artès, un núcleo de Santa Eulàlia de Vilapicina donde parece se cruzaban los Quatre Camins (Sant Joan d'Horta, Sant Iscle, Sant Andreu del Palomar, Cerdanyola). Una encrucijada en toda la regla, originada en el siglo XI. Este pequeño núcleo contrasta con los edificios del desarrollismo que lo circundan, aunque no queda tan hundido como podría imaginarse porque lo rodean el Mercado de la Merced y el Pasaje Grau, que no son altos.
Al lado de ese jardín medianero hay una panadería que existe desde 1896 (Forn El Padró) y a la que yo iba a comprar el pan cuando era una niña. Me atendía la Cati, a quien ahora a veces me encuentro en misa pero ella no se acuerda de mí. Hay en internet un recuerdo para la torna:

"Cuando una mercancía se vende a peso y no llega exactamente al peso pedido, lo que se añade para que acabe de llegar al peso. La torna era, en los productos que antiguamente se compraban a peso, el añadido, el trozo de pan que el panadero te ofrecía cuando la barra que comprabas no llega al peso exacto".

Recuerdo con toda precisión ─y a sabiendas de que no hay nada tan preciso como la ilusión, como dijo Marianne Moore─ la torna. Al ir a entregar la barra de pan la dependienta la pesaba y si faltaba algo al peso añadía un currusco de otra barra. A los niños nos daban un trocito de bastón de pan, pero eso era en cortesía y no un reflejo equitativo. 
Los murcianos de la calle Montmajor, en el Turó de la Peira, tenían una lechería y cuando no tenian céntimos para devolver el cambio te lo daban en aquellos caramelos pequeños de anís tipo Snipe. Me gustaría recordar la marca, pero no soy capaz. Comprabas una bolsita de sidral Bragulat y si no les dabas el importe exacta y les faltaban 10 céntimos de peseta te lo restituían con caramelos de anís. O tal vez eran de menta. Eran rectangulares y muy pequeños. Por extraño que parezca fue el primer caso de reduflación del que tengo constancia: en un momento dado aún disminuyeron su tamaño aunque seguían costando lo mismo.
Mi memoria no me alcanza para repetir el nombre de la marca de esos caramelos, aunque me parece que los estoy viendo, pero sí me alcanza para muchos otros detalles de aquellos tiempos.
Como toda mi familia paterna tuvo pequeños negocios de mercería o ropa de casa, he sido muy consciente además de como ha ido degradándose la oferta minorista. Entre las grandes superficies, los bazares, las cadenas, la competencia desleal (de mayoristas haciendo de minoristas), las falsas liquidaciones, la venta al margen de los impuestos y tributos, y de todo régimen legal, la deslocalización de la producción textil y alguna cuestión más, el panorama ha quedado que no daría crédito ninguna de mis tías y tíos.
Algo que se ha perdido por el camino es el cliente, en el sentido de alguien que compraba en el barrio y siempre en la misma tienda. Aunque ahora algunas empresas hablan de fidelización, a mí me da la risa, porque más que fidelizar parece que te extorsionen o te tengan cogida por unas ofertas atenazantes. Cuando yo digo "cliente" me refiero a alguien que acude a una tienda porque ya sabe que el género está bien y que ya le conocen. 
Mi madre sabía la talla de los calzoncillos mejor que las señoras que iban a comprarlos para sus maridos y ya no digamos que sus maridos. El tendero además conocía el género. Hoy día a veces si le preguntas a un vendedor por alguna característica de un producto te mira hasta con fastidio o como pensando ¿a mí que me dices?, como si no fuera su obligación saber qué está vendiendo.
Me acuerdo de una clienta que tuvo mi madre. Vivía con el hijo y la nuera, además de dos nietas. Se llamaba Clara y era de Orense. No tenía muy buena relación con la nuera. Cuando se murió, ya mayor, me dijo mi madre que el de los ultramarinos le tuvo que decir a su familia que tenía un jamón que era de ella. Le pertenecía, pero cuando necesitaba comer jamón iba al tendero de los ultramarinos, que también era gallego, y él le cortaba al gusto. Obviamente no lo podía tener en su habitación y no le dejaban tenerlo en otro lugar. Siempre que veo a Manoliño Goreiro en las tiras de Mafalda me acuerdo del señor Benito.

Foto del jardín medianero de la calle Pere d'Artès (Santa Eulàlia de Vilapicina)
Registrada en SafeCreative 2406238360646

(c)Post registrado en SafeCreative *2406238360684