5.9.20

Post 1724: Casillas y castillos

Carme Ciuró, El camí del meu càncer       

a dio Maria Mercè Marçal, otra barcelonesa que falleció por cáncer, nociones de lo que era el "amor sense casa" y la "casa sense amor". Carme Ciuró se quedó en año y medio sin amor y sin casa y tuvo que buscar un buen sitio donde pasar su duelo y su enfermedad. Creo que eligió bien ya que los cuidados paternos hubieran añadido una atención desmedida y un hermano puede tener la oportunidad de ayudar siendo ayudado. Es ideal ayudar siendo ayudado. Pero hay tantos factores siempre en casi todo que solo puedo pasar por encima de la cita y usarla para situar un poco lo importante que es lo de las casas, tener un abrigo o un retiro, un lugar donde descansar y estar a salvo solo o acompañado, repetirse aquello de "mi casa, mi castillo".
Estos días se habla en los medios de las ocupaciones de pisos y locales y la profusión de informaciones no es inocente, como ocurre siempre que advertimos que abundan en un tema y sobre todo cuando se abandona de forma abrupta. Pero más que pensar en desahucios legales y ocupaciones ilegales me voy a lo que es la casa casa. Ayer tarde disfrutaba de la paz que hay en la mía, mi piso, y salí a la terraza a regar mis cuatro cactus. En nuestro gran patio interior de la manzana vi sentadas una señora anciana y dos jóvenes en torno a una mesa. Días atrás la he visto con una señora que podría haber sido su hija. Pero la conversación que ayer no pude evitar oí me situó de golpe en otra situación. Las jóvenes le decían a la anciana que tenían que ingresarla en una institución, aunque no lo oí porque hablaban bajo. La mujer rompió a llorar y dando un palmetazo en la mesa de terrazo sollozó y dijo "No quiero irme de mi casa". Lo dijo varias veces y entre una y otra las chicas le explicaban que ya no podían encontrar ninguna cuidadora (mentira) y que la que tenía se iba ¡Será por cuidadoras!

Quise recordar en qué momento empecé a ver a la vieja en taca-taca, pero no fui capaz. Vagamente recuerdo que vivía con otro señor y pensé que en algún momento se quedó viuda y que su salud se deterioró. Pero desde mi terraza indiscreta, solo veo algo parecido a la fachada al descubierto de la rue del Percebe número 13. Mis impresiones siempre son limitadas y muchas solo cobran sentido al cabo del tiempo, como fotogramas dispersos que solo reúne el destino implacable en un montaje que ahorra escenas. Entonces es posible que quien yo creí que era "la hija" no era más que una cuidadora y que ahora ─me temo que por motivos económicos─ tienen que prescindir de sus servicios. 
Esta mañana la terraza de la vecina estaba perfectamente recogida, como siempre, limpia y llena de orden. Pero yo me puedo imaginar la angustia de la pobre mujer, que aún tiene la cabeza bien y parece que sólo tiene mal las piernas. La he visto leer muchas tardes, cuando sé que con la edad muchas personas ven difícil sostener la atención o la vista ante siquiera una revista. Más pronto que tarde veré en esa especie de pequeña corrala que es nuestro patio interior, el sainete de unos nuevos vecinos que redecorarán con gran ilusión "su" piso.
Una entrevista a Nacho de Blas en Noticias de Gipúzcoa lleva por titular una afirmación de este veterinario, que trabaja en la Universidad de Zaragoza, que da mucho que pensar: "Los veterinarios llevamos trabajando con los coronavirus 90 años y estas vacunas no suelen funcionar bien". La frase la podríamos dividir en dos, que los veterinarios llevan trabajando 90 años con el coronavirus y que las vacunas no suelen funcionar bien. Sí, ya sé que digo una obviedad, pero lo único que quiero es asentar que me voy a referir a la primera parte, a los veterinarios ¿Cómo puede ser que si llevan con el asunto del coronavirus 90 años no se les tenga más en cuenta? Los médicos se refieren estos días a lo mucho que llevan aprendido con la "primera ola" de la pandemia e ignoran (me temo que en los dos sentidos de la palabra "ignorar") su origen zoonótico, el daño de las granjas de estabulación intensiva que tan bien explica otra veterinaria, Marisol Ruiz Meana. Poco se habla de la globalización y de los movimientos migratorios y no migratorios.
Está cada cual en su casita, en su terrenito corporativo y se vive en mundos paralelos donde por ejemplo los enfermeros también están defendiendo lo suyo y que haya la figura de profesionales de Enfermería en los colegios, etcétera. No se ve ni se espera una visión de conjunto, aunque la situación exija desprenderse de las estructuras superfluas y de pura grasa o relumbrón. ¿Quién no ha visto desde el ejercicio de su profesión meterse intrusos que pasan por alto fundamentos inexcusables, con la excusa de que ofrecen un punto de vista legítimo de su propia profesión?
Hablando de relumbrones, el domingo me acerqué a mi "segunda casa" y me encontré el regalo de una mañana diáfana como pocas. Era posible ver desde la cresta de la solana Montserrat y también los Pirineos  nevados. Más adelante en el día comprobé que en efecto había nevado la tarde o noche anterior.
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El lunes me acerqué al Cementerio de Montjuïc, por primera vez. Diré en resumen que fue más fácil llegar que irse, porque la parada del autobús de la línea 21 me dejó en la entrada idónea, la de Can Tunis, pero para volver había que alcanzar el brazo de un scalextric a pleno sol con su quitamiedos y sus hormigas y un tráfico de camiones infernal. El cementerio es tan grande que me resultó monstruoso, y eso a pesar de que tiene áreas artísticas e históricas muy interesantes. No sin dificultad encontré el cinerario donde están los restos de Carme Ciuró, a quien conocí el año 1976 si mal no recuerdo. Cuando estudiaba yo tercero de BUP y ella segundo. Hay mucha gente que cree que en los cementerios no están los muertos, que simplemente no están en ningún lado, que el cuerpo es como una bolsa, pero a mí me da un gran alivio pensar que hay un sitio donde podemos rendirles homenaje o materializar nuestro afecto, ofrecer nuestra presencia y lealtad.
Por suerte nuestro terrenito en el Cementerio de Sant Andreu lo tenemos a un paseo de nuestras casas. Es propiedad (es un decir) de mi hermano, tras la muerte hace 3 años de mi tía la mayor, con 101 años a punto de cumplir. Yo soy la limpiadora.

Desde la sierra de Collserola, los Pirineos nevados (c)SafeCreative *2008305163060

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