26.3.14

Ciencia y caridad


"El hospital, como institución importante, e incluso esencial para la vida moderna de Occidente desde la Edad Media, no constituyó una institución médica y, en esa época, la medicina era una profesión no hospitalaria. Conviene recordar esta situación para comprender la innovación que en el siglo XVIII representó la introducción de una medicina hospitalaria o un hospital médico-terapéutico.
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Con anterioridad al siglo XVIII el hospital era esencialmente una institución de asistencia a los pobres, pero al mismo tiempo era una institución de separación y exclusión.
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Decíase en aquellos tiempos –y con razón- que el hospital era un lugar para ir a morir. El personal hospitalario no estaba destinado a curar al enfermo sino a conseguir su propia salvación. Era un personal caritativo (religioso o laico) que estaba en el hospital para hacer obras de misericordia que le garantizaran la salvación eterna.
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En cuanto a la práctica médica, ninguno de los elementos que la integraban y le servían de justificación científica la predestinaban a ser una medicina hospitalaria. La medicina medieval y de los siglos XVII y XVIII era profundamente individualista.
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¿Cómo se produjo la transformación, es decir, cómo se medicalizó el hospital y cómo se llegó a la medicina hospitalaria?
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Esta hipótesis de que la “medicalización” se produjo gracias a la eliminación del desorden que causaba puede confirmarse por el hecho de que la primera organización hospitalaria de Europa se encuentra en el siglo XVII, esencialmente en los hospitales marítimos y militares. El punto de partida de la reforma hospitalaria no fue el hospital civil sino el marítimo, lo que se debió a que este último era un lugar de desorden económico. A través de él se traficaban mercancias, objetos preciosos, materias raras, especias, etc., procedentes de las colonias. El traficante fingía estar enfermo y al desembarcar lo llevaban al hospital, donde escondía los objetos y eludía así el control económico de la aduana. Los grandes hospitales marítimos de Londres, Marsella o La Rochelle eran lugares de un enorme tráfico contra el que protestaban las autoridades fiscales.
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Hasta mediados del siglo XVIII quien ejercía el poder era el personal religioso, raramente laico, encargado de la vida cotidiana del hospital, la salvación y la asistencia alimentaria de las personas internadas. Se llamaba al médico para atender a los enfermos más graves, y más que una accción real se trataba de una garantía, una justificación. La visita médica era un ritual muy irregular, en principio se hacía una vez al día y para centenares de enfermos. Por añadidura el médico dependía administrativamente del personal religioso, el cual podía incluso despedirlo.
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Finalmente se implanta la obligación de que los médicos confronten sus experiencias y sus registros –por lo menos una vez al mes, de acuerdo con el reglamento del Hôtel-Dieu en 1785- para averiguar los distintos tratamientos administrados, los que han resultado más satisfactorios, los médicos que tienen más éxito, si las enfermedades epidémicas han de pasar de una sala a otra, etcétera.
De esta manera se forma una colección de documentos en el seno del hospital, y éste se constituye no sólo en un lugar de cura sino también de registros y de adquisición de conocimientos. Por tanto, el saber médico, que hasta el siglo XVIII estaba localizado en los libros, en una especie de jurisprudencia médica concentrada en los grandes tratados clásicos de medicina, empieza a ocupar un lugar, no en los textos, sino en el hospital; ya no se trata de lo que fue escrito e impreso sino de lo que todos los días se registra en la tradición viva, activa y actual que representa el hospital.
Es así como llega a afirmarse, en el periodo de 1780-1790, la formación normativa del médico en el hospital. Esta institución, además de ser un lugar de cura, es también un lugar de formación médica.”
Michel Foucault, “Incorporación del hospital a la tecnología moderna”, La vida de los hombres infames, págs. 70-78."