10.1.19

La placa

ace un montón de años subía desde la calle Avinyó por la calle Cervantes de noche y en una esquina vislumbré entre bolsas de basura que esperaban a ser recogidas unas cajas que me llamaron la atención. Me acerqué y vi que contenían placas fotográficas. Pronto se acercó un hombre y por su hostilidad o por su avidez me apartó de mi hallazgo, especialmente cuando debo decir que me sobrecogió bastante advertir que aquellas placas podían tener valor, fuera por su arte fotográfico fuera por el soporte sobre el que se habían impresionado las imágenes, fuera por lo que representaban, que en la oscuridad no pude saber ni adivinar. Imagine que bien podrían ser sobre la Barcelona que nos precedió. Además de que el otro recolector me dio mala espina me alejó de allí pensar que no podía llevarme siquiera una caja porque eso hubiera significado deshacer la colección ─había por mis cálculos unas 500 placas o más─ y era imposible llevármelas todas. No me olvidé de esa noche, como de otros días en los que algo quedó ahí colgado.
Hoy me doy cuenta de que uno de los autorretratos de Martín Chambi lo muestra a él mismo mirando una placa fotográfica en la que está impresionada su imagen, imagen que no he encontrado positivada y que sólo conozco por el autorretrato que la contiene. Hay un sinnúmero de autorretratos de los pintores que querían ver reconocido su papel como artistas cuando aún se les consideraba artesanos. Estoy pensando en el de Sofonisba Anguissola, que va más allá del autorretrato porque se representa siendo pintada por Bernardino Campi, que había sido su profesor años antes. O en el de Velázquez en Las Meninas, no menos complejo. El de Chambi devuelve un poco el papel del fotógrafo a un sitio que no es tan elevado como el de los artistas autorretratados y es todo un elogio de la luz. Parece que la luz procede de la placa, pero no puedo decirlo con fundamentos que no tengo. Es una maravilla, en todo caso. Para ver la imagen agrandada solo hay que clicar sobre cualquier punto y disfrutarla. No me parece exagerado que se le haya llamado "el Rembrandt de la fotografía", pero lamento que no podamos decir que Rembrandt es el Chambi de la pintura.
Supongo que el engrandecimiento del ego fue bueno para desarrollar la pintura artística, que lo malo es cuando el ego se queda solo y sin arte.
Podríamos decir que en los siete artes o por lo menos en los que tradicionalmente iban asociados a un autor se ha producido una mercantilización y que la obra se ha convertido en una especie de producto. Fenómenos como el de Rosalía, que tanto talento tiene por otra parte, solo se explican porque los preceden otros como Beyoncé, Lady Gaga o J.L. y porque hay un marketing terrible que lanza estas mujeres en un formato muy parecido al que la Contrarreforma adoptó para defender la fe. Parecen diosas antiguas, vírgenes de burdel, que lo mismo las podríamos poner en una hornacina, que en la imaginería polícroma hinduista que en un malecón con un loro portátil con reguetón. Rosalía Vila, tal vez por el chandal, tiene algo de poligonera, pero no sabría decirlo con certeza porque ando muy despegada de las nuevas tribus. Aunque no podamos negarle originalidad a su producto, sabemos que demasiadas notas y detalles son muy elaborados y hablan de un trabajo de un equipo no pequeño.
El Rubius, otro millenial, cuya popularidad creció en Youtube, ha participado ahora en Virtual hero, una serie de Movistar+ que implica a un director, a una ilustradora de anime y a un guionista que se basan en una idea de El Rubius en que narra sus aventuras en un mundo virtual. Supe de esta serie "a demanda" por un espacio publicitario del metro en que aparece la misma imagen que enlazo arriba. Esa imagen me recordó al dibujo de la Familia Addams en que Charles Addams nos presenta a toda la familia a la mesa, imagen que a su vez podría proceder de la cena eucarística como tópico cristiano cuyo exponente máximo ha sido y tal vez será seguramente La última cena de Leonardo da Vinci. La de Dalí, por cierto, que es el más allá de su fase plena atómica, puede ser que con el tiempo adquiera más valor. No puedo más que ahondar en mi ignorancia.
La animación japonesa tendrá sus propios tópicos y un catálogo de motivos recurrentes, sin duda con mucho interés, pero me llamó la atención ese banquete de golosinas tan semejante al de Addams y Leonardo, de quien celebramos su Año. La composición de las figuras no es muy diferente a la de nuestras composiciones.
La gran carga de mensajes visuales y el terciarismo me llaman a anhelar el trazo sencillo de un mero lápiz sobre papel de estraza.

Autorretrato Martín Chambi (1923)

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