8.5.22

Mi Alcarràs

e gustaría disponer de algo de tiempo para dar un repaso al teatro griego y al papel del protagonista, especialmente en la tragedia. Pero remito a la Wikipedia y simplemente reproduzco el significado de la palabra: del griego antiguo πρωταγωνιστής, prōtagōnistḗs "el que hace el primer papel, actor principal".
Más tiempo habría que dedicarle a las obras de teatro, cine, literatura, donde se podría decir que no hay protagonistas. Para ir rápido, porque no tengo tiempo, no por otra cosa, recuerdo como en obras donde hay grandes personajes principales, como Romeo y Julieta, por ejemplo, hay unos personajes secundarios que están muy matizados ─estoy pensando en la nodriza─ a pesar de tener un papel muy corto y un rol no especialmente relevante. Es decir, que busco un argumento lógico de que nos podemos cuestionar la necesidad de protagonistas en un único ejemplo en que el papel de los secundarios está muy bien desarrollado. Se podría hacer una obra solo con protagonistas (los griegos le añadieron un coro) y se podría hacer una obra solo con personajes secundarios.
Recientemente en Belfast (2021) la película autobiográfica de Kenneth Branagh, hemos podido apreciar la noción que pretendo defender de que es posible elaborar una película sin protagonistas, coral. Vemos el maravilloso y contundente papel de la abuela, interpretado por Judi Dench, que no es ensombrecido por la interpretación del abuelo, otro personaje con el que el espectador conecta desde el primer momento. No sobresale ninguno de los personajes, y esto no se hace para subrayar el inclusismo de moda y al estilo de las comedias francesas o la unión, la fuerza de la familia, sino porque en la realidad (salvo cuando hay elementos tóxicos) no hay protagonistas. 
Un precedente de lo que querría demostrar lo encontramos también en Las uvas de la ira (John Ford, 1940). Tal vez hay un ligero predominio de Tom Joad (Henry Fonda), que además ayuda a enlazar las escenas y ligar los elementos, término que tomo de la cocina. Pero su papel no es superior al de los otros miembros de la familia y los otros personajes. No tenemos la impresión de que Tom Joad tenga un papel más elaborado o que se profundice más. Y que la película se detenga en cada personaje lo que produce no es el efecto de la unión, que tanto se invoca en las series televisivas de final feliz, sino el de la soledad de cada persona. Al cierre del post veo que Miqui Otero en El periódico hace una reseña o crítica de la película de Carla Simon, Alcarràs (2021) titulada Los melocotones de la ira. Efectivamente los paralelismos son destacables.
En Alfarràs pasa un buen metraje hasta que nos damos cuenta de qué relaciones familiares se dan, puesto que hay un padrí (abuelo), la abuela, el hijo y sus dos hermanas, un cuñado, la esposa del hijo, y la prole (un joven, una adolescente y cuatro niños). Es decir, que ni siquiera está definida la familia nuclear, tan propia del mundo urbano. En la entrevista de La Vanguardia que enlazo, Carla Simon explica las influencias que recoge en su película:
"Una de las primeras películas que cita Simón como ascendente de su segundo filme es El árbol de los zuecos, de Ermanno Olmi, que ganó la Palma de Oro en Cannes en 1978. En el filme hay aún más personajes que en Alcarràs , cuatro familias de agricultores que viven en una sola casa. “Nos sirvió a la hora de trabajar la coralidad”, detalla la realizadora. “Teníamos muy claro que no queríamos una estructura como de serie de televisión. De ahí aprendimos que para generar empatía con un personaje tienes que pasar un tiempo con él”. 
Cuando Alcarràs se estrenó en Berlín, varios críticos aludieron al neorrealismo italiano por esa voluntad de verdad. No iban desencaminados. Simón y Vilaró repasaron películas como La terra trema, de Visconti, en la que unos pescadores deciden rebelarse contra su amo y trabajar con su propia barca."
A mí me gustaría añadir que la película de Carla Simon también le debe algo a otros puntos de vistas cineastas femeninos, y estoy pensando en Agnès Varda. Teniendo en cuenta además que la película de Carla Simón está interpretada por vecinos y vecinas del Segrià, y no por profesionales de la interpretación, lo que en algún momento nos hace pensar en un documental. Para el casting  o selección de actores se recibieron 9000 personas. Me lo imagino y creo que ya eso daría para otra película.
Como digo, en la realidad no hay protagonistas. Puede ser que alguien se crea que lo es y que se conduzca por la vida como tal, como si los demás incluso no es que fuéramos sus personajes secundarios o sus antagonistas, sino su público (¡!).
Me preguntan en Twitter que "si no hay protagonistas, ¿quién marca el guion?" en Alfarràs. No sé si responde a esta interesante pregunta decir que el guion lo marca el tiempo porque la trama va avanzando durante el tiempo de la cosecha de los melocotones. Vemos las dificultades económicas de la familia y eso condensa como nada cualquier otro planteamiento.
Podría detenerme en el galardón que obtuvo la película en la Berlinale, con su Oso de oro, pero con el tiempo que dispongo prefiero referirme al salto generacional que observamos, incluso en el lenguaje. La variante del catalán que apreciamos es la del Segrià, de terra ferma, por la que yo siempre he tenido debilidadcon las lógicas connotaciones por la edad de cada cual. En un momento dado (en dos momentos dados habría que decir), la unión de las voces del padrí Rogelio y de su nieta Iris, resultan muy emocionantes. Ojalá fuera una promesa para la viabilidad el futuro de esta región de Cataluña y de la pagesia.

Escena de Alcarràs (Carla Simon, 2021)

Casa de Montagut, en Alfarràs (foto de internet)

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