22.7.18

Homem do Buraco

Lo primero que algunos pensamos al ver el vídeo del hombre del hoyo, también llamado "el hombre más solitario del mundo", es que ojalá siga ajeno a ese mundo desde el que se colocó una cámara. Debe seguir porqué de otra manera sería contaminado por nuestras enfermedades, ante las cuales su sistema inmunitario no podría responder. Pero su soledad será respetada por lo menos mientras viva ─se le calculan unos 50 años─ para que pueda estar en su entorno, su único superviviente al parecer. 
Alguna vez gente que pasa fines de semana por áreas no muy habitadas de Gerona me han comentado que está llena de solitarios que no tienen contacto alguno con nadie. Cada vez que supe de alguien así me he acordado de los anacoretas que abundaron en nuestros siglos de oro y de quienes hay algún recuerdo incluso en el Quijote. Más allá de las modas, hay que creer que esos hombres y mujeres sufren un cierto hartazgo de la sociedad o de la familia, también del ruido que nos envuelve.
En mi propio entorno me he dado cuenta de que la polarización que nos domina también se nota en el uso del lenguaje. Hay gente que cada día habla más y gente que cada día hablamos menos. Entre los que hablan más están además los que no dicen nada, quienes usan la boca como una vía de escape de lo que resuena en sus pobres cabezas como en amplificadores de lo que ven en las redes o da vueltas en su magín. Entre los que hablan menos hay un uso comedido de la mensajería y en general una parquedad que se agradece entre tanta verborrea.
Ayer escuchaba, sin querer, a Carlos de Andrés, el comentarista deportivo del Tour de France que acompaña y acompañará a Perico Delgado durante la retransmisión de la Vuelta a España, el Giro d'Italia. Ayer su retansmisión mantenía la dicción que podemos considerar dentro de lo normal. Es en las llegadas a meta y en las caídas en el pelotón cuando surge una extraña entonación muy particular y el vocerío, los alaridos. Martín Barreiro, el meteréologo que a veces nos somete a unos partes de 15 minutos en los informativos de fin de semana de RTVE, los emite a toda velocidad y esa prisa va además acompañada por un tono que se hacer al grito. Pienso cada vez que lo oigo que era de más provecho que hablara menos y mejor, más pausadamente. También añado otra cuestión que ya he dicho por ahí alguna que otra vez: si una mujer hablara como hablan Martín Barreiro o Carlos de Andrés, probablemente la tacharían de histérica. He elegido deliberadamente dos profesionales de la televisión estatal, donde siempre había prevalecido un estilo de dicción muy cuidado.
Si tuviera algún interés podríamos, sin ir muy lejos, ver como cada uno nosotros tiene unos tics en la forma de empezar o acabar las frases, o elegir nuestros temas de conversación. Aunque parezca increíble yo conozco una mujer que empieza todas sus frases con: "En la privada...", "Por la tarde..." o "Mi marido...". Esa constante nos alerta de que sus mensajes están muy enfocados, además.
Nunca he recibido clases de dicción pero me figuro que en ellas se instruye sobre cómo usar de la forma más sana y productiva la voz, sin perder la expresividad, cuidando las cuerdas vocales y la respiración, que al fin y al cabo es el centro de la fonación. Si no respiramos bien y hablamos mucho caemos en lo que en aquella película decían: "blue in the face". Es imposible respirar bien si hablamos "por los codos". Y si no respiramos bien el bienestar es incompatible.
En el vídeo del hombre del hoyo se oyen ruidos de la selva amazónica. Aves, el golpe de su hacha contra un arbusto o árbol, el murmullo de las hojas. A veces cuando me ha decepcionado mi trato con los congéneres he encontrado en un paseo tranquilo por la sierra mucha serenidad y la compañía de todo cuanto baña el sol indistintamente, sin mirar quien es más o quien es menos. La soledad deseada es lo más opuesto a la compañía que nos impone su presencia y una cháchara molesta. Incomprensiblemente la cháchara y el ruido se relacionan con la alegría y toda fiesta está presidida por el alboroto y una cantidad descomunal de decibelios y estruendo. Los antropólogos nos dicen que las fiestas son una especie de guerra preventiva y es por eso que se comprende que haya bullicio y jaleo.

O homem do buraco lleva más de 20 años en soledad y ningún interés tiene en esa civilización y lo que podamos ofrecerle.
Índio do buraco

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